2019 ha sido un año repleto de contrastes en el rugby mundial, la Copa del Mundo de Japón supuso una presencia mediática nunca antes conocida (a nivel de recursos técnicos) y permitió a los aficionados profundizar en un seguimiento que ha tenido grandes similitudes con el del resto de deportes profesionales de primer nivel mundial.

Resumir 2019 implica situar a los Springboks en el centro del análisis, los sudafricanos son la mejor selección del año y consiguieron un hito que se les había resistido a los mismísimos All Blacks: lograr el doblete Tri Nations/Rugby Championship-Copa del Mundo. El equipo de Rassie Erasmus salió de Japón con la Copa Webb Ellis siendo la primera selección en lograrlo después de haber perdido un partido de la fase de grupos de la RWC, y demostrando algo que parecía imposible: se puede ganar un Mundial sin derrotar a los All Blacks (y habiendo sido derrotado por la selección neozelandesa).

Un equipo en el cual muchos analistas y aficionados tenían reticencias en algunos puestos cruciales (2, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 15) y cuyo cuerpo técnico resolvió de forma quirúrgica: no teniendo nada mejor, confianza absoluta en el potencial del bloque por encima de las dudas surgidas respecto a los rendimientos individuales.

El rugby como deporte de 15, 23, 31, 40 jugadores.

Inglaterra en la final, Nueva Zelanda fuera de la final, Gales de nuevo en alto, Irlanda de nuevo en bajo, el paso adelante de Japón, el paso atrás de Escocia y Argentina, partidos suspendidos por culpa de un tifón, World Rugby publicando comunicados oficiales con críticas hacia los árbitros… El Mundial de Japón -estuvo repleto de detalles que llamaron la atención de los aficionados- marcó un antes y un después en la historia de las Copas del Mundo y del rugby como deporte profesional.

Las victorias de Sudáfrica en la versión reducida del Rugby Championship y el Grand Slam de Gales en el 6 Naciones se vieron refrendadas por su desempeño en la Copa del Mundo. Warren Gatland se despidió del banquillo galés con una temporada que sirvió para redondear todos los éxitos que había conseguido con anterioridad en el XV del Dragón. Un broche de oro para el seleccionador más longevo en el rugby de primer nivel europeo.

Steve Hansen y Warren Gatland: dos de los técnicos que dejaron su cargo tras Japón.

2019 ha sido un año de fin de ciclo en muchas selecciones:

Steve Hansen ha cerrado el ciclo más exitoso de los All Blacks (y de cualquier equipo nacional) en la historia del rugby profesional.

Joe Schmidt dejó el banquillo de Irlanda tras un excelente periplo en el 6 Naciones y sus dos históricas victorias en Test Matches contra Nueva Zelanda.

Michael Cheika abandonó los Wallabies rodeado de la polémica habitual en torno a su figura pero con un título de Rugby Championship y una final de Copa del Mundo en su haber.

Conor O’Shea cerró su periplo transalpino tras haber logrado dotar a Italia de un estilo de juego que -por lo menos- hizo estéticamente vistosas sus derrotas.

Ian Foster, Andy Farrell, Dave Rennie y Franco Smith han tomado el relevo, sólo el tiempo y los resultados les darán y quitarán razones.

Scott Robertson, artífice del triplete de Crusaders (Foto: Getty).

Si hablamos de clubes/franquicias hay dos protagonistas absolutos en este año que llega a su fin: Saracens y Crusaders.

El equipo de Mark McCall hizo doblete en Premier y Champions Cup.

El equipo de Scott Robertson logró su tercer título consecutivo de Super Rugby.

Pero las circunstancias han querido que las dos entidades hayan tenido un protagonismo alejado de los terrenos de juego:

El equipo londinense fue sancionado por dopaje financiero (5,3 millones de libras esterlinas, 35 puntos en la clasificación de la Premier 2019-2020) y ha pasado de principal candidato a reeditar el doblete, a tener como primer objetivo conseguir evitar el descenso al Championship (2ª división del rugby profesional inglés).

El equipo neozelandés ha visto condicionadas su temporada y su imagen por el atentado de marzo en Christchurch y también se ha visto directamente involucrado en el proceso de selección del sustituto de Steve Hansen al frente de los All Blacks. Scott Robertson ha pasado de ser considerado el triunfador que cuenta sus temporadas por títulos en el Super Rugby a ser considerado el perdedor de su presunto duelo con Ian Foster.

El título de Top 14 de Stade Toulousain, la final de Super Rugby de Jaguares, la Challenge de Clermont… Hay varios equipos que han tenido un papel destacado durante este año y que habrá que ver si se trata de un hito puntual o tiene continuidad en el tiempo.

El año 2019 ha mostrado también con claridad los defectos y lados oscuros del deporte profesional: en muchos momentos se ha prestado más atención a lo extradeportivo que a lo sucedido en los campos

Sirva este pequeño resumen como homenaje a un 2019 que ha sido un año apasionante de rugby, pero que también ha servido para mostrar con claridad los muchos defectos y lados oscuros que tiene el deporte profesional. Da la sensación de que en muchos momentos se ha prestado más atención a lo extradeportivo que a lo que sucede dentro de los campos. En muchos momentos se ha hablado más de árbitros que de jugadores y cualquier motivo (real o no) ha sido aprovechado para realizar críticas a los estamentos que dirigen el deporte del balón oval.

El problema no son las críticas, el problema es el afán con que se realizan; vender al público una mano negra, una persecución constante a los intereses particulares del país/selección/equipo de turno es un mensaje tan arriesgado como erróneo, y sólo sirve para crear un ambiente de crispación que dista mucho -en teoría- del verdadero espíritu y los valores del rugby de los que tanta gente se considera adalid.

El caso Folau ha sido un foco de atención y controversia en 2019.

Hay un caso que recoge muchas de las características anteriormente citadas y ese es el de Israel Folau. Recordemos que Rugby Australia y NSW Waratahs decidieron rescindir el contrato del jugador debido al mensaje que publicó en sus redes sociales advirtiendo a «alcohólicos, homosexuales, adúlteros, mentirosos, fornicadores, ladrones, ateos e idólatras de que irán al infierno, que se arrepientan y que sólo Jesús salva». Se formó un gran revuelo, el jugador fue condenado al infierno del rugby por muchos aficionados (varios jugadores de primer nivel internacional mostraron su acuerdo con lo defendido por Folau en la publicación) que daban la razón a Rugby Australia y negaban al protagonista el derecho a la libertad de expresión… Se utilizaba como argumento la paradoja de la tolerancia de Karl Popper:

«La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia.»

Todo parece claro salvo porque el filósofo austríaco se refiere a los totalitarismos, no a cuestiones individuales de índole religiosa, y matiza el argumento utilizado con anterioridad:

«Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente.»

Israel Folau no aceptó los motivos del despido -decidió acudir a la justicia reclamando una indemnización correspondiente a la improcedencia de la rescisión de su contrato y los perjuicios económicos causados- y el asunto terminó en un acuerdo privado (confidencial) por el cual el jugador fue indemnizado por Rugby Australia.

El desenlace del caso apenas tuvo repercusión mediática ni de opiniones de aficionados

Puede que sea un buen propósito de año nuevo cambiar algunos comportamientos y/o discursos, convertir al deportista en un referente/modelo a nivel social no tiene argumentos que lo sostengan y provoca situaciones tan evitables como la anteriormente descrita.

Esperemos que 2020 nos traiga mucho rugby (dentro del campo) y menos ruido fuera de los terrenos de juego.