Pasado medianamente el ruido de la discusión moral sobre el extremismo religioso de Israel Folau y su delicado cruce con los valores cívicos occidentales, el asunto deriva hacia la prosaica legalidad, que es al fin y al cabo lo mollar. Folau ha solicitado a Rugby Australia una vista para su caso y será ahí donde se resuelva la cuestión fundamental: si las opiniones religiosas expresadas por el predicador Folau en las redes sociales contra los que él considera pecadores (idólatras, borrachos, adúlteros, mentirosos, ateos y, desde luego, los homosexuales… punto en el que lógicamente se ha concentrado la polémica) han violado el estándar de conducta establecido por la unión australiana para sus jugadores; si pesa más la libertad de expresión de creencias religiosas o las obligaciones que se derivan de un contrato de trabajo; o si esos comentarios en las redes sociales pueden ser tipificados como delito de odio, traducción muy libre del vilification que contempla la Ley Anti Discriminación que rige en Nueva Gales del Sur.

Lo que parece claro ya, a tenor de las últimas noticias, es que Rugby Australia no habría logrado introducir cláusulas concretas en la revisión del contrato de Folau cuando se produjo el anterior escándalo por los mismos motivos. De modo que, al menos de momento, no ha podido rescindir de manera unilateral. Le advirtió y le concedió dos días para alegar. Cosa que el jugador ha hecho y por eso irán a la vista de su caso. Es seguro que, de acuerdo al código de conducta de RA, habrá lugar para una sanción disciplinaria. La cuestión es si esa vía da para la resolución del contrato y en qué términos. Lo del papel de modelos sociales de los deportistas tiene mucha lógica pero, si no se sostiene en una formulación legal concreta, queda en pura asunción general a la que el jugador puede atender o no: Folau ha dejado claro que entre Dios y los hombres, le importa más Dios y su interpretación de la Biblia; y que antes que ser un modelo social para el común, prefiere ser un modelo para sus feligreses (a los que en sus homilías les dice por ejemplo también que la Navidad o la Semana Santa son celebraciones indignas).

La otra derivada que acosa a Raelene Castle, mandataria de Rugby Australia, es un asunto que tiene que ver con la reputación organizacional y la respuesta que da a un escándalo que sus patrocinadores (y otros grupos de interés) están mirando con lupa. Por ejemplo, Quantas: la línea aérea australiana es el patrocinador principal de los Wallabies y por tanto un actor básico en este escenario. Aporta el 25% del presupuesto de la federación. Y está dirigida por Alan Joyce: el CEO de Quantas es gay declarado y, junto con la compañía, abogó a favor de la ley del matrimonio homosexual en el país. Le faltó tiempo para aplaudir en un comunicado público la rotunda posición de Rugby Australia en la explosión del caso, la semana pasada. No era tanto un reconocimiento como un aviso: «Nos complace la condena de los comentarios [de Folau] que ha hecho Rugby Australia y aguardaremos el resultado de su investigación».

Así que no hablamos tanto de decisiones deportivas como de un caso de crisis mayor en la gestión de los intangibles, asunto absolutamente estratégico en cualquier compañía y también en Rugby Australia; que, como cualquier organización deportiva, depende de manera muy directa de la continuidad y el tamaño de sus esponsorizaciones. Pero todo este caso tiene, por supuesto, su lado deportivo. Y no es menor, porque Michael Cheika ha de afrontar el relevo de un jugador absolutamente principal en la incierta construcción de los Wallabies de hoy.

¿Qué zagueros tiene Australia para sustituir, en la próxima Copa del Mundo de otoño, a Israel Folau? Hasta seis nombres son los que hoy por hoy están en el catálogo de candidatos. Son los siguientes.

Tom Banks (Brumbies)

Quizás la opción menos evidente, por cuanto el zaguero de los Brumbies apenas ha pisado suelo Wallaby en un un puñado de ocasiones. Y, sin embargo, la que por rendimiento actual, hoy por hoy, más sentido tendría. Michael Cheika incorporó a Banks a la gira europea de otoño después de su descollante rendimiento en el subidón que el equipo de Canberra experimentó hacia el final del pasado Super Rugby. Mucha gente lo ve todavía más como una alternativa de futuro que como un recambio inmediato y titular para la Copa del Mundo japonesa, pero no sería el primer ni el último jugador que se salta varias estaciones de golpe llegado el momento crucial. El caso de Nehe Milner-Skudder en los All Blacks en 2015 es paradigmático, pero para que algo así ocurra se necesita a un entrenador convencido de la apuesta. Y proclive a ella. Quien sí puso todo su capital al verde y dorado de los Wallabies fue el propio Banks, quien desoyó ofertas europeas para seguir en Brumbies y discutir un puesto en la selección australiana: la puerta abierta por el infierno de Folau es un intervalo repleto de incertidumbres para un jugador acostumbrado a atacarlos con la convicción de una centella. La descomunal velocidad de Banks lo convierte en un arma automática; es un jugador que electrifica las transiciones defensa/ataque si su equipo roba la pelota y juega al espacio. Si Leali’ifano lo encuentra en un clásico fuera/dentro, el butrón está asegurado. La aceleración de Banks lo capacita para meterse dentro de cualquier defensa vacilante, con una potencia que a menudo desaira placajes por puro vértigo. Es también un pateador muy capaz, pero deja más interrogantes en las pelotas altas, el territorio preferido de Folau.

Reece Hodge (Rebels)

Con Reece Hodge ocurre -salvando las distancias morfológicas y la singularidad de cada uno- algo parecido a lo que le pasa a Elliott Daly en Inglaterra: alcanzó la notoriedad jugando de ala pero, desde entonces, ha visitado con frecuencia otras posiciones: la de segundo centro sobre todo, y la de zaguero también, últimamente en Rebels por la ausencia de la primera opción, Haylett-Petty. Es decir, casi exactamente el mismo viaje de jugador para todo que tanto beneficio le ha aportado a Inglaterra con Daly. Además, a ambos los aproxima su portentosa patada, un cañón de larguísimo alcance del que brotan zambombazos teledirigidos. Hodge ya ha dejado suficientes muestras de esa virtud, así como de la potencia con la que traslada la pelota en sus rupturas: pocos jugadores tiene Australia capaces de hacer eso y aportar además el equilibrio general que alumbra a Hodge. Sin llegar a la exuberancia atlética de Folau, quizá sea de todos el que puede hacer cosas más parecidas irrumpiendo desde el fondo. Riguroso en el contacto como portador y también cuando le toca placar, el gran asunto de este casting tiene que ver, una vez más, con la pelota alta. Hodge tampoco aguanta la comparación con Folau en ese apartado. Una duda que, en realidad, se repite con casi todos los candidatos. Cheika ha perdido a uno de los mejores del mundo en la batalla aérea, absolutamente crítica a la hora de elegir. Así que el técnico de Australia va a tener problemas para reproducir el modelo, siquiera a escala.

Kurtley Beale (Waratahs)

Si llegado el momento de la elección Michael Cheika ponderase la experiencia como factor con mayor peso, sin duda Beale tendría algo que decir para llenar el hueco de Izzy Folau en el 15. Porque, antes de que el predicador del averno se impusiera como opción incontestable en el puesto de zaguero para Australia (y los Waratahs) fue Beale quien con más frecuencia ocupó esa plaza en la parte nuclear de su carrera. Incluida la Copa del Mundo de 2011 (en la que no jugó la semifinal contra los All Blacks por lesión) y los años de ese trienio, los más resultones de su desigual trayectoria. La cuestión es que hablamos de hace demasiado tiempo, con lo que eso supone en un jugador como Beale, excesivo en todas las acepciones del término: indisciplinado, controvertido, creativo, técnicamente extraordinario y tendente a la genialidad tanto como al extravío… En los últimos años su posición más frecuente en Australia ha sido la de apertura y, sobre todo, primer centro, al exterior de Toomua. Falta por ver su progresión en el Super Rugby de este año y en qué estado llega a Japón. Lo demás estará del lado de Cheika, pero parece complicado que, salvo necesidad, se decida por el mercurial Beale en un puesto para el que tiene alternativas más actualizadas.

 

Jack Maddocks (Rebels)

Otro jugador de Melbourne Rebels en disputa, lo que revela la cantidad de talento reunida en los últimos tiempos por los actuales líderes de la Conferencia Australiana en el Super Rugby. Maddocks tiene 22 años y 22 partidos de experiencia en la competición. Y 17 ensayos anotados hasta la fecha: nueve la pasada campaña y ocho en ésta… Igualado con el Crusader Will Jordan y con Rieko Ioane, de Blues, Maddocks sale a una marca por partido, lo que resume su caudal ofensivo de finalizador serial y explica todos los matices de su sobrenombre: The Finisher. David Wessels lo suele usar de ala, puesto al que desde luego no le hace ascos, pero tanto su ficha en Rebels como cualquier bio que se consulte de Maddocks subraya su posición preferida y natural: la de zaguero. Fue 15 en el Mundial sub20 de 2016 con Australia, antes de comprometerse con los Rebels para iniciar una carrera profesional que, en las dos últimas temporadas, sólo hace que tomar velocidad. La decisión de Maddocks tuvo una alternativa singular: ya había sido una estrella en su época de estudiante en el equipo de la Universidad de Sydney en… cricket. Y resolvió tomar la vía oval rechazando un contrato profesional derribando wickets, actividad en la que también se le anunciaba un futuro prometedor. Su lugar parece ser definitivamente el ala y nada lo explica mejor que la situación actual en Rebels: con Dane Haylett-Petty lesionado, es Reece Hodge el que lleva la camiseta número 15 y Maddocks parte como 14. En agosto pasado, Cheika se lo llevó al Rugby Championship y Maddocks debutó contra Nueva Zelanda, también como número 14… precisamente con DHP como zaguero. Fue el día en que Beauden Barrett les hizo cuatro ensayos a los Wallabies.

Dane Haylett-Petty (Rebels)

Si hubiera que apostar por un jugador para relevar a Folau, ese sin duda sería Dane Haylett-Petty, un tipo cuya fiabilidad ha quedado suficientemente demostrada en todos los aspectos: solvente arriba (el que más de todos, descontado Folau), elusivo con la pelota, buen pateador y defensivamente sólido, ha jugado casi siempre con los Wallabies como ala… pero también lo hizo como zaguero. Precisamente con Folau a un lado, en aquellos días en que Cheika buscaba revelaciones desconocidas, sacando a Izzy del 15 para potenciar combinaciones que multiplicasen la amenaza amarilla. Jugador de explosión tardía (no llegó a los Wallabies hasta 2016, después de haber sido internacional sub20 ocho años antes), hoy es capitán de los Rebels y se ha establecido como zaguero en la franquicia de Melbourne. La única duda que siempre ha acompañado a DHP, y seguramente el motivo de que no sea un jugador tan reconocido en el ámbito internacional como ha merecido, son las lesiones. Ahora mismo sufre otra en un pie que lo tiene apartado del campo temporalmente. Pero si llega en condiciones a la hora de volar a Japón, y si el asunto Folau no ha dado para entonces otro giro inesperado, Dane Haylett-Petty estará seguramente en la posición más avanzada de todos los candidatos para vestir el número 15 de Australia.

Matt Toomua (Leicester Tigers)

Casi nadie lo tiene en su radar como posible zaguero en Australia, pero no se debe perder de vista que Toomua ha aparecido en los últimos encuentros en ese puesto con Leicester Tigers. Y si esto tiene relevancia es porque a Cheika se le ha juntado un buen número de jugadores alrededor de la zona creativa y, como estamos viendo, también en el fondo. Toomua se ha repartido en los últimos años el 10 de los Wallabies con Bernard Foley, primera opción, y con el propio Beale, con el que se ha combinado también como 12. Anda por ahí también, siempre, Quade Cooper, que ahora está al volante en los Rebels. Pero este año hay otra reaparición en el entorno del equipo australiano con Leali’ifano, después de recuperarse de la enfermedad que lo sacó del cuadro y de un maravilloso paso por Ulster. Sería raro que, con todas las opciones de las que dispone, a Cheika le diera por experimentar con Toomua en el fondo. Pero tal posibilidad no se puede perder de vista, porque la multiplicación de opciones en la tres cuartos permite al head coach de los Wallabies un gigantesco ejercicio de combinatoria.