Fatalmente vivimos en estado de aturdimiento. Que un estadio del código esférico mostrara una entrada señaladísima y que se anuncie que otro acogerá a los vetustos Barbarians RFC  para enfrentarse a la desafortunada selección española no lo evita, no lo modera, no lo aplaca. Vivimos un Purgatorio.

La perturbación que causó el cúmulo de despropósitos -acaso hablemos de ello en su momento- no remite. No son suficiente estos eventos deportivos para paliar la desazón ni sanar la reputación. Ni el pospuesto por la maldita pandemia contra los Classic All Blacks, que acabó convertido en un acto de adhesión y desagravio más bien romántico, de interés deportivo dispar, definido por las viejas glorias que se enfrentaban excepcionalmente a un XV titular que mejor hubiera hecho en buscar apellido compatible. Ni el anunciado con premura frente a los Barbarians, este más ortodoxo pues los pupilos del fundador, William Percy Carpmael, son habituales ante selecciones absolutas. Ni, por abundar en la desgracia, las noticias de suspensión que antecedieron a ese anuncio de los blanquinegros, cuando supimos por comunicado de la organización que ese proyecto tan interesante de Barcelona, los Diables, no jugaría en Palamós con Italia A.

Nos hubiera gustado contemplar ese partido y tememos que los árboles no nos dejen ver el bosque, pues tan feliz iniciativa, en el proceloso mundo del rugby pro, debe ser observada con interés y cariño. Interés por lo que de proyecto novedoso y atrevido tiene. Colijo que la iniciativa propia de unos chalados del oval, con raigambre, voluntad e ideas, es digna de admiración y apoyo y no querría pensar que detalles menores, quizás inquinas palaciegas, hayan frustrado la ocasión en que se presentaba la franquicia en Cataluña, en España, en el continente natural donde debe competir, después del experimento sudafricano del pasado año.

Penosamente, por estos lares, nos adherimos a Caín hasta para las cuatro reglas, y nos inclinamos por la división y la resta con desdén para la suma y la multiplicación. Qué bueno hubiera sido homenajear a los campeones de Liga, el club decano, a los de Sant Boi, en ocasión semejante. Iniciativa oval barcelonesa –Diables– que, desde los 110 años que contempla la práctica del rugby en la Ciudad Condal, rindiera alabanzas por el reciente trofeo al club decano, en el año de su centenario. Y no va a poder ser.

La melancolía me lleva a Barcelona, entonces. Me consta que fue durante el año de un centenario silente, 2011, el de la practica del rugby en esa ciudad, cuando algunos iluminados empezaron a pergeñar la idea que ahora llaman Diables. Y para el que dude, les remito a fuente fidedigna y que se empeña en bucear en hemerotecas y archivos para iluminar esa faceta del rugby continental: vayan a la cuenta @vademcum2 y vean, y añádanla a la de ese otro arqueólogo del oval hispánico que es @juancouselo.

Los Diables debutaron el pasado noviembre en Sudáfrica en el torneo ‘Toyota Challenge’, organizado por la franquicia Toyota Cheetahs. Proyecto que aúna iniciativa, tradición e intención

Por ceñirnos solamente a lo reciente -que no deja de ser algo relativo, que para los de mi año puede ser 1982- y más allá de clubes señeros, Barcelona no carece de hábito de rugby internacional. No es que el XV de España haya jugado allí, que lo ha hecho cuando el apelativo taxonómico era ignoto, es que allí han jugado selecciones de talla extraordinaria como la Irlanda campeona del V Naciones de Ollie Campbell, John O’Driscoll (sí, el tío de BOD) y Fergus Slattery, disfrazada de Irish Wolfhounds;  la Francia de Dintrans y Rives o la Escocia de Jeffrey y Kennedy o Ker, titulada Co Optimist XV, en el Torneo Ciutat de Barcelona, que los enfrentó a una Catalunya XV con refuerzos roselloneses y valencianos.

O Munster, por detenernos en una provincia irlandesa y ya un par de generaciones después. Munster Academy, sea, pero Munster al cabo. Bajo la mirada benevolente del alcalde Trias, que yo no sé si veía el rugby en todo su valor pero que seguro que apreciaba el hecho lúdico y la reputación que podía proporcionar a la condal ciudad anfitriona. En 2013 y por iniciativa de Rugby Barcelona, ya saben (y si no, se enteran ahora): el nom de guerre que aglutina a FC Barcelona, CE Universitari, CN Poblenou, Gòtics RC, Químics ER y Associació de Veterans de Barcelona. Nada menos.

Al lector le sonará el llamativo nombre. Indudablemente, porque el que se acerca a estas páginas es un incondicional. Y sí, los Diables debutaron el pasado noviembre en Sudáfrica en el torneo ‘Toyota Challenge’, organizado por la franquicia Toyota Cheetahs. No es mal sitio para estrenarse. De hecho es extraordinario, en su sentido meramente descriptivo y en el propiamente admirativo. El primero porque las circunstancias debieron mandar. O das pasos o te quedas atrás. Y si hay hueco hay que entrar por él. Al menos eso nos enseñaban en las viejas escuelas de los que nos educamos con balón de cuero. Ahora no es distinto, y hay quien explota el hueco y quien se trastabilla y acaba de bruces contra defensor de dimensiones insalvables. El segundo, por la ubicación en tierra de Springboks.

Los partidos, testimoniales si se quiere, demostrativos de un proyecto, pudieron contemplarse por vía telemática y por algún canal televisivo de esos que a veces nos presta atención. Proyecto que a este aficionado le place, porque aúna iniciativa, tradición e intención.

Acto de presentación del partido frente a Italia A.

La iniciativa de los promotores, los fundadores de Rugby Barcelona, Homs y Monti, es kantiana a este efecto: apriorística. Va de suyo, que diría el escolástico, pero superada por la razón pura añadimos que el juicio que merece tal sustantivo puede ser mantenido independiente de cualquier experiencia, que se va materializando después (en la franquicia). Uds. me perdonarán el exordio königsbergiano.

Tradición, pues el rugby se hace presente en Barcelona desde hace 110 años; e intención porque, sobrepasando el puro raciocinio kantiano, Schopenhauer nos ayuda a comprender la voluntad de los de Barcelona Rugby: insatisfechos con la representación que se muestra -el romo mundo oval ibérico, la cosa en sí- se proponen moldearla, desplegar capacidades y recursos, concitar otras voluntades para poner la primera piedra. Para sumar, para multiplicar. (Basta, sí, ya me detengo, abandono a los prusianos, no sin advertir a los puristas que estas son píldoras metafóricas, que los intuyo tomado notas: “¡No sabe, no sabe!”).

Así que lamento que el proyecto barcelonés, que debía ser acogido con beneplácito y estímulo por todo estamento federativo que se precie, haya visto frustrada esa puesta de largo en Palamós. Cancelación que lamina a su vez el objetivo beneficio que perseguía adjetivamente: la Cruz Roja y socorro para el desastre que los rusos cultivan en Ucrania.

Los Diables, tras el partido con los Cheetahs en Suráfrica (Foto: Ferran de la Roza / Fotografía de rugby).

Pues, al final, se vislumbra, metidos de lleno en el rugby pro, que ese es el camino. Ya sabemos que aquí otras iniciativas (recordado Robinson) fracasaron, por prematuras y locales, pero que, con luces largas, esa de Barcelona no debía ser más que la precursora de otras sedes de un circuito en esta vieja piel de toro. San Sebastián, Valencia, Sevilla, Madrid, Valladolid, nombren la que quieran que tenga gentes con ánimo y paciencia, en contienda previa para alcanzar el puesto en la competición correspondiente. ¿Por qué no?

El proyecto barcelonés alumbra un camino que merece la pena explorar: una iniciativa que debería ser precursora de otras sedes de un circuito de franquicias en el panorama nacional

Que Barcelona, Cataluña por extensión, tenga peso para acoger franquicia profesional que disputara una gran liga europea, es evidente. Hay masa crítica, pues añadan a los componentes de Barcelona Rugby a todos los demás del entramado catalán. Y como es un proyecto para sumar, para proyectarse, sumen, hagan cuentas y vean que a este lado del Ebro también debería tener espacio algo semejante.

Conozco la querencia de alguno de los promotores (zamarras sin publicidad, cuello y manga larga) pero eso queda ya para las charlas de barra de pub y pinta (la tercera o cuarta) en ristre. El futuro es el mercado global, ese que los encorbatados de World Rugby quieren modelar para que nada cambie (Billy Beaumont tiene al Gatopardo de Lampedusa, en la traducción de Archibald Colqhoun, como libro de cabecera), pero nada debe empecer iniciativas como esta, innovadoras y que desafían, en buena hora, a los comités centrales de aquí y allá y que, intuyo, han de llegar a buen puerto porque quien siembra bien, recoge mejor.

[Foto de cabecera: imagen del encuentro frente a Kenia en Suráfrica (c) Twitter Diables Barcelona Rugby @BarcelonaRugby].