
Sábado, 24 de agosto de 2013. Aguilera. Catedral del rugby biarrot. En pleno País Vasco francés, una de las cunas continentales de este deporte con títulos a sus espaldas y un relativamente reciente subcampeonato de Champions Cup (2010), el Biarritz Olympique Pays Basque recibe a Montpellier. En sus alas, Laurent Rodríguez alinea a los prometedores Teddy Thomas y Julen Goia, joyas de la cantera. El primero, un lustro más tarde, es un habitual del XV de Francia y aparece como titular casi indiscutible para Jacques Brunel. Su amigo, nuestro protagonista, es un joven nacido en Idiazabal, tierra de grandes quesos de oveja latxa y carranzana, patrimonio gastronómico europeo, en el corazón del guipuzcoano Valle del Goierri.
Biarritz ganó aquella tarde, 19-12, con Goia disputando 77 minutos en lo que debía haber supuesto su gran despegue. Toda una carrera por delante en la élite, el exigente Top14, a la que no pudo dar forma. «Venía de haber jugado la pretemporada ante Aviron Bayonnais, Oyonnax, Agen… fui suplente en el debut liguero ante Clermont (no jugó) y después llegó aquel partido». Inconfundible, con su casco rojo, «y unas botas blancas y rosas que me había regalado Teddy Thomas. A él, por entonces, ya le esponsorizaba Nike. Nos hicimos amigos en la Academia». cuenta Julen.
A Biarritz llegó como uno de esos típicos noviazgos en los que suena ese rechazo edulcorado con un «me encantaría, pero aún no estoy preparado para esta relación». El caso de Goia fue prácticamente así. «Acababa de ser el máximo anotador del Europeo Sub18. Coincidía en la Selección con Unai Bonfils, de Irún, que jugaba en Biarritz. Hablaron conmigo después del torneo, pero tenía otras prioridades».
Acabar magisterio en la rama de educación física era su prioridad. Formación académica para labrarse un futuro, pese a ser uno de los jóvenes más prometedores del continente. Julen optó por seguir jugando en Ordizia, a 5 kilometros de su pueblo, uno de los clubes más prolíficos de España. Con él debutó en la élite y con apenas 20 años se convertiría en el máximo realizador de División de Honor.
Acababa su carrera universitaria y era el momento. «Llamé a Unai y le pregunté si aún estarían interesados en mí». Se lanzó. Y en Biarritz, que seguían esperándole, no dudaron. «¿Es aquel mismo chico que intentamos fichar del Europeo? Que venga» le dijeron a Bonfils.
En 2012, tras un prometedor arranque en Biarritz, la temporada se torció hasta culminar en descenso y Julen Goia acabó en los ‘Espoirs’. Cuando finalizó su contrato, se encontró todas las puertas cerradas y terminó en Mauleon, en Fédérale 1
Julen cruzó la frontera en 2012 como campeón de Copa del Rey y subcampeón de División de Honor. A escasos 90 kilómetros de casa encontró su oportunidad. «Llegué como amateur a la Academia y en apenas cuatro meses me ofrecieron mi primer contrato espoir por tres años. Me había ido bastante bien», cuenta sonriente el versátil tres cuartos. Su progresión continuó, además había jugado el Mundial de Seven y las World Series con los Leones, y en el verano de 2013 ya trabajaba con los mayores de Biarritz de forma continua. Un camino de rosas.
Tras el partido ante Montpellier, la temporada se torció, pese a compartir vestuario con Yachvilli, Traille o Imanol Harinordoquy, mundialistas y campeones del Top14 en 2006. «Fue una campaña complicada, descendimos, cambiaron la directiva y el entrenador (llegó Eddie O’Sullivan); y éste no contaba con mi perfil. Volví a los Espoirs, donde competíamos en la élite, pero eran partidos sub-23, no profesional» se lamenta.
Su contrato acabó y, pese a su proyección, se le cerraron todas las puertas. Un mazazo. «Me marché a Mauleon, en Fédérale 1, porque si no eres JIFF (seleccionable o formado en Francia) es muy difícil para un extranjero estar en ProD2. En mi puesto, competía con fiyianos y sudafricanos» explica. Ya en Mauleon, «sufrimos bastante. No me encontraba bien físicamente, pero tampoco mentalmente. De aquello también aprendí».
En ese momento Ordizia, su club de toda la vida, le puso un contrato de cuatro años encima de la mesa. El hijo pródigo volvía a casa como estrella de un proyecto de futuro. «Me ofrecían incluso trabajo de lo mío al acabar el contrato, pero para mí aún no es una prioridad ejercer como maestro. Me han conseguido la coordinación del programa Get Into Rugby de la FER para enseñar rugby cinta en más de 20 ikastolas».
Era el momento de saltar de nuevo al campo con regularidad. Y entonces, en 2016, aparecieron las lesiones. «Me saqué el hombro nada más fichar. Y cuando me recuperé, que iba a volver con España, sufrí otra luxación cuatro horas antes de jugar». Paso por quirófano y temporada en blanco.
«¿Volver a Francia? Al mes de fichar por Ordizia me llamaron de Vannes para ProD2, en ese momento decidí quedarme y no me arrepiento… pero no descarto para nada regresar»
El calvario continuaba, pero Julen no se rindió. «Físicamente noté un cambio y llevo año y medio muy bien. He vuelto a hacer ensayos, las cosas van saliendo, tengo buenos balones y se me da bien definir». Actualmente, con siete posados, es el máximo anotador de la División de Honor.
Pero, ¿y volver a Francia? «Mira, al mes de fichar con Ordizia me llamó Vannes, el equipo de David Barrera, para jugar en ProD2. Decidimos quedarnos y no me arrepiento de nada. En el futuro ya veremos. Siempre hay gente que te sondea, compañeros de selección que te recomiendan cuando hace falta un medical joker, pero ya veremos. De momento, sigo en Ordizia. Si me dijeran de cambiar de club en España debería mejorar mucho lo que tengo aquí, de lo que no me puedo quejar. Francia sería otra cosa, y quedándome aún años de rugby por delante no lo descarto para nada».
En Ordizia, su club sigue creciendo. «Nuestra filosofía es la de hacer 6-7 fichajes contrastados. Trabajamos muy bien la cantera, con un mismo sistema desde la base al primer equipo. Cuando los chicos llegan, sólo es cuestión de pulirlos. Hubo un cambio generacional hace unos años, y sufrieron, pero ahora ya están asentados». Entre ellos destaca su hermano Oier, diamante en las categorías inferiores con España:»Por trabajo, dejó de jugar el año pasado, pero ha vuelto y me encantaría repetir de nuevo con él con España, como pasó en Georgia hace dos años. Es un guerrero, un peleas, y está volviendo a su nivel». Con ellos, su primo, Imanol Aldanondo. Cuestión de genética.
Donde sí vuelve seguro Julen Goia es a la Selección. Con la que debutó en Gijón en un España-Rumanía en 2013 y de la que nunca se fue, pese a que en estos últimos años no haya tenido continuidad (en 2016 jugó seis partidos y en los dos años siguientes sólo uno, el de Georgia).Santiago Santos le incluía en preselecciones, pero no lograba entrar habitualmente en la lista de 23 elegidos. «Siempre contó conmigo, y de eso estoy muy orgulloso, aunque finalmente no jugara. Aún tengo 26 años (soplará las 27 velas el 12 de diciembre) y mucho que dar a España».
Parece que ahora, con el cambio generacional y su buen rendimiento en División de Honor, será importante de nuevo. Atrás quedó el palo de Bruselas. «Fue durísimo, sobre todo psicológicamente. Estuve en las concentraciones previas, lo viví con el grupo por whatsapp y fue un varapalo gigante. El trabajo de cinco años se fue al traste. De vernos en Japón, a quedarnos sin nada. Pero ya está olvidado».
No quiere mirar a Francia 2023: «Queda muy lejos e igual llego algo justo. Además sólo unos pocos privilegiados juegan un Mundial, sería impresionante». Desde el Goierri, con corazón de León, vuelve a rugir y a sonreír. Al otro lado de la frontera, aún recuerdan a aquel chico que ganó aquel Biarritz-Montpellier con casco rojo y unas botas blancas y rosas que conserva como oro en paño. Quizá algún día, quién sabe, vuelva a verse en un campo con su amigo Teddy.
[Foto de portada: (c) Ainhoa Muriel].