Nada más entrar en el nuevo siglo se vestía por vez primera la camiseta de Canterbury un tercera línea, campeón del mundo en la categoría sub19 el año anterior. En la misma temporada en la que debutó con su provincia fue llamado por la selección sub21. El curso siguiente dio el paso lógico y debutó con Crusaders en el Super Rugby. Además, salió campeón de la competición neozelandesa con Canterbury y capitaneó a los baby blacks. La sorpresa llegó cuando, ese mismo año, John Mitchell – por entonces seleccionador neozelandés – decidió incluir al joven jugador en la lista para jugar la gira de fin de año que llevaría a los All Blacks a Irlanda, Escocia y Argentina. El hecho de que fuera seleccionado con apenas ocho minutos acumulados de Super Rugby generó cierto escepticismo en algunos sectores del rugby en las antípodas. El chico en cuestión se llamaba, claro, Richie McCaw. Y el resto es historia.

La andadura en el máximo nivel de Thomas Michael Christie dio comienzo antes de debutar con Canterbury en la Mitre 10 Cup. Corría la primavera de 2017 y el jugador, nacido de forma premonitoria en la localidad de Gore, se alzó con el título del World Rugby Under 20 Championship en la lejana Georgia. No podemos decir que fuera un jugador importante en aquella plantilla. Un año menor que la mayoría de sus compañeros, compartió vestuario con una de las mejores generaciones que ha dado el rugby neozelandés en la última década: Asafo Aumua, Luke Jacobson, Dalton Papali’i, Braydon Ennor o Will Jordan formaban parte de aquel equipo que deshizo a Inglaterra en la final. Jordie Barrett no pudo acudir al torneo porque debía jugar el Rugby Championship con los mayores. Había talento a raudales pero, a pesar de ello, Christie se las arregló para disputar como titular un par de partidos en la fase de grupos.

Christie celebra el título sub20 de 2017 con los ‘Baby Blacks’.

Unos pocos meses después tuvo su primer partido con Canterbury, aunque sólo disputó cuatro minutos en la victoria por 35 a 13 ante Tasman. Fueron los únicos que disputó con el equipo aquella temporada. Al igual que con la selección, la competencia era salvaje, y la colección de nombres que acumulaban en la tercera línea era para tener en cuenta: Matt Todd, Luke Whitelock, Reed Prinsep, Tom Sanders… Todos ellos con un amplio recorrido en el rugby de franquicias e incluso con los All Blacks.

2018 fue el año de su consagración como jugador relevante. Repitió con la selección sub-20, a la que capitaneó, aunque su equipo no consiguió repetir el éxito del año precedente bajo sus órdenes. La Francia de Romain Ntamack, Demba Bamba, Jean Baptiste Gros, Arthur Vincent y Cameron Woki, entre otros, lo evitó. Cayeron en semifinales por un ajustado 7 a 16, aunque las sensaciones fueron de mayor superioridad francesa.

Las salidas de Todd y Whitelock le allanaron el camino en Crusaders. Pero, a pesar de tener una tercera línea en pleno proceso de reconstrucción después del Mundial de Japón, nadie contaba con que Christie pudiera acumular tantos minutos ni jugar al nivel al que lo ha hecho

Tras superar la pretemporada con Canterbury, fue acumulando minutos en la Mitre 10 Cup, donde jugó 11 partidos, siete de ellos como titular. Las salidas de Todd y Whitelock le allanaron el camino. Ya sabemos que el círculo virtuoso nunca para en Nueva Zelanda. El año pasado repitió como jugador importante dentro del esquema provincial, y volvió a participar en todos los encuentros. Sus actuaciones y su proyección le valieron un contrato con Crusaders para la temporada 2020.

A pesar de tener una tercera línea en pleno proceso de reconstrucción después del Mundial de Japón, nadie contaba con que Christie pudiera acumular la cantidad de minutos que ha sumado hasta la fecha, ni tampoco con que rindiera al nivel al que lo ha hecho. Después de la grave lesión de Ethan Blackadder (el hijo del consagrado entrenador), Tom Sanders y Billy Harmon parecían los claros favoritos para hacerse con los flankers, principalmente porque eran los únicos que contaban con cierta experiencia a ese nivel. Con Whetu Douglas en la plantilla, el cierre de la melé parecía tener un dueño claro. Además, se había sumado al equipo Sione Havili, de la misma generación que Christie, y que ya había debutado con Blues en 2019. El panorama auguraba minutos de calidad, aunque también competencia con jugadores, aparentemente, al mismo nivel que Christie. La inesperada aparición de Cullen Grace como parte de la rotación complicó todavía más el rompecabezas que Scott Robertson debía componer en su tercera línea.

Como ya hemos dicho, nadie esperaba de Christie un rendimiento inmediato semejante. Cualquiera que hubiera seguido – aunque fuera de forma velada – su trayectoria a través del ecosistema rugbístico neozelandés habría sido capaz de trazar un perfil muy aproximado al tipo de jugador que era.

En el World Rugby U20 de 2018 la versión beta alcanzó su máxima expresión representativa. Christie se convirtió allí en el prototipo de jugador cuyo incansable trabajo no es apreciable a primera vista. En ataque, los dos carriles centrales eran de su propiedad; y se implicaba en la limpieza de la mayoría de rucks. No fue muy utilizado como portador, ya que su perfil físico no era excesivamente imponente en una categoría en la que las diferencias entre los grandes y los pequeños son más amplias que en el rugby plenamente profesional. Su altura no le permitía ser una de las primeras opciones en el line, por lo que era el primer hombre en salir de la formación, con el objetivo de trabajar en una primera limpieza que permitiera dar mayor velocidad a la pelota. Donde más se podía apreciar su trabajo, no obstante, era en la fase defensiva. Aquí se convertía en el puntal de su equipo.

Las principales virtudes de Christie residen en su lectura del ‘ruck’ y, sobre todo, en el placaje: no tanto por su contundencia como por la gran cantidad y la eficiencia con la que se comporta en esa suerte

Su principal virtud, no cabe ninguna duda, era (y es) el placaje. No tanto en términos de contundencia, sino de cantidad. Su excelente colocación le permite estar en disposición de completar estas acciones de forma ininterrumpida a lo largo de todo el partido. Además, su porcentaje de acierto es enorme. Los datos que ha dejado a este respecto en su temporada de debut en la élite son muy considerables. A lo largo de los seis partidos que ha jugado Crusaders, Christie ha completado un placaje cada 4,11 minutos, para una cifra global de 106. Muy por encima de los 88 de Liam Wright, el segundo de la competición en estos baremos. Con sólo tres fallos, su porcentaje de placajes exitosos se eleva a un 97,2%.

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Otra característica relevante, aunque no principal, de su trabajo en defensa es la lectura del ruck. Sin tener un perfil similar al de Du’Plessis Kirifi, en cuanto a jugador de trabajo específico en la pesca de balones, es capaz de llevar dicha acción a cabo con éxito. Sin embargo, es la lectura de situaciones la que hace de él un jugador diferencial. Sabe perfectamente cuándo es el momento de intentar robar el balón a través de la pesca y cuándo es necesaria la acción de contraruck. Es capaz, en cuestión de segundos, de pasar por su escáner particular número, tamaño y posición de los limpiadores atacantes, y a partir de esa información elegir la mejor opción para cada situación de juego. No cabe duda que su predisposición defensiva le lleva, en demasiadas ocasiones, a cometer infracciones en defensa. Por otro lado, son cuestiones que se pueden pulir fácilmente sobre la base del trabajo y la experiencia.

A pesar de que las cifras más brillantes tienen mayor relación con el aspecto defensivo, la fase en la que el juego de Tom Christie ha mostrado un mayor desarrollo es, sin ninguna duda, la ofensiva a campo abierto. Como ya hemos dicho, su papel tanto con las categorías inferiores de Nueva Zelanda como con Canterbury se limitaba a los dos carriles centrales del campo: trabajo de limpieza y colisiones en espacios reducidos.

No es que sus entrenadores limitaran de forma premeditada su campo de acción, sino que el propio Christie no se caracterizaba por una excelente ejecución del pase, ni tampoco contaba con una velocidad especialmente llamativa para un tercera línea. El hecho de jugar siempre al lado de compañeros con un perfil más ofensivo reforzaba su papel de delantero tosco: Devan Flanders y Hoskins Sotutu en la sub20, y los ya mencionados Whitelock y Prinsep en Canterbury, cubrían más distancia y a mayor velocidad.

Crhistie celebra con Ennor y otros compañeros un ensayo de Crusaders.

En este 2020 ha habido dos factores clave para que esa situación haya cambiado por completo. En primer lugar, un gran trabajo específico del propio Christie en la mejora de las destrezas de pase. En segundo, la fe de Scott Robertson en las capacidades de su pupilo. El entrenador de Tauranga se está convirtiendo en un especialista en mejorar el rendimiento de jugadores que no estaban llamados a ser grandes estrellas. Sevu Reece y George Bridge son claros ejemplos de ello.

Robertson ha colocado a Christie como el único delantero descolgado de su sistema, el que más combina con la línea de tres cuartos en la zona de bandas. Es cierto que la calidad de tipos como Jack Goodhue, David Havili, Richie Mo’unga o los mencionados Reece y Bridge puede ser un factor decisivo en favor de Christie, pero desde que se desempeña en esa posición sus números en ataque se han visto incrementados con creces. Sus dos ensayos han sido fruto de cinco rupturas de la línea, que han producido, además, 104 metros ganados con la pelota.

Su trabajo en las destrezas y la fe de Scott Robertson en sus posibilidades le han hecho mejorar enormemente esta temporada truncada su rendimiento en ataque, que coronó con dos ensayos antes de la interrupción del Super Rugby

Desconocemos hasta qué punto ha frenado la temporada de rugby la crisis del Covid-19. A día de hoy no hay ninguna certeza sobre los posibles cambios en el calendario ni sobre la celebración de eventos como el Rugby Championship. De lo que no tenemos ninguna duda es de que uno de los jugadores mas afectados – a nivel estrictamente deportivo – por la suspensión de las ligas es el propio tercera línea del que hoy hemos venido a hablar.

Antes de que el apocalipsis se cerniera sobre el mundo, en una recomendable taberna madrileña, le comenté a un insigne gallego gruñón que Tom Christie vestiría de negro este año. Es cierto que ya lleva seis partidos en el Super Rugby, y que supera los ocho minutos que le bastaron a McCaw para ganarse su primera cap, pero… ¿no creen que, hasta el momento, sus carreras llevan trayectorias visiblemente paralelas?