
Con este porte decidido que muestra la imagen se presenta ante el respetable Henri Amand, el primer capitán que tuvo la selección francesa de rugby. Nacido en París en 1871, desde muy joven destacó por su velocidad, y en los entrenamientos llamaba la atención cuando recorría raudo los muelles del Sena. Por este motivo le fichó el Stade Français en 1890 y allí se quedaría 20 años… aunque ese insignificante detalle no le fue comunicado en el momento de la rúbrica, claro. Con el Stade llegó a ser seis veces campeón de Francia y jugó otras cinco finales.
Junto con el Racing Club de France, ambos clubes conformaban la sección de rugby de la USFSA (Federación Multideporte Francesa), que aglutinaba deportes tan variados como el atletismo, la natación y la esgrima. En 1892 la USFSA organizó el primer campeonato francés de rugby y en él se midieron los dos rivales parisinos.
El día escogido fue el 20 de marzo. Frente a Henri Amand, nada menos que Frantz Reichel, que en los Juegos Olímpicos de 1896 en Atenas formaría parte de la selección de atletismo francesa; y en los siguientes, de la de rugby. Reichel, además, se convertiría después en periodista y años más tarde acabaría fundando L’Association Internationale de la Presse Sportive (AIPS). Hasta tiene un monumento en la capital francesa. Seguir este hilo supondría comenzar otro apetitoso artículo, así que no nos desviemos y volvamos al partido: ambos prohombres se encontraron cuando Reichel placó memorablemente a Amand. Y el partido ingresó en la leyenda del rugby francés con la victoria del Racing por 4 a 3.
Durante los años posteriores hubo más encuentros entre ambos contendientes. Y hasta hicieron una gira conjunta bajo pabellón francés por Reino Unido, en un combinado al que se sumaron jugadores del Olympique (fundado por los disidentes del Racing). El encuentro en el Myreside de Edimburgo en 1893 fue considerado ya como internacional. Allí Amand descubrió las botas con tacos, el whisky y, lo más importante, los terceros tiempos.
Por su pequeño tamaño (no llegaba al 1,65m), su rapidez y su astucia, Amand ocupó primero el puesto de ala y después el de medio de apertura, una posición que había ido tomando progresiva importancia en el juego de aquellos años como bisagra en el campo. A la par que se dedicaba a jugar, estudió ingeniería, especializándose en el diseño de sistemas de calefacción. Y como hobby, y gracias a su potente chorro de voz y a su amor por la ópera, se convirtió en un excelente barítono. De ahí viene su apodo: fue bautizado como Capitán Barbudo porque desde el Día de todos los Santos hasta el Domingo de Resurrección se dejaba crecer una prominente barba que protegía su instrumento vocal del frío invierno francés. No abandonó tan sana costumbre hasta cumplir los 50 años.

Amand, segundo por la derecha en la fila central, con el escudo de los aros bicolor de la selección USFSA.
Amand es reconocido de manera oficial como el primer internacional que tuvo Francia: el azar en el reparto postal quiso que fuera el primero en recibir la tarjeta de convocatoria y así quedó. Entre 1893 y 1900 disputó varios encuentros internacionales, pero el primero con carácter oficial no llegaría hasta 1906, contra los All Blacks. Para entonces tenía 33 años y fue nombrado capitán. El primer capitán de la historia de Francia.
En las imágenes de aquel choque, Amand luce sonriente en su camiseta el escudo con dos aros olímpicos que representaba a la Federación Multideporte Francesa (USFSA). Recordemos que defendían su escudo varias disciplinas deportivas: por eso se diseñó un emblema conformado por dos aros unidos entre sí, uno de color azul y otro rojo, que junto con el blanco de las camisetas representaban con orgullo los colores de la bandera francesa. Al Barón de Coubertin le serviría de inspiración para, algunos años más tarde, crear los mundialmente conocidos aros olímpicos.
Amand y Reichel defendieron la camiseta con los aros bicolor en aquel memorable partido contra Nueva Zelanda, en el Parque de los Príncipes, el primer día del año 1906. Y lo hicieron con muy poca fortuna, como predecía un artículo del diario Le Figaro del 31 de diciembre de 1905: “Este partido, en el que nuestra gente no tiene ninguna posibilidad de ganar, es un gran evento para todos los círculos deportivos”. El equipo francés -que aún no era el XV del Gallo porque el ave no aparecería en el escudo hasta 1913-, perdió por 30 puntos contra los imparables neozelandeses, los protohombres del rugby hasta nuestros días.
Amand puso fin a su carrera deportiva uniéndose a la comisión de rugby de la USFSA y arbitrando. Otro periódico francés, el L’Écho des Sports, le definió en una crónica como un árbitro que “corría demasiado rápido para los jugadores, que tenían dificultades para seguirlo”. Sobre el campo, Amand seguía siendo absolutamente imparable.
Su último partido como jugador había tenido lugar en Champagne, en 1915 y bajo una lluvia de proyectiles. En plena Primera Guerra Mundial, la ciudad se encontraba invadida por el ejército alemán y las tropas francesas atacaban con la intención de recuperarla. Fueron varios días de intensos bombardeos franceses y de contraofensivas alemanas desde tierra. El mismo Amand contaba para la revista Cahiers de L’Equipe, en una entrevista en 1962, que el partido tuvo que ser interrumpido enseguida, ya que “los alemanes enviaron un cohete por el suelo y nadie quería quedarse más tiempo”. Sus razones tendrían…
Pero si todo esto no compusiera todavía un un currículum suficiente, hay que añadir que nuestro querido barbudo, además de ser rugbier primigenio, atleta, barítono e ingeniero, fue nieto de Henri Garcet. Tal vez el nombre a secas no diga mucho. Pero si añadimos que Garcet fue un reconocido matemático francés y caballero de la Legión de Honor en 1963, la cosa va cambiando. Pero, además, Garcet tuvo otro pariente aún más célebre: era primo hermano de Julio Verne. De hecho auxilió al escritor en los aspectos científicos de sus novelas De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna, encargándose de realizar los cálculos matemáticos que darían verosimilitud al desarrollo de la trama. Tan precisos fueron que, gracias a ellos, la ubicación en la que Verne situó en su novela el lanzamiento de su nave Columbia dista solamente 200 kms. de donde se encuentra situada la actual Cabo Cañaveral.
La relación entre ambos primos debió ser más que cercana. En la fotografía de arriba, Julio saluda en el centro de la imagen y Henri abuelo aparece a la derecha; ambos lucen unidos y sonrientes en una de las numerosas reuniones familiares que se producían en la casa de la familia en Provins, la ciudad Patrimonio de la Humanidad que es famosa, entre otras cosas, por la fabricación de mermeladas y dulces hechos a base de rosas comestibles. Los temas de conversación de aquellas tardes de verano en aquella casa, sin lugar a dudas, debieron de ser mucho más que apasionantes.
Julio Verne publicó un total de 20 cuentos sobre aventuras y viajes fantásticos, además de sus 54 novelas. Quizá con alguno de esos relatos se iba a la cama de niño Henri Amand, mucho antes de convertirse en nuestro Capitaine à barbe. Desde luego, el talento le venía de familia. Será una de las estrellas de la selección francesa por siempre. Una de esas que los personajes de Verne debían de mirar desde el Columbia, camino de la Luna.