No hace mucho repasaba el índice de partidos internacionales de una colección no menor y me detenía, al hilo del enésimo ditirambo de Eddie Jones, en uno de esos resultados que niegan que sea pionero de casi nada. Un 19 de noviembre de 1983, sin brillo, Inglaterra derrotó a los All Blacks de Murray Mexted por 15 a 9, en el Twickers de gradas ecológicas.

Aquel día comparecían en la alineación blanca algunos tipos que se habían ido curtiendo en partidos con naciones menores (Canadá, en el caso de Gary Pearce, quien se decía el pilier más fuerte del mundo, con evidente sonrisa de Paparemborde; o Paul Simpson, parvulillo en Gosforth y que había de destacar en The Rec); o que no habían llegado al XV absoluto por razones excéntricas: Colin White, por más señas, objeto de nuestra atención. La morfología del pabellón auditivo le delataba: sin lugar a dudas era un delantero, entre palos y palos y, a lo que parece, más allá.

Colin ‘Chalky’ White, ante Albert Anderson y Murray Davies en 1983 (Foto: Colorsport).

Colin White, un hombre tranquilo y maestro por formación universitaria, maniobró durante 25 años en el lado izquierdo de la primera línea. Dos, solamente, con Inglaterra: la citada frente a Nueva Zelanda en 1983 y los sucesivos partidos del V Naciones de 1984, Escocia, Francia e Irlanda. Era del noreste de Inglaterra y perteneció a uno de esos clubes que siguen fieles al viejo código (no lo tomen en sentido estricto). Ese club es el Gosforth RFC, o lo que queda de él, pues el original, fundado en 1877 en Durham, sucumbió a la avaricia de Sir John Hall y se diluyó entre fichajes a ambos lados del Muro de Adriano y aves de cetrería.

En 1978, devenido empresario maderero, se seccionó tres dedos de la mano derecha trabajando cerca de Newcastle: tras un reimplante, en 1983 llegó a recuperar su sitio en la Rosa: ya había ganado a los All Blacks con la selección regional de la Northern Division y lo haría después con Inglaterra

White fue asiduo de las selecciones regionales y con una de esa parte del país había ya derrotado a los All Blacks: en noviembre de 1979, ojo a la fecha, cayeron los visitantes por 21 a 9 en el neblinoso campo de Cross Green, en Otley, al norte de Leeds. En aquel XV de la Northern Division concurrían buena parte de los jugadores que en unos meses celebrarían el entorchado del Grand Slam inglés (Carleton, Slemen, Utley, Neary, Beaumont, Smith, Cotton) además de Peter Dixon, compañero de club y que lo había sido todo en la Rosa, poco antes. Dicen algunos entendidos que no reunió más caps porque en aquella época era difícil para alguien del norte competir con los elegantes universitarios de Londres y las Midlands. Todo ello lo desmiente la procedencia de  Bill Beaumont, Fran Cotton, Steve Bainbridge o los alas Mike Slemen y John Carleton, por no hablar del genial medio de melé Steve Smith.

Donal Lenihan  protege la pelota ante White tras una ‘touche’ en el 5N de 1984 (Foto: Colorsport).

La ausencia de White del XV de la Rosa, clave del pack campeón de la entonces novedosísima John Player Cup de 1976 y 1977, tuvo que ver, más bien, con lesión que arrastraba desde 1978: Colin, devenido empresario maderero que no tenía empacho en manejar personalmente la motosierra junto a sus operarios, se seccionó tres dedos de la mano derecha en los bosques de Cholleford, cerca de Newcastle. De ahí su sorprendente presencia en el XV regional que batió a los neozelandeses un año después.

Aunque nunca recuperó totalmente la movilidad de los dos dedos y medio que le pudieron reimplantar, en 1983 llega el premio a su perseverancia y se hace con el lado izquierdo de la primera línea inglesa, sin dejar de maldecir el despiste y la imprudencia que siempre creyó causa de esa imperfecta recuperación: trabajaba solo el día de su accidente y cuando conducía ensangrentado, en dirección al hospital más cercano, recordó que se había olvidado los dedos en el lugar del desastre. Regresó a por ellos y lo demás quedó en manos de los cirujanos de la época y los medios limitados del momento. La operación y evolución subsiguiente pueden calificarse de éxito, como acreditan las cuatro caps del fibroso y durísimo jugador, capaz de doblegar a los tight-head más poderosos a pesar de manejar una constitución más limitada, 1,82 m. por 95 kg. (recuerden que hablamos del rugby amateur), que sometía al más exigente entrenamiento, a buen seguro porque el bosque y otros quehaceres paralelos se lo exigían.

El partido de su debut fue demostrativo de esa labor. Trabajo y más trabajo. Esencial en la melé para su talonador, Peter Wheeler, abriendo espacios y destruyendo a su contrario, Scott Crichton, una promesa de pilier de Wanganui que fue borrado de las convocatorias negras para siempre, e imprescindible para Maurice Colclough en la zapa del lateral, trinchera de barro flamenco en aquellos otoños fríos y húmedos ajenos al cambio climático.

Lo recuerdo en el partido de 1984, en Murrayfield,  en cuya retransmisión el añorado Celso Vázquez ya mencionó, cómo no, el percance digital, mientras ganaba una y otra vez la posición al enorme Iain Milne, en el único choque del antepenúltimo año triunfal de Escocia en el que la melé de Colin Deans tuvo problemas.

Colin White había llegado a  capitanear  a su club en la John Player Cup de 1981 (la competición que bajo ese nombre o el de Pilkington Cup, era en realidad la señera Anglo Welsh Cup) llevándolo a otra final, pero ya eran los tiempos del Leicester de Les Cusworth y Dusty Hare. Con el blanco de una Inglaterra que penaba, sin fe, en el primer círculo dantesco, no pudo demostrar su valía, pues edad y resultados le apartaron del torneo de 1985.

El pilar era mayor del ‘Territorial Army’ británico y se cuenta que perteneció a una difusa unidad del ejército destinada a resolver asuntos complicados… Murió en 2011, a los 63 años de edad, tras complicársele fatalmente una operación menor para tratar un cáncer

White ostentaba el grado de mayor en el Territorial Army británico.  En voz baja, y sin que nadie confirme nada, dicen que su calidad humana y técnica le mantenía en el primer equipo de Gosforth y en las selecciones regionales, a pesar de sus frecuentes desapariciones de escena. Dicen y nadie confirma, dicen y nadie niega, que pertenecía a un grupo de reservistas de una difusa unidad de ese ejército a la que, a veces, se recurre para resolver asuntos complicados. En esas ocasiones al entrenador de Gosforth le llegaba una nota justificando alguna dolencia o algún viaje. Puede que sirviera a su país dentro y fuera de sus fronteras. En algunos lugares no es infrecuente. En su día me lo contaron, ya cerca de la hora de cierre, en un esquinazo revestido de oscura madera, en la mesa un par de vasos de Midleton Dair Ghaelach de 15 años, destilado y criado muy al sur del Morning Star de Belfast donde lo referían. No tengo razones que no sean espirituosas para dudar de mi fuente.

White murió en 2011, quizás a los 63 años (su edad era un imponderable de la que nunca hablaba, como ingrediente secreto adicional a su otra vida). Igual que con la tala de leños, no tuvo suerte. Una complicación menor tras una operación para tratar un cáncer bajo control, en la medida que eso existe, acabó con él. La prensa lo alabó incondicionalmente, más que en vida. No sólo sucede por nuestros lares.