Ha pasado semana y media desde la final del Mundial de Japón, el rugby ha desaparecido de los medios generalistas y el espectador está huérfano del deporte que hasta hace apenas 10 días formaba parte de su rutina diaria… El relato podría ser perfectamente creíble si el rugby tuviese un calendario similar al de resto de los deportes profesionales de equipo, pero la realidad – en este caso – es radicalmente diferente.
La Copa del Mundo se disputó de forma simultánea -con los matices correspondientes a cada competición- al inicio de temporada del Top 14 francés, la Gallagher Premiership inglesa y el Pro 14 de todos los que pasan por ahí (irlandeses, escoceses, galeses, italianos y sudafricanos… Sí, hay dos equipos de Bloemfontein y Port Elizabeth disputando la liga celta).
Trece días después de la final del Mundial arrancan Champions y Challenge Cup (las competiciones europeas de clubes) y estamos a menos de tres meses del comienzo del Super Rugby y el 6 Naciones 2020. El rugby nunca para.
Cuestión diferente es asumir que el rugby (al igual que el resto de deportes minoritarios) sólo suscita interés mediático en los grandes eventos: Mundial cada cuatro años, 6 Naciones y tests de noviembre de forma anual, finales de liga o competiciones europeas si coinciden cerca de casa (Top 14 en Barcelona, Champions/Challenge en Bilbao).
Para ver y analizar rugby no sirve la excusa de que «no hay rugby por televisión»: los aficionados tienen una amplísima oferta gratuita a su disposición, el resto de competiciones son accesibles en plataformas de pago fácilmente localizables y por un importe asumible en la mayoría de los casos
No sirve la excusa de que no hay rugby «por televisión» o que sea por plataformas de pago: las ligas española, rusa y estadounidense cuelgan sus partidos en YouTube o los transmiten en directo vía streaming; la Gallagher Premiership inglesa tiene sus encuentros a disposición de los usuarios de su página web oficial. Los aficionados al rugby tienen una amplísima oferta gratuita a su disposición, el resto de competiciones son accesibles en plataformas de pago fácilmente localizables y por un importe asumible en la mayoría de los casos.
El relato del rugby profesional sigue anclado en la época del rugby amateur: se veían los partidos del V Naciones en blanco y negro (lo del color es una modernidad que no es bien recibida por los puristas) y no se podía conocer a los jugadores fuera de los estadios de sus ligas en ningún momento. Los análisis eran siempre indirectos, basados en lecturas e interpretaciones ajenas. Ahora cualquier interesado puede ver a jugadores/equipos en tiempo real y sacar sus propias conclusiones, pero se sigue utilizando la información de segunda/tercera mano como base argumental. Da menos trabajo (cuesta menos tiempo) traducir que ver, se confía en el rigor y buen criterio de analistas/medios que viven del clickbait más que de la calidad de sus contenidos. Nihil novum sub solem, el rugby y sus medios no son ajenos a esa palabra que tanto cuesta asumir: realidad.
En la semana inmediatamente posterior a la final del Mundial hemos podido disfrutar de uno de esos terremotos que tanto gustan a los medios ingleses: la Premiership confirmaba una sanción de 5 millones de libras esterlinas (en cifras redondas) y la detracción de 35 puntos a Saracens por incumplir los límites del salary cap (límite salarial) durante las tres últimas temporadas.
Las reacciones no se hicieron esperar: grandes titulares que ponían en duda la legitimidad del dominio y los títulos del equipo londinense, indignación incontenible de aficiones y jugadores rivales, una condena a muerte al prestigio sarraceno y a la legitimidad de sus triunfos… Todo parecía muy claro hasta que Nigel Wray (millonario hombre de negocios y presidente/dueño del club) dijo que negaba las acusaciones, que las iba a recurrir y que Saracens cumplía con los criterios/límites del salary cap gracias a los ejercicios de ingeniería financiera por los cuales sus jugadores reinvertían una parte de sus sueldos en la empresa Saracens, que todo estaba en orden y que desde la Premier revisasen lo que les pareciese oportuno.
En la semana posterior a la final del Mundial hemos podido disfrutar de uno de esos terremotos que tanto gustan a los medios ingleses: la sanción de 5 millones de libras y la detracción de 35 puntos a Saracens por incumplir los límites del ‘salary cap’
¿Cuál es el punto de vista deportivo?
Mark McCall (Director of Rugby del club) se ha curado en salud: «A pesar de la apelación tenemos que planificar el peor de los casos, por lo que evitar el descenso es ahora mismo la prioridad, por delante del rugby europeo. No nos planteamos dividir el equipo y la mayoría de los jugadores que han estado con Inglaterra vinieron ya el martes porque aman al club, pero las conversaciones con ellos pueden ser un poco diferentes ahora, ya que algunos de nuestros jugadores más jóvenes merecen una oportunidad en Europa».
Conviene recordar que Saracens ha disputado cuatro de las seis últimas finales de Champions Cup y acumula tres títulos de campeón de Europa en las cuatro últimas temporadas.
Cada uno con sus obligaciones.
Los límites salariales son un tema recurrente que suele afectar a los clubes que dominan el panorama competitivo por un período largo de tiempo: sólo hace falta recordar al Toulon de las tres Heineken/Champions consecutivas y que era una selección mundial formada por una pléyade de estrellas que recibían sus emolumentos de formas realmente variopintas e imaginativas.La acusación de dopaje financiero como argumento para justificar las victorias dentro del campo tiene un componente demagógico muy marcado, ya que sólo van dirigidas a aquellos equipos que monopolizan los triunfos y los títulos: también le ocurrió a Toulon en su momento de dominio europeo
Dan Carter durante su etapa parisina era empleado e imagen de varias empresas vinculadas a Jacky Lorenzetti (dueño de Racing 92) a través de las cuales recibía la mayor parte de su sueldo. Jonathan Sexton y el resto de figuras de Leinster tienen un contrato dual Provincia/IRFU e ingresos a través de empresas/inversores privados que permiten que el equipo dublinés pueda mantener a sus estrellas, frente al mayor poderío económico de los equipos ingleses o franceses.
La acusación de dopaje financiero como argumento para justificar las victorias dentro del campo tiene un componente demagógico muy marcado, ya que sólo van dirigidas a aquellos equipos que monopolizan los triunfos y los títulos.
Se pueden ver todos los partidos de Saracens y sacar conclusiones propias sobre los motivos por los cuales ganan la mayoría de sus encuentros…
De eso hablábamos al principio, de ver partidos de rugby.