
Ardie Savea está demostrando una paciencia infinita. Debutó con Hurricanes en el Super Rugby a la tierna edad de 19 años, y prácticamente desde el inicio de su carrera cargó con una pesada mochila: la expectativa de ser quien supliera a un Richie McCaw que veía el RWC 2015 como horizonte final. Por ahí andaba ya un tal Sam Cane que, de hecho, fue capitán en el intrascendente partido entre neozelandeses y namibios en el Estadio Olímpico de Londres de la fase de grupos. No obstante, no se sabe muy bien por qué, todo el mundo esperaba que fuera Ardie y no Sam quien, a la larga, cogiera el testigo del eterno capitán.
Por entonces Savea era un flanker muy móvil, con una marcada tendencia ofensiva, capaz de hacer mucho daño en el campo abierto y que, aunque no destacaba tanto en la faceta defensiva, dejaba alguna que otra acción reseñable, sobre todo en el breakdown. Por otro lado, Cane destacaba mucho más en el aspecto defensivo, sobre todo en el placaje, por lo que su oscuro trabajo no era tan apreciado para el espectador medio. El físico de Ardie, ciertamente, ayudaba a que sus características como jugador resaltaran todavía más. Además, su hermano Julian vivía uno de los momentos más dulces de su carrera, por lo que las comparaciones entre ellos se hacían inevitables. No obstante, con el paso del tiempo, el tipo de juego que le hizo brillar con Hurricanes le impidió acceder a la titularidad de los All Blacks.
En la sucesión de McCaw, Sam Cane adelantó a Ardie Savea por su perfil más defensivo y su capacidad física: el 7 de los Hurricanes ha tenido que aplicar paciencia y readaptar su movilidad para competir contra jugadores más grandes que él y convencer a los técnicos de los All Blacks
Por cuestiones que más adelante explicaremos, Steve Hansen y su cuerpo técnico pidieron a Ardie que ganara peso. Cuando viajó como aprendiz con la selección neozelandesa en 2013 pesaba 95 kilos y levantaba 188 centímetros del suelo. Lo que le valía para destacar a nivel de club parecía no ser suficiente en el más exigente contexto internacional. Fue entonces cuando el menor de los Savea empezó a hacer frente a la mayor dificultad que ha presentado su carrera hasta el momento: la de ganar peso.
En 2016 el propio Ardie hizo públicas estas dificultades en rueda de prensa. A pesar de que el nutricionista del equipo le permitía comer más que a sus compañeros, él no conseguía ganar kilos. Bendito problema. Sin embargo, a base de trabajo nutricional y gimnasio, parece que poco a poco empieza a acercarse a los objetivos marcados por los entrenadores. A día de hoy alcanza los 100 kilos, lo que le ha valido la confianza de Hansen para suplir a Cane tras su importante lesión ante Sudáfrica en el Rugby Championship. Todavía está lejos de su objetivo, los 106 kilos, pero parece que el camino está marcado. Quién sabe si cuando llegue a esa cifra, Savea desplegará todo el potencial que mostró en sus primeros años en la élite.
La ganancia de peso ha permitido a Savea ser más competitivo en el contacto en espacios cerrados. pic.twitter.com/zhCa4gtmPC
— La Libreta De Carwyn (@libretadecarwyn) 29 de noviembre de 2018
La adaptación al esquema
Hagamos un ejercicio mental: imaginemos que el campo de rugby se fracciona verticalmente en cuatro carriles exactamente iguales, las bandas por un lado y el centro del campo por otro, que queda dividido en dos. En fase ofensiva, cada una de esas zonas debe estar cubierta por un grupo de delanteros.
Dependiendo del esquema de juego, el orden de estos grupos y el número de delanteros en cada uno de ellos varía. Por ejemplo, la Australia de Michael Cheika utiliza un esquema de juego 1-3-3-1 muy marcado, con Michael Hooper y David Pocock en los carriles laterales, y un grupo de primeras líneas y otro de segundas con el tercera que queda descolgado, en los carriles centrales. La lógica indica que sean los delanteros más atléticos y con mayor capacidad para asociarse los que ocupen las bandas, ya que cuando el balón llega a esas zonas del campo hay más espacios para aprovechar. Por el contrario, los delanteros más industriales son los que deben hacer el trabajo de desgaste, percusión y limpieza en el centro del campo.
Con gente como Read o los talonadores Coles y Codie Taylor, Ardie no ha tenido fácil encaje en el esquema de los All Blacks: Hansen le pedía más peso para poder asumir un rol de mayor exigencia física en el centro del campo neozelandés
No nos llevamos a engaño si decimos que la principal virtud ofensiva de los All Blacks es su capacidad para atacar al rival tras robarle el balón. En ese momento de transición entre el ataque y la defensa se crean una serie de espacios que los neozelandeses saben aprovechar como nadie. Sin embargo, eso no quiere decir que el equipo de Hansen no cuente con una formación que utiliza en las fases ofensivas en las que el juego está más estructurado. Al igual que el equipo australiano, utilizan el conocido 1-3-3-1, pero con alguna variante: Codie Taylor (también Dane Coles) y Kieran Read ocupan las alas, y en el centro del campo se forman dos grupos mixtos, donde se mezclan el resto de delanteros en función de las necesidades del momento.
Llegados a este punto, es lógico pensar que el encaje de Ardie Savea en este esquema no es sencillo. En cualquier otro equipo del mundo sus características le habrían servido para ocupar alguno de los flancos y ser el delantero que se asocie con los tres cuartos en campo abierto. De hecho, cuando juega con los Hurricanes suele ocupar el carril izquierdo del campo ya que, con Brad Shields y Blade Thomson completando la tercera línea, él es el más hábil de los tres para esas labores. Sin embargo, los All Blacks tienen la suerte de contar con Read y la pareja Taylor-Coles para el puesto de talonador. Por si eso no fuera poco, en los últimos tiempos han ido entrando en el equipo Vaea Fifita y Shannon Frizell, dos delanteros que por características físicas bien podrían jugar en la línea. Si a estos le sumamos la versatilidad y el buen hacer de Brodie Retallick a campo abierto, las opciones del bueno de Ardie de ocupar esas posiciones se minimizan.
Cuestión de peso
Con este contexto podemos comprender por qué el cuerpo técnico de Nueva Zelanda pidió en su día a Savea que ganara peso. Conscientes de las pocas posibilidades que tenía de jugar por las bandas en un equipo con tantísima calidad individual, necesitaba cambiar su cuerpo para poder competir con jugadores más grandes que él, y salir ganador en el envite. Para jugar en el centro del campo necesitas tener un físico que te permita superar a jugadores de la talla de Adam Coleman, Tomás Lavanini o Eben Etzebeth, entre otros. Parece que, poco a poco, Ardie lo va consiguiendo. En el reciente Rugby Championship, Cane se lesionó de gravedad el cuello, lo que ha abierto las puertas de la titularidad al jugador nacido en Wellington.
Su posición defensiva en el campo varía ligeramente respecto al papel que ocupa en ataque. La movilidad y capacidad para placar en espacios abiertos que demuestra (probablemente una de las acciones más difíciles de completar para un delantero), le permiten situarse algo más alejado de los principales puntos de contacto, siendo así el enlace entre la delantera y la tres cuartos en la línea de defensa.
No obstante, la principal cualidad defensiva de Ardie no es su placaje, sino la defensa del breakdown, sobre todo cuando es el primer hombre en llegar y dispone de la oportunidad de robar el balón, acción de la que suele salir bastante bien parado gracias a su fortísimo tren inferior. Estas acciones son realmente importantes para los All Blacks. Los neozelandeses no cuentan con jugadores realmente destacables en este tipo de acciones más allá del menor de los Savea. Así como Australia, Sudáfrica y Argentina tienen jugadores de élite mundial pescando balones como Malcolm Marx, Agustín Creevy y Pocock, el equipo dirigido por Hansen sufre un déficit en este sentido si Savea no está sobre el césped (siempre teniendo en cuenta el contexto de la lesión de Cane).
Su trabajo en el «breakdown» es vital para un equipo como los «All Blacks», que atacan con mayor facilidad en transiciones defensivas-ofensivas. pic.twitter.com/QYCY02OyOM
— La Libreta De Carwyn (@libretadecarwyn) 29 de noviembre de 2018
Además, como ya hemos dicho, los All Blacks son un equipo que destaca especialmente en contextos de transición entre defensa y ataque. En esos segundos de desorden en los que ambos equipos deben redistribuirse por el campo, Nueva Zelanda utiliza a sus hombres más incisivos para aprovechar los huecos dejados por los desajustes rivales. Por eso son tan importantes los robos de balón que Ardie pueda conseguir, como hemos visto en el ejemplo del partido del último Rugby Championship contra Australia.
La paciencia mostrada por Ardie parece que puede llegar a tener finalmente el premio deseado. El jugador no se durmió en los halagos desmedidos y mostró un gran respeto por los compañeros que le preceden, plasmado trabajo diario, tanto en el terreno de juego como en el gimnasio. Con el gran McCaw fuera del mapa desde hace ya unos años y con Cane lesionado en una zona muy delicada, su gran oportunidad se ha presentado al fin. Quizás su rol ha variado del que en un principio apuntaba a ser, pero ahora parece que el jugador está preparado para asumir cualquier responsabilidad que le cuelguen del cuello: ser el 7 de los All Blacks constituye, sin duda, una cuestión de peso.