Después de haber analizado 2019 de todas las formas posibles hay una pregunta que resulta inevitable: ¿Qué nos espera en 2020?

El inicio de un ciclo Kondrátiev de rugby, un proceso con tres fases:

1) Expansión.
2) Estancamiento.
3) Recesión.

La larga duración enunciada por el economista soviético Nikolái Kondrátiev se circunscribe en rugby a los cuatro años que separan dos Copas del Mundo.

La fase de expansión vendrá de la mano de aquellas selecciones que no tuvieron un rendimiento acorde al esperado en el Mundial de Japón y que son las que están obligadas a tener una reacción ilusionante en este año que comienza.

El cambio de ciclo está claramente definido: seis de las diez selecciones que disputan 6 Naciones y Rugby Championship han cambiado de cuerpo técnico respecto a la Copa del Mundo 2019.

Wayne Pivac, Andy Farrell, Fabien Galthié, Franco Smith, Ian Foster y Dave Rennie han ocupado los puestos que tenían Warren Gatland, Joe Schmidt, Jacques Brunel, Conor O’Shea, Steve Hansen y Michael Cheika.

Los nuevos cuerpos técnicos -incluso los de línea continuista- tendrán que comenzar con un trabajo de búsqueda del modelo y los jugadores que mejor se ajusten a lo que tienen en mente para sus equipos. Algunos/varios/muchos de estos cambios o pruebas tendrán relación directa con jugadores importantes que se han retirado o que sea probable que no lleguen (o no lo hagan en las condiciones requeridas) al Mundial de Francia.

Steve Hansen e Ian Foster, durante la pasada Copa del Mundo.

En este contexto resulta obligatorio dirigir la mirada a Andy Farrell e Irlanda: el XV del Trébol tiene dificultades conocidas, reconocidas e históricas para dar el relevo a sus figuras más destacadas. El entrenador inglés (no es un detalle menor) tiene por delante una tarea que incluye nombres tan significativos como Cian Healy, Peter O’Mahony, CJ Stander, Conor Murray, Jonathan Sexton, Keith Earls, Bundee Aki o Rob Kearney. Los más jóvenes de los jugadores citados tienen actualmente 29 años y llegarían a Francia con 33. Siempre se puede dar un toque humorístico y decir que para alcanzar los cuartos de final no hace falta mucho más…

Habrá que ver si Farrell decide afrontar el problema de forma frontal desde el principio u opta por evitar las medidas drásticas y los movimientos bruscos, en su primera lista de entrenamiento abrió las puertas a casi todos los jugadores que tenía disponibles. Los conoce a la mayoría pero está claro que se verá obligado a tomar decisiones incómodas.

Irlanda tiene dificultades para dar relevo a sus figuras y Farrell tendrá que tomar decisiones relevantes con hombres tan significativos como Healy, O’Mahony, Stander, Murray, Sexton, Earls, Aki o Kearney: todos rozan o pasan de la treintena

Los otros dos entrenadores que tendrán que tomar decisiones de un perfil similar a las de Farrell son Ian Foster y Fabien Galthié (ambos formaron parte del cuerpo técnico de sus selecciones en el último Mundial y es posible que algunas de las opciones técnicas que vimos ya los tuviesen a ellos como responsables). Nueva Zelanda y Francia tienen más jugadores disponibles que Irlanda pero habrá que establecer un organigrama nuevo dentro de los equipos, relacionado con las retiradas de pesos pesados del vestuario y las especificaciones de los nuevos responsables técnicos.

Dave Rennie, nuevo técnico de los Wallabies (Foto: Getty / Rugby Australia).

La fase de expansión que señalábamos con anterioridad.

Wayne Pivac tiene un bloque más definido pero más pronto que tarde tendrá que afrontar la ausencia/retirada de Alun Wyn Jones y ahí habrá que ver el nivel de los relevos (tanto a nivel deportivo como emocional dentro del vestuario).

Franco Smith y Dave Rennie tendrán que gestionar la evolución de los jugadores jóvenes que asoman en el horizonte de Italia y Australia: son dos entrenadores acostumbrados a trabajar a fondo con talentos prematuros (Cheetahs, Chiefs, Glasgow Warriors) y sacarles un rendimiento mayor al que a priori se podría esperar. Puede que muchos de los jugadores de los que se habla actualmente estén todavía lejos de una posible presencia en Francia, pero eso es entrar en un terreno de especulación todavía mayor y que no viene al caso en este momento.

La fase de expansión en este 2020 que recién comienza es un momento realmente interesante, pero que a nadie se le olvide que estamos hablando de un ciclo largo, en el cual todavía faltan por llegar las fases de estancamiento y recesión. Los excesos de euforia y los títulos de campeón en los años en que no se disputa el Mundial tienen poco valor real, a pesar de todo el ruido que se genera a su alrededor.

El título mundial, o incluso la disputa de la final, tienen más peso y valor real que ganar Grand Slams en el 6 Naciones o el Rugby Championship en los años entre mundiales… si después se produce un fracaso en la Copa del Mundo

El rugby profesional tiene como objetivo ganar todo lo que se juega, pero si algo hemos aprendido en los planteamientos actuales es que es menos importante ganar el 6 Naciones o el Rugby Championship del primer año postmundial que crear una base/estructura de cara a ese objetivo, que parece muy lejano pero que enseguida se echa encima.

Recordemos -por ejemplo- el ciclo de Inglaterra después del fracaso de 2015:

1) Expansión (Grand Slam 2016, 6 Naciones y récord de victorias 2017).
2) Estancamiento (a partir de la derrota contra Irlanda en 2017).
3) Recesión (crisis de 2018 frente a la expansión de Irlanda).

El título mundial (o la disputa de la final) tiene más peso/valor real que ganar todos los hipotéticos Grand Slams en los 6 Naciones del período entre mundiales si después se fracasa en la Copa del Mundo. El mismo ejemplo es aplicable a The Rugby Championship.

Los años del amateurismo han quedado atrás y no hay ningún torneo (6 Naciones/Rugby Championship) o gira (British & Irish Lions) cuyo resultado y repercusión se pueda comparar con el Mundial. Nadie se lleva a confusión: todas las federaciones, selecciones, cuerpos técnicos y jugadores lo tienen absolutamente claro. La mayoría de los aficionados también.