No hace mucho tiempo, un medio neozelandés analizaba y les preguntaba a sus lectores qué equipo consideraban el mayor rival histórico de los All Blacks. El contrario al que más querían ganar. Vale tanto decir: al que más temían cuando se lo encontraban enfrente.

Por si el periodista no estaba seguro de sus impresiones, el volumen y rotundidad de las respuestas no dejó lugar a la duda: Sudáfrica. Por más que Francia recorra para siempre los anales de la historia como un fantasma vestido de azul que acosa los sueños kiwis; por más que, a la manera de aquella ministra arrobada, Inglaterra considere los encuentros frente a los de negro como un acontecimiento para el planeta; no importa que el mar de Tasmania defina un carácter especial por proximidad para el antagonismo con los Wallabies; o que los British&Irish Lions se consideren a sí mismos los legítimos opuestos a la grandeza de Nueva Zelanda… Todo eso está muy bien y comporta su parte de verdad. Pero el pueblo lo dijo muy claro. El verdadero rival, la némesis All Black, son los Springboks.

Al otro lado del hemisferio austral la convicción siempre fue la misma: aunque los demás hagan ruido alrededor (y, peor aún, incluso les ganen), la batalla final por el dominio del mundo ovalado siempre los tiene por protagonistas.

El partido de este sábado será el enfrentamiento número 99 entre ambas selecciones a lo largo de una historia que arrancó el 13 de agosto de 1921 en Dunedin (victoria negra por 13-5), cuando los sudafricanos giraron por el país de la Gran Nuble Blanca. Hasta el día de hoy, 58 triunfos del lado All Black, 36 para los sudafricanos y cuatro empates. El último, la igualada a 16 del pasado 27 de julio en el Westpac Stadium de Wellington, en el Rugby Championship.

La impresión general es que, en los dos últimos años, los Springboks han venido construyendo una recuperación de identidad y rugby (si es que ambas cosas no confluyen por naturaleza en la psique bokke) bajo el mandato de Rassie Erasmus. Lo que viene a significar que están, otra vez, preparados para disputarles el título a los All Blacks en Japón. La conquista de Wellington en 2018 (34-36) inflamó esa narrativa, mejorada con el aludido empate de este último año.

Los All Blacks dominan la era profesional: desde el año 2000, los Springboks sólo han ganado uno de cada cuatro partidos contra los kiwis… Sin embargo, en los últimos cuatro choques la diferencia no ha subido de dos puntos y en los antecedentes en Copas del Mundo están empatados a dos

La crecida Springbok es indudable. Y, además, ningún resultado es absolutamente previsible digan lo que digan los antecedentes. Pero conviene refrescar la trayectoria de los enfrentamientos entre ambos en estos últimos años para obtener una perspectiva completa: de los últimos 20 test matches jugados (desde 2010 en adelante), Nueva Zelanda ha ganado 16. Sudáfrica salió victoriosa en tres de ellos (2011, 2014 y 2018). Y el otro fue el empate.

Si ampliamos el foco hasta los últimos 19 años (desde 2000 en adelante), el porcentaje crece para los Springboks: 43 encuentros jugados, 31 victorias negras, 11 de los sudafricanos… más, otra vez, el prometedor empate de Wellington. Esto es, una victoria cada cuatro partidos contra los All Blacks. Los kiwis dominan la era profesional. Si todo esto no es gasolina para el temperamental conjunto de Erasmus cara a Japón, es que nada puede serlo.

Rassie Erasmus, el entrenador sudafricano.

Lo más interesante, sin embargo, no está en el diferencial de victorias a favor de los de negro, ni en los episodios históricos… sino en la progresión de esa brecha entre ambos en tiempos recientes. Los últimos cuatro encuentros que han jugado se han resuelto por apenas dos puntos de margen. Nueva Zelanda ganó 24-25 en 2017 en Newlands; y 30-32 en 2018 en Pretoria. Sudáfrica venció 34-36 en el ya aludido encuentro en Wellington; y, por supuesto, la serie histórica la cierra la igualada a 16 de este último Rugby Championship.

Llegado el gran momento, y digan lo que digan los periodos de entreguerras, la distancia se acorta: en las Copas del Mundo, dos triunfos sudafricanos (incluida la célebre final de 1995) y dos para los neozelandeses. También por sólo dos puntos (18-20) se resolvió la semifinal de 2015 en Twickenham.

Aquel encuentro significó la despedida al irregular periodo de Heyneke Meyer, que entró en glaciación temporal el año anterior a la RWC inglesa y acabó llevándose al torneo a varios veteranos de 2007. Para el alumbramiento de una nueva era llegó Allister Coetzee, pero el relato que tenía como protagonistas al primer capitán negro (Siya Kolisi), y a varios adalides de otra forma de jugar al rugby (Faf de Klerk y Elton Jantjies) produjo un violento extravío del alma bokke. Y algunos resultados inadmisibles para el orgullo sudafricano: tres demoliciones (41-13, 15-57 y 57-0) a manos del gran rival negro, marcadas todas por distancias siderales de juego y marcador.

El mundo quería aplaudir esa vía de rugby aligerado que auspiciaba Johan Ackermann en el Super Rugby con los Lions, pero semejantes veleidades no funcionaron en la selección: fuera por precipitación en su puesta en práctica o por incapacidad de técnicos y jugadores, el fracaso le dio alcance muy pronto a Coetzee y la frivolidad fue derogada en favor de un relativo aggiornamento de la tradición. El mandato de la sangre obliga. Al rugby sudafricano nunca le ha importado gran cosa el aplauso ajeno. Lo suyo es la mecanización embrutecida de la victoria. No hay más.

Boy Louw, legendario pilar ‘springbok’ que sirvió como bombardero en la II Guerra Mundial, lo resumió en una frase a su equipo en 1949: «Cuando Sudáfrica juega contra Nueva Zelanda, tu país está en guerra»

Así que… ahí siguen los dos rivales. Aferrados en un salvaje baile interminable que va a durar siempre y que se impone a cualquier circunstancia. Nadie fue más comprensivo durante el aislamiento sudafricano por el apartheid que los neozelandeses. Blancos honorarios, Cavaliers y boicot internacional en Montreal 76 incluidos. Los enemigos se necesitan, se buscan y, llegado el caso, se ayudan uno a otro a levantarse del suelo… para que la pelea no se termine. Suelen ganar los hombres de negro, pero hasta 1996 Nueva Zelanda nunca había vencido una serie en territorio bokke. Lomu jamás le metió un ensayo a Sudáfrica y la nación arcoiris se construyó sobre el cadáver deportivo de los kiwis. Y aquel asunto de la intoxicación, nunca cerrado. Y tantas y tantas cosas.

Los dos equipos que más test matches han ganado de la historia. Tres títulos mundiales contra dos. Y la posibilidad de que el partido número 100 de su secular disputa sea nada menos que la final en Japón. Todo resumido en la legendaria frase en 1949 del pilar sudafricano Boy Louw, que sirvió como bombardero en la II Guerra Mundial en el norte de África y en Italia: «Cuando Sudáfrica juega contra Nueva Zelanda, hazte a la idea de que tu país está en guerra».