
Cada vez que Los Pumas juegan un nuevo partido ante los All Blacks, mi mente hace un pequeño repaso de aquella noche de 2001. Argentina – Nueva Zelanda, en la cancha de River Plate. Es difícil olvidarla porque fue un doble estreno: mi debut como espectador en vivo de un test match y la primera vez que visitaba el Estadio Monumental.
Tenía sólo 12 años y no mucha conciencia de lo que estaba presenciando. Pero recuerdo con claridad mi fascinación por Jonah Lomu y la desazón de aquel try, agónico, apoyado más allá de los 80 minutos por Scott Robertson, el mismo que hoy cosecha títulos como entrenador de Crusaders y aplausos como break dancer. Derrota 24 a 20, pero una actuación histórica. No, no tengo ninguna memoria del empate a 21 de 1985, el de todos los puntos de Porta y del avant de Ure en las puertas del ensayo, por el invalidante hecho de que aún no había nacido.
Pero hoy la historia es otra. Incluye, de todos modos, un estreno: es el primer partido de Los Pumas desde el triunfo mundialista ante Estados Unidos, en octubre del año pasado. Trece meses. Una eternidad para nosotros como espectadores, no imagino para los jugadores. Jugadores que tuvieron un puñado de partidos en Jaguares y luego debieron recluirse en sus casas por la pandemia. Entrenar allí, en la sala, en el balcón. Los más afortunados, en el jardín. Por otro lado, los que habían ido a Europa o pudieron migrar luego de la cuarentena, lograron tener un poco más de roce rugbístico. En las últimas horas, la UAR difundió un vídeo que deja claras las dificultades por las que pasaron.
Fuimos capaces de hacer esto y mucho más. Somos capaces de honrar la camiseta de @lospumas. #PorLaVuelta#VamosLosPumas pic.twitter.com/bxkkY9h2Pu
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Pero no había muchas expectativas sobre un equipo que llegó por partes a Australia, que jugó apenas un par de partidos preparatorios ante combinados y que se iba a enfrentar con poco rodaje a las potencias. Bueno, hay otra forma de verlo: un equipo con todo para ganar y nada para perder.
En Argentina, la cuarentena comenzó en marzo. Vine a quedarme en la casa de mi padre, para pasar mejor el encierro y disfrutar de comida casera. Para el partido de hoy, a nuestras tres de la mañana, junto a mi papá y a mi hermano debatimos si quedarnos despiertos o dormir una pequeña siesta. El fallo unánime fue acompañar la vigilia con picada y cerveza y ahí estábamos, esperando el inicio, admirados por la imponente formación de los All Blacks.
El XV de Ian Foster reunía a lo mejor de los hijos de la Isla de la Larga Nube Blanca (bueno, y también de otras islas del Pacífico, no nos engañemos). Guerreros capaces de hacer temblar a cualquiera, como ahora, con esa haka Ka Mate. La cámara se queda con Pablo Matera, el capitán argentino, que mira con una extraña sonrisa, socarrona, lejos de los rostros desafiantes de los franceses en 2007. Momentos antes, el intérprete mexicano Víctor Valdés cambió la letra del himno: en vez de a los laureles que supimos conseguir, le cantó a los que pudimos. Bueno, se hace lo que se puede.
«Juego por mi país, ellos no están siendo respetuosos», le explica el capitán Matera al árbitro Gardner. Cuando filmen la película sobre su vida, esta escena va a estar en los avances. Van a hacer muchas camisetas con esa frase
Y arranca el partido. Qué concentrados entraron los argentinos. Me acuerdo de nuevo de Los Pumas de mi infancia. Tackle feroz, entrega, orden defensivo. Tranquilos, a no cansarse, que están faltos de competencia y éstos de negro vienen de cuatro partidos con Australia. A manejar esa intensidad.
Uf, hablando de intensidad: “Juego por mi país, ellos no están siendo respetuosos”, le explica el capitán Matera al árbitro Gardner. Cuando filmen la película sobre su vida, esta escena va a estar en los avances. Van a hacer muchas camisetas con esa frase, pero es su forma de decir que no van a conceder ni un centímetro.
Mi padre nunca jugó al rugby. Pero se pasó tardes enteras junto a la cancha, viéndonos jugar a mi hermano y a mí, y se hizo más fanático que nosotros. Mira los partidos solo y puede leer ataques y defensas a la altura de cualquier analista de los que están en la tele. “Nueva Zelanda está saliendo a defender muy arriba”, sentenció.
Se ve que Nico Sánchez lo escuchó, porque teniendo en cuenta el espacio generado pateó ese sombrerito que, tras alguna carambola, terminó en el primer ensayo. El que dio el último toque para habilitar al tucumano fue Bruni, a quien ya vislumbro pasando a la historia como el Negro Enrique, aquél del pase a Maradona en el Estadio Azteca antes del famoso gol a los ingleses.
¡Shhhh! Más medidos con los festejos, que son como las cuatro de la mañana y los vecinos duermen. Chocar los vasos y agitar el puño en silencio. Los salamines, provenientes de Tandil, la misma ciudad que Bruni, miran desde el plato. Estamos tan concentrados en el partido que nos olvidamos de ellos.
Tranquilos, tranquilos. Esto recién comienza. Estamos lamentablemente acostumbrados a partidos brillantes de Los Pumas que duran 60 minutos. Luego, el cansancio, los cambios y la presión del rival hacen bajar la marcha y todo se escurre como un pase con una pelota embarrada en plena tormenta.
Cubelli se escapa y nos hace levantar del asiento. ¡Sí, sí! Bruni se la da a Imhoff, qué bien, parece que hemos descubierto un nuevo habilitador, sí, corra al try, Imhoff, ¡sí!
Pero no. Volvemos a sentarnos. No llegaron al ingoal y tenemos, recién a los 31 minutos, la primera melé del partido. ¿31 minutos? ¿Qué es esto, rugby league?
¡EL ABRAZO ETERNO!
No te vas a olvidar de este día. HISTORIA. Triunfo sobre @AllBlacks. #VamosLosPumas #PersonalTriNations2020 pic.twitter.com/JKk3j4jLrb
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Termina el primer tiempo y hay que reponer energías. Sí, los jugadores también. Pero pensaba en nosotros. De tanta tensión ni tocamos las papas fritas, pero hay que ir por más cerveza. A brindar por esta excelente primera etapa y por el buen marcador de 16 a 3 que invita a ilusionarse. Ya tuvimos mucho más de lo que esperábamos, considerando el contexto.
Contra mi prejuicio antes del partido, estos Pumas me recordaron a Jaguares modelo 2019, un equipo sólido, que va hacia adelante, que me transmite seguridad. No me preocupo por la posibilidad de una pérdida de pelota o de una desconcentración. Son un equipo. Y allá van.
Y los All Blacks, algo desdibujados. No se sienten cómodos cuando el equipo de enfrente les pierde el respeto y los presiona. Pasó el sábado pasado en Brisbane y está pasando hoy. De todas formas, también es algo que he visto antes. Ya me lo imagino: un buen lavado de cerebro en el vestuario de parte de Foster, entran al segundo tiempo como animales y en diez minutos dan vuelta al partido.
No hay nada como el orgullo y la responsabilidad de vestir esta camiseta. Dos nuevos jugadores se suman a la lista de privilegiados. ¡Felicitaciones Santi Chocobares (Puma #866) y Santi Grondona (Puma #867)! 👏🏼#PumasParaTodaLaVida#VamosLosPumas pic.twitter.com/sNwpGSmtTv
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Sin embargo, no. Una imprecisión por aquí, un desorden por allá… El equipo que volvió al campo parece ser el mismo del primer tiempo. Mo’unga está irreconocible. A seguir presionando entonces, Pumas. No los dejen crecer.
Párrafo aparte para esto: cómo placa Chocobares en el centro, ¡por favor! Si no supiera que es su debut, pensaría que es un aplomado veterano de mil batallas. Miro Twitter de reojo y alguien dice que Kremer lleva nosecuántos tackles. Sí, y no sólo él: los delanteros están derribando a todo lo que se mueve.
Bajo la vista un segundo, y cuando la levanto hay ensayo de Cane. ¿En qué momento pasó esto? Bueno, aquí está el cambio de ritmo que decía. Listo, se encendieron, en un rato lo dan vuelta. Fue lindo mientras duró. Valió la pena quedarse despiertos para ver un lindo primer tiempo. Un trago de cerveza, que ya se empieza a calentar en la mano transpirada.
Penal de Nico Sánchez y 22-10 el resultado, con poco más de 20 minutos por jugar. Una remontada de los de negro empieza a parecer menos posible. Pero cuidado. Rápidamente podrían apoyar dos ensayos y adiós. Aquel partido de 2001 me dejó la lección marcada a fuego.
Ahí está, se viene la marea negra. Yo les dije. Qué miedo esas líneas de carrera, me alegra estar aquí en el sofá y no tener que frenarlos. Pero algo pasa. Unos Pumas concentradísimos, y yendo siempre hacia delante, logran con su presión distraer y desordenar a los kiwis. Un line out muy peligroso robado por Argentina, Imhoff despeja con un zurdazo de 50 metros. Enseguida, otra ráfaga neozelandesa que se diluye por un mal pase, por una decisión incorrecta. Mucha defensa argentina, ¿de dónde sale tanta épica? De nuevo me trae recuerdos del pasado, esta vez del eterno final de partido con Irlanda, en Lens, allá por el ’99. Tackle, tackle, tackle. Matera, Alemanno, Petti, Kremer, Montoya… No quiero nombrar para no ser injusto, pero, ¡cómo defienden estas bestias!
Aun así, los All Blacks no son los únicos nerviosos. Acá también nos come la ansiedad. Mi hermano mueve tanto los brazos y las piernas que se le vuelca la cerveza. Yo caigo en la cuenta de que estoy mirando el reloj cada diez segundos.
En cada partido Argentina – Nueva Zelanda, mi papá dice: «Para que los Pumas ganen, tienen que hacer un partido impecable y que además los de negro no estén en su mejor día». Esta parece ser la ocasión. Sin embargo, no es azaroso: es la presión puma la que está dejando a los kiwis sin certezas.
“¿Se dieron cuenta de que Ledesma todavía no hizo cambios?”, señala mi hermano. Es cierto. Excepto el octavo Bruni, que salió por el debutante Grondona, los otros 14 iniciales todavía están en la cancha. ¿Cuántos pulmones tienen? Es que también da la sensación de que hacer una modificación podría agrietar esta férrea estructura que han construido.
Luego, sí, ya empiezan las sustituciones. Pero el equipo no se resiente. Vamos, que faltan menos de diez minutos. Quiero ir al baño, pero siento que no debo perderme nada de este partido. Podría estar presenciando un hecho histórico. Vamos, vamos, vamos.
Y Matera recupera otra pelota. ¡Sí, capitán! ¡Sí! ¡No! Gardner dice que antes hubo penal. A respirar hondo. Y Nueva Zelanda pide melé, con dos amplios flancos para atacar. Por favor. Por favor. Concentración. Se levanta el ocho, pase a McKenzie… Demasiado largo. A respirar de nuevo. Quedan ocho minutos. Nos miramos y empezamos a pensar que la victoria puede ser una realidad. Pero no nos atrevemos a decirlo.
Empiezan las sustituciones, pero el equipo no se resiente. Vamos, que faltan menos de diez minutos. Quiero ir al baño, pero siento que no debo perderme nada de este partido. Podría estar presenciando un hecho histórico
Cuento por enésima vez, como para sentirme parte de la historia, que arbitré al capitán argentino cuando jugaba de octavo en menores de 16. Exagero un poco y digo que ya se veía lo que iba a lograr. Pero ya desgasté la anécdota de tanto contarla y no hace mella en mis interlocutores.
¡Vamos! Celebramos esa pesca de Matera dentro de la 22 como si fuera un ensayo. El estadio de Parramatta estalla en vítores. ¿Argentinos? ¿Australianos? ¿Cuántos jurarán, dentro de muchos años, que estuvieron en esas tribunas? Nadie quiere perderse esto. Y estoy seguro de que, en este mismo momento, todos los ovalados del mundo están viendo el partido y celebrando a Los Pumas.
Van 77 minutos y Nico Sánchez ya es el argentino que más puntos le marcó a Nueva Zelanda en un partido. Pero tres puntitos más no le hacen daño a nadie, y se anima desde el cruce de la línea de mitad de cancha con la de quince metros. “Buena estrategia para consumir minutos”, dice mi hermano. Pues no. No es eso. Es una buena estrategia para meter el penal, sumar tres puntos, estirar la diferencia a 15 y prácticamente sentenciar la victoria. Ahora sí nos miramos y decimos la palabra con V.
Autor de todos los puntos, @nicofsanchez fue el elegido de nuestros seguidores. @medicus_sa presenta al #ManOfTheMatch. pic.twitter.com/L6dfnvQqcn
— Los Pumas (@lospumas) November 15, 2020
Vemos los últimos minutos ya más relajados, lo que no quita que las piernas tiemblen. Otro ataque negro que se frustra, otra pelota recuperada por Matera.
Nueva Zelanda sigue atacando, con más desorden y buena voluntad que otra cosa. Creo que lo que los impulsa es la vergüenza, no quieren irse sin al menos visitar la zona de ensayo de nuevo. Intentan, intentan e intentan, pero una y otra vez se chocan con la muralla celeste y blanca.
«Y se está jugando bien», digo. «No es por el factor suerte o sólo con la ‘garra puma’: es una victoria completa…». Nadie me responde, cada uno está procesando esto en silencio: eso que parecía imposible, está sucediendo
“Y se está ganando jugando bien”, digo. “No es por el factor suerte, o sólo con la ‘garra puma’. Es una victoria completa, dominando, imponiéndose, esto no es casualidad”. Nadie me responde, cada uno está procesando esto en silencio. Eso que parecía imposible, está sucediendo. Y en este año tan inusual, tan difícil.
Finalmente, con el tiempo cumplido y mientras la seguridad del triunfo nos abrió la garganta y nos dejó retomar la ingesta de la picada, Caleb Clarke decora el resultado. No alcanza para el punto bonus defensivo, pero hace que dejen una imagen un poco mejor. De todos modos, todas las luces hoy son para Los Pumas, que entran al selecto club de los ocho seleccionados que han logrado vencer a los All Blacks. (¿Los menciono? Ahí van: Australia, Sudáfrica, Francia, Inglaterra, Lions, Gales e Irlanda. No sé si incluir también a un World XV que les ganó 28 a 14 en 1992.)
Y Mo’unga falla la conversión. Y Gardner pita el final. Y Nico Sánchez se abraza con Imhoff, y todos abrazan a los debutantes Chocobares y Grondona. Parece que este equipo sí supo ganarse sus laureles. Al mismo tiempo, a 12.000 kilómetros de distancia, catorce husos horarios de por medio, mi hermano, mi papá y yo también nos abrazamos. Ya no importan los vecinos. Acabamos de ser testigos de una página de la historia. Ahora, a dormir, que ya han sido muchas emociones por un día. A dormir, pero con una sonrisa.