Al autor de estas líneas no le convence el realismo mágico como género literario, tiene la impresión de que muchas palabras van metidas a presión, que se puede decir lo mismo de forma más clara, que los saltos en el espacio/tiempo son forzados en muchos casos… El autor de estas líneas sabe que la metáfora entre el realismo mágico literario y la Copa del Mundo de Rugby es un ejemplo de ese realismo mágico que no le convence y aún así decide ponerlo en práctica para intentar justificar sus conclusiones.

«El coronel Aureliano Buendía promovió 32 guerras civiles y las perdió todas».

La Copa del Mundo 2019 será recordada por varias cuestiones metarugbísticas que han hecho correr ríos de tinta (expresión anacrónica dónde las haya, a estas alturas):

– Decisiones arbitrales -en forma de tarjetas o no tarjetas- durante la fase de grupos.

– World Rugby emitiendo comunicados en los que critica las decisiones de sus árbitros.

– Un tifón.

– Partidos suspendidos.

– Seleccionadores desafiándose en duelos a primera sangre con declaraciones altisonantes.

–  Haka neozelandesa de nuevo en el centro de la polémica (Cibi fijiano, Sipi Tau tongano y Siva Tau samoano parece que no molestan ni ofenden a nadie).

Todo ello rodeado de un revuelo enorme, ofendidos por doquier, desafíos judiciales, acusaciones de manipulación por parte de tirios y troyanos… Demostraciones públicas de que no hay mayor mentira actualmente que la de los tan manidos «valores del rugby». Que nadie se escandalice, que nadie se rasgue las vestiduras, que nadie piense que estamos ante una invitación a un ritual satánico… La palabra que están buscando y que no se atreven a pronunciar es: realidad.

Itoje, frente a la defensa argentina en el encuentro de la primera fase.

Durante la fase de grupos del Mundial (que en la previa decíamos que no existía) se ha hablado mucho de rugby sin hablar nada de rugby, una suerte de mezcla entre la paradoja de la tolerancia de Popper y la paradoja de Schrödinger. La fusión entre ser tolerante con los intolerantes y que los valores del rugby están vivos y muertos de forma simultánea hasta que no se demuestre lo contrario (conforme al interés argumental de cada uno).

La fase de grupos registró las decepciones de Escocia y Argentina, mientras que los cuartos de final constataron el final de ciclo en Australia, repitieron el destino de Irlanda y fue Japón quien se llevó todos los parabienes antes de caer con Sudáfrica

Pasada la fase de grupos -de infausto recuerdo para Escocia y Argentina- se terminaron las rocambolescas teorías de la conspiración (el desenlace del Gales vs Francia nos dio un poco de juego gracias a Vahaamahina, ese balón vivo y la foto de Jaco), había que defender sobre el campo el estatus de cada equipo y no hubo sorpresas: Australia, Japón e Irlanda se despidieron del Mundial en el momento previsto.

Detengámonos un momento en este punto y valoremos más cuestiones paradójicas: éxito indiscutible de Japón por haber alcanzado los cuartos de final, constatación del fin de ciclo de Australia en los cuartos de final (la dimisión/salida de Michael Cheika marca ese punto y aparte), Irlanda sigue sin cruzar el Rubicón de la primera eliminatoria y -por lo tanto- vuelve a fracasar en su objetivo real.

Jaco Peyper, con aficionados galeses en la polémica foto tras la expulsión de Vahaamahina.

Las semifinales nos trajeron el duelo entre hemisferios (con cuatro seleccionadores del sur) y la tan esperada derrota de los All Blacks a manos (a pies, a todo el cuerpo) de Inglaterra, loor y gloria para Eddie Jones por haber superado de forma clara y contundente a la selección que había salido victoriosa de las dos Copas del Mundo anteriores.

Una generación completa de jugadores neozelandeses contaban por victorias -y un empate contra Italia- sus partidos en el Mundial. Lo mejor que se puede decir sobre el triunfo de Inglaterra es que sirvió para reafirmar que un equipo es más que la suma del conjunto de las individualidades y en eso hay una enorme responsabilidad del cuerpo técnico.

El triunfo de Inglaterra contra los All Blacks confirmó que Eddie Jones es un entrenador capaz de hacer que su equipo se eleve por encima de la suma de sus individualidades

La semifinal entre Sudáfrica y Gales resultó más previsible en cuanto a forma y fondo. Rassie Erasmus aplicó una fórmula muy similar a la de Warren Gatland para conseguir el pase a la final: potencia, tonelaje y la recta como línea más corta para unir dos puntos en el plano.

Los análisis completos sobre lo visto en las semifinales y en la final los tienen disponibles en esta misma web, no hace falta extenderse más.

La final la han jugado los dos mejores equipos y sólo podía haber un campeón (disculpen la obviedad), el resultado es justo e inamovible.

Kieran Read y Steve Hansen, tras la derrota de Nueva Zelanda frente a Inglaterra.

El Mundial 2019 supone la despedida de los equipos nacionales y/o de la Copa del Mundo de muchas figuras relevantes (técnicos y jugadores) durante los últimos 15 años:

Steve Hansen, Michael Cheika, Joe Schmidt, Warren Gatland, Jacques Brunel, Conor O’Shea, Kieran Read, Louis Picamoles, David Pocock, Ben Smith, Alun Wyn Jones, Sonny Bill Williams, Duane Vermeulen, Tendai Mtawarira…

Muchos nombres que han formado parte de la familia de todos los aficionados y a los cuales se echará de menos durante -al menos- unos días…

Tom Curry, Sam Underhill, Aaron Wainwright, Faf de Klerk, Sevu Reece, Santiago Carreras, Jordan Petaia, Romain Ntamack, James Ryan… Son algunos nombres que hemos escuchado y escucharemos mucho más con el paso del tiempo y que ocuparán el espacio que dejan libre los nombres que hemos citado con anterioridad.

Sam Underhill, una de las revelaciones inglesas en los últimos tiempos.

El 20 de junio de 2014, Maro Itoje y Handre Pollard eran los capitanes de Inglaterra y Sudáfrica en la final del IRB World Rugby Championship disputada en Eden Park, Tom Curry y Joe Cokanasiga colaboraron en el título inglés del 6 Naciones U20 de 2017. El espacio y el tiempo son elásticos, la distancia que hay entre dos puntos y el intervalo de tiempo entre dos sucesos no son constantes en todos los lugares.

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo».