Escocia es uno de esos lugares que siempre están en la lista de destinos a visitar. Lo cierto es que, aunque se tengan en mente, se van postergando hasta que las vivencias de amigos viajeros hacen que el deseo pase a ser necesidad. Y esa es precisamente la intención de este artículo: así que vaya pensando el lector dónde ha guardado el chubasquero y la maleta de cabina para tenerlo todo a punto cuando nos permitan la peregrinación a este santo lugar.

Les dejamos a los blogs de viajes las explicaciones sobre las zonas con mayor afluencia turística de la tierra del cardo. Aquí nos centraremos en el interés que nos reúne, que no es otro que el rugby. Pero prometemos informarle, cual guía turístico, de todo lo que puede visitar en la zona de los Borders, el lugar al que nos vamos a trasladar.

La de los Borders es una región poco conocida y visitada. Un paisaje de suaves colinas verdes, salpicado de impresionantes y hermosas ruinas de antiguas abadías. De una en concreto hablaremos hoy, de la Abadía de Melrose. Y de Melrose, la pequeña localidad de apenas 2.000 habitantes, con más historia en general y del rugby en particular de la que pueda usted imaginar.

Comencemos por la abadía. Fundada allá por el siglo XII por el rey David I, fue la primera construcción cisterciense de Escocia y casa madre de la orden en aquellas tierras. Los monjes que la habitaban convirtieron la explotación agrícola y ganadera en su medio de sustento. Y, gracias a la excelente lana que producían las ovejas de Melrose, a las faldas del monasterio creció un próspero pueblo. Su estratégica ubicación, muy cercano a la frontera con Inglaterra y a una hora de distancia de Edimburgo, hizo que hasta 4.000 personas pudieran subsistir y alimentarse gracias a la abadía, en tiempos en que golpeaba la hambruna.

Nos detendremos en este lugar unas cuantas líneas más para darle tiempo a imaginar cómo fue en todo su esplendor. Le invitamos a subir a una de sus torres para disfrutar de la hermosísima vista y buscar la gárgola del cerdo gaitero. En ningún otro lugar del mundo hallará usted cosa igual. Le acompañaremos más tarde a pasear por sus ruinas, mientras le contamos cómo fue destruida en varias ocasiones por los ejércitos ingleses y reconstruida por los escoceses. Paseemos ahora entre las tumbas que allí se encuentran. Varios monarcas y nobles escoceses descansan a los pies de la abadía. Pero lo que le da fama al lugar no es un cuerpo entero… sino un corazón.

La Abadía de Melrose y el memorial del ‘Corazón Valiente’ de Robert The Bruce.

No le será difícil hallar el lugar. En el suelo verá un pequeño templete circular con un corazón atravesado por la cruz de San Andrés, en la cual se lee: “Un corazón noble no puede hallar la paz si carece de libertad”. Allí yace el verdadero Braveheart de la historia de Escocia, Robert The Bruce. Sepa que este corazón latió con vigor en la lucha frente al rey Eduardo I de Inglaterra, aquel Longshanks del que le hablamos en un artículo anterior, y venció a su hijo en la batalla de Bannockburn. Y quiso su dueño que fuera enterrado en Tierra Santa cuando dejase de latir. Así se lo pidió a su noble amigo y caballero Sir James Douglas, quien portó el corazón en una urna de plata colgada de su cuello, de camino al Santo Sepulcro.

Pero el destino determinó que hubiese de acudir junto a sus hombres a la llamada del rey Alfonso XI de Castilla, en su lucha contra Mohammed IV. Y allí perecieron todos en un tornafuye en la batalla de Teba (Málaga). Antes, Douglas lanzó al aire el corazón de Bruce y gritó: “¡Adelante, corazón valiente, yo te seguiré o moriré!”. De ahí la leyenda y el título de la oscarizada película sobre William Wallace. En reconocimiento a su valor, Mohammed IV le devolvió a Alfonso XI los cuerpos de estos valerosos escoceses que, junto con la urna, serían repatriados a Escocia. Y allí en Melrose descansan los restos de Sir Douglas y, también, el corazón de Robert The Bruce.

En la Abadía de Melrose yace enterrado el Corazón Valiente de Robert The Bruce, quien combatió en la batalla de Bannockburn que rememora ‘Flower of Scotland’ y dio lugar a la leyenda de ‘Braveheart’

De la batalla de Bannockburn sabe usted, la conoce. Si es fan del XV del cardo la ha cantado más de una vez al comienzo de los partidos: “And sent him homeward tae think again..”. Aquella canción, compuesta a medias por un McCormick y un Williamson, con cien años de diferencia entre ambos, se ha convertido en el himno oficioso de Escocia para los aficionados al rugby, que la cantan con una pasión que pocas veces se vive en los campos de las dos haches gigantes. Se invoca en ese momento, muy especialmente si lo que se juega es la Copa Calcuta, a aquel corazón valiente que les devolvió la libertad. Con el sonido de las gaitas resonando en su cabeza puede recitar sobre la tumba de Bruce, a modo de homenaje, el epitafio del bardo de otro Robert, en este caso Burns. No cabe mejor reflejo de lo que significa ser escocés.

Le decíamos que nos detendríamos unas cuantas líneas y puede que esta parada le haya sabido como un Laphroaig de 10 años. Con el regusto intenso que nos dejan la abadía y el trago, vayamos al siguiente punto de nuestra visita. A los que le digan que poco más hay que ver en esta localidad, no les crea. Le avisábamos al comienzo de la gran cantidad de historia del rugby que la localidad alberga. Vamos al campo del Melrose Rugby Football Club, forja de numerosos jugadores: entre ellos, el inventor del rugby seven.

Ned Haig y una panorámica del viejo campo del Melrose FC.

Atravesamos las puertas del club y viajamos a la primavera de 1883. En la oficina de la junta directiva del Melrose RFC se desarrolla una asamblea en la que el orden principal del día es la recaudación de fondos para la subsistencia del club. Como ve, las conversaciones en estas asambleas de clubes modestos no han variado gran cosa desde entonces. Se propone organizar un torneo al que serán invitados los clubes de la región de los Borders, ocho en total. Bastante difícil les está resultando la configuración del programa de todos los encuentros, en un único fin de semana. Las voces se entremezclan en diferentes conversaciones cuando Ned Haig toma la palabra. El ayudante del carnicero local (David Sanderson) y medio de melé lanza entonces la idea de reducir a la mitad el número de jugadores por equipo, limitando el tiempo de juego en 15 minutos. De esta forma todos podrían participar. El silencio se apodera de la sala. Sanderson recuerda entonces que Haig había jugado en algún que otro torneo con ese número de jugadores, mientras estuvo trabajando en el lado inglés de la frontera. Y en ese preciso instante se organiza, junto con el torneo benéfico, el nacimiento de una nueva variante del deporte.

El rugby a siete nació en 1883 en el Melrose RFC y fue una ingeniosa idea de Ned Haig para un momento de necesidad: encajar el mayor número posible de partidos en un torneo convocado para la supervivencia del club

A veces las soluciones más desesperadas son las más efectivas. Este fue uno de esos casos. Y aquel sábado, 28 de abril, en el torneo participaron los ocho equipos, con la victoria en la final del local contra The Rivals of the Gala, triunfo por el que ganarían un trofeo donado por las mujeres del Melrose (Ladies Cup). Después del gran éxito de la improvisada competición, otros equipos de la zona de los Borders comenzaron a organizar sus propios certámenes con siete jugadores por equipo. Y tal fue su expansión que 90 años después, con motivo del centenario de la SRU, se celebró una competición internacional de rugby seven. El entonces presidente, AW Wilson, justificó así la decisión: «Nos parece muy apropiado, en nuestro centenario, hacer algún reconocimiento a una parte del juego que nos ha resultado estimulante y entretenida. Se podría decir que es una parte del patrimonio de Escocia y, por supuesto, especialmente de los Borders. Se organizará un torneo internacional de siete por equipo. Todos los países participantes estaban y están encantados con esta modalidad».

A dicho torneo acudieron un par de expatriados, Ian Gow – ejecutivo de la Rothman’s Tobacco Company en Hong Kong – y Tokkie Smith, por entonces presidente de la Hong Kong Rugby Football Union, que quedaron impresionados por la novedad y lo emocionante de esta variedad del rugby en su torneo inaugural. Y de allí lo exportaron a Hong Kong, donde ya sabe usted que desde la década de los 80 la modalidad seven se convirtió en el campeonato estrella del calendario internacional. Así que el seven nació en Melrose, pero su alma reside en Hong Kong.

David Rollo libera el balón para Hastie, que aguarda el pase.

Volvamos del inciso hecho en el puerto fragante (así se conoce el puerto de Hong Kong por sus fábricas de incienso) a los campos verdes de Greenyards, el campo del Melrose RFC, para contar que tras el carnicero hubo muchos más jugadores provenientes de la ciudad de la abadía que vistieron la camiseta del XV del cardo: un club fundado en 1877 por antiguos estudiantes del George Heriot´s School… o Hogwarts, si usted es aficionado a las narraciones de Harry Potter, ya que JK Rowling se inspiró en Heriot’s para construir aquel edificio mágico de sus novelas. Un club del que salieron muchos más internacionales con Escocia.

En primer lugar hablaremos del dúo conformado por David Chisholm y Alex Hastie. No seremos nosotros quienes le describamos su juego; lo hará en nuestro nombre Allan Massie, reconocida pluma de la prensa deportiva escocesa: “Jugaron juntos con el Melrose once temporadas, en el curso de las cuales Chisholm anotó más de 1.000 puntos… Como pareja, su entendimiento los convertía en algo más que la suma de dos individuos. Fue su habilidad conjunta para recibir un mal pase y convertirlo en ventaja lo que hizo de esta pareja la asociación más rentable posible. Ambos se hubiesen deleitado con el juego moderno. Su récord de 10 internacionalidades sin derrota no tiene parangón”.

En el año 1965 los escoceses ganaron a Sudáfrica y también la cuchara de madera en el 5 Naciones. Ya se sabe que estas cosas suelen ocurrirle a Escocia. Y un año después Bill McLaren, la voz del rugby, bautizó como el partido de Melrose el que Escocia disputó contra Gales, y que ganaron por 11 a 5. En aquel equipo compartieron internacionalidad cuatro jugadores de Melrose: Chisholm y Hastie, junto con Jim Telfer y Frank Laidlaw. Laidlaw y Telfer se irían de gira con los Leones británicos un año después.

Frank Laidlaw y Jim Telfer, con una imagen de un partido de Escocia en 1965.

En esta parada nos detendremos en la carrera deportiva de Telfer. Recorrerá gracias a ella multitud de campos de todo el mundo ya que, después de capitanear el Melrose RFC y ocupar distintos cargos en los Lions, Telfer acabó dirigiendo a la selección escocesa. Mítico es ya aquel último 5 Naciones de la historia en el que Escocia se impuso a todos sus rivales excepto a uno, Inglaterra. Pero Gales derrotó a la rosa por un solo punto en una ya mítica batalla, convirtiendo así a Escocia en ganadora del último torneo antes de la inclusión de Italia. A los mandos del equipo se encontraba Telfer, que hizo muy famosa la arenga a sus hombres sobre la humildad en el juego: «Hay dos tipos de jugadores de rugby: los que son honestos y luego, el resto. El jugador honesto se levanta por la mañana, se mira al espejo y establece su estándar. Se sitúa en su puesto y se dice a sí mismo: voy a mejorar, voy a mejorar, voy a mejorar».

«Tuve la suerte de jugar al rugby en los Borders: me dio la oportunidad de jugar al más alto nivel. Siempre dije que si eras lo suficientemente bueno en los Borders, podías jugar en cualquier lugar y recorrer el mundo», dijo Jim Telfer

Quiso el destino que en el último partido del 6 Naciones, vivido hace apenas un mes, se librara una batalla tan emocionante como aquel encuentro entre Gales e Inglaterra del año 99. En esta ocasión fueron los equipos de Francia y Escocia los que disputaban el partido que podía decidir el título, pero con muy distintas intenciones. Los primeros para adjudicárselo como propio; y los segundos para devolverle a los galeses el favor de aquel último 5 Naciones. Al frente de Escocia, y como no podía ser de otra forma, se encontraba otro oriundo de Melrose: Stuart Hogg, que levantó con su grito al finalizar el partido todas las almas que por aquellas tierras escocesas habían luchado en los campos de batalla… y en los de rugby, que al fin y al cabo vienen a ser la misma cosa.

Nombres que componen el cuadro de honor de Melrose en la selección de Escocia: Kelly Brown, Craig Chalmers, Doddie Weir, Bryan Redpath… Todos orgullosos de su lugar de origen, bajo aquella abadía de la cual le hemos dado buena cuenta. Hablando en una ocasión sobre sus tiempos de jugador en el Melrose RFC, Telfer dijo: “Tuve mucha suerte de jugar al rugby en los Borders. Me dio la oportunidad de jugar al más alto nivel. Solía decir que, si jugabas al rugby y eras lo suficientemente bueno en los Borders, podías jugar al rugby en cualquier lugar y recorrer el mundo».

No ha estado mal el viaje, ¿no le parece? Finalizamos aquí nuestra ruta por tierras escocesas, al menos en esta ocasión, proponiéndole que vea en su regreso a casa el Flower of Scotland que cierra este artículo. Cuidado con el nudo en la garganta, que sin duda se le hará, conociendo ya su historia. Esperamos que le haya gustado la visita y que nos vuelva a elegir como guía en su siguiente viaje. Nos despedimos de usted con el típico “Haste ye back!” escocés que significa «¡vuelve pronto!». Eso es lo que dicen los carteles de las carreteras de Escocia, y también el corazón, cuando te marchas de ella.

[Foto de cabecera: (c) GHA Rugby Club – https://gharugby.co.uk/lack-of-composure-sees-win-slip-away/].