Derrotar a los All Blacks neozelandeses en un duelo internacional siempre ha supuesto un objetivo mayor para las selecciones de las home unions. Mientras los ingleses pueden presumir por comparación de su récord de ocho victorias en 42 partidos, Irlanda sólo ha logrado imponerse en dos ocasiones a lo largo de sus 32 enfrentamientos: la primera de ellas, como se sabe, después de más de 110, en ocasión memorable en noviembre de 2016 en Chicago. Gales sumaba, hasta diciembre de 1953, un más que notable expediente con tres triunfos en cuatro enfrentamientos; desde entonces, sin embargo, la sequía ha sido total, con 31 derrotas consecutivas en casi 70 años.

Escocia v Nueva Zelanda, 1964

Esa primera victoria, sin embargo, sigue eludiendo a Escocia después de haber jugado hasta 31 encuentros con los All Blacks. Lo más cerca que estuvieron nunca los del Cardo del triunfo fue en sendos partidos que terminaron en empate.

En enero de 1964, Nueva Zelanda se presentaba en Murrayfield cerca del final de una larga gira por Reino Unido y Francia. Se habían impuesto de manera ajustada a Irlanda en Dublín (5-6), con algo más de holgura a Gales en el Arms Park de Cardiff (0-6), y de forma convincente frente a Inglaterra en Twickenham (0-14). Así que tenían al alcance de su mano el Grand Slam de victorias contra las home nations. Escocia, por su parte, llegaba al partido después de una notable victoria ante Francia (10-0) en la primera jornada del V Naciones, así que se esperaba que fueran capaces de proponer un reñido partido en Edimburgo.

Bajo la capitanía del pilar Wilson Whineray, los All Blacks tenían un equipo sustentado en su temible paquete de delanteros, apoyado además por el formidable pateo a palos de su enorme zaguero de cerca de 110 kilos, Don Clarke. Ken Gray y Dennis Young completaban la primera línea. Colin Meads aparecía en la segunda; y en la tercera se reunían John Graham, Brian Lochore y Kelvin Tremain. Una delantera con peso y dinamismo que no conocían parangón en la época. Aunque sus tres cuartos eran menos llamativos en lo individual, conformaban un grupo muy fuerte en defensa, capaz de producir ocasionales fogonazos de inspiración.

Los escoceses, capitaneados por el también pilar Brian Neill, no tenían planeado introducir ningún cambio en su XV inicial para este segundo encuentro de la temporada, pero los seleccionadores se vieron obligados a reemplazar en el puesto de centro a Brian Henderson, al que relevó Jim Shackleton. En el partido anterior contra Francia acababan de debutar cuatro jugadores, pero tres de ellos llegarían a estar entre los jugadores más notables de su generación en Escocia: el zaguero Stuart Wilson, el segunda línea Peter Brown  y el tercera Jim Telfer. En contrapartida, jugadores como Ian Laughland en el centro, el talonador Norman Bruce y David Rollo como pilar en la primera línea, además del flanker Pringle Fisher, le daban al equipo la calidad esencial para una selección relativamente inexperta.

Aquel encuentro de 1964 entre Escocia y Nueva Zelanda fue el último gran choque internacional que acabó con un empate a cero, pero el marcador no le hace justicia a un encuentro vibrante. Fue un día helador en Edimburgo y el manejo de la pelota se hacía complicado. Más ligero que el de sus oponentes, el pack escocés equilibró la pelea en el juego abierto y, por fortuna para los locales, Don Clarke tuvo un día poco atinado con su pateo a palos. Falló hasta cinco oportunidades, pero ninguno de los dos equipos fue capaz de aprovechar los errores del contrario. El pitido final llegó después de que una incursión de Don Clarke desde el fondo quedase en nada: su patada a seguir cayó en manos de su homólogo al otro lado, Wilson, quien tranquilamente pateó a touch para dar por concluido el choque. Los escoceses le habían arrebatado a Nueva Zelanda su anhelado Grand Slam.

El choque de 1964 fue la última ocasión en que un encuentro internacional de primer nivel finaliza con empate a cero, pero el marcador no le hace justicia a un partido vibrante en el que Escocia negó el ‘Grand Slam’ neozelandés durante su gira por las islas

19 años más tarde, los All Blacks llegaban a Escocia en el otoño de 1983 durante una corta gira de ocho partidos por las Islas. Después de haberse impuesto de manera rotunda a los Lions por 4-0 en verano, un buen número de sus estrellas decidieron no tomar parte en este tour. Desde el empate sin puntos de 1964, ambos equipos se habían encontrado hasta siete veces más. Los escoceses habían estado cerca de su ansiada primera victoria en 1978 y 1981… pero la hazaña seguía siendo esquiva.

Jim Aitken, pilar, era el capitán del equipo escocés, un bloque bien equilibrado, con una delantera dinámica a la que apoyaba una de las mejores parejas de medios de toda la historia del rugby escocés: John Rutherford y Roy Laidlaw.  Hasta ocho jugadores de aquel equipo, entre ellos Jim Calder, John Beattie e Iain Paxton, habían participado el verano anterior con los Lions en la gira por Nueva Zelanda.

En los All Blacks hasta seis jugadores iban a ganarse su primera cap, entre ellos los dos pilares y la pareja de segundas. Por detrás de ellos había mucha más experiencia: Mark Shaw, Murray Mexted y Jock Hobbs conformaban la tercera línea; y entre los tres cuartos aparecía el ala, gran anotador de ensayos y capitán, Stuart Wilson.

El partido arrancó con un intercambio de drops de Rutherford y patadas a palos del nuevo zaguero de los All Blacks, Robbie Deans. Los neozelandeses se adelantaron en el marcador gracias a los ensayos de Jock Hobbs y Bernie Fraser, pero el bravo número 15 escocés, Peter Dods, pasó tres golpes de castigo antes del descanso para mantener a Escocia en el partido. A la vuelta del intermedio, Fraser sumó una nueva marca tras ganar una patada a seguir y estiró el tanteador, pero de nuevo Dods sostuvo a Escocia con otros dos golpes de castigo. A siete minutos del final, Deans sumó una nueva patada a palos para los All Blacks, que llegaron al tramo final del encuentro con cuatro puntos de ventaja.

Tres minutos después, el centro de Watsonians David Johnston recibió la pelota en el medio campo y cruzó una astuta patada a su derecha para que la persiguiera el ala Jim Pollock, que batió a Deans en una electrizante carrera para posar la pelota en la esquina. Esa marca ponía el marcador en empate a 25, con la oportunidad de que Dods pateara adentro la conversión desde la esquina y dejara a Escocia a punto para su primer triunfo. Pero Dods erró a los palos por poco y Nueva Zelanda malgastó su última oportunidad cuando el árbitro le negó un golpe de castigo a distancia asequible, por culpa de un puñetazo del fogoso Bernie Fraser, advertido por el juez de touch. 

A continuación, el silbato decretó el final del partido: un 25-25 que, a día de hoy, sigue siendo el empate con tanteador más alto del rugby internacional de primer nivel.

Ese mismo año 1984, Escocia ganaría un histórico segundo Grand Slam en el V Naciones. Y los All Blacks, que perderían una semana después contra Inglaterra, recompondrían en los años siguientes su equipo para acabar levantando la primera Copa del Mundo en 1987. Escocia sigue a día de hoy sin ser capaz de imponerse a Nueva Zelanda, de modo que aquellos dos empates permanecen como preciados recuerdos en la historia del rugby escocés.

Fuentes:

  • A Century of the All Blacks in Britain and Ireland – Fox, Bogle & Hoskins (Tempus Publishing 2006)
  • The History of Scottish Rugby – Sandy Thorburn (Johnston & Bacon 1980)
  • Men in Black (Commem 20th Century Edition) – Chester, Palenski & McMillan (Hodder Moa Beckett 2000)
  • Scottish Rugby Game by Game – Kenneth R Bogle (Luath Press Limited 2013)
  • Periódicos: Glasgow Herald – Scotsman – Sportsman – Times

 

Sobre el autor – Músico profesional y comisario artístico, Richard Steele ha sido un enamorado del deporte toda su vida. Forma parte del comité del World Rugby Museum de Twickenham desde 2005 y colabora en su blog, From the vaults, así como en diferentes publicaciones dedicadas a la historia del rugby en la red social Facebook.

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