Permítame -estimado lector- que le dedique estas líneas con la confianza que se tiene en un amigo. Usted y yo hemos compartido infinidad de momentos a lo largo de los años y eso me permite tomarme la licencia de hacerle llegar esta carta a título personal.

Permítame que haga una adaptación del primer artículo publicado en el diario ABC («Mi nombre es Camba») por el admirado Julio Camba:

«A los lectores de H yo no voy a decirles lo que gano, ni lo que como, ni lo que peso; pero quiero que sepan mi nombre y que se familiaricen pronto conmigo. Entrar en una revista es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida. Yo me encuentro muy cohibido al principio. No me atrevo a hacer chistes. Durante los primeros días estoy en la situación del hombre tímido, que, recién introducido en una casa, se queda sentado, con las rodillas juntitas y una cara muy estúpida, y se pone a hablar del tiempo, demostrando por las cuestiones meteorológicas un interés que está muy lejos de sentir…».

Julio Camba.

Han pasado algunos años y bastante agua por debajo de los puentes desde que usted y yo -estimado lector- coincidimos por primera vez en un programa de radio, un artículo en papel, una página web, una revista o una cuenta de redes sociales. Usted y yo hemos discrepado muchas veces en cuanto al fondo y la forma de nuestras opiniones, hemos tenido nuestros encontronazos y -también- nuestros momentos de coincidencia en cuanto a puntos de vista.

Volvamos por un momento a la presentación y las reflexiones del periodista nacido en Vilanova de Arousa:

«Yo soy un escritor tímido. Escribo mis artículos como escribo mis cartas, y claro está que no voy a escribir por vez primera a los lectores de H como se le escribe a un amigo antiguo. Yo necesito saber que el lector me conoce ya, que es indulgente con mis apasionamientos, que, acostumbrado a mis pequeñas paradojas, no va a tomarlas completamente en serio; que va a leerme, en fin, como se lee a un amigo, y que muchas veces, en lugar de enfadarse contra mí, va a sonreír afectuosamente, diciendo: Pero ¡qué tonterías se le ocurren a este hombre…!».

Todavía es frecuente que el editor de H me llame a capítulo con alguna sugerencia de esta índole:

«Deberías introducir en el artículo alguna explicación argumentada, porque da la sensación de que estás defendiendo varias ideas que se contradicen entre si y generan confusión entre el público».

No puedo evitarlo -estimado lector-, me divierten la ironía y el equívoco, me gusta provocar reacciones abruptas entre aquellos que se toman la molestia de dedicar algunos minutos de su valioso tiempo a leer alguna de las ocurrencias con las que las musas me obsequian ocasionalmente.

El rugby es un escenario propicio para este tipo de representaciones, porque somos pocos y con el paso del tiempo hemos ido conociendo las virtudes y defectos que jalonan a tirios y troyanos.

Algunos -entre los que, obviamente, me incluyo- hemos optado por seguir hablando de rugby (como tema trivial) en estos momentos tan particulares que nos ha tocado vivir. Permítame una confidencia estimado lector: para mí el rugby no es un pasatiempo, para mí el rugby es una profesión; yo me gano el sustento -poco y mal- escribiendo sobre rugby, haciendo programas de radio sobre rugby y organizando viajes a partidos del 6 Naciones o a test matches. Puede usted observar que mi plan para hacerme millonario tiene algunos defectos apenas perceptibles…

«La idea que yo les dé a ustedes de rugby será casi siempre una idea personal, y por esto necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma»

No nos pongamos serios con esto y retomemos las reflexiones de don Julio:

«Porque a mí se me ocurren muchas tonterías, y en cuanto tengo confianza con la gente las digo. La cuestión es pasar el rato, y yo no quiero callarme una tontería que pueda divertirnos a todos para echármelas de hombre serio y sesudo. Mi nombre es Blume, y en el fondo yo soy un buen chico».

Hablar de rugby (o de cualquier otro tema menor) en estos momentos tiene mucho de maniobra defensiva para preservar cierta estabilidad mental. Nada de lo que podamos escribir/decir/contar tiene la mínima relevancia en un contexto como el actual, y aun así hemos decidido seguir haciéndolo con el mismo tono desenfadado que hasta ahora.

Concluyamos, Camba:

«La idea que yo les dé a ustedes de rugby será casi siempre una idea personal, y por esto necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que ustedes no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma».

Seguiremos compartiendo, discrepando, ironizando… Seguiremos estando de acuerdo en algunas ocasiones y tirándonos los trastos otras veces; seguiremos viendo partidos de rugby cuando se celebren y visitando aquellos terceros tiempos a los que nos inviten…

Seguiremos, esa es la idea.