
El pasado 30 de octubre, durante su partido de la gira de otoño contra Gales en el Principality Stadium, el último heredero de lo que parece la interminable línea de sucesión de grandes alas de los All Blacks, Will Jordan, anotó un extraordinario ensayo. Jordan tomó la pelota en su propio campo, aceleró primero entre los rivales y después tiró una patada alta por encima del último defensor, para acabar apoyando sin oposición ante la perpleja defensa de Gales. En los días siguientes al partido me quedé pensando en los últimos cuarenta o cincuenta años y en cómo Nueva Zelanda lleva décadas produciendo una inagotable cantidad de formidables alas, anotadores seriales de ensayos.
Las estadísticas hablan por sí mismas. Comparemos. En sus más de 750 partidos desde 1871, los alas ingleses han marcado alrededor de 870 ensayos. El último fue el de Freddy Steward, zaguero en la mayor parte del torneo, que vistió el 14 en el último choque ante Francia. Una única marca de alas en todo el Seis Naciones. En la lista histórica destaca Rory Underwood, que contribuyó con 49 en los años 80. Antes de él, los seguidores del rugby inglés recordarán, no sin sorna, hasta qué punto la pelota raramente llegaba a sus alas durante los años 60 y 70 del pasado siglo. Para engrosar la comparación sumémosle, en el caso de Gales, que todos los alas que han jugado en sus 750 partidos internacionales desde 1881 han sumado algo más de 860 ensayos. Shane Williams fue el autor de 58 de ellos. Los dos últimos los firmó Josh Adams en el último 6N.
Abriendo el foco vemos que sólo diez ingleses y siete galeses han firmado 20 o más ensayos en todos los partidos disputados por sus selecciones en más de siglo y medio. Pero en el caso de los All Blacks, la cuestión es bien distinta: sólo tomando desde 1970 hasta nuestros días veremos que, en los 328 encuentros internacionales que Nueva Zelanda ha jugado en este algo más de medio siglo, ha habido ya once alas que se han repartido 375 marcas. Eso hace casi 35 por cabeza.
La lista es verdaderamente portentosa y da fe de la capacidad ofensiva desarrollada por las sucesivas versiones del equipo kiwi a lo largo de las décadas. De la fortaleza de Bryan Williams, de origen samoano (diez ensayos en 38 tests), y de la velocidad aparentemente sin esfuerzo de Stuart Wilson (19 marcas en 34 encuentros) en los años 70 se pasó en los 80 a la potencia de John Kirwan: 35 ensayos en 63 partidos… un jugador clave en el triunfo de los All Blacks en la primera Copa del Mundo en 1987 y autor de uno de los mejores ensayos de todos los tiempos en su choque contra Italia.
Desde 1970 hasta hoy, Nueva Zelanda ha disputado 328 ‘tests’, con 375 ensayos anotados por sus alas: una cifra cuya autoría se han repartido solo entre once jugadores
En la década siguiente, la exuberancia física todoterreno de Jeff Wilson (44 marcas en 60 tests) se combinó con el tamaño impresionante y la potencia desatada de Jonah Lomu (37 ensayos en 63 encuentros), una mezcla que les proporcionaba a los All Blacks una ventaja adicional que hacía aún más temible su juego en los años 90. La fascinante velocidad de Doug Howlett (49 tries en 62 tests) y la magia de los fiyianos Joe Rokocoko (46 en 68) y Sitiveni Sivivatu (27 en 43) iluminaron la primera década del siglo XXI.
A ellos les siguió la robusta potencia de Julian Savea (46 ensayos en 54 partidos), el hermano mayor del tercera Ardie; y la estilizada y armónica elegancia de carrera de Ben Smith (39 ensayos en 84 tests), estrella de los All Blacks en los mundiales de 2015 y 2019. La aparición de Rieko Ioane (30 ensayos en 45 partidos hasta la fecha) en el año posterior a la Copa del Mundo de 2015 aseguró la continuidad de la saga. Y así hemos llegado hasta Will Jordan, quien en noviembre y frente a Irlanda sumó su 17º ensayo en sólo 12 partidos internacionales con la camiseta negra.
¿Cuál es la explicación para tan extraordinaria secuencia? Es un hecho que se han jugado muchos más tests desde la inauguración de la Copa del Mundo en 1987; y también que, desde la instauración del profesionalismo en 1995, algunos de los encuentros internacionales jugados por los All Blacks han producido resultados muy abultados contra una oposición menor. Pero la realidad es que, incluso con esos condicionantes, los alas neozelandeses han anotado la mayor parte de sus muchos ensayos contra grandes rivales. Y, además, unos cuantos de ellos añadieron a su capacidad anotadora una versatilidad que les permitió engrosar su número de internacionalidades jugando como zagueros o como centros.
La velocidad con la que los All Blacks transfieren la pelota desde los agrupamientos hasta los alas, pasando por las manos de los tres cuartos, y la tendencia de sus jugadores exteriores a entrar más en contacto con la pelota en zonas interiores del campo, algo que se ha hecho mucho más común en los últimos años, han sido claramente factores adicionales.
Lomu jugó 63 partidos con los All Blacks y en 30 de ellos no anotó ningún ensayo. Sin embargo, nadie discutió su titularidad. A diferencia de otros países, los seleccionadores de Nueva Zelanda siempre han estado dispuestos a apostar por un jugador a pesar de sus ocasionales ‘sequías’
Creo que hay otro motivo que explica la producción en serie de esta estirpe de grandísimos anotadores. A diferencia de los seleccionadores de muchos otros países, los de Nueva Zelanda han estado siempre dispuestos a apostar una y otra vez por el mismo jugador, incluso a pesar de sus ocasionales sequías en algún partido. Si pensamos en Jonah Lomu, quizás el más formidable de todos los alas neozelandeses, veremos que participó en 63 tests a lo largo de ocho años de presencia en los All Blacks: pero sus 37 ensayos se concentraron en sólo 30 de esos partidos.
Nunca apoyó frente a Sudáfrica, pese a haberse enfrentado hasta 12 veces con los Springboks. Y, aunque se quedó sin ensayar en hasta 33 encuentros, los seleccionadores siempre confiaron en él, conscientes del caos que provocaban sus agresivas carreras tanto con la pelota como sin ella… lo que sin duda generó muchas situaciones y posibilidades de marca para sus compañeros.
La carrera internacional de Jonah Lomu se agotó muy pronto, cuando sólo tenía 26 años, pero su contribución al rugby de los All Blacks y al desarrollo del juego en general fue incalculable. También demostró algo que ahora sabemos de sobra: que un ala no sólo está en el campo para marcar ensayos.
Fuentes:
- Encyclopedia of New Zealand Rugby – Chester, McMillan & Palenski (Hodder Moa Beckett 3rd ed. 1998)
- Men in Black – RH Chester & NAC McMillan (Moa Beckett 5th ed. 1994)
- New Zealand Rugby Almanacks 1972-2021
- New Zealand Rugby Museum
Sobre el autor – Músico profesional y comisario artístico, Richard Steele ha sido un enamorado del deporte toda su vida. Forma parte del comité del World Rugby Museum de Twickenham desde 2005; colabora en su blog, From the vaults,y es el co-autor del libro conmemorativo del 150º Aniversario de la Rugby Football Union: ‘England Rugby 150 Years‘.
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