
El 29 de agosto de 1895, 22 clubes de rugby se reunieron en el George Hotel de Huddersfield para debatir su salida de la Rugby Football Union (RFU), encuentro que poco después derivaría en la creación de una nueva Northern Union. En principio, el deporte que iban a administrar sería idéntico en todos los aspectos al que jugaban en la RFU, con la única salvedad de que sus jugadores recibirían una compensación monetaria por el tiempo de trabajo que se perdiesen mientras competían por su club, condado y país. Con el tiempo, la Northern Union acabó por alterar las reglas, redujo el número de jugadores por equipo y dio lugar a lo que hoy día conocemos como rugby league.
Al mismo tiempo que se producía este acto de separatismo en el norte, otro grupo de caballeros se reunía en la ciudad de Rugby. Y la Old Rugbeian Society, un grupo informal compuesto por antiguos alumnos de la Rugby School, anunció su intención de dirigir una investigación independiente sobre los orígenes de este deporte.
La pista principal de la que disponía la sociedad era un relato publicado sobre uno de los alumnos, un tal William Webb Ellis, que en 1823 y desafiando las convenciones del juego cogió la pelota y echó a correr con ella entre las manos.
La carta, o más bien las dos cartas, en las que se narraba esta anécdota habían ocupado un lugar prominente en The Meteor, la revista que publicaban los antiguos alumnos, en 1876 y 1880. Ambas estaban firmadas por Mathew Bloxam, un antiguo alumno y respetable anticuario local.
No obstante, había un par de problemas con el relato de Bloxam sobre Webb Ellis. Primero: no había sido testigo de primera mano. En sus memorias menciona que una tercera persona, no identificada, le había contado la anécdota. A partir de esos indicios, la sociedad avanzó en su investigación, con la esperanza de dar con dicha persona.
Buscaron hasta debajo de las piedras. Contactaron con una docena o más de ex alumnos. Y varios de ellos comenzaron a su vez a cartearse entre sí en un esfuerzo conjunto por llegar hasta el fondo de la historia.
Alguno de los remitentes recordaba a Webb Ellis, y uno de ellos sí lo describía como alguien que “tendía a aprovecharse de las normas del futbol”. Sin embargo, nadie se acordaba del ya famoso incidente de 1823, o ni siquiera de que se hubiera hablado de ello en el colegio.
Muchos ex alumnos de la Rugby School recordaban a Webb Ellis como alguien «que tendía a aprovecharse de las normas del fúbol». Sin embargo, nadie tenía memoria del famoso incidente de 1823 que supuestamente dio origen al juego o siquiera de que se hubiera hablado de ello en el colegio
Lo que resultaba más problemático era el meridiano consenso entre todos los consultados en que correr con el balón entre las manos había sido ilegal durante los años 20 y gran parte de los 30 del siglo XIX, antes incluso de que los estudiantes establecieran las primeras reglas del juego, primero en 1841 y más tarde en 1845, ya por escrito.
Sabiendo esto, resulta cuando menos sorprendente que cuando la ORS finalmente publicó sus conclusiones en 1897 aceptara que “correr con el balón entre las manos” fuera “con toda probabilidad” una consecuencia de aquella acción del señor Webb Ellis en 1823.
Aun así, esta declaración se dio por veraz y el colegio erigió una placa conmemorando a William Webb Ellis y su «elegante menosprecio de las reglas del fútbol». Tal vez inevitablemente, las discrepancias que se encontraron durante la investigación llevaron a muchos a plantearse dudas. Así, la teoría de Webb Ellis pasó a convertirse en el mito de Webb Ellis.
Intuyendo una conspiración, algunos historiadores excavaron hasta encontrar un vínculo entre la investigación de la sociedad y el otro gran acontecimiento de 1895, previamente mencionado: el cisma que llevó a la fundación de la Northern Union. Para entender esta relación necesitamos imaginarnos las consecuencias inmediatas de la separación entre códigos.
Inicialmente la RFU temió no sobrevivir a la ruptura, ya que el nuevo organismo la haría obsoleta rápidamente. Todavía en 1907 el entonces secretario de la RFU George Rowland Hill declaraba estar preocupado por la desaparición de la misma si los clubes del centro de Inglaterra la abandonaban en masa. Con estos datos, parece lógico asumir que la intención de la ORS fue fortalecer el vínculo entre el deporte del rugby y el colegio del mismo nombre como medio de identificar el rugby como EL deporte para caballeros.
Recientemente el debate se ha cristalizado en dos cuestiones que a menudo se confunden entre sí. ¿De verdad existió un tal Webb Ellis que recogió un balón y corrió con él en las manos? Y si ocurrió así, ¿fue ese episodio lo que en verdad dio origen al juego del rugby?
La RFU temió durante mucho tiempo no sobrevivir a la ruptura provocada por la Northern Union que dio lugar al ‘rugby league’… y tal vez por eso apoyaron ‘el mito de Webb Ellis’ como medio para identificar el ‘rugby union’ como EL deporte para caballeros
Vayamos por partes: a pesar de ser un completo desconocido, la buena reputación del señor Bloxam se usa como prueba fehaciente. Bloxam escribió sobre las acciones de Webb Ellis en 1876 y de nuevo en 1880. En aquella época el rugby era un reducto de las clases altas y no había ninguna razón evidente por la que el señor Bloxam, o cualquier otro, inventara un rumor como éste.
Si seguimos analizando estas dos preguntas, nos encontramos con que la primera no tiene la relevancia que pensamos: si bien en 1895 ya existían dos códigos tipificados de normas en lo que entonces aún era fútbol -una en la que se pateaba el balón, otra en la que se corría con él en la mano-, este no era el caso en 1823.
En aquella época, lo que entonces se conocía como fútbol era un batiburrillo de usos y costumbres que cohabitaban por todo Reino Unido. Es fácil imaginar que Webb Ellis inventó un nuevo deporte con el simple hecho de coger un balón en un partido de fútbol pero, teniendo en cuenta que las reglas como tales ni siquiera quedaron establecidas hasta 1863, algo así resulta imposible.
Para entender de forma más clara es necesario replantearnos el contenido de las cartas originales que forman parte del estudio de la ORS (1895-97). En ellas podemos ver que hay un consenso casi unánime: coger el balón con la mano era ilegal en toda la década de 1820 y siguió siéndolo durante los diez años siguientes. Sin embargo, muchos remitentes recordaban que se hacía con frecuencia.
Uno de los alumnos más famosos del colegio, Thomas Hughes -autor de Tom Brown’s Schooldays- recordaba incluso a un tal Jim Mackie como uno de los mejores “corredores” en el curso de 1838-39. Otros participantes también evocaban la ferocidad de los equipos contrarios ante estas carreras con el balón en las manos. De hecho, Hughes llegaba a la exageración al decir que si alguien hubiese matado en plena carrera a alguno de estos corredores, probablemente se habría alcanzado un veredicto de homicidio justificado.
Por ingeniosos que puedan ser estos comentarios también contienen una verdad importante. En el colegio de Rugby no había árbitros, como tampoco los hubo en las categorías adultas hasta 1875. Eran los propios muchachos quienes se encargaban de administrar justicia y asegurarse de que el partido se desarrollaba de acuerdo a las reglas. Así, si Webb Ellis o Mackie quebraban el reglamento, era por su cuenta y riesgo, a sabiendas de que sus oponentes estarían facultados para frenarlos de cualquier manera posible.
Como cualquier rugbier moderno sabe, la mejor forma de parar a un hombre es placarlo. En principio esto no estaba permitido, pero cualquier cosa valía para lograr que se cumplieran las normas, sobre todo en el caso de alguien que ya había cometido una infracción. ¿Y si esta forma de equilibrar el juego -derribar como fuera a alguien que corriese con la pelota- fue evolucionando hasta dar forma a las que han acabado siendo las características principales y distintivas del rugby? Si fuera así, el comienzo de nuestro deporte se debería a que aquellos alumnos decidieron que disfrutaban más con esta nueva forma de jugar que con la más tradicional y la aceptaron.
Como añadido al comentario de Hughes, Henry H.Gibbs Lord Aldenham contribuyó a la investigación con estas notas: “Cualquier acción de coger el balón y echar a correr desencadenaba en el contrario una reacción doble, consistente en correr y derribar de un hachazo, usando al primero como ‘hostem humani generis’; si el corredor conseguía escapar, ahí se acababa el asunto”.
Este comentario, junto con los de Hughes, describe la potencia física desatada que requiere el intento de frenar a un jugador en plena carrera con el balón. No es sorprendente que se convirtiera en el método favorito para hacer cumplir las reglas del juego. Sin embargo, Gibbs también subraya que, si el corredor conseguía escaparse, “ahí se acababa el asunto”, lo que implicaría que el partido continuaba como si la infracción inicial no se hubiera cometido.

Estudiantes de Rugby.
Así, a través de esa breve nota podemos entrever la transición del placaje, que pasó de acto de castigo a jugada reconocida, lo que debió ocurrir en algún momento alrededor de 1841. Para principios de la década de los 40 estaba ya asumido que los jugadores contrarios intentarían placar al portador del balón, lo que había pasado de hecho a convertirse en una jugada más del rugby.
Si esto es así, entonces tal vez sea cierto que fueron chicos como William Webb Ellis y Jim Mackies los que inventaron el rugby; pero no con un acto único de innovación creativa, sino haciendo evolucionar el rugby desde un código al otro.
[Phil McGowan es Curador del World Rugby Museum de Twickenham y del blog del mismo, From the Vaults, en la web del museo.
Puedes seguir al autor en Twitter en el siguiente perfil: @_philmcgowan. Así como la cuenta del World Rugby Museum en @wrugbymuseum].