Lejos del tópico de la chancla con calcetín, los kilos de crema solar y la piel rosada con el tanque de cerveza en la mano, encontramos en la costa malagueña un espécimen predestinado a guiar al rugby español al Mundial de Francia. Mezcla perfecta la de Joshua Peters, gigante de dos metros con pies de bailarín, que a sus escasos 22 años ya sabe lo que es jugar con los Leones, aprender de referentes mundiales como Courtney Lawes y cuyo desparpajo en el cara a cara es similar a sus dotes sobre el césped.

«Su capacidad de buscar el intervalo con 2’02 es asombrosa, sin olvidarnos del contacto en el placaje. Su combinación nos viene perfecta, está totalmente adaptado: Tuco es como su hermano y, como viene de jugar a un gran nivel en Inglaterra, lo capta todo rapidísimo. Apenas lleva dos partidos y, aunque aún debe madurar, está llamado a ser importante en el proyecto», cuenta a H el propio Miguelón, capo de la delantera del XV del León y reconocido especialista preparando, la touche, fase en la que ya le ha dado galones al joven Joshua.

«Mi sueño de pequeño siempre fue jugar en la Premiership y ser internacional con Inglaterra pero, cuando me llamó Sevi para ir a Georgia, decidí que quería ser un León y aquel partido me devolvió la confianza en un momento bajo»

A Peters no le es ajena la Selección: a fin de cuentas brilló en la cantera de Marbella, llegando a ser internacional con España hasta sub-18. Su enorme figura llamó la atención en un Europeo en Madrid, momento en el que el inglés Jon Curry, del Ciencias, le cazó para la Academia de Northampton. «Mi sueño de pequeño siempre fue llegar a lo más alto, jugar en la Premiership y ser internacional con Inglaterra. Me buscaron un buen colegio, me pagaban todo y allí que me fui», explica Joshua en su perfecto castellano con toques sureños, que acentúa cada verano cuando regresa a Benalmádena: «Vuelvo para ver a mis abuelos y acabo engordando cinco kilos. Me encanta la comida y el vinito. La vida es más relajada allí, el sur es salud».

A Peters le trajeron sus padres a Andalucía con apenas dos años y a su país le devolvieron con 17 primaveras y dos metros de altura, para ser una de las grandes promesas del rugby inglés. Lo intentó, pero la cosa no fraguó del todo. Y eso que en Northampton se codeó con los mejores. «Aprendí mucho de Mark Hopley, me ayudó a desarrollar mi juego, y ya en el campo con Courtney Lawes. Es muy majo, nos parecemos físicamente y hablábamos de muchas cosas. Me enseñó algunos trucos en el maul, es muy sabio».

El segunda español escucha el himno en el partido contra Namibia. [Foto: Joaquín Rivero].

Al terrible segunda-tercera inglés lo tiene Joshua como uno de sus referentes ovales «junto con Parling o Borthwick, de los que hacen el trabajo que no se ve; o Retallick, que incluso pasa más que percute. Es un animal». Un juego que le gusta imitar a Peters: «Aunque no soy muy rápido, me va tocar el balón y buscar opciones de pase. Es algo que en los jugadores grandes se empieza a valorar y si tienes esa baza puedes ser muy potente para el equipo. Sólo me falta patear (se ríe)».

Habla el Joshua actual, pero ¿qué le ocurrió al que muchos señalaban como futura estrella de los Saints?: «Que cuando estaba ya alternando con el primer equipo, disputando algún partido de pretemporada ante Castres y Ospreys, empezaron a llegarme las lesiones. No tuve continuidad y decidí salir. Para mí fue bueno irme a jugar a otro club, libre, sin cesiones (primero fue prestado a Coventry) y en Blackheath soy feliz. Somos líderes, he jugado prácticamente todo y queremos ascender a Championship». Con toda una carrera por delante, aún puede cumplir su sueño de medirse con Lawes en la Premiership.

Peters llegó a Andalucía con su familia, con apenas dos años… a los 17 regresó para integrarse en la academia de Northampton y codearse con gente como Courtney Lawes o Mark Hopley: allí no tuvo continuidad y ahora es feliz en Blackheath

A lo que no llegará ya será a entonar abrazado a su antiguo compañero de club el God Save the Queen en Twickenham, con la Rosa en el pecho. La realidad devolvió a Peters al XV del León, situación que vive con orgullo y que confía en culminar en el Mundial 2023. «Voy paso a paso. Lo pasé muy bien con España en inferiores, también con Inglaterra, pero este invierno me llamó Sevi (el manager) para ir a jugar contra Georgia. Había tenido problemas de lesiones, Northampton ya no contaba conmigo y estaba bajo de moral. Decidí que sería un León y aquel partido me devolvió la confianza».

Fue bautizado, como muchos jóvenes, en el marrón de Tbilisi. Tras el varapalo de Bruselas y el nuevo ciclo mundialista, Santiago Santos le señaló como una de las joyas a pulir… y ante Namibia y Samoa le demostró que no andaba equivocado.

Cuentan quienes lo conocen que Peters combina el cachondeo andaluz con aquellos rasgos isleños que comparten su sangre. «La integración es fundamental, disfruto del flamenco y del vino, pero también me encanta salir borracho de la discoteca Kiu como un buen guiri. Es lo mejor de los dos mundos», bromea a carcajadas Joshua, quien ya en el colegio «se hacía pasar por inglés que no hablaba nada de español para engañar a la profesora», según cuenta Pablo Munilla.

[Galería de fotos: Joaquín Rivero (c)].

El padre de Facu y Tommy, los medios de melé del León, fue su entrenador y guía en la exitosa cantera del Trocadero de Marbella. «Tuvimos una camada sensacional, la del 95. Estaban Joshua, Facundo, Miejimolle, De la Lastra, Stohr, Boccardo, Davies, Stokes…», la mayoría figuras en División de Honor. Munilla fue un padre para él, «le recogía en Arroyo de la Miel para ir a entrenar. Me habría hecho falta un techo corredizo en el Peugeot 205 porque con 16 años debía sentarse atrás e ir con el cuello doblado».

Con Marbella fue campeón de Andalucía, y con el cuadro autonómico también brilló en el Nacional. Una generación increíble. «Ya era hábil, tiene un cambio de paso tremendo y si logra ser aún más agresivo no habrá quien le pare» explica Munilla.

Un guiri de los más salao. Tan inmerso en la cultura andaluza en la calle como aferrado a la británica bajo el techo familiar. «Mi padre no hablaba ni pipa de español. En casa sólo se veía la televisión inglesa», cuenta Peters. Tal es el nivel, que asegura Peters sin pudor no ponerle cara al alto de los Morancos.

Un pisha que no perdió los lazos con sus país por si algún día tocaba cumplir su sueño. Mientras Munilla le criaba en la Costa del Sol, Miki Puerta, junto a Paco González, le dirigía en la sub-17: «Ya con dos metros, era habilidoso como un tres cuartos. No era el típico segunda línea torpón. Llegará donde se proponga, está llamado a ser un buque insignia en la Selección. Por nivel y por integración, es andaluz a todos los efectos, de inglés sólo tiene la partida de nacimiento».

Fue internacional con España hasta sub-18 y se bautizó con el equipo mayor en el ‘marrón’ de Tbilisi: en este nuevo ciclo, Santos lo ha promocionado como una joya de dos metros, aún por pulir, pero que ha llamado la atención frente a Namibia y Samoa

Puerta lo disfrutó y, cuando le tocó dar el salto al primer combinado sub-18, Juan Carlos Pérez se quedó con dos palmos de narices: «Iba a ser uno de los líderes, pero llegó Inglaterra y se lo llevó. Para mí resultó duro, pero era lo mejor para él», recuerda sonriente el ahora entrenador del Chami. Aquel torneo de Madrid separó los caminos de Peters con el combinado español, y también en la capital de España, en el Central, han formalizado su reconciliación un lustro después ganando a Namibia y con un durísimo choque contra Samoa.

Tras la presentación en sociedad de Joshua, en ese primer encuentro con los africanos, de entre la multitud surgió un emocionado Pablo Munilla corriendo a abrazarle. Lo llaman el círculo de la vida. El niño al que tantas veces levantó del suelo en los campos de la Costa del Sol lo levantaba ahora en peso, acunándolo como un bebé. Así es Joshua, un guiri sonriente y cachondo fuera del césped. Dentro de él, un gigante con pies de bailarín sobre cuya espalda recaen muchas esperanzas de que España vuelva a disputar un Mundial.