
En El señor de las moscas, primera novela del escritor británico William Golding, un accidente aéreo provoca que un grupo de niños se vean obligados a sobrevivir en una isla desierta sin la supervisión de ningún adulto. Al principio, se toman su nueva vida con la ligereza de la inocencia infantil, pues cuentan con la seguridad de que sus padres vendrán más pronto que tarde a buscarles. Por eso, la primera semana en la isla transcurre entre baños en el mar, expediciones en busca de fruta y reuniones para decidir quién es el jefe del grupo. Todo es jolgorio y entusiasmo. Podríamos decir que durante la construcción de esta nueva sociedad impera la anarquía, pues no hay una organización efectiva que delimite los deberes de cada individuo. Sin embargo, con el paso del tiempo esta situación se vuelve insostenible, y poco a poco se crea un órgano de mando que planifica los cometidos de cada niño, dando a la convivencia en la isla un sentido más práctico.
El juego de Jaguares ha sido, durante dos años, realmente caótico. A pesar de tener fases ofensivas brillantes en momentos muy puntuales, Raúl Pérez y sus ayudantes no consiguieron dotar al equipo de la consistencia necesaria para competir en una de las ligas más exigentes del mundo. Muchos no comprendíamos cómo un equipo plagado de jugadores con experiencia internacional era capaz de ofrecer un nivel tan bajo. No parecía haber un sistema de juego definido, la defensa no era tal, y para colmo, se cometían constantes golpes de castigo que lastraban aún más su juego, y ahondaban en la frustración de los jugadores.
Éstos se acostumbraron a perder y entraron en un círculo vicioso de mal juego y derrotas. En este viciado contexto, un cambio de entrenador se hizo inevitable, y llegó Mario Ledesma desde Australia, de quien se esperaba que arreglara todos los males de la franquicia argentina. “Si yo quiero cambiar las cosas, hay que cambiarlas desde dentro”, dijo en una de sus primeras entrevistas como entrenador de Jaguares. Parece que lo está haciendo, y que el orden empieza a imperar en la franquicia con sede en Buenos Aires.
Evolución
El plan de Jaguares ha cambiado desde la base de la jugada. Antes era habitual que salieran jugando con el balón en la mano desde su propia línea de 22. Ahora, Nico Sánchez o el medio de melé despejan el balón a la línea de lateral, cortando el ritmo de juego del rival mientras llevan al equipo a una fase estática en la que se están mostrando bastante solventes. De esta forma se sitúan en terreno neutral, e intentan hacerse con la posesión de la pelota a través del robo en el line-out, donde Guido Petti es la principal referencia del equipo. Si consiguen robar el balón, se habrán establecido en terreno rival y comenzará la fase ofensiva; mientras que si no lo hacen, volverán a defender, pero habrán disipado la presión del rival.
En cambio, si Jaguares obtiene la posesión de la pelota entre su línea de 22 y el centro del campo, no suele ser tan habitual que se deshagan del balón, y si lo hacen siempre es con el objetivo de volver a recuperarlo. En estos casos, la acción más habitual es un box kick del medio de melé desde una posición escorada, para que el ala (generalmente Emiliano Boffelli) pelee por la posesión en el aire o provoque el error del rival. En caso de que la jugada sea exitosa, Jaguares habrán cumplido con su objetivo primordial: asentarse en terreno rival con la posesión de la pelota.
La utilización de Boffelli para estas acciones es especialmente interesante. El joven ala rosarino tiene una altura y una capacidad de salto considerable, lo que le otorga una ligera ventaja frente a otros alas de menor tamaño. Además, situarlo en el ala permite que Tuculet juegue de zaguero, donde es más aprovechable su contraataque en situaciones de alternancia de patadas, con el objetivo, una vez más, de situar al equipo en campo rival.
Una vez aquí, el cambio de juego también es considerable. Hasta hace poco, el conjunto dirigido por Raúl Pérez apostaba por posesiones cortas y muy verticales, las cuales eran susceptibles de pérdidas de balón y dejaban al equipo muy desguarnecido a sus espaldas, puesto que atacaba con todos sus jugadores. Este año (y sobre todo cuando Gonzalo Bertranou está sobre el verde), Jaguares se muestra más paciente en la construcción de la jugada. Ledesma apuesta por la acumulación de fases a través del uso de sus principales portadores de balón: Agustín Creevy, Tomás Lavanini, Marcos Kremer y Pablo Matera.
En este sentido los roles están muy marcados, y cada delantero sabe cuál es su cometido en esta fase ofensiva. La acumulación de fases provoca el cansancio y los errores del rival, bien a través de fallos de placaje o de golpes de castigo. Si consiguen uno, pueden utilizarlo para ir a palos con Nico Sánchez o Boffelli, quien tiene un rango muy amplio, o ir a la línea de lateral para atacar el ensayo a través del maul.
Curiosamente, uno de los aspectos más positivos de este cambio en la forma de atacar se puede observar en la defensa. La acumulación de fases hace que Jaguares tenga la posesión de la pelota durante un mayor periodo de tiempo, lo que provoca que tenga que defender menos, y por lo tanto los golpes de castigo en contra y los fallos en el placaje (sus dos principales problemas durante los dos últimos años) tengan un efecto negativo menor.
La construcción de líderes
Otro de los aspectos que considero claves en este renovado equipo de Jaguares, y que se puede hacer extensible a la selección argentina (sobre todo a medio-largo plazo), es el cambio en la capitanía. No hay duda de que Creevy es una figura de lo más respetada, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, su doble trabajo como capitán en la franquicia y la selección limitaba de alguna manera la aparición de otros jugadores llamados a liderar el proyecto nacional en el futuro.
Por ello, Ledesma decidió quitarle esa responsabilidad teniendo en cuenta que Creevy iba a seguir siendo un líder dentro del campo (eso va con el carácter de cada uno), y dársela a Matera, Tuculet y Lezana. De esta manera, el equipo podría resetear su pasado perdedor y empezar a construir un legado de victorias sobre la base de un nuevo grupo de líderes.
De momento, parece que la nueva línea trazada es buena, y el cambio en el estilo de juego está respondiendo con victorias, lo que puede llevar a la franquicia argentina a los playoff del Super Rugby por primera vez en su corta historia. De momento han conseguido mantener una regularidad que no se ha roto hasta la fecha desde que el 14 de abril vencieran en Australia frente a Rebels. Por el camino han conseguido sus dos primeras victorias en Nueva Zelanda frente a Blues y Chiefs.
Ahora queda lo más difícil: demostrar que pueden seguir ganando cuando más aprieta la presión, y además tener que hacerlo frente a los mejores. Ese grupo de jóvenes anárquicos se han convertido por derecho propio en uno de los nuevos aspirantes al trono del sur.