La nueva liga inglesa arranca este fin de semana con un gran fichaje corporativo: el rebranding que encarna la compañía estadounidense de seguros Gallagher, que le otorgará su nombre a la competición durante los próximos cuatro años por un montante que algunas informaciones han situado en los 40 millones de libras (algo más de 44 millones de euros). Es el cuarto patrocinador que ha tenido la competición en sus 20 años de existencia, después de Allied Dunbar, Guinness y, hasta la pasada temporada, Aviva.

Al margen de esa novedad, la crema de la nueva Gallagher Premiership está en las incorporaciones que vienen a reinventar una competición siempre interesante, pero en la que Saracens y Exeter Chiefs se han repartido los últimos títulos, mientras los demás clásicos (Leicester Tigers, Wasps, Bath, Northampton Saints, Harlequins) buscaban redefinirse. Un entorno altamente competitivo en una liga cuyos clubes buscan el equilibrio financiero, en un tiempo en que los sueldos de los jugadores -sin llegar a los excesos franceses- no dejan de crecer.

Saracens y Chiefs son, precisamente, de los que menos fichan. Exeter -en su primera temporada post Waldrom- ha incorporado únicamente a Alex Cuthbert, el ala galés, siempre en busca de sí mismo. Saracens no abandona su línea clásica: actores secundarios en simbiosis perfecta y bidireccional con el bloque. Retirado Chris Wyles regresa desde Clermont David Strettle, uno de los alas más eficientes y menos valorados de la última década en Inglaterra.

Hay tres equipos que lideran el mercado en cuanto a calidad y sonoridad de sus incorporaciones. Gloucester, Northampton Saints y Wasps.

De la mano de Ackermann, Gloucester insiste en la veta sudafricana con hasta cuatro Lions (Ruan Dreyer, Jaco Kriel, Franco Marais y Franco Mostert). Pero además suma a uno de los héroes de Bath en los últimos tiempos, Matt Banahan, y se adhiere al peterpanismo siempre estimulante e incierto de Danny Cipriani.

Los Saints andan en reconstrucción y han agitado el mercado con la suma de Dan Biggar y Taqele Naiyaravoro, cada uno a su manera jugadores de papel principal. Pero los han mezclado con tipos que hacen equipo delante (Dom Barrow, Ben Franks), el joven Waratah Andrew Kellaway y un veterano de todas las guerras: el inefable James Haskell.

Por fin, Wasps vuelven a mostrar que están en otra dimensión… aunque todavía no en la de los campeones. Su catálogo de incorporaciones es amplio y suma desde el hemisferio sur a tres jugadores primorosos en su mejor versión: Nizaam Carr, Brad Shields y Lima Sopoaga.

Después, es imposible olvidar la llegada de Chris Ashton a Sale Sharks (con siete semanas de suspensión por una pelea en la pretemporada, para empezar), junto a esa topadora sudafricana llamada Rohan Janse van Rensburg. El traslado de Jamie Roberts de Quins a Bath. Y, por supuesto, la aparición de Bristol Bears, el equipo dirigido por Pat Lam, inspirador de aquel milagro de hace dos años en Connacht.

Recién ascendido a la competición, Bristol ha comprado jugadores en cantidad, para ingresar en la élite con cuatro nombres llamativos: Nic Stirzaker (Rebels), los veteranos John Afoa y el totémico George Smith. Además del que es su jugador franquicia: el hombre del millón de libras, Charles Piutau, dispuesto a reeditar en Bristol su condición de jugador altamente influyente en el rugby de clubes europeo: lo que ya hizo con su tremendo impacto en Wasps y Ulster.