Ferraz 16 se ubica en lugar privilegiado, en Madrid, frente a la zona egipcia del Parque del Oeste, el adjetivo del área cortesía de Gamal Abdel Nasser, quien, sin pretenderlo, hizo precluir la memoria del Cuartel de la Montaña. El edificio, sólido como los de posguerra en zona noble, alberga federaciones varias. La nuestra también, ya lo saben. Hacía años que no pisaba por allí, no importa por qué. El paso del tiempo no ha mejorado el aspecto del inmueble de la cuarta planta, a la derecha, que no dejaría de tener ese aire de negociado administrativo menor, grisura y burocracia, si no fuera por metopas, carteles y decoración propia de lo nuestro, que lo adornan e identifican.

El invitado, que ya no es joven, advierte que ha conocido a no pocos dirigentes del negociado, algunos personalmente, desde los ya cuatro decenios que le ven ocupado en las cosas ovales. El tristemente desaparecido Alberto Pico, en sus dos períodos, Romo de Arce, Mandado, el infausto Cancho, el no menos nefasto Feijóo. Lustros de luces y sombras, de esperanzas y de querer y no poder, de transición azarosa del entorno tradicional al profesional, que nos postergó por mucho tiempo, que nos borró de las categorías mentales de quienes, entre los miembros del selecto club de la vieja International Rugby Football Board, aún nos consideraban como parada digna de sus quinces, identificados con el numeral romano o con cualquier letra del alfabeto.

Alguien ha tenido a bien considerar al cronista merecedor de esa reunión. Es de agradecer, porque una cierta trayectoria constata el apego inmenso por este deporte. Lo que dejó de dar uno hace mucho tiempo entre palos y palos (mis botas en el maletero acaso quieran desmentirme), lo hace al teclado o en las emisiones, llenas de ceros y unos, de algún amigo igual de entusiasta.

«En la reunión soy una minoría que bien puede representar al aficionado crítico: porque si bien es cierto que uno contempló con simpatía la candidatura ganadora, esa simpatía no se puede tomar como adhesión…»

No pasa demasiado del mediodía. Además de la ejecutiva de la nueva dirección de la FER, alrededor de la mesa de su sala de juntas se encuentran responsables de la comunicación de la institución y tres profesionales de la noticia. Yo soy una minoría que bien puede representar al aficionado crítico. Porque si bien es cierto que uno contempló con simpatía la candidatura que resultó ganadora en las pasadas elecciones, las que cerraron formalmente una desgraciada etapa, esa simpatía no se puede tomar como adhesión, sino como observación prudente y atenta de lo que se espera de los recién llegados.

Nos da la espalda, en tal reunión, el viejo rey que marchó al exilio romano. En la foto, tantas veces comentada y que uno ha promocionado alguna vez, incluso en medios extranjeros (y hubo quien pensó que los derechos eran del cronista y recibió oportuna aclaración, también amable reportera de RTVE en 2016), el decimotercero de los Alfonsos contempla a España evolucionar ante Italia en el viejo estadio de Montjuic. Corría el año 1929 y no sabía que apenas en dos años iría a parar, para siempre, a la capital de nuestros rivales, acogido displicentemente por los Saboya.

La imagen de Alfonso XIII, en el primer partido de España ante Italia en 1929.

La reunión es distendida y se comentan muchas cosas, sin ánimo de que trasciendan detalles que serán explicados oportunamente, cuando sea menester. Uno, que no es profesional de la información, pero conoce los extremados requisitos de la confidencialidad por su profesión, se atiene a esas directrices. Lo que no le impide transmitir, porque le parece importante, el ánimo novedoso que dejan trascender los nuevos dirigentes. Rigor, preocupación y mucho trabajo, diría yo, son las notas que nos transmiten, no porque hayan ensayado –no les hace falta- sino porque la tarea abrumadora que les espera lo requiere y lo saben.

Tras las presentaciones de rigor, para los que no conocían a todos –pocas, por lo tanto- al tajo. Lo candente, primero. Yo ya había opinado sobre el acuerdo entre la Federación y el club de actualidad desde los oprobiosos sucesos de marzo pasado. Lo había hecho en Hablemos de rugby el día anterior. Desde una simple lógica de profesional del Derecho. Y me manifesté siempre a favor del acuerdo, sin conocer los pormenores, los detalles que no habían trascendido, porque esos solo eran conocidos por la anterior directiva y la actual. Siempre fui crítico con los planteamientos de la directiva saliente, sobremanera en aquello que estudié con detenimiento y comenté tanto en el podcast citado como en @3TRugby: las derivadas internacionales del asunto Van der Berg, su recorrido disparatado y las consecuencias de decisiones precipitadas y probablemente de una defectuosa transmisión de información a la propia defensa. Todo corrobora mis opiniones previas. La misma impericia (el sustantivo es mío) con que se produjeron los responsables de la dirección dimitida en la tramitación administrativa (y las sucesivas defensas antes las instancias de World Rugby, ya condicionadas por todo ello) se reprodujeron en los trámites de todo el curso sancionador en el ámbito de la competición propia.

Con esas cartas, y sin perjuicio de que el decurso administrativo y judicial de los procedimientos abiertos depare sorpresas, la jugada tenía que acabar en acuerdo. Hubo quien no lo quiso, por ambas partes. Unos por amor propio, ya integrados en la ejecutiva de la FER; y otros, la contraparte, porque se sabía con fuerza. Sin embargo, la lógica, afirmo, se impuso. Ni por cuestiones de forma ni de fondo cabía otra solución. De haber sido cualquiera de las partes mis clientes no hubiera sido otro mi consejo. El resultado lo conocemos. Se remueve por redención de la pena la sanción económica (como permite el Reglamento aplicable, con condiciones) y adquiere firmeza la deportiva.

Los Leones celebran la truncada clasificación para la RWC2023 (Foto: (c) Walter Degirolmo).

El vivo diálogo nos hace saltar en muchas ocasiones a la derivada internacional, va de suyo. Y se nos confirma que las decisiones en ese punto de la directiva saliente, en tanto que institucionales, no pueden sino ser asumidas por la entrante, y que en World Rugby se sabe y se tolera, sin perjuicio del resultado –que algunos anticipamos negativo- de ese recurso de última instancia deportiva. Ojalá nos equivoquemos, pues resquicio parece que hay, pero harto improbable. Digo que World Rugby lo sabe y tolera porque así le consta a la ejecutiva que nos recibe, pues aquel viaje a Sudáfrica que a alguno sorprendió tenía una finalidad diplomática más que evidente: restañar heridas. Uno puede ser crítico con el club al que pertenece y discrepar de las políticas que sigue, pero en cuanto se adhiere voluntariamente a sus estatutos, no puede estar ni en guerra permanente contra sus dirigentes, ni conculcando las reglas de manera reiterada y temeraria. No quiero entrar en más calificativos, pues quien me haya escuchado, en el transcurso de los meses que llevaron a nuestra exclusión de Francia 2023, los dará por reproducidos. Todo se resume en una torpe derivada, reflejo de una lamentable huida hacia adelante que llevó a la directiva saliente a atrincherarse y a identificar la actuación de World Rugby con ensañamiento con una pobre federación de Tier 2 1/2  a la que quería arrumbar en el concierto del universo oval.

Todo ello sorprendente, porque la base fáctica de la posición federativa fue errónea y la estrategia radicalmente equivocada, reitero, en el fondo y en la forma. No diré más al respecto, pues me remito a aquellos programas radiofónicos que mencioné.

La estructura futura de la competición, la denodada labor de retención de patrocinadores, la televisión, el futuro de la selección y la sede de sus partidos…: cien asuntos que hacen que las dos horas y media parezcan escasas

Cerrado el capítulo inevitable, cien asuntos más, que hacen que las dos horas y media que permanecemos juntos parezcan escasas. La estructura futura de la competición; la denodada labor de retención de patrocinadores y la incipiente búsqueda de otros; la imperativa presencia televisiva, palpable y de calidad; la imbricación necesaria entre clubes –se trabaja en acuerdos, nos anticipan- y la FER; el futuro de la selección y las sedes donde ha de jugar (el Central que tanto queremos, pero que tantas deficiencias presenta para el rugby del siglo XXI tiene sus días, debe tenerlos, contados); la candidatura a múltiples eventos (de colaboración y participación conjunta con otras entidades); los contactos con federaciones de renombre para que hagan de España, como ya sucedió en la última Edad de Plata de nuestro rugby (de oro no hemos tenido aún) parada obligada; el futuro de algunos y la dirección estratégica deportiva que debe contar con talento local y joven, sin despreciar los refuerzos que sean oportunos, pero en su justa medida. De ahí, por cierto, el Comité de Elegibilidad, consultivo y riguroso, con componentes elegidos con cuidado y caracterizados por su competencia en sus áreas de conocimiento, adecuadas para ese cometido. Qué diferencia, en su aproximación, a lo que habíamos conocido. A la fuerza ahorcan, dirá alguno. También.

De lo más concreto a lo más general, abordamos más asuntos: la reputación de la propia FER, la salida de jugadores que lo han dado todo por la selección en un proyecto que a la postre fracasó en los despachos, el futuro del jugador profesional, semiprofesional en tantos casos por aquí, cuando deja la práctica activa del rugby, el cuidado que hay que tener con él (de su salud, pero no solamente) para devolverle parte de lo que dio, más allá de los emolumentos (añado ahora), al hilo de ese intangible que es la meritada reputación.

Serían las cuatro de la tarde cuando damos por levantada la sesión. Me marcho con una impresión moderadamente optimista, esperanzada. Son capaces y entusiastas. Pero hay que ser objetivo, rasgo que aventuro comparten nuestros anfitriones. Cuentan con rémoras heredadas que tendrán que superar y tienen poco tiempo, porque las siguientes elecciones acechan y dan poco margen, pues la labor de enderezamiento, de capear el temporal, asentarse y (re)construir es menos vistosa que la festiva de los triunfos, las celebraciones y las clasificaciones. Deberán tener paciencia, sosiego y voluntad. Las ideas ya nos muestran que las tienen muy claras. Tendrán que comunicarlas con acierto y transparencia, y no preocuparse de los que embisten, que los habrá, sino de escuchar sugerencias y opiniones fundadas de todos aquellos que quieran empujar en la dirección que nos conviene a todos. Creo que ahí nos encontraremos la mayoría.