Cuando uno se sienta a ver a Exeter Chiefs, lo acosa la incómoda sensación de la previsibilidad. Igual que en la comedia romántica, importa poco cuántas vueltas dé el guion: se sabe que al final los novios siempre acaban juntos y que el partido se lo llevará el equipo de Rob Baxter. Las últimas víctimas de tan ineludible destino han sido Northampton y Sale, en las semanas finales de la liga regular en la Premiership. Durante buena parte de esos dos encuentros, los Chiefs fueron por detrás y parecieron incapaces de sobreponerse a la ventaja de dos rivales enérgicos, que jugaron a sangre y fuego, subidos en el entusiasmo crepuscular de los días decisivos de la competición. No hubo caso: al final, Exeter les engulló las rentas y acabó consumiendo a sus contrarios para quedarse con dos triunfos que le van a permitir jugar las semifinales de la liga en Sandy Park frente a, precisamente… Sale Sharks.

Fueron dos muestras más de una tendencia harto conocida. Las victorias de los Chiefs suelen responder al principio de inundación: donde todo parecía ser terreno yermo para que floreciera un triunfo, de pronto la corriente del juego varía y el agua empieza a subir. Antes de darse cuenta al contrario le llega ya por los tobillos, y a partir de ese momento todo el mundo sabe lo que pasará. Con la misma certeza con que las mareas cumplen su ciclo en las costas de Cornualles, Exeter engrasa la maquinaria de invasión y ya no se detiene hasta rendir a su oponente, al que no le alcanzan los baldes para achicar agua.

Ese ímpetu convencido constituye la marca de la casa Baxter, una suerte de cultura que contraviene prejuicios desde hace tiempo. Puede que nadie tenga a los Chiefs por un equipo especialmente generoso en cuestiones de ataque, pero la realidad es que ningún equipo mete más ensayos en la liga inglesa: 93 hasta ahora, por los 89 de Harlequins y los 75 de Bristol, el líder de la campaña regular. Eso en lo colectivo. Pero es que, además, en el plano individual nadie anota más ensayos que su jugador franquicia: Sam Simmonds. Ni ahora ni nunca.

El ‘olvido’ de Eddie Jones, que no lo llama con Inglaterra desde 2018, y su inclusión en los Lions para Sudáfrica han acabado de conformar la caja de resonancia para una campaña excepcional

La trayectoria del mayor de los hermanos (es sabido que Joe, dos años menor, juega de apertura también en los Chiefs) viene jalonada en los últimos tiempos por un extraño juego de contrastes. Esa dinámica la ha culminado su llamada para la gira de los British&Irish Lions por Sudáfrica este verano, elección de Warren Gatland contrapuesta de inmediato con las de Eddie Jones, que no lo ha incluido en una convocatoria con Inglaterra desde 2018. Apareció en 2017 y jugó el 6 Naciones siguiente, aprovechando las ausencias de los dos jugadores entonces preferidos por Eddie Jones para el puesto: Billy Vunipola y Nathan Hughes. En esos días Simmonds acumuló siete caps, pero ya no ha vuelto con la Rosa.

La preferencia del técnico por la vía Saracens y la resistencia a llevar en estos años a jugadores de los Chiefs ha sido, con mayor o menor motivo y excepciones, otro argumento de polarización en el rugby inglés. El fondo de la controversia actual sigue la línea de crítica marcada desde hace tiempo contra Jones, pero ocurre que los argumentos en favor de Simmonds se han amontonado de forma flagrante. La temporada última, cuando Exeter Chiefs se coronó campeón continental en una campaña de calendario sincopado por la pandemia, Sam Simmonds fue considerado el Mejor Jugador del Año en Europa. Y en la Champions firmó más ensayos que nadie (8) en toda la historia del torneo.

Esa pantagruélica querencia por la marca ha conocido esta temporada un nuevo episodio, aún más resonante: Simmonds ha amontonado hasta 20 ensayos en sus 21 partidos de la Premiership, una cifra delirante (el segundo mejor anotador es el medio de melé Danny Care, con 12) que se ha llevado por delante el récord de 17 de Dominic Chapman, vigente desde 1998. Que el juego de Simmonds va más allá de los números lo demuestra otro nuevo premio, recién cosechado: la Asociación de Jugadores de Rugby (RPA) ha elegido también al octavo ingles como mejor jugador de esta campaña.

Simmonds ha rebasado el listón que varios de los jugadores más prolíficos de los últimos tiempos sólo pudieron rozar. Antes de cruzarse a la acera del fútbol americano, el eléctrico Christian Wade igualó en 2017 los 17 ensayos de Chapman, ala de carrera modesta en Richmond: sólo llegaría a jugar 22 partidos en la Premiership y un test con Inglaterra frente a Australia. Otro especialista serial de la última década, Chris Ashton, se paró en 16 en 2010, cuando aún jugaba en Northampton Saints. A Chapman (que apenas contaba 22 años en el momento de establecer su tope), Wade y Ashton los iguala su condición de alas. La naturaleza los dotó con una velocidad excepcional, además de otras cualidades vitales para el funambulismo del costado, y esa condición devastadora era su ventaja competitiva. Por eso cualquiera habría pensado que el récord de Chapman estaba llamado a violentarlo algún velocista de la línea de cal. Pero no ha sido así.

Dos delanteros se habían aproximado con 16 marcas en una temporada. Uno fue Neil Back en 1999. El otro antecedente es mucho más cercano y explica buena parte de la hazaña de Sam Simmonds: en 2015, Thomas Waldrom también se quedó en 16 marcas con Exeter Chiefs. Su heredero lo ha rebasado de largo.

Thomas Waldrom ya se quedó en 16 ensayos en la temporada 2014-15. Su estilo de anotación, siempre acechando al fondo de los agrupamientos en la 22 contraria, ha tenido su continuidad con Simmonds, un jugador mucho más atlético pero igualmente voraz

El voraz apetito de Waldrom por apoyar desde la cola de los agrupamientos forma parte del folclore reciente de Sandy Park, el ventoso estadio de los Chiefs. La habilidad del grandote neozelandés para tomar la pelota en el momento justo y el lugar adecuado a la salida de los laterales compuso durante algún tiempo una imagen recurrente en los ensayos de su equipo. Todas las jugadas parecían terminar igual. Si el equipo de Baxter armaba un agrupamiento en la 22 del rival, cosa que ocurría entonces y sucede hoy con deliberada frecuencia, uno podía dar por seguro que en la trasera de la cuña aguardaría Waldrom. El neozelandés se comportaba de modo insaciable, como reconoce uno de sus entonces compañeros y aún capitán de Exeter, el talonador Jack Yeandle: «Thomas era mucho más avaricioso que Sam: cuando nos acercábamos a la línea de marca, era capaz de pasar por encima de quien hiciera falta como una cortadora de césped, para quedarse con la pelota y ensayar», bromea Yeandle.

Basta repasar la serie de 20 marcas de Sam Simmonds a lo largo de la actual campaña para advertir que -como es lógico en un delantero, y más en un delantero de Exeter- predominan los ensayos a partir de touch y demás anotaciones de rango corto. En eso se parece a Waldrom porque, en realidad, ambos han sido extensiones de la forma de estructurar el juego -contumaz como un martillo mecánico- de Rob Baxter. Pero, más allá de cuál sea el origen de los puntos, en el estilo de Sam Simmonds hay trazas de un jugador mucho más variado en sus recursos. Fue un magnífico jugador de seven y se le transparentan las capacidades atléticas de un tercera de aceleración irrefrenable en la distancia corta y potente capacidad elusiva en campo abierto. El formato de Simmonds (la Premiership le da 189 centímetros y 90 kilos) no tiene nada que ver con la carcasa rotunda y abombada de Thomas the Tank  (algo más bajo, con 1.84, y bastante más pesado: tampoco hace falta señalar). El sobrenombre aunaba la descripción compacta de su figura de carrocería imparable con la referencia a la tierna locomotora de la popular serie infantil de animación.

Waldrom celebra un ensayo con su característico gesto.

Waldrom celebra con su característico gesto un ensayo en sus días en Exeter Chiefs.

La continuidad de esa línea entre los dos ochos es aún más notoria cuando se ve a Simmonds festejar alguno de los ensayos de principio de campaña con el que fue el gesto clásico de celebración de Waldrom: imitando el doble tirón que libera el grave silbido de la locomotora. Ambos cumplen en los Chiefs idéntico papel: el de machacón recurso anotador, un inagotable granero de puntos que, cuando Waldrom se retiró, llevó a Baxter a buscarle un sosias: «Con Thomas, explotamos las posibilidades que nos daba tener un 8 pesado, potente para llevar la pelota -ha explicado el técnico-. Se complementaba a la perfección con el resto de la delantera. Así que cuando apareció ‘Simmo’ y empezó a mostrar sus cualidades, se abrió el camino para él en el equipo».

La preeminencia de Simmonds es cada vez más marcada en Exeter, un equipo en el que la repetición de los patrones ha terminado por hacer estilo. La fila de ensayos no ha hecho sino subrayar lo que el juego evidencia hace rato. Simmonds arrancó la liga con un acelerón brutal: nada menos que ocho ensayos entre noviembre y diciembre, a Harlequins (3), Bath (2), Leicester (1) y Gloucester (2). Después ha mantenido su rendimiento a toda máquina, con una constancia fascinante. 

En enero se quedó en blanco, tres jornadas consecutivas. Desde entonces, nunca ha pasado más de dos semanas sin apoyar la pelota en la marca. El récord de Chapman lo rebasó de manera contundente con un triplete contra London Irish, el segundo de la campaña, el pasado 18 de mayo. La semana anterior se había quedado a las puertas del récord con dos anotaciones a costa de Worcester. El del récord hacía su ensayo número 50 en 66 partidos a lo largo de su carrera en la Premiership. Nadie había alcanzado esa cota tan rápido: Wade necesitó 78 encuentros para hacer la media centena. Con Sam Simmonds, que tiene 26 años, uno ya no sabe si temer por las cifras de los mejores trymen de la historia de la competición: Tom Varndell marcó 92, Mark Cueto hizo 90 y Ashton, 89.

De momento, Simmonds rubricó el último frente a Newcastle el 30 de mayo. Curiosamente, no ha marcado en ninguna de las dos victorias de las últimas semanas, ni contra Saints ni frente a Sharks, pero el repaso a su tarjeta de la temporada permite intuir que, como los asesinos seriales de la televisión, no tardará en volver a hacerlo. Ya ha dejado claro que los días decisivos constituyen su territorio natural. Como en los ensayos de delantera, Sam Simmonds siempre está donde debe a la hora precisa.