Durante 2019, el rugby mundial ha girado alrededor de Japón y su Copa del Mundo, una fuerza centrífuga inapelable de reclamo de la atención, cuyo atractivo ha generado también una presencia transversal en H. Casi todo lo que ha ocurrido antes, y desde luego lo que ha sucedido después, ha venido marcado por esas semanas de culminación del ciclo, del que Sudáfrica salió coronada con su tercer título. Y los demás, más o menos tocados: la violencia del impacto acostumbra a depender de la altura desde la que se cae.

El seguimiento que le procuramos a la RWC en esta web redondeó la publicación del H003, aparecido a finales de junio y conformado como monográfico sobre el torneo y su historia. Un número que buscaba puntos de vista diversos, más allá de la competición: el tumultuoso germen del certamen nacido en 1987, la interminable y desigual batalla entre el norte y el sur, que ha dado forma a una cita que le marca el ritmo al planeta oval; el gran desafío del tercer título consecutivo de Nueva Zelanda y el punto de vista de países que sobreviven en medio de la descarnada élite competitiva, como Namibia, o han accedido a ella con éxito proporcionalmente inmenso: Uruguay y, desde luego, Japón.

Ya comenzado el torneo, la cobertura de la Copa del Mundo en la web mantuvo esa mirada de aspiración alternativa: las historias laterales, los personajes que las conforman, líneas tangentes de la cultura japonesa con el universo el rugby, la orgullosa modestia de algunos equipos, la trascendencia social e incluso política de la victoria sudafricana…

Todo eso que de modo genérico podemos llamar cultura de rugby. El término no pretende ser elitista sino, precisamente, todo lo contrario: integrador y diverso. Historias de rugby, de cualquier tamaño, tiempo y lugar.

La demostración de que nuestros lectores comparten ese espíritu y lo disfrutan es comprobar cómo la entrada más visitada de todo este año fue la que posiblemente más alejada estuviera de lo que representaron Japón y su Mundial: Rugby terroir en Occitania. Un viaje por los territorios modestos y singulares del rugby del sureste francés y sus variopintos personajes. El rugby más próximo, cercano y reconocible. Acaso el más -o el único- real.

Este es un recorrido por todo lo principal que nos dejó este Año con H:

Enero – Schrödinger juega al rugby

Javier Señarís definió el 6 Naciones del pasado año con una analogía mecánico-cuántica: «Una paradoja de Schrödinger rugbística: es más relevante que el de cualquier año ‘normal’ y es menos relevante que el de cualquier año ‘normal». Venía a subrayar así el modo en el que todas las competiciones del año giraron o fueron interpretadas desde el punto de vista -anticipado aquí- del Mundial que se había de jugar entre septiembre y principios de noviembre. Pero extrayendo conclusiones de partidos y torneos que, como cualquiera podía imaginar, tenían todo el aspecto de ser un baile de máscaras en el que los técnicos procuraban no enseñar nada sustancial y guardar la verdad para Japón. Y todo a contrarreloj, mientras cada uno trataba de gestionar sus urgencias: las de Irlanda por darle continuidad a su flamante 2018; las de Francia por levantar el vuelo con jóvenes prometedores, con el entrenador actual y el futuro en el mismo vestuario; las de Inglaterra por encontrar por fin la elusiva consistencia del periodo Eddie Jones; las de Escocia por fraguar su crecida en una verdadera candidatura…  a no sé sabe bien qué. Y esa cierta parsimonia equívoca, como su rugby, con la que Gatland siempre ha logrado mantener a Gales por debajo del radar, con espíritu de emboscada. Ahora ya sabemos dónde acabaron todas esas líneas de fuga, pero revisarlas desde la perspectiva de lo ya visto ayuda a comprender de qué forma, otra vez, el gato de Schrödinger juega con nuestras hipótesis como si fueran un ovillo de lana oval. Además, Mike Pearce nos regaló la historia de una de las divinidades incontestables del rugby con patillas: el excelso Barry John. Mientras Julen Sarasola argumentaba con visión anticipatoria el papel creciente de Ardie Savea en los All Blacks. Y, como siempre, un capítulo curioso: quién metió la patada más larga a palos de toda la historia, cortesía de Richard Steele, uno de los historiadores de referencia del World Rugby Museum.

©INPHO/Billy Stickland

 

Febrero – Gales y el techo de cristal

Camino de un Grand Slam más o menos insospechado, los análisis de The Blitz Defence se detuvieron en la proyección del juego de Gales en año de Copa del Mundo. Los Dragones son otro de los equipos del hemisferio norte que siempre ansían romper el techo de cristal con el que acaban topando en la cita global: «El equipo de Warren Gatland anuló también a Inglaterra, pero su ataque sigue sin ser fluido y deja la sensación de que no despliega todo su potencial hasta el tramo final de los partidos». Caben pocas definiciones más precisas de Gales, un equipo al que ganar le cuesta tanto como les cuesta a sus rivales derrotarlo. La Copa del Mundo iba a confirmar ese perfil… y una nueva (relativa) decepción. Como la de Francia, equipo que quema fórmulas, entrenadores y jugadores con pasión carnívora, y al que Mike Pearce auscultó en otra de esas noches inexplicables que los bleus han convertido en tradición. Y, en otra entrega de su galería de personajes del rugby perdido, nos recordó la breve historia internacional de Roger Bidgood, un jugador llamado a la gloria, al que el destino se le cruzó en la forma de un invierno atroz. Phil Blakeway alargó la mirada más allá del 6 Naciones que estaba en disputa. Primero para homenajear a uno y a todos los magníficos proyectos de rugby inclusivo que ha alumbrado el rugby español. Después, para recuperar algunos highlights intemporales del choque por excelencia entre los aristócratas europeos: Le Crunch, el cruce entre Francia e Inglaterra, con su catálogo repleto de enfrentamientos memorables, en el más amplio sentido del término. Nuestro historiador referencial, Phil McGowan, curador del World Rugby Museum, desveló un capítulo menos conocido de la historia del juego: un año en que la Calcutta Cup la ganó… Irlanda. De vuelta al tiempo presente, ponderamos la figura versátil de Elliot Daly, jugador principal para Eddie Jones que, sin embargo, está lejos de generar un aplauso unánime entre la afición inglesa. Y Eugenio Astesiano miró al arranque de un Super Rugby 2019 en el que todos pretendían acabar, de manera infructuosa, con un equipo que ha renovado su condición referencial: los Crusaders de Scott Robertson.

 

Marzo – El día que España le ganó al ‘seven’ All Black

La temporada del seven español terminaría con un regusto amargo por la imposibilidad de clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio, pero en marzo el equipo de Pablo Feijoo firmó una de esas hazañas que subrayan el laborioso crecimiento de los Leones en la disciplina: la inolvidable victoria sobre los All Blacks de siete en la etapa de las Series Mundiales en Vancouver (Canadá). José Antonio Vera ponderó aquel logro, bautizado como spanish revolution, con el propio técnico, que sigue conduciendo con mirada ambiciosa a los suyos. También charló con el seleccionador nacional de XV, Santi Santos, en el año de reconstrucción de los Leones tras el escándalo de Bruselas. Mientras, Gales conquistaba por fin el Grand Slam, que consagraba la carrera de uno de sus últimos tótems -Alun Wyn Jones-, y preparaba una antesala inmejorable para la despedida de Gatland en Japón. Por su parte, Pedro Delgado analizó el controvertido proyecto de World Rugby para crear una Liga de Naciones, un asunto que cada cual aprovechó para tirar hacia su lado, hasta que acabaron por saltarle las costuras; Nacho Orozco convocó a dioses y monstruos a un largo peregrinaje por la ribera del Támesis, camino de Twickenham, para presenciar la versión más esquizofrénica posible de la Calcutta Cup; y Lydia Furse Mike Pearce se fijaron en dos historias mayores del rugby femenino: su primera Copa del Mundo y un histórico encuentro en Exeter de las Red Roses inglesas, buque insignia del crecimiento del rugby jugado por mujeres.

 

Abril – Las Leonas se comen Europa

Otra campeonato continental para el equipo de José Antonio Barrio Yunque. Una constatación más -sonora y celebrada por todo lo alto en el Central de la Complutense- de que el rugby femenino español vive atrapado en un limbo por la condición de club exclusivo del 6 Naciones y la evidencia de que las chicas españolas está bien por encima de su contexto. Este fue también el tramo del año en que el folletín de Israel Folau adquirió más potencia mediática: un asunto que ha concentrado la atención del rugby australiano durante todo el año, por sus implicaciones sociales, deportivas, profesionales y, desde luego, las judiciales: Folau querría ser un justiciero divino, pero no le ha ido nada mal con la justicia terrenal, a la vista de la indemnización por su despido. Por lo demás, en este mes H detuvo su mirada en un jugador de culto, el galés David Bishop, rememorado por Phil Blakeway; y en la pequeña pero muy reconocible historia de Luis Prieto, héroe medianamente anónimo de Mar del Plata en su único campeonato argentino: un relato excavado del tiempo por Agustín Avenali. Además nos preguntamos si la segunda, o tercera, juventud que vivía Ma’a Nonu en su regreso al Super Rugby con los Blues justificaba las alegres expectativas de verlo de nuevo con los All Blacks en el Mundial. Una de esas historias que casi siempre empiezan de la misma forma… y acaban por terminar igual. La lógica de las cosas, se encargó de recordarnos Julen Sarasola.

 

Mayo – El imperio de los Saracens

Newcastle centró el interés de en el mes de mayo, y por doble motivo. Por un lado, la caída de los Falcons de la Premiership, solo un año después de una temporada magnífica en la máxima categoría y de dar un buen nivel en Europa; y apenas en los días previos a que la ciudad acogiese las finales de las copas de Europa. Allí, Ali Stokes presenció y relató para nuestra web la tercera Champions Cup de Saracens frente a Leinster: un choque entre los dos grandes titanes del rugby continental, resuelto a favor de los ingleses. Un conjunto que reclama ya por derecho propio su lugar entre los mejores equipos de la historia. Y, mientras, el analista de The Rugby Magazine desveló también todos los detalles de rugby X, la última versión del deporte oval, promovida por el gurú Ben Ryan. Una entrevista que giraba alrededor de una novedad controvertida, como corresponde siempre que alguien reinventa el juego de Ellis: rugby indoor, de cinco jugadores por equipo, y con variaciones singulares de las reglas. Será por la extrañeza o por el prejuicio, pero lo cierto es que ésta fue una de las historias que más interés, y visitas, concitó en la web en todo el año 2019.

 

Junio – La hormiga atómica conquista Francia

De las pocas cosas que podemos dar por seguras en el actual rugby francés hay un par indudables: que el Top 14 empieza antes que el resto.. y que por lo general termina siempre más tarde que los demás. Esa condición distintiva no se altera tampoco en año de Mundial. Por eso el mes de junio, que es tiempo si acaso de giras veraniegas, lo llenó el rugby del Hexágono. Reclamaron nuestra atención la victoria de Stade Toulousain, regenerado en los últimos años para reconvertirse en sólido dominador del campeonato francés, y la extraordinaria temporada del sudafricano Cheslin Kolbe. Caracterizado de forma inevitable como la hormiga atómica por su casqueta, la inhumana potencia de su juego y la velocidad con que lo desarrolla, Kolbe nos parecía un candidato plausible no sólo a jugador del año en Francia, sino en el mundo entero. Japón lo ratificó, aunque el premio se lo llevara al final Du Toit. Mike Pearce estuvo en la final francesa y la contó; visita que aprovechó para entrevistar a Kolbe antes de la cita mundialista. Entre otras cosas, hablaron del tamaño: variable que en el rugby de hoy parece monolítica, pero cuya prevalencia transgreden jugadores como Kolbe. Mientras Eugenio Astesiano valoraba la gran temporada de Jaguares en el Super Rugby, otra paradoja quedó este mes constatada en su país, en Rosario: allí Francia levantó el segundo título consecutivo del Mundial sub20. Carbonel y Joseph repitieron del año anterior. «Hay vida en las categorías inferiores del rugby francés, el desafío pasa por conseguir que todos esos jugadores sean relevantes en sus clubes y en la selección absoluta», analizó Javier Señarís. Retranca, c’est ça.

 

Julio – El Mundial, según H

Y por fin, en año de Copa del Mundo llegó el H003un número dedicado de forma monográfica al torneo que ha redefinido el planeta rugby desde su nacimiento en 1987. David Kirk, el capitán de los All Blacks en aquella primera cita, protagonizó la portada con su célebre imagen, trofeo en mano y párpado magullado. Como siempre, el número mezcló historia e historias, al mismo tiempo que los Springboks se alzaban con el Rugby Championship en tamaño reducido, dándole a la inminente RWC el aspecto de un enfrentamiento directo entre las dos grandes potencias mundiales: Sudáfrica y los All Blacks. Como sabemos, el torneo empezó siendo eso… pero acabó por ser mucho más que eso. La decepción en la clasificación de los seleccionados españoles para los Juegos de Tokio 2020, el perfil de uno de los clubes más característicos del rugby francés (la AS Béziers donde hoy juega Alvar Gimeno), y la fantástica recuperación del apertura Leali’ifano tras superar un cáncer completaron un mes dominado por la inminencia de la Copa del Mundo.

 

Agosto – Sueños de las noches de verano

En medio de la molicie veraniega, registró un interesante nivel de actividad. Izaskun Montes dio cuenta de un nuevo proyecto conjunto del rugby vasco a ambos lados de la frontera; Eugenio Astesiano hizo memoria de sus encuentros con los tres técnicos que han sido campeones del mundo con los All Blacks: Brian Lochore, Graham Henry y Steve Hansen. Por su parte, Phil Blakeway rescató de su catálogo de personajes sin tiempo una suerte de historia universal de la infamia, pero en versión oval: rugbiers asociados al crimen y al castigo, un retablo esculpido de tremendismos. A pocas semanas de que diera comienzo la acción, los preparativos de la cita japonesa convirtieron agosto en un mes de inusual competencia internacional. Los británicos celebraron una suerte de pequeño tournoi en esas semanas y al Twickenham veraniego se acercó un contingente de H, para dar cuenta del estado de alarma en el que aparecía Irlanda camino del lejano oriente; y de algunas incertidumbres que revelaba el, por otro lado, muy mejorado aspecto de la Inglaterra de Eddie Jones. De nuevo, también, la sospecha de que tal vez Gales tuviera algo imprevisto que decir en el torneo mayor, aunque siempre con la retiencia de su variable comportamiento cuando juega en Cardiff y cuando lo hace lejos de casa. Algunas dudas crecientes en la conformación de su medio campo llevaron a Ali Stokes a redefinir las expectativas alrededor de la Escocia de Gregor Townsend. Y, finalmente, la gran pregunta: ¿Estaban los All Blacks en condiciones de defender su título o la impresión de vulnerabilidad y las últimas (in)decisiones de Steve Hansen revelaban algo más?

 

Septiembre – El mundo mira a Japón

Y por fin, llegó la hora de girar la vista hacia Japón y encontrar al nuevo campeón del mundo. Claro que para eso hicieron falta seis semanas de rugby intenso, a la vuelta de una primera fase que reveló hasta qué punto, en el deporte hiperprofesional que hoy ya es el rugby, los focos suelen apuntar a lo que ocurre fuera de los campos tanto o más que a lo que sucede dentro. En ese sentido, la cita resultó mucho más que singular. En los meses previos se habló, y mucho, de los tatuajes y su significado en la cultura ancestral japonesa. Izaskun Montes navegó por esos ríos de tinta para anticipar lo que luego quedó claro: que el tema daba mucho de sí… mientras no había nada mejor de lo que hablar. En esos primeros días, la gran conflagración deportiva entre Sudáfrica y Nueva Zelanda repartió su atención con la histórica victoria uruguaya ante Fiyi y las primeras explosiones del equipo japonés de Jamie Joseph. Álvaro de la Paz recordó su paso por el Central para medirse con España. Y entre Agustín Avenali, con Samoa, el análisis del triunfo de los Teros ante Fiyi de Julen SarasolaRafa Muñoz, notario afectuoso de la invisibilidad namibia, fuimos dibujando el colorido mapamundi reunido en los estadios japoneses. Entre los europeos, Inglaterra arrancaba despacio e Irlanda iba a enfrentarse de nuevo al perfil que tanto le recuerdan sus detractores: el de equipo que gana las batallas menores y se extravía en la gran guerra. Álvaro de la Paz trató de invocar con su escritura los mejores días del Trébol. Pero no pudo evitar que el panegírico adquiriese, con el paso de las semanas, el tono melancólico de una canción de The Dubliners.

 

Octubre – La revolución japonesa

Y fue precisamente Irlanda la primera víctima de Japón, cuyo rugby de altísima velocidad y precisas ejecuciones se erigió como la gran noticia deportiva… en un Mundial en el que las noticias extradeportivas florecieron como los cerezos en el principio de la primavera: la epidemia de placajes ilegales y tarjetas rojas; las inéditas reconvenciones de World Rugby a los propios árbitros en nota oficial y pública; y, por supuesto, la llegada del tifón Hagibis, el gran temor de los organizadores de esta Copa del Mundo. La dramática furia del fenómeno meteorológico desató reacciones extremas entre los aficionados, dudas acerca de los cacareados planes de contingencia exhibidos por la organización en los meses previos al Mundial y una sombra de alteración del torneo que puso en guardia a Escocia (que amenazó con demandar a World Rugby si no se llegaba a jugar su decisivo encuentro frente a Japón en el grupo). Al final, al equipo de Gregor Townsend no se lo llevó de la RWC el tifón Hagibis sino el huracán Fukuoka, el hombre al que Agustín Avenali le delineó un futuro inmediato como doctor en medicina. Phil McGowan contó la historia de la King’s Cup, el primer torneo global, que celebró el final de la I Guerra Mundial midiendo a equipos conformados por ex combatientes desplazados a Europa. Un siglo más tarde, octubre era el mes medular de la Copa del Mundo y el momento en el que todos los pronósticos se enfrentaron con la realidad: Irlanda se volvió a casa como siempre, en cuartos, a pesar de un nuevo intento de Álvaro de la Paz por la vía de la mística verde; Japón se topó con el muro impenetrable de los Springboks, cada vez más seguros en su rugby de aplastamiento; Francia asesinó sus opciones en un rapto de furia de Vahaamahina y Gales acabó sucumbiendo también a la roturadora sudafricana: un encuentro de rugby volátil, marcado por las más de 80 patadas que sumaron ambos equipos… para exasperación de Phil Blakeway y tristeza de Mike Pearce, el más galés de los (varios) galeses de H. La imposición física bokke venció a un rival que no pudo superar el desgaste del torneo y del choque directo con el bloque de Erasmus. Así terminó la era Gatland, seguramente el mejor técnico que jamás haya tenido Gales, de acuerdo a The Blitz Defence y sin menoscabo de las diversas opiniones que convoca el rugby del neozelandés. En el lado de los ganadores, Inglaterra culminó la idea de Eddie Jones en un memorable triunfo ante los All Blacks, desarbolados por la voraz defensa del equipo de la Rosa y por el vuelo de su ataque. Despedidos los años maravillosos de Hansen y Read, al menos Izaskun Montes había fijado en el tiempo la historia de presente y futuro de los hermanos Barrett. Pero la final iba a enfrentar, como en 2007, a Inglaterra y Sudáfrica: el país que nunca pierde ni perderá (al menos en su imaginario imperial) y el que de verdad nunca pierde (al menos, las finales de la Copa del Mundo). Un partido de tremendas reminiscencias históricas, que Rafa Muñoz bordeó con finura.

 

Noviembre – Kolisi, ‘the captain of my soul’…

El 2 de noviembre de 2019, el primer capitán negro de la historia del rugby sudafricano levantó la tercera Copa del Mundo para los Springboks. «La nueva Sudáfrica siempre habrá de ser la vieja Sudáfrica», resumimos en nuestra crónica de la final. Siya Kolisi como epítome del equipo de las cuotas raciales; Rassie Erasmus como garante de las esencias del rugby de aquel país, a la vuelta de un periodo repleto de bandazos estilísticos. Si la Copa del Mundo de 1995 fue la de la reconciliación, ésta nació en los suburbios de los que proceden muchos de sus jugadores, derribada por fin la condición elitista y blanca que el rugby había tenido siempre en Sudáfrica: así lo analizó Rafa Muñoz, con conocimiento de causa de quien ha recorrido el país y a sus gentes. La transformación ordenada en torno a Mandela y François Pienaar, culminada  en un equipo mucho más diverso. Pasado Japón, y camino ya de Francia 2023, el rugby recuperó su latido habitual, con Javier Señarís tomándole las constantes a las ligas domésticas y la Champions Cup: todas marcadas por la sanción en la Premiership al campeón vigente, Saracens, y las consecuencias que está teniendo en el planteamiento que su entrenador, Mark McCall, ha hecho de la temporada. Fue en este momento en el que recuperó su idiosincrasia con el delicioso artículo del fotógrafo Nacho Hernández y su periplo por las raíces del rugby sureño en Francia: comilonas, tortazos contra enemigos íntimos, un internacional francés que curaba la sinusitis bebiéndose media botella de ron y el llamado Papa del rugby: un cura rugbier que repartía hostias como panes. En el altar y, aún más, en el campo.

 

Diciembre – El nuevo orden británico, el viejo orden europeo

El año termina y 2020 asoma con muchas incógnitas. Nuevos entrenadores en algunos de los principales equipos del rugby internacional: Ian Foster relevará a Steve Hansen en Nueva Zelanda; Wayne Pivac, al que nos presentó Mike Pearce, arranca su mandato en Gales; Andy Farrell será el técnico de una Irlanda en la que la regeneración parece inaplazable y en la que surgen jugadores que, como el medio de melé de Ulster, John Cooney, reclaman su espacio con un arranque de temporada espectacular. Hay muchos puntos de interés a los que mirar y muchas cosas que ver. Gran repercusión tuvo la entrevista de José Antonio Vera a Samu Ezeala, protagonista con dos ensayos en su debut en la Champions Cup con Clermont. Julen Sarasola analizó las posibilidades de Exeter de ser, por fin, un candidato real en Europa, de igual a igual con el racimo de aspirantes que la incierta situación de Saracens ha abierto a la espalda de Leinster. Y para acabar, en el tono que más querido nos ha sido siempre en esta publicación, Phil Blakeway recuperaba la increíble historia de Dan Crowley, dos veces campeón del mundo y protagonista de una doble vida de película: pilar con Australia y policía infiltrado en la lucha contra el narcotráfico. Una mezcla entre Scorsese y John le Carré, con ese toque de realismo sucio de los días previos al profesionalismo. Y si Javier Señarís había arrancado el año citando a Schrödinger, lo cerró con un resumen armado en torno a Popper. Como para reafirmar los motivos por los que es sólo rugby… pero mucho más que rugby, El rugby que se lee, se come, se bebe. Y, a veces, incluso hasta se piensa.

(Foto: Michael Steele/Getty).