El Super Rugby Aotearoa ha muerto, viva el Super Rugby Aotearoa.

Permítame este exceso de intensidad dramática -estimado lector- para referirme al desenlace del primer torneo de rugby profesional de la nueva normalidad. El Super Rugby Aotearoa nos devolvió la ilusión en un momento especialmente delicado y por ello merece el eterno agradecimiento de todos los aficionados al deporte del balón de bote caprichoso.

Franquicias neozelandesas enfrentándose entre si en un torneo corto (8 partidos por equipo, 10 semanas de duración) y sin eliminatorias por el título… Competición en estado puro, sin posibles sorpresas de última hora. Hay que añadir -además- que el contexto de año tras Copa del Mundo le otorga una dimensión especial a todo el torneo.

Si pasamos al plano meramente deportivo, nos encontramos con que Crusaders ha vuelto a alzarse con el título (y también a desgraciar el trofeo conmemorativo); a la franquicia de Christchurch parece resultarle indiferente que sea un año u otro, que jueguen sólo neozelandeses, que haya que recorrer unos cuantos husos horarios para ir a disputar un partido a un estadio cuyo nombre son incapaces de pronunciar… Crusaders no juega, Crusaders gana siempre, Crusaders gana a todos.

¿Qué queremos decir -exactamente- con que Crusaders gana siempre y a todos?

La franquicia de Canterbury ha disputado 68 partidos de competición oficial con Scott Robertson como máximo responsable técnico, el balance total es de: 59 victorias, 2 empates y 7 derrotas. En ninguna de las cuatro temporadas (2017, 2018, 2019, 2020) han perdido más de dos partidos y en todas ellas se ha alzado con el título de campeón.

La vieja normalidad y la nueva normalidad no se distinguen en el Orangetheory Stadium.

El desafío de este 2020 consistió en organizar una tercera línea completamente nueva (tras las salidas de Kieran Read, Matt Todd y Jordan Taufua) y no tuvo mayor problema: Grace, Sanders, Douglas, Havili (Sione), Christie… Todos cumplieron, todos parecían veteranos curtidos en mil batallas.

Respecto a sus tres cuartos no hay demasiado que decir: Mo’unga, Bridge, Reece, Goodhue, Ennor, Havili (David), Jordan. Todos podrían entrar en las cábalas del cuerpo técnico de Ian Foster, todos podrían ser titulares en los All Blacks.

¿Todos?

En realidad no, por el mismo motivo por el que no juegan todos en su franquicia. Son demasiados.

¿Y detrás de Crusaders?

Blues, los añorados Blues.

El equipo de Leon MacDonald compitió al máximo nivel (algo extraordinario en la última década) y logró que su pléyade de estrellas brillase con intensidad en varios momentos:

Tuungafasi, Tuipulotu, Papali’i, Akira Ioane, Black, Telea, Clarke… Buenas noticias para una franquicia que no acostumbraba a terminar las temporadas con demasiadas conclusiones positivas. John Kirwan y Tana Umaga pueden dar testimonio de ello.

Beauden Barrett y Dan Carter, reunidos en los Blues… aunque no en el campo.

Los de Auckland fueron -también- los protagonistas indiscutibles a nivel mediático, en una temporada en la que el rugby neozelandés se convirtió durante semanas en el rugby planetario. Los fichajes de Beauden Barrett (para jugar de 15) y Dan Carter (para ejercer de aguador) sirvieron para llenar cientos de páginas y minutos de altísimo valor económico.

El mayor de los Barrett abandonó la zona de confort de Hurricanes y aterrizó en la peor franquicia neozelandesa de los últimos años (que cada uno haga sus cálculos al respecto). El debate respecto al futuro del 10 de los All Blacks ha servido para redondear estos dos meses de competición.

A Hurricanes le correspondía el rol de antagonista en este Super Rugby Aotearoa, la temporada 2020 de los de Wellington incluía la pérdida de su jugador franquicia, la marcha de su head coach a un mes del inicio de la competición (Super Rugby original), el despido por motivos económicos -versión oficial- de Carlos Spencer, lesiones, dudas…

El equipo de Jason Holland terminó tercero el torneo y con varias noticias muy reseñables: el paso al frente de Jordie Barrett como líder del equipo (además de su renovación por una temporada), el asentamiento de Ardie Savea en el 8, el rol protagonista adquirido por Du’Plessis Kirifi y Peter Umaga-Jensen… Y todo ello sazonado con el orgullo de haber vuelto a derrotar a Crusaders en Christchurch cuatro años después de que un equipo (ellos mismos) lo hubiese logrado por última vez.

El horizonte de Highlanders era poco halagüeño en este Super Rugby Aotearoa, después de lo visto en la primera parte de la temporada; el equipo de Aaron Mauger parecía el peor de los neozelandeses con una notable diferencia, sin demasiados argumentos para revertir la situación… Parecería complicado de sostener que, al final, seis de sus jugadores hayan estado entre los mejores de la temporada: Ash Dixon, Pari Pari Parkinson, Shannon Frizell, Dillon Hunt, Marino Mikaele Tu’u y Aaron Smith han rendido a altísimo nivel y han confirmado que había más cimientos en el proyecto de obra de los que se intuían a primera vista. Si los jugadores de Crusaders podrían copar los puestos del 10 al 15 de los All Blacks, Highlanders podría tener mayoría entre el 1 y el 9. El argumento es el rendimiento en esta competición tan particular, claro.

Chiefs es la única franquicia cuyo Super Rugby Aotearoa no tiene análisis positivos. En Hamilton se ha hablado de derrotas dignas (cinco bonus defensivos), decisiones arbitrales en momentos puntuales decisivos, plaga de lesiones… Todo cierto y todo falso al mismo tiempo, la famosa paradoja y las famosas excusas de quien no realiza la autocrítica necesaria tras cerrar un torneo con pleno de derrotas.

La franquicia de Waikato cerró la temporada -Super Rugby + Super Rugby Aotearoa- con un balance de 4 victorias y 10 derrotas (9 consecutivas contra rivales neozelandeses). Parece difícil de explicar que Warren Gatland haya dedicado más tiempo a hablar públicamente de la gira de los British & Irish Lions por Sudáfrica en 2021 que a la situación de su equipo en este 2020.

Warren Gatland, entrenador de los Chiefs.

Las bajas en la primera línea, la segunda de circunstancias, el naufragio de la/s pareja/s de medios, el vacío en la pareja de centros, el pobre rendimiento de los alas…

El caso de Chiefs contrasta con el de Highlanders: Cane, Weber, Cruden, Lienert-Brown, Alaimalo,Wainui, Nankivell, Stevenson. La mayoría de los nombres importantes han rendido por debajo del nivel que les suponemos. Sólo Lachlan Boshier y Damian McKenzie (más el primero que el segundo) han estado a la altura de la exigencia que cabe esperar de ellos.

Da la sensación de que existe una falta de comunicación entre el cuerpo técnico y los jugadores (jóvenes en muchos casos) respecto a lo que esperan de ellos, resulta muy complicado que sea el plantel el que se adapte a las ideas de los técnicos y no que los entrenadores se amolden a las características de sus componentes. Habrá que esperar acontecimientos.

En resumen: el Super Rugby Aotearoa ha sido un torneo excepcional debido a unas circunstancias excepcionales. No se pueden extraer conclusiones absolutas porque no existen elementos comparativos anteriores, el análisis sólo se puede circunscribir a lo que hemos visto en estas diez semanas de una competición cuyo modelo -a priori- no se volverá a repetir.