Viena acoge cada fin de semana un evento rugbístico de lo más interesante y particular, bastante desconocido fuera de Austria. Los jugadores que disfrutan con el balón ovalado cada domingo sobre el césped de las instalaciones del Rugby Union Donau (Danubio en alemán) tienen orígenes muy diversos e historias personales de lo más interesantes, pero comparten una condición que los une y que explica su presencia en las sesiones de entrenamiento de la capital vienesa: todos ellos son refugiados. Mujeres y hombres de edades comprendidas entre los 16 y 35 años aprenden y mejoran sus habilidades rugbísticas cada domingo, a la vez que aprovechan ese momento para socializar, establecer las férreas amistades que tanto caracterizan al rugby y de paso practicar alemán.

Todos se unen a la llamada de Rugby Opens Borders (ROB), la iniciativa solidaria para ofrecer integración social a través del rugby y sus valores que dirige la barcelonesa Ana Ruiz: asentada en Austria, desde hace seis años dirige y coordina el equipo de rugby de ROB, compuesto exclusivamente por refugiados de países como Siria, Iraq, Georgia, Somalia, Irán y Afganistán. “Me vine a Austria tras vivir en varios países europeos hace siete años a estudiar un Master en derechos humanos. Rápidamente me busqué un equipo y descubrí la iniciativa Rugby Open Borders -cuenta Ana Ruiz-. Mi pasión por el deporte y que siempre había trabajado con juventud y refugiados hizo que me envolviera enseguida en el proyecto”.

Ana Ruiz (de verde) dirige uno de los entrenamientos del equipo femenino de Rugby Opens Borders. (Foto: ROB)

Rugby Opens Borders, explica Ana, surgió en 2015, durante la ola de inmigración hacia Europa que se desató en ese año. “Los refugiados que llegaban al país, en particular los menores no acompañados, debían esperar mucho tiempo en las casas en las que se los instala, hasta que entran en la escuela o en cursos de alemán. Y más en los casos de procesos de asilo”. El proyecto ROB nació con el objetivo de ofrecer alternativas para las personas llegadas de otros países durante el tiempo que dura ese proceso: “La idea del proyecto era utilizar este tiempo de espera para promover la integración a través de la enseñanza del deporte del rugby, aprender sus valores y que, mientras tanto, esas personas refugiadas pudieran practicar el idioma y hacer nuevos amigos”.

Rugby Opens Borders surgió en 2015, durante la ola de inmigración hacia Europa de ese año, para promover la integración de las personas refugiadas que llegaban al país a través del rugby

La socialización es una parte básica de la integración y Rugby Opens Borders hace todo lo posible por contribuir a ello. El equipo sigue la misma rutina todos los domingos: primero, entrenamientos con distintos ejercicios de 15:00 a 17:00; y, siempre, acto seguido todos los asistentes comparten una cena temprana en el comedor de las instalaciones deportivas. Quien escribe estas líneas ha tenido el placer y la suerte en dos veranos consecutivos de dirigir los entrenamientos del equipo de ROB, pudiendo así enseñar a jugar a rugby a personas de diferentes nacionalidades, viviendo de primera mano y participando de uno de los valores fundamentales del rugby, la solidaridad.

El proyecto ROB ha crecido y se ha desarrollado en este tiempo desde su nacimiento: “Los primeros años fueron muy exitosos, tuvimos muchos chicos y chicas en el campo, participamos en dos torneos internacionales (UWGS). La iniciativa también recibió muchos premios y reconocimientos, tanto nacionales como internacionales, entre ellos el de World Rugby Award for Character”, subraya Ana Ruiz. Además de ella, un grupo de personas voluntarias dedica su tiempo los domingos a entrenar, cocinar para los chicos, ofrecer clases de repaso, hacer fotos o preparar actividades: “Algo así no sería posible sin un equipo técnico extraordinario detrás”, valora Ana Ruiz.

Cuando la barcelonesa se integró en la iniciativa, enseguida advirtió que las diferencias culturales abrían una oportunidad para ensanchar el impacto que Rugby Opens Borders tenía entre las personas que lo integraban, particularmente las mujeres: “Pronto me di cuenta que las chicas, al venir de otras culturas, no se sentían cómodas entrenando con los chicos, así que me puse manos a la obra para formar el equipo femenino”. Así, Ana Ruiz pasó a dirigir ese bloque compuesto solamente por mujeres, y se ocupó de que su base creciera, ampliando su perfil solidario en diversos campos: “Además de trabajar con el equipo femenino de Rugby Opens Borders, soy la Head coach de las chicas sub18 en el Rugby Union Donau, dirijo un proyecto de rugby en las escuelas y arbitro en el tiempo que me queda. Fuera del rugby ejerzo como Trabajadora social en casas de acogida de menores refugiados no acompañados (MENAS)”.

La evolución de Rugby Opens Borders en los últimos años se ha visto afectada por fenómenos diversos. Entre ellos, la incertidumbre que sufren las personas llegadas a Austria en esas circunstancias: “Después de esos primeros años de éxito nos empezaron a golpear distintos problemas como deportaciones, jugadores que se mudaban a otra parte por trabajo, o a otro país, etc.”, cuenta Ana Ruiz. La situación política se hizo más incómoda en el país: “El ascenso del partido FPÖ (de extrema derecha) en 2017 al gobierno supuso un cambio de paradigma social y cambió la visión sobre los refugiados y la sensación de inseguridad e incertidumbre creció en nuestros jugadores, así que a consecuencia de todo eso perdimos a muchos de ellos”.

Momento de una de las cenas post-entreno que se realizan en las mismas instalacones de Rugby Union Donau. (Foto: ROB)

Para hacerle frente, los responsables de Rugby Opens Borders debieron redoblar esfuerzos y forjar alianzas y cooperaciones con equipos locales como el Stade Rugby Viena, pero eso no podía ser suficiente en un país en el que el rugby es un deporte minoritario: “Pusimos todo nuestro esfuerzo en varios programas de cooperación con otras entidades y organizaciones que trabajan con refugiados o personas migradas y así pudimos mantenernos a flote”. Después llegó el COVID-19, que sacudió a toda Europa, pero ROB ha resistido bien estos dos últimos años: “A pesar de la pandemia, hemos aumentado nuestra capacidad hasta cuatro equipos: hombres, mujeres, niños y un equipo de rugby inclusivo. Esta temporada empezamos de nuevo, volviendo a nuestros orígenes con dos equipos sub18 y sub16 de MENAS y seguimos desarrollando el equipo de rugby inclusivo”.

El equipo de rugby inclusivo de ROB.

Superar las adversidades forma parte de la columna vertebral de una iniciativa de esta naturaleza, claro está. “Los momentos más complicados siempre tienen que ver con la situación legal de las personas que forman los equipos: la incertidumbre, no recibir respuestas o recibirlas negativas y cuando se quedan en un limbo legal en el país… Por supuesto, las deportaciones te parten el alma, el equipo y la moral”. El objetivo final, su establecimiento en su nuevo destino, es paradójicamente el principio del fin de su relación con el deporte: “Sabes que entonces empiezan a montar su vida, buscan trabajo en otra ciudad o traen a su familia: y, tarde o temprano, sabes que para muchos de ellos el rugby no va a ser la prioridad en su vida”.

El futuro, a pesar de todo, aparece brillante para Rugby Opens Borders: “Este año 2022 empezamos un proyecto de Erasmus + sobre el voluntariado en el rugby inclusivo con seis socios europeos, entre ellos Trust International Spain, y el club de rugby de Cullera, Valencia”. El conflicto en Ucrania indica que “lamentablemente”, el número de refugiados en Europa va a seguir creciendo: “Esto le da a nuestro proyecto aún más razón de existir”, subraya Ana Ruiz.