Como robinsones en islas de soberanía de la Corona en la costa de un Océano, así penamos (o no) durante estos tiempos de alarma y pandemia. Había iniciado yo recorrido por partidos de mi interés, para compartir, aleccionar y entretener al interesado, en la red de la siniestra avecilla azulona, cuando recibí admonición del Consejo de Redacción todo. Allí no, aquí. Sea, porque también va a parar allí.

Hoy debíamos una quinta entrega. Las primeras el eterno Barbarians v All Blacks de 1973, el divertimento País de Gales v Escocia de 1988, el improbable campeonato final de Escocia frente a Francia en 1999, epílogo caledonio en París del Glorioso Torneo y la pelea de bajos fondos entre ingleses y franceses del partido de cuartos de final de la Copa del Mundo de 1991, finalmente.

Hoy una curiosidad. Corría 1986. Ese año se conmemoraba el centenario de la International Rugby Football  Board, hoy devenida, menos empaque, más marca, en World Rugby. Los gerifaltes decidieron, entre otros jolgorios -clubes señeros, sillones orejeros, destilados de 30 años- regalarse dos partidos. Uno en Cardiff. El otro en Richmond. Aquel entre los British Lions y el Resto del Mundo. Este entre un XV del V Naciones y el Resto del Mundo. Notas destacadas: rusos e italianos desaparecían en la segunda jornada y los franceses pasaban a formar con los muchachos de las Home Unions.

El partido, uno de los dos que se organizaron para celebrar el centenario de la International Rugby Football Board, se jugó en Twickenham y tuvo un aire de ensayo general a un año de la Copa del Mundo

El partido se jugó en Twickenham, y en las imagenes veíamos, felices, a los representantes de los ocho grandes. Ferrase había conseguido fecha para un proyecto que adoptó como propio y del que ese partido era remedo: la Copa del Mundo de 1987 (lean el número 3 de H). Nos enseñó, en una época sin internet y con poco rugby en nuestra televisión, como las gastaban en las antípodas. Como llegó a decir el editor y comentarista Nigel Starmer-Smith «puso al rugby de las Four Home Unions en su sitio»; y al de Francia, debió añadir. Y fue verdad, porque tanto por velocidad, ritmo de juego y técnica, la selección de Wallabies, All Blacks y Springboks dejó en evidencia a los septentrionales y anticipó lo que iba a ser la anhelada Copa del Mundo.

Premonición que se completaba con lo que ese mismo mes habían estado haciendo los rebeldes Cavaliers de Nueva Zelanda por la Sudáfrica de Pieter Botha. Y nadie tuvo empacho en permitir que algunos de los díscolos (Andy Haden, Andy Dalton o Dave Loveridge) formaran en el, en versión original, Overseas XV. Como tampoco nadie se rasgó las vestiduras porque recibieran dos partidos de sanción cada uno por jugar con los All Blacks. A los que acababan su carrera les daba igual y cobraron buenas dietas; y los demás eran demasiado importantes para el Helecho Plateado como para que la desobediencia pudiera tener mayor trascendencia. Pero eso es otra historia.

Decía que la International Board cumplía 100 años y eran fastos para el caso. El partido inicial entre invitados australes y los franceses Serge Blanco y Patrick Estève, formando todos bajo el hiperbólico epíteto de Rest of the World XV,  y unos inopinados Lions que jugaban por vez primera como locales, en Cardiff inevitablemente, que les enfrentó bajo tormentosas condiciones meteorológicas y que terminó con un 7 a 15 para los visitantes.

Para conformar el XV europeo, varios jugadores franceses como Jean Condom, Laurent Rodríguez, Philippe Sella y Serge Blanco se unieron a los Lions y se midieron a un rival conformado por jugadores de Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda

Partido al que no se dio la importancia debida por aquello de que se rompía la tradición, que era un midweek game y que la prensa consideró que los Lions no formaban con el mejor equipo posible. Así que toda la atención se concentró en el partido que el irlandés Mr. Burnett arbitró aquel sábado 19 de abril. Partido que además pudimos ver por TVE, que vivía un cierto idilio con el rugby en aquella época, con comentarios de Martí Perarnau.

Para la ocasión los franceses se unieron a los Lions, formando el Five Nations XV, que alineó a Jeffrey Whitefoot de País de Gales, Stephen Brain de Inglaterra y a Iain Milne de Escocia, en la primera línea; a Donal Lenihan de Irlanda y a Jean Condom de Francia, en la segunda; a John the white shark Jeffrey e Iain Paxton de Escocia y a Laurent Rodríguez de Francia, en la tercera línea; bajo la dirección de Richard Hill de Inglaterra, compañero de Malcolm Dacey de País de Galés como apertura; Philippe Sella, francés, Michael Kiernan, irlandés, Trevor Ringland, irlandés y Rory Underwood, inglés, como tres cuartos; y atrás el genio francés Serge Blanco.

Laurent Rodríguez libera un balón en el partido jugado en Twickenham.

Los australes traían a Enrique Topo Rodríguez, el cordobés que jugaba con Australia, al durísimo Andy Froggy Dalton de Nueva Zelanda y al gigantesco bibliotecario de Potchefstroom Flippie Van der Merwe (que sustituyó en la alineación inicial al pilier de Manawatu Gary Knight) en la primera línea; en la segunda Andy Haden, imponente líder del pack que viste de luto, el tramposo del año 78 y Steve Cutler, Wallaby; en la tercera Simon Poidevin y Steve Tuynman, australianos y Mark Shaw, neozelandés; Dave Loveridge, neozelandés, medio de melé y Naas Botha, Springbok, apertura; Dany Gerber, sudafricano y Warwick Taylor, neozelandés, centros; John Kirwan, baby black y Carel Johann du Plessis, sudafricano, alas, y atrás el gigantón australiano Roger Gould.

Los australes dominaron el partido de principio a fin para llegar a un 13 a 32 bien merecido, con ensayos de Kiernan y Ringland para los europeos y de Gerber, dos, Kirwan, Du Plessis, Rodríguez y Shaw para los vencedores. En la época de cuatro puntos por ensayo. Así que lo que se llamó enfáticamente el partido de la década no fue más que una exhibición que además nos permitió a muchos aficionados españoles ver lo que se cocía down under y no nutrirnos exclusivamente de las escasas noticias escritas que por aquí nos llegaban, tamizadas siempre por la escasa solvencia de los periódicos generalistas o por la parquedad de los teletipos de agencia. Guardo la grabación y lo que más sorprende es el dominio absoluto de los delanteros visitantes, que convirtieron la máxima no ball, no contest en palmaria realidad, así que los dos ensayos de los irlandeses fueron prueba de la creatividad de los tres cuartos isleños, producto del mejor entendimiento con Sella y Blanco y vano intento de camuflar el porvenir.