¿A cuántos jugadores han matado diciendo que eran el nuevo Michael Jordan?

¡A cuántos jugadores han matado diciendo que eran el nuevo Michael Jordan!

Sirven los signos de interrogación y sirven los signos de exclamación para poner en contexto esta reflexión habitual de Ramón Trecet en las conversaciones relativas al deporte oval.

El ejemplo de Michael Jordan y el baloncesto sirve para ilustrar lo que vivimos -de forma más reciente- en el rugby.

Algunos ejemplos destacados:

¿Cuántos Jonny Wilkinson hemos contado desde su retirada de la selección inglesa?

La primera comparación la tuvo que soportar Toby Flood (coetáneo/sucesor en Newcastle Falcons y la selección); el segundo turno lo compartieron ex aequo George Ford y Owen Farrell, debido a la sincronía temporal de sus carreras profesionales; Freddie Burns… Y con todos ellos en activo, aparece Marcus Smith en el horizonte y ya se convierte en el próximo elegido para lucir el 10 del XV de la Rosa.

La dimisión de Danny Cipriani en cuestiones de regularidad le libró de una parte de esa carga.

¿Alguien ha tenido el tiempo y la paciencia suficientes para contar a todos los alas neozelandeses que tuvieron que vivir con la carga de ser el sustituto de Jonah Lomu?

Joe Rokocoko, Sitiveni Sivivatu, Julian Savea o Rieko Ioane son algunos ejemplos -hay bastantes más- de jugadores con prestaciones, estadísticas, rendimiento y palmarés destacados en los All Blacks (superiores en muchos casos al protagonista de la comparación) pero que nunca tuvieron una identidad propia para muchos medios y aficionados. Todo lo que pudieron hacer durante sus carreras ya lo había hecho antes y mejor Lomu…

¿Cuántos jugadores han sido caracterizados como el próximo Jonny Wilkinson desde la retirada del apertura inglés? ¿Cuantos alas en Nueva Zelanda han tenido que cargar con ser el sustituto de Lomu?

¿Cuántos reinventores del flair van a seguir contando en el XV del Gallo?

En Francia también son expertos en hacer recaer la presión, de forma injustificada, en los más jóvenes. En el Hexágono no buscan sustituto a un jugador concreto, hace años que tratan de encontrar a todo un grupo de jugadores que se identifique con un concepto de rugby del cual sólo se conservan la memoria sesgada de los aficionados y el afán de los medios de comunicación por seguir vendiendo el totémico «cualquier tiempo pasado fue mejor».

La lista de nombres de jugadores de usar y tirar desde los tiempos mozos de Fred Michalak y Jean-Baptiste Elissalde hasta hoy es prácticamente interminable: Romain Ntamack y Samuel Ezeala (al joven jugador español de Clermont le bastaron dos ensayos en su primer partido en Champions Cup para que todos los medios escritos franceses convirtieran su nacionalización en una cuestión de Estado. El chico demostró más madurez que todos ellos en la entrevista que nos concedió tras el citado partido.) han sido los últimos nombres en añadirse al heterogéneo conjunto que se ha ido formando a lo largo de los años.

Detengámonos en el caso de Ntamack: hijo de un jugador histórico de los buenos tiempos del rugby francés, componente de Stade Toulousain, campeón del mundo M20, capacidad para formar como apertura… El joven Romain es -a sus 20 años- el elegido para devolver al rugby francés a las más altas cotas estilísticas. Lo irónico del asunto es que ese mismo honor recaía hace unos meses en Mathieu Jalibert (apertura de 21 años de Union Bordeaux-Bègles) del que parece que ahora no se acuerda nadie.

Hemos llegado al extremo de descartar jugadores que todavía no han iniciado su carrera internacional, jugadores que todavía están dando sus primeros pasos en el rugby profesional (en algunos casos todavía con contratos de jugador en formación).
Serin, Dupont, Ramos, Penaud, Bézy, Doussain, Bamba, Joseph, Couilloud, Carbonel… Productos de consumo rápido de los que -en algunos casos- tendrán dificultades para acordarse. Un auténtico despropósito.

Resulta muy complicado formar una orquesta cuando se cambia de intérpretes entre pieza y pieza. La fecha de caducidad de la mayoría de los jugadores franceses en su selección se sitúa inmediatamente después de su primer partido con algún error grosero (algo que -por otra parte- sucede con una preocupante regularidad).

Si hablamos de los músicos, es imprescindible hacer referencia a los directores de orquesta: Philippe Saint-André, Guy Novés, Jacques Brunel y Fabien Galthié han estado al frente del equipo desde la final del Mundial 2011. No hay compartimentos estancos.

En Francia abundan, desde los tiempos de Michalak y Elissalde, los jugadores de usar y tirar. Su fecha de caducidad en la selección ‘bleu’ se sitúa inmediatamente después de cometer el primer error grosero en un partido

Podríamos ir país por país hablando de jugadores encumbrados por diversos motivos: actuaciones en partidos puntuales, relaciones familiares, intuiciones, búsquedas de sustitutos de jugadores históricos.

Duncan Weir, Sam Hidalgo-Clyne, Ian Madigan, Joey Carbery, Joe Cokanasiga, Damian McKenzie, Owen Williams, Taniela Tupou, Adam Hastings, Billy Twelvetrees, Digby Ioane, Manuel Montero, Aaron Cruden, Curwin Bosch, Alex Dombrandt…

Todos ellos tienen en común que -en algún momento- fueron el último rinoceronte blanco, el unicornio que sólo los más avezados observadores habían conseguido adelantar como la próxima estrella en ciernes, el jugador que iba a cambiar el patrón de todo lo que habíamos conocido.

¿Recuerdan todos los panegíricos escritos sobre Maro Itoje, los relatos hagiográficos que le situaban más cerca de la beatificación que del terreno de juego?

Maro Itoje, estrella precoz de Saracens e Inglaterra en los últimos años.

No es el deportista -salvo contadas y conocidas excepciones- el que decide situarse en el primer plano mediático: en rugby estamos asistiendo (con gesto de sorpresa) a las maniobras económico-publicitarias del famoso entorno del jugador, tan conocido en otros deportes profesionales. Representantes, community managers y/o responsables de comunicación son figuras que comienzan a tener relevancia en el presente/futuro a corto-medio plazo en este deporte.

El jugador es por lo general situado en el primer plano por lo que en otros deportes se llama ‘el entorno’: representantes, ‘community managers’, responsables de comunicación, etc. empiezan a tener relevancia en el escenario del rugby

Digerir todos esos halagos y mantener los pies en el suelo es una tarea realmente complicada, Tom Curry lo está descubriendo en la actualidad. Un jugador al que hace un año sólo conocían los aficionados incondicionales de la Premier (en un equipo bastante alejado del primer plano mediático/informativo), se ha convertido en una referencia dentro de la selección finalista de la última Copa del Mundo.

Habrá algunos, entre los muchos nombres que hemos citado, que se conviertan en verdaderas figuras del rugby profesional con el paso de los años, la mayoría se quedarán simplemente en buenos jugadores. La rueda nunca para en el deporte/rugby profesional: seguiremos matando jugadores mientras seguimos buscando al nuevo Michael Jordan.