Paseando por el mundo a veces se tiene la posibilidad de enterarse sobre otros portadores del virus rugby que llevan esta pasión a los límites de la resistencia humana. Gente que vale la pena conocer.

Mientras a comienzos de este año disfrutábamos del Seis Naciones y sus partidos jugados en el crudo invierno, en las antípodas otros muchachos también corrían tras un oval, pero bajo el agobiante verano del rojo corazón australiano.

No hablamos de torneos de Rugby a Siete disputados para despuntar el vicio hasta que vuelva la temporada. No. En la ciudad de Alice Springs, en el corazón de Down Under, el campeonato oficial se juega de noviembre a marzo, en pleno verano.

Alice Springs se encuentra a la mitad de la Carretera Stuart, que atraviesa el continente australiano de Norte a Sur. Se ubica muy cerca del centro geográfico del país y está rodeada por desierto, desierto y más desierto. Tierra roja por donde se mire y la cadena montañosa MacDonnell muy cerca. La atraviesa el río Todd, que tiene la peculiaridad de estar seco casi todo el año.

Con alrededor de 25 mil habitantes, es tercera ciudad más grande del Territorio del Norte y la presencia aborigen se siente con fuerza en sus calles y sus galerías de arte. El turismo es la principal fuente de trabajo, ya que la cercanía a Uluru (esa famosa y enorme roca roja en el medio del desierto, sagrada para los habitantes originarios) la convierte en el lugar donde los visitantes hacen base.

La Unión de Rugby de Australia Central posee cuatro clubes afiliados. Devils, Kiwi Warriors, Eagles y Cubs se disputan anualmente el orgullo de ser los reyes de la ciudad. No existe campeonato femenino ni de menores. Los adultos se miden en un torneo a doce jornadas, donde los equipos se enfrentan entre sí cuatro veces con cada uno. El primero de la tabla pasa directamente a la final, mientras que segundo y tercero juegan un partido para definir al otro finalista. En la última definición, Devils venció por 26 a 25 a Kiwi Warriors.

El Anzac Oval de Alice Springs, en vista panorámica.

¿Por qué razón estos humanos desafían agobiantes temperaturas en el inhóspito desierto australiano sólo por el rugby? La respuesta podría encontrarse en la reducida población dispuesta a jugar. Durante el invierno austral, el fútbol australiano y el rugby a trece monopolizan la escena deportiva local. Cuando llega el verano, esos mismos jugadores se vuelcan a nuestro rugby, el de quince. No alcanza la gente para que los tres deportes convivan los mismos meses del año. ¿Jugar contra otros pueblos? Imposible, la ciudad más cercana con clubes de rugby es Katherine, a 1.100 kilómetros.

Así, los muchachos se dan cita los sábados estivales en el Anzac Oval cuando cae la tarde, para intentar vadear los 35 grados que queman durante el día. Los dos partidos de cada fecha se juegan en la misma sede y muchos atribuyen al calor los 49 puntos que se marcan en promedio en cada encuentro. Claro, las piernas pesan y mejor guardarse la energía para el ataque y no tanto para andar placando y persiguiendo rivales. Después, por supuesto, llegará el momento de las pintas para la rehidratación. ¡Salud!