Esta debería ser una crónica en blanco y negro. Por su época, los 50. Guerra Fría. Intercambios en madrugadas brumosas. Acaso en blanco, negro y rojo. El rojo comunista, pero no solamente. El rojo del dragón galés, también. De una especie de ellos, muy significativa. La de Llanelli y con la imponente mole de la Universidad Lomonósov, en la distancia, marco colosal a la hache del fondo norte de un campo auxiliar del Estadio Central Lenin.

Hoy el revolucionario casi ha desaparecido de la nomenclatura, pero en 1957 los sacerdotes del embalsamado exigían su presencia por doquier. Al fin y al cabo sólo habían pasado 40 años desde sus días. Los días que conmocionaron al mundo, al decir del afín John Reed. Que se prolongaron en una espiral enloquecida de revolución, guerra civil, purgas, hambrunas, gran guerra patria, más purgas y la muerte del padrecito georgiano que tiene que ver, también, con nuestras cosas.

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili había muerto en 1953, sin mover un dedo por el rugby de su lejana patria caucasiana. Algo menor que tiene, irremediablemente, en su debe. Claro que empleó su tiempo en otras cosas: conspirar para suceder a Vladimir Ilich, ganar las dos guerras y purgar, purgar mucho, así que el lelo y su parentesco con el rugby no tenían cabida en la agenda. Además, algún meritorio (los meritorios en el Kremlin tenían que estar muy atentos para no disfrutar de las ventajas del artículo 28 del Código Penal de la URSS, sobre todo sin derecho a correspondencia) había logrado proscribir el rugby, por colusión con la línea del Partido. Contra los valores del proletariado internacional, vaya. Aquello se aprobó a mano alzada y con la mayoría aplastante al uso en ese tipo de organizaciones. Recuerden lo de las vacaciones pagadas sin derecho de correspondencia.

Pero el Padrecito Stalin ya no estaba entre nosotros en 1957. Su sucesor, Nikita Jruschov, implacable ortodoxo disfrazado de histrión y fiero comisario destacado en la defensa de Stalingrado, quería romper con la paranoia del viejo georgiano. En plena Guerra Fría, sin abandonar sus objetivos estratégicos –los mismos, por cierto, que los de Pedros o Alejandros Romanov- quería seducir. Durante ese año se le presentó una ocasión de hacerlo. Además otros meritorios habían intuido que el viento soplaba en distinta dirección. Nos topamos, entonces, con alguno más espabilado que bucea entre legajos, actas de congresos y escritos de aquellos desgraciados clientes del Club de Vacaciones Siberiano. Y encuentra los papeles de Anatoli Vasílievich Lunacharski.

Al meritorio le encargaron completar el programa de la cita deportiva, que se celebraba por primera vez en Moscú, y pensó en el rugby aunque checos, húngaros, alemanes, rumanos y polacos no habían incluido la modalidad oval en las ediciones previas

¡Lunacharski! Nada menos. Comisario de Educación del Narkompros. Lunacharski, viejo revolucionario que coqueteó con los mencheviques pero que hizo votos de lealtad y tuvo a bien morirse en Menton, en la Costa Azul, cuando iba camino de España a tomar posesión de la embajada soviética en Madrid. Qué oportuno. En 1933. Los hay con suerte. Se evitó las purgas y además se murió y estuvo uno años enterrado en el mismo cementerio que al apócrifo inventor de lo nuestro: W.W. Ellis.

El meritorio, al que le han encargado que complete el programa de un jolgorio que el Comité Central quiere organizar en la Madrecita Rusia por vez primera, se desespera porque quiere estar al nivel. Así que se emplea a fondo y es diligente por lo que le va en ello, no como esos desviacionistas de koljós, que mienten y haraganean. Estas son las notas que recuperamos de ese oscuro funcionario, mucho más jugosas que el plano informe oficial.

Los equipos participantes desfilan en la presentación de un encuentro.

“2 de abril, 1957: Descubro que Lunacharski habló bien del rugby y que los camaradas checos, húngaros, alemanes (¡democráticos!), rumanos y polacos no habían incluido la modalidad oval entre los deportes de las ediciones previas del evento. Me armo de valor, pues el mundo es de los audaces. Quizá salga bien la cosa y me den esa plaza en Rostov que tanto anhelo. El viento sopla a favor y lo de las haches y el oval quizás ya no sea burgués. ¡Si la Ojrana zarista lo prohibió en 1886 por “incitar a los tumultos y a la revolución”! En sus archivos hay, en la lista de indeseables, una ficha de un tal Hopper (ciudadano británico, escocés para más señas, del que no consta el nombre propio en los amarillos papeles), acusado de promoverlo en Moscú. Así que Lunacharski debía de tener razón, por más que hubiera un Príncipe Obolensky, enemigo del pueblo y lacayo imperialista, que destacara en la modalidad al servicio de los capitalistas. Alegaré que en 1934 ya hubo un campeonato soviético (Dymano, Club de Navíos del Volga y Sociedad de Educación Física de los Trabajadores) bendecido por el partido en Moscú y tutelado por el camarada Mijail Kozlov. Este deporte se ha de poder rehabilitar, pues en 1928 estuvo presente durante la gloriosa Espartaquiada. Y los delegados del VI Congreso del Partido algo hubieran dicho si hubiera chocado con el pensamiento del camarada Stalin. Claro que, bien pensado, casi ninguno de ellos lo fue en el VII Congreso.

Pero no, no hay que tener más miedo del normal. Y Rostov es una plaza apetecible. El rugby debe estar en la próxima edición  de los Juegos Mundiales de Estudiantes y Juventud. No en vano Lunacharski dejó dicho que un partido de rugby “es una batalla entre caballeros que estimula el coraje y debe ser promovido”. Sí, en el ocre legajo pone “caballeros”. Sin duda, un lapsus desviacionista. Habrá que transcribir “camaradas” en el informe oficial. Además, el buen Anatoli Vasílievich acaba de ser rehabilitado, jugaba al ajedrez con el mismísmio Vladimir Ilich y del Prolekult ya no habla nadie.

Por otro lado, es una cuestión de economía popular. Para eso se ha levantado, pocos meses atrás, batiendo una marca temporal de esas que nos ponen por delante de los capitalistas y sin estar previsto en el Plan Quinquenal, el complejo del Estadio Central Lenin (y espero que andando el tiempo no lo llamen Olímpico Luzhnikí), precisamente para celebrar el VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

«Lunacharski dejó dicho que un partido de rugby “es una batalla entre caballeros que estimula el coraje y debe ser promovido”. Sí, pone “caballeros”. Un lapsus desviacionista. Habrá que transcribir “camaradas” en el informe oficial»

12 de mayo, 1957: El camarada Kukhusin, adjunto al camarada Presidente del Comité de Cultura Física, me comunica que se rehabilita el deporte del rugby y que se ha aprobado su inclusión en el programa de actividades del festival. Insiste que será muy interesante que derrotemos a las naciones capitalistas. El camarada Kukhusin, que es bizco y nieto de un kulak, es especialmente celoso de la ortodoxia, pero no sabe que no contamos aún con equipo nacional ni competición, después de la prohibición de 1949 “por burgués y cosmopolita”. Su admirable sentido de la obediencia le ha privado de imaginación y no se le ocurre a él solo. Como yo soy mediterráneo de Crimea tengo más recursos. Hablaré con un agregado militar caído en desgracia que estuvo destinado en París de quien dicen que conoce gente que conoce a otros que pueden darnos pistas.

15 de mayo, 1957: El camarada coronel Tupolev estaba borracho y muy hablador. Dice que conoció en Francia a gente que practicaba ese deporte, y que seguro que por medio del camarada Marchais, de la sección de Sur del Sena del PCF, podré entrar en contacto con algún club.

18 de mayo, 1957: El camarada Marchais no sabe nada de rugby. El camarada Marchais sabe de motores Messerschmitt, que para eso fue voluntario en Alemania durante la guerra. Dice, sin embargo, que es deporte rural (¡así que es campesino, no burgués; qué equivocados estábamos!) que se juega en el sur del país. El camarada francés me proporciona unos teléfonos de un lugar llamado Brive. La llamada no puede ser más productiva. Se muestran entusiasmados. Hablarán con alguien de París para no sé qué permisos y enviarán un equipo. Me facilita, además, la labor de encontrar invitados británicos. Llamo al camarada Ortrenko, de la embajada en Londres y le pido que me remita un informe preliminar. Lo recibo sobre unas asociaciones deportivas llamadas los Arlequines, los Sarracenos y los Watsonianos. No me gustan los nombres, los primeros parecen feriantes, los segundos ofenderán a algunas de nuestras nacionalidades, aún atadas a creencias atávicas, y los últimos suenan muy, muy burgueses y a Baker Street, aunque me cuenta que son escoceses. Qué lío. El camarada Ortrenko no me da buenas referencias. No parecen gente que vaya a gustar en el Comité. Pero me abre una puerta a la esperanza. Hay un lugar de humeantes factorías metalúrgicas y pozos mineros, al oeste del país, donde parece que hay gran afición a este deporte. Promete llamar y darme noticias.

Una touche con los galeses de protagonistas.

30 de mayo, 1957: Vamos mal de tiempo, pero he recibido noticias del camarada agregado de cultura. En el País de Gales hay clubes que se ajustan al perfil necesario. No desentonarán con los camaradas rumanos y checos, ni con los campesinos franceses. Lo que no sé es si son jóvenes ni estudiantes, pero si el Partido lo dice, lo serán. Me recomienda a los de un pueblo llamado Llanelli. Hay que hablarles de inmediato.

4 de junio, 1957: Se nota que son obreros de verdad. Si nos hacemos cargo de los gastos y de la organización del desplazamiento, vendrán gustosos. Lo comunico a Kukhusin, que no ha tenido problemas con los checos y rumanos. Claro que ellos no pueden declinar la invitación. A Kukhusin siempre le encargan tareas fáciles.

26 de junio, 1957: Ya está todo organizado. Vendrán árbitros franceses, alemanes y rumanos. Un equipo bohemio, de Praga, en representación de Checoslovaquia y por Rumanía casi todos los integrantes del Grivita Rosie, con algún refuerzo del Dinamo de Bucharest. Los franceses nos envían trabajadores y campesinos (se nota la mano de los camaradas que tanto ayudaron en Occidente desde que se lo ordenamos en 1941): un equipo sindical de la Confédération Générale du Travail. Están bien organizados, porque viajarán por su cuenta, mientras que a los galeses hay que preparárselo todo desde que salgan de su isla.

16 de julio, 1957: Acaba de terminar el proceso de selección de intérpretes y guías, que recibirán a los franceses en Moscú y a los galeses en Berlín Oriental. Estos viajan desde Ostende, por ferrocarril y en Berlín tomarán un tren militar hasta la estación Belorussky, en Tverskaya Zastava 7. Las 20 horas de viaje, rodeados de entusiastas soldados del Ejército Rojo, servirán para hacer las fichas correspondientes y prestar atención a algún sujeto potencialmente peligroso.

18 de julio, 1957: Los franceses comunican que llegarán por vía aérea a Vnúkovo tres días antes de la competición. Los galeses han llegado hoy a Berlín y están ya en sus vagones. No sé si el pan negro y las salchichas de ración de la 72ª Brigada de Ingenieros serán de su agrado. Aunque obreros, están acomodados a los lujos capitalistas.

Carwyn James, en una imagen con la camiseta de Gales.

19 de julio, 1957: Cable desde Varsovia de la camarada Osipova, intérprete. Sospecha de uno de los integrantes de la expedición galesa. Un tipo menudo y reflexivo que atiende por el nombre de Carwyn James. Cree que entiende el ruso. Cuidado. Por lo demás, parecen joviales y entonan canciones en amigable camaradería con la tropa de la brigada. La camarada guía Afanasieva cree, por el contrario, que son una partida alegre y divertida. Y cuyo trato es mucho más cortés que el de los soldados, sobre todo los uzbekos, de la brigada. Hay que poner a la camarada Afanasieva bajo vigilancia.

20 de julio, 1957: La expedición galesa ha llegado. No he recibido más informes de la camarada Osipova. Es importante saber si alguien habla ruso. Hoy pernoctarán en dormitorios comunales de la Universidad Estatal y mañana, antes de llevarles a las instalaciones deportivas, el plan habitual. Plaza Roja y Almacenes GUM, para que comprueben que la economía socialista es austera pero suficiente. No hay noticias de los franceses, espero que lleguen. De verdad lo espero.

22 de julio, 1957: Se comportan debidamente, aunque piden insistentemente cervezas, que no hay, en la residencia universitaria. Han tenido un pequeño incidente con unos compatriotas, informa la camarada Afanasieva. Nada serio. Al parecer se han reído del equipo de remeros ingleses porque ayer zozobraron y se hundió su embarcación. Parece que los ingleses y los galeses son algo así como rusos y ucranianos. Eso sí, el camarada Strelnikov, adscrito a la residencia, asegura que un tal Geraint Stephens, “talonador” dice que es el nombre técnico de su posición, ha confundido el caviar con mermelada de moras. Con cierto desdén los remeros le han llamado Mr. Blackberry Jam Man. Sus compatriotas han celebrado mucho la ocurrencia.

Ordené que en el Mausoleo aceleraran la visita. No quería problemas pues aún no estoy seguro de la expedición. Aunque hay guardias armados nunca se sabe con los británicos. Puede haber un saboteador entre ellos y la momia de Lenin es frágil. La de Stalin es tan robusta como lo era él. Resistiría una bomba atómica.

Afortunadamente todo ha ido bien. En los almacenes GUM solamente compran osos de peluche. Algunos manifiestan que faltan productos. Debe de ser propaganda para que la escuchen nuestras intérpretes. Un dependiente, el camarada voluntario del Komsomol Ishimov, aviva nuestras sospechas. Ese tal James daba muchas explicaciones a un grupo de los suyos sin recurrir a Osipova ni Afanasieva. Ya es casi seguro que habla ruso. Hay que saber por qué.


23 de julio, 1957: Los franceses del equipo de la CGT han llegado con un día de antelación. Avisaron al Comité de relaciones intersindicales y estos enviaron su propia delegación de bienvenida. Kukhisin se lo tomará a mal. Es nuestra competencia. Como son franceses y comunistas los alojarán en dependencias del Partido, especiales para huéspedes extranjeros. Allí tendrán mejor supervisión. Los galeses han entrenado por primera vez, pues en pocos días jugarán su partido frente a los checos. Las instalaciones han sido de su agrado. No tanto que haya un árbitro alemán. No saben que el camarada Grüber se formó bajo la tutela del camarada Thiesles, quien ya fuera internacional con su país en 1934. Será porque en 1938 ganaron a su selección en Frankfurt del Meno por lo que no les gusta. Estos informes me los facilita Kukhusin. Espero que sean correctos.

24 de julio, 1957: Catástrofe. Los franceses nos han engañado. O nos engañan los demás. Los rumanos han dado la voz de alarma y es que casi todos hablan buen francés. Era una costumbre de la vieja sociedad rumana. Ahora aprenden ruso. Pero me desvío. El camarada Thaunescu, enlace de la Securitate, asegura que los componentes de la expedición, reconocidos en la recepción oficial, son afamados jugadores tales que Jean Prat, Amédée Domenech, Robert Vigier, Michel Vannier, Henri Domec o Jean Dupuy. Que muchos no son del sindicato y puede que ni comunistas. Y con esos no quieren jugar los rumanos. A los rumanos les da igual que no sean comunistas (habrá que informar), lo que les preocupa es que juegan una competición que llaman en Occidente Torneo de las V Naciones.

No sé cómo se han enterado los galeses (ese James, seguro), pero dicen que tampoco. Que los franceses son una selección y que ellos no vienen en tal calidad. Un desastre, si no fuera porque el camarada Jiri Hascêk convence a los checos para jugar con ellos fuera de competición. Imagino las quejas del enredador Marchais y mi destino en Rostov en el aire.

El trofeo puesto en juego en el singular torneo de 1957.

27 de julio, 1957: Fuera de torneo han jugado hoy franceses y checoslovacos. Ganaron los primeros 36 a 18. Vi el partido. Es apasionante el juego, aunque entiendo poco. Me pareció que los galos no se esforzaban, que no querían humillar a sus rivales. Camaradería. Gran celebración después, con cánticos y mucha cerveza. Los checos se quejan de la calidad de nuestra Leningradsky Pivo. Sibaritas.

28 de julio, 1957: Por fin. El torneo oficial comienza. Y comienza mal. Rumanos y galeses empatan: 6-6. Pero el partido estuvo suspendido. El árbitro, francés (no han hecho más que darnos problemas), deja el campo y se retira a vestuarios durante 15 minutos, mientras los 30 jugadores se pelean como en Borodino. Cuando advierten que no hay juez, y ven entrar en el campo de juego a la Milicia, cesan. Alguien convence al árbitro para que regrese y se reanude el partido. Así sucede, pero el marcador no se mueve. Me llamaron la atención dos jugadores. Uno, el capitán galés, grande y fuerte como un gastador de una división de la Guardia, R.H. le llaman, iniciales que responden al nombre de Rhys Haydn, de apellido Willians. Un tipo recio que me cuentan ha sido internacional con su país y con la selección que aúna a las cuatro nacionalidades de sus islas. El segundo un jugador menudo y avispado que en realidad dirigió el juego de principio a fin, ese Carwyn James que definitivamente habla ruso: contestó a alguien que le increpaba desde el público, muy educadamente, por cierto. Al árbitro francés le habló en su idioma también, pues comprendí perfectamente como protestaba por la marca de una dentadura en su muslo, que declaraba no proceder de una mandíbula galesa. Un políglota. ¿Será un espía?

30 de julio, 1957: Los checos pierden de nuevo. 35 a 9 ante los galeses. No hubo duda, desde el principio. Más grandes y más agresivos los británicos. Nueva celebración, después del partido, que comienza sin salir del terreno de juego, cuando los perdedores aplauden a los ganadores. Me gusta, aunque los checos reclaman cerveza de su país, que aquí no tenemos. Creo que en la cantina de la Lubianka la vi servir a un oficial de alta graduación. De pasada, que allí no se va a beber, sino a declarar para salvarse o perderse. Yo me salvé.

2 de agosto, 1957: Los centro europeos caen derrotados de nuevo. 12 a 11, frente a los rumanos. Una pena, tanto esfuerzo y tan igualados. Ya no piden cerveza. Hay noticia de los galeses. Han hablado con la delegación rumana y ambas piden de común acuerdo repetir el partido y así, además, buscar un desempate para proclamar un ganador del torneo. No sé qué dirá Kukhusin.

Los rumanos celebran su victoria con el trofeo.

6 de agosto, 1957: Todo fue bien. A Kukhusin le importa poco el ganador no habiendo contendiente soviético y un partido más ayuda en la estadística. Dice que empujará para valorar mi solicitud de traslado. Así que volvieron a jugar galeses y rumanos. Ganaron los camaradas del Mar Negro. 6 a 3. Otra vez partido muy duro, pero se impuso el rigor socialista. Les faltó la conciencia de clase de los rumanos, como bien les amonestaba el colegiado alemán cuando decidió la expulsión de un galés. O cuando anuló un drop a su número 10. Otro triunfo del deporte socialista. Tienen futuro estos rumanos en la disciplina, me decía el viejo Thiesles. Espero que el torneo ayude a promover este deporte por toda la URSS. Nuestros Dynamos y Spartaks seguro que podrán recuperar las secciones que ya tuvieron.

17 de agosto, 1957: La pesadilla ha terminado. La sección británica de Lubianka no acababa su informe y no podíamos dejarles partir. Los galeses consumían cantidades ingentes de Leningradsky cada noche y en la residencia universitaria hubo quejas de la delegación etíope y de la cubana, alojadas justamente debajo de la galesa, en el tercer piso, sobre todo anoche, cuando comenzaron a caer colchones desde las ventanas y tuvo que intervenir de nuevo la Milicia. Nos les hizo mella la confiscación de todos los colchones, porque sus canciones sonaban atronadoras (y no cantan mal los condenados, el mejor el reiterado James, que hizo llorar a todos antes de ayer con una triste tonada, a capella, llamada Myfawny), así que había que buscar una solución.

El traslado parecía descortés, pero no podían encontrar referencias del políglota y sin ellas el informe del KGB no se cerraba. Tampoco cabía retenerlos mucho más. Menos mal que el Sr. James se ha explicado y Orlov pudo firmar los papeles. Aprendió ruso durante la guerra. Aliados contra los nazis, sí, pero dedicados a saber qué hacíamos. Estudió el idioma en Coulsdon, al sur de Londres, y a descifrar nuestros códigos en la base de Wythall, de la RAF. Un personaje, el mejor jugador de los suyos, también internacional, lingüista, poeta y antimonárquico. Quizás podamos reclutarle.”

Fin de las notas manuscritas de Semion Antinóvich Frundsberg.

Nota del Editor. Prácticamente el 90% de esta narración contiene parte de verdad.