
No teman, no les voy a hablar de la secesión de Katanga ni de los enfrentamientos étnicos de yorubas e ibos o baribas. Ni siquiera de la producción de petróleo, del terror sarraceno en el norte o del cambio capitalino. Tampoco de la singular descolonización británica. No. Ahora que se aproxima el 6 Naciones y aventuramos el retorno de la fascinación con el inglés Maro Itoje, el delantero de Saracens, tercera-ala o segunda línea, según tercie a Mr. Jones, aprovecharé y les hablaré de la disposición nigeriana para servir al rugby inglés.
Acaso se trate solamente de algo anecdótico, pero en tanto que repetido a cierto nivel cabe decir que trasciende aquella categoría. En un hipotético Baedecker londinense dedicado a lo nuestro encontramos también un London Nigerians, como hay London Welsh o London Scottish, aunque, como en estos, no se requiere pureza de sangre para jugar allí. Adivino, sin embargo, mayor trasiego de espirituosos en sus terceros tiempos, a tenor de la categoría en la que habitan.
Nacido en el londinense Camden, es Itoje hijo de nigerianos, como su primo y destacado primera línea de Bath Ohwobeno Obano, al que repetidas lesiones han impedido progresar más en el cursus honorum rugbístico, pero cuya técnica y dureza le harían merecedor de postergar a alguno de más renombre y conducta desnortada.
Como Paolo Odogwu, un tipo de Coventry, potente centro o ala descartado por Leicester o Sale y que descolla estos días en Wasps: dos tercios nigeriano por uno italiano, pudientes ambos, y a quien se le hubiera planteado un sencillo dilema (God save the Queen o Fratelli d’Italia) si el alquimista de la Rosa no lo tuviera incluido ya en su lista. Consta que en las covachuelas del rugby italiano suspiraban por él.
Son también nigerianos de nacimiento u origen viejas glorias como Steve Ojomoh, Victor Ubogu, Adedayo Adebayo o el mismísimo Chris Oti, el presunto e indirecto responsable del Swing Low inglés.
Un segunda con instinto de flanker cerrado, Itoje, la estrella de Eddie Jones, quien tantas satisfacciones ha dado a los hoy ausentes 82.000 de Twickenham y que tanto eco mediático ha tenido, aunque, formación académica mediante, no le haya nublado el juicio. Portentoso salto y anticipación en el lateral, ritmo frenético y clara inteligencia en la línea de ventaja, intuición posicional, placajes certeros y trabajo subterráneo en los agrupamientos y ya presencia de autoridad entre rivales y compañeros, no dejan de ser buenas credenciales. Desde los tiempos de Ben Clarke o Tim Rodber, años 90 y aun siendo tan distintos, no servía a la Rosa, para los cinco puestos de atrás, alguien tan polivalente como Oghenemaro Miles Itoje, el futuro politólogo que busca su licenciatura en la School of Oriental and African Studies del londinense y georgiano Bloomsbury. Es grato comprobar que, a veces, el ethos extradeportivo del jugador de rugby prevalece.
Tercera línea fue Steve Ojomoh, jugador del Moseley RFC, Bath, Gloucester y Parma y conocido de Albert Malo y compañía, pues con Inglaterra A se enfrentó a España en el Richmond Athletic Ground en 1993 (doloroso 66 a 5). Un flanker o tercera-centro de 191 cms y 108 kgs que consiguió 18 caps en tres V Naciones (1994-1996) y jugó en la Copa del Mundo de Mandela. Un economista que olvidaba el rigor de los asientos contables, la terca rigidez del balance trimestral cuando, en un rugby aún pleno de espacios, arrancaba desde la base de la melé prefigurando las embestidas de un Billy Vunipola entonces en pañales. Lo dejó después de aquel cuarto puesto en la final de consolación de 1995 (19 a 9 para les Bleus) en que le acompañaban precisamente los citados Rodber y Clarke a ambos lados de la tercera línea, en apoyo de otros ilustres que hoy ocupan puestos técnicos (Mike Catt) o directivos (Rob Andrew, el apertura clínico que anotó con el pie los 9 puntos ingleses, o Jason Leonard, quien fuera presidente de la RFU).
Victor Ubogu, pilar derecho de 178 cms. y 110 kgs. junto a Leonard y Moore, demostró ser en los años de transición al profesionalismo un precursor, rápido, móvil y hábil con las manos
Leonard, constructor, formaba en el lado izquierdo de la primera línea, arbotante esencial para las trapacerías del medio malayo, leguleyo y extraordinario bocazas, a la par que afamado comentarista y talonador Brian Moore, quien a su vez asía a otro de nuestros nigerianos: el pilier derecho Victor Ubogu (foto de cabecera), 178 cm y 110 kg de académico oxoniense de brillante expediente, propietario de una notable colección de vehículos marca Lotus y de una próspera agencia de viajes, que en el universo de Ellis demostrara ser un precursor, rápido, móvil y con habilidades con el balón en las manos, inesperadas para la era de tránsito. Ganó 24 caps entre 1992 y 1999 y jugó su rugby de club en Moseley RFC y Bath, y es uno de los pocos jugadores de su época (de todas en realidad) que se precia de haber formado en un equipo que ganó en 1993 a los All Blacks (15 a 9) y a los Springboks en 1994 (32 a 15, en ese partido que el gran público conoce por la hagiográfica película Invictus, durante el que, presuntamente, M’diba se da cuenta de que los Bokke necesitan el apoyo de sus ciudadanos negros y mestizos). Atesora, además, el Grand Slam inglés de 1995. No fue ese año el de su mejor recuerdo rugbístico, sin embargo, porque en Sudáfrica Federico Méndez, Patricio Noriega (todavía Puma) y Matías Corral destrozaron a la primera inglesa, aunque los isleños ganaran su partido.
¿Y los tres cuartos? Si no tan imponentes en su constitución, pues John Kirwan era todavía una excepción y Jonah Lomu aún era un proyecto, atléticos y explosivos como sus pares delanteros. Adedayo Adebayo fue un ala de Bath que consiguió nada más 8 caps con la Rosa, pues con el despuntar de la modalidad sincopada del rugby fue destinado por la RFU a esos menesteres, y en tanto a tal, campeón del mundo de «7» en su primera edición, la de 1993. Hijo de un gobernador de provincia, uno más entre 15 hermanos y hoy desahogado empresario de las relaciones públicas, debutó en 1996 en Twickers cuando ya las Home Unions daban cancha a Italia preparando el futuro Torneo. Dejó el equipo en partido con Francia en 1998, siempre a la sombra del superdotado que fue Rory Underwood.
Chris Oti, además de anotar aquellos tres ensayos a Irlanda en 1988 que fraguaron la reciente y coyunturalmente cuestionada tradición coral de Twickenham (hazaña que no había logrado nadie desde 1924) vivió una carrera contra su destino, plagada por lesiones que le quitaron el fulgor que merecía. Jugó en Nottingham y Wasps y reunió con Inglaterra 13 caps, entre 1988 y 1991, además del (light) blue de Cambridge en el Varsity de 1987. Jugó su último partido en la Copa del Mundo de 1991, el inaugural ante los All Blacks, y luego pasó al olvido, salvo por su hazaña y el espiritual que inopinadamente se entona no solamente al suroeste de Londres cuando juega la hueste blanca.
No son los únicos, así que no dejaremos de señalar a algunos más. Entre los que siguen en activo, a Anthony Watson, el elegante ala-zaguero de Bath, ya 44 caps con Inglaterra y 3 con los Lions, de padre inglés y madre nigeriana. Entre los retirados de cierto renombre, a Ugo Monye, hoy conocido comentarista de BT Sports y conductor del podcast BBC 5 Live Rugby. Fue atleta antes que rugbista pero, educado en la misma institución que Jonny Wilkinson y con un mentor con conexiones en Harlequins, recaló en el club londinense, para una carrera con 14 caps con Inglaterra y 2 con los Lions que visitaron Sudáfrica en 2009. Allí, en el primer test, tuvo sendas ocasiones de marca que frustraron De Villiers y Steyn respectivamente (desmiento que sea esa la causa de ciertas chanzas en la trastienda de estas páginas.)
Menos renombrados, Ayoola Erinle y Topsy Ojo. Fue Erinle un centro normativo de la era pro: 190 cm por 110 kg, que sirvió en Wasps, Leicester y Biarritz Olympique. Dos caps, en los partido de otoño de 2009, Australia y Nueva Zelanda, tras lesión de Mike Tindall y como apuesta de Martin Johnson que no tuvo mayor continuidad, para mejor ventura del jugador que hoy se desempeña como reputado ingeniero en la industria militar británica. Ojo, ala-zaguero de London Irish, también reunió dos caps, y formó con la primera partida de seleccionados de Martin Johnson en 2008.
En su primer partido ante los All Blacks pudo haber cimentado una carrera notable (dos marcas, una anticipándose a un errático pase de Dan Carter y la segunda tras patada lamentable de Mils Muliaina), de no ser por la resolución del comité disciplinario que, tras el tercer tiempo del segundo partido, le condenó por ese concepto tan difuso que se define como «conducta inapropiada». De ese cargo fue exonerado Danny Care, actor principal en la noche de autos, dicen, mientras que Mike Brown sufrió también castigo, aunque luego no fue preterido y disfrutó de larga carrera, presumo que menos brillante que la que hubiera ofrecido Ojo a la RFU.
Y, last but not the least, alguien preferido del autor: Andrew Harriman, ala de Cambridge y de Harlequins. Un jugador excepcional que integra el amargo elenco de los que obtuvieron solamente una selección: en noviembre de 1988, ante Australia, para una victoria por 28 a 19. Coincidir en el tiempo con ambos Underwood recondujo su carrera internacional a la modalidad demediada, en la que se proclamó campeón del mundo junto a Lawrence Dallaglio o Tim Rodber en 1993, durante la primera edición escocesa de ese torneo.
Por cierto, parece que todos ellos son de origen yoruba.