Recuerdos literarios sobre los turistas…

Bishops Diocesan College es una de las instituciones más elitistas de la educación de pago en el estado de El Cabo Occidental, Sudáfrica. Aunque hablar de educación privada para las clases denominadas como blancas no tenía mucho sentido, ya que los mejores colegios estaban destinados a los estratos sociales dominantes. Los términos educación o enseñanza pública se relacionaban con los grupos raciales clasificados como non-white. Aun así los colegios estatales, ubicados en zonas blancas, distaban un abismo de sus homólogos en los otros suburbios etiquetados como no blancos, en los que se estructuraba cualquier núcleo urbano a lo largo y ancho de la geografía sudafricana / namibia durante la era del apartheid.

Bishops, como tal, no era en su más pura esencia una institución en la órbita del volk. Ideológicamente estaba alejada de los centros que nutrían las universidades con enseñanza única en afrikáans. Socarronamente se le tachaba de reducto victoriano, o de británicos, europeos, y coolies enriquecidos con la venta en un mismo local de mermeladas, galletas y transistores. Y tal vez había algo de cierto en ello. Los orígenes de los padres hundían sus raíces ideológicas en las enseñanzas que les ligaban a los colegios proclives a la Iglesia Anglicana; y a los primeros voluntarios llegados a la colonia de El Cabo desde mediados del siglo XIX. Por lo tanto, no era de extrañar que su instrucción fuese de un claro tinte británico y con docencia en inglés. Su aureola de romanticismo es visible en sus viejos y arañados pupitres de madera, la capilla o sus cuidados campos de césped. Y aquí aparece el rugby: bisagra entre colegios para ajustar cuentas los sábados, por encima de su orientación académica.

Bishops, señalado como una comunidad de blancos liberales, en cuyo claustro era más factible encontrar sobre la mesa de profesores un ejemplar del Cape Times que del ultraconservador rotativo Die Burger, aglutinaba su enseñanza en torno al inglés. Una opción seria y con acceso garantizado a la élite universitaria, fuera de las estrictas e inflexibles instituciones cuya enseñanza se impartía exclusivamente en afrikáans. Las diferencias ya se trataban en el césped y los rucks. Y se hacía, hace y hará, contra el archirrival Rondebosch Boys High School, cuyos tutores originales hablaban afrikáans y no inglés. Niños vestidos de Harry Potter a partirse la cara en un barrizal rodeado de manzanos, villas victorianas y bibliotecas. El aroma a El club de los poetas muertos es una franquicia que se convalida en cualquier esquina anglosajona y de él, inevitablemente, brota el rugby. El desafío colegio de raíz británica vs colegio afrikáans se mantiene en cada esquina de la nueva pero siempre complicada Sudáfrica. ¡Los Lions siempre están on tour!

Cualquier serie contra el jersey verde de los Springboks desempolva viejas rencillas que datan de 1899; y esa noche, vigilia del kick off, los bisabuelos de los Van Rensburg de turno les recuerdan que siempre hay deudas por saldar con los souties. Término despectivo con el cual el bóer llama al inglés, que siempre ha vivido con un pie en Inglaterra y otro en los jardines de Ciudad del Cabo, ergo sus cataplines están salados por las salpicaduras del atlántico. El british south african aún vive en el recuerdo de la Inglaterra victoriana; el bóer rompió su lazo con la Europa calvinista y se considera la única tribu blanca del África austral. El rugby soluciona el desencuentro y hay pocos apellidos británicos de éxito en la camiseta verde y oro.

La gira de los British&Irish Lions se repite cada 12 años y siempre conlleva algo de mítico. De victoriano y china. El envite contra lo que representan los Lions se convalida y juega en cada patio de césped de cada colegio, donde el sectarismo del habla afrikáner reta a los niños que hablan inglés y señalan el afrikáans como una lengua bastarda, ininteligible y huérfana de figuras literarias. El premio Nobel de literatura John Maxwell Coetzee es de apellido afrikáner, pero su literatura se publicó en inglés.

El duelo contra lo que representan los Lions se juega en cada patio de colegio en Sudáfrica, donde el sectarismo del habla afrikáans reta a los niños que hablan inglés y consideran esa lengua bastarda, ininteligible y huérfana de figuras literarias

The man that would be king. Cierro los ojos y veo a Sean Connery y Michael Cane con sus casacas rojas en los campos de alta y fresca hierba al norte de Durban. El primero de 9; el segundo, de apertura. Quizás la primera gira de los Lions por África del Sur frente al poder del país zulú. Posteriormente vendrían los tours de 1881, 1899 y 1902, ya frente a los bóer y a ritmo de Winchester. Una turba de bebedores [barbudos] de café crudo, que masticaban tabaco, leían una biblia distinta, y tenían la puntería del diablo. Y de aquellos francotiradores, los Morné Steyn. Lo sé, no he nombrado a Percy Montgomery, pero es que tiene un surname tan British & Irish Lions

Después vendrían los tours en tecnicolor de la era apartheid, con visita incluida a Rhodesia, y bajo la negativa de algunos jugadores británicos a participar en las giras por motivos políticos; y, sobre todo, por las malas artes que los sudafricanos tenían con ellos placando tarde y alto, pisando uvas en las abiertas, y soltando manos. Cosas de chicos… Los viejos tiempos del rugby.

En el recuerdo vintage, la batalla campal de 1974 en el Boet Erasmus Stadium de Port Elizabeth, y la orden 99, con la que los jugadores británicos debían – en su totalidad – ir a pegar a los sudafricanos, para con ello sembrar el caos y que nadie fuera expulsado por el árbitro. «One in, all in». Si le pegan a un compañero, pegamos todos. La camiseta, es sagrada. Debe haber un metraje original del gran JPR Williams cruzando medio campo para ir a abrazar a Moaner van Heerden. Una vez más, cosas de muchachos. En síntesis, enfrentarse a los equipos provinciales suponía un sinfín de peleas e incidentes que frente a los Springboks simplemente empeoraban.

 – Die veste van die Lions se rooi trui is dat dit nie bloed wys nie.

Del afrikáans: “Lo bueno del jersey rojo de los Lions es que la sangre no se nota” (de mi estimado amigo Horn, Divan, tertulias de barra de bar ahí abajo…).

Ubicado a las frondosas faldas del Table Mountain, Bishops se sitúa en el corazón de Rondebosch. Uno de los distritos más elegantes y de mayor nivel de vida de Ciudad del Cabo. Desde el ingreso en el colegio, la filosofía de la fundación enfatizaba el desarrollo personal y la importancia del espíritu de comunidad. El rugby de Bishops es poco south african. En la Varsity Cup, su 1st XV juega a meter un punto más que el rival. Oval a campo abierto, donde se buscan las alas y el habitual “te paso por encima” de los Springboks no es muy ejecutado…

“Lo bueno del jersey rojo de los Lions es que la sangre no se nota”, dice un amigo de allá abajo. La gira de los ‘turistas’ comporta, para los afrikáners, la obligación de ajustar cuentas con el viejo imperio

La gira de los Lions es una especie de cometa carmesí en el cielo del Hemisferio Sur que, cada 12 años, aparece por el poniente de Botany Bay, Auckland o Transvaal. Una rareza que conserva una identidad propia y distinta. Una evocación al más puro espíritu del mundo victoriano, donde el conservadurismo británico pone de gala su mejor protocolo; producto que vende con maestría y cero complejos.

La gira de Inglaterra por Sudáfrica tiene el aliciente de partirle la nariz al inglés. La de los Lions representa la obligación que todo afrikáner tiene de ajustar cuentas con el viejo imperio británico. El tour empieza con equipos provinciales y acaba con la serie a tres test matches frente a los Springboks, que arranca este sábado.

En la última gira de los turistas vestidos de rojo por África del Sur [2009], los leones no salieron especialmente contentos. En Bloemfontein, contra los Cheetahs, el menos sudafricano de los equipos locales, se las vieron y desearon. De manera análoga, en el reducto victoriano de Ciudad del Cabo frente a Western Province, perdiendo finalmente las series 2 a 1 frente a los Boks.

Los tickets se reservan con años de adelanto y las agencias ofrecen giras y tours para ir con los turistas a ver las series a las antípodas del viejo imperio británico. Cuando el tour es a Sudáfrica, se evocan las casacas rojas, el amanecer zulú y los boer-kommandos. Cuatro años después toca rendir visita a Australia, frente a los primos lejanos que vaciaron los presidios. Quizás la menos rencillosa de las visitas. El cierre lleva nubarrones, tótems de madera y huesos de ballenas con tatuajes maoríes frente al Haka, para lanzar el desafío de ya me lleve la muerte, pero no tomaréis estas islas, hijos de Cook.

No sé cómo reciben a los Lions en Australia o Nueva Zelanda, pero sí en Sudáfrica. Este año no hay espectadores y el viejo Ellis Park y sus doloridas costillas de hormigón teja no darán cobijo a la marea del jersey verde y oro. Tampoco está el mítico Newlands disponible. Las gradas están vacías, pues no hay virus por el que Sudáfrica no sienta una especial hospitalidad. [Yo] que soy un purista y – afortunadamente – no encajo en estos tiempos de renovaciones eufemísticas, creo que será un tour descafeinado, en el que la poderosa Castle debió patrocinar las series con cerveza sin alcohol. Aun así, siempre está el catecismo de pegarle al inglés por aquello de que los abuelos descansen en paz y mantener la tradición de que los Lions salgan del césped… con el polo más rojo.