Esto no estaba previsto. Quien más quien menos deseaba que Japón viviera esta Copa del Mundo en términos de éxito, como organizador y como país del tier 2 en plena evolución. Pero muy pocos podíamos predecir que el conjunto nipón fuera a batir a uno de los equipos más potentes del mundo… otra vez.

En realidad, el encuentro frente al bloque de Joe Schmidt del sábado arrancó de acuerdo al guion previsto: con Irlanda pateando bien, formando mauls que avanzaban a partir de sus saques laterales y con sus delanteros golpeando la defensa nipona a base de rupturas. A los 23 minutos dominaba el partido 12-3 y parecía cómoda. Pero, a partir de ese momento, la estrategia de Japón empezó a funcionar y poco a poco el equipo local entró en el choque.

Ya se sabe que Japón no es una potencia desde el punto de vista del físico, así que todo su plan debe estar concebido alrededor del peso de ese factor. Una condición que contrasta con la personalidad de Irlanda, equipo cuya fortaleza principal reside en imponer la potencia con la pelota de sus delanteros, dominar la lucha en el breakdown y aplicar un juego táctico al pie muy preciso.

En esa tesitura, Japón estaba obligado a jugar con un alto ritmo, a no cometer errores y a anular, en lo posible, el dominio irlandés en las abiertas. A continuación analizaremos algunas claves que permitieron al equipo de Jamie Joseph competir y, finalmente, ganar el partido.

Presentación rápida de la pelota en el ‘breakdown’

La mejor opción de ataque siempre es la pelota rápida, que impide a la defensa recolocarse y reorganizarse a tiempo. Durante el partido, Japón logró con frecuencia hacer uso de ese tipo de balones rápidos. El portador de la pelota, al ir al suelo, se preocupaba de sujetar el balón en todo momento durante el reciclaje, para que quedara a mejor disposición del medio de melé. Además, los delanteros que llegaban al apoyo limpiaban sobre la pelota y pasando el ruck.

Aquí vemos un ejemplo de cómo Japón aceleró sus presentaciones en los puntos de encuentro.

Hacer bien lo básico

Japón consiguió ejecutar de manera excelente algunos fundamentos básicos del rugby. Cuestiones que parecen no tener mayor impacto pero que permiten, en cada momento, que el desarrollo del juego sea consistente.

Pases precisos y patadas a touche con jugadores colocados en un ángulo ventajoso para que el pateo gane 45 metros. O, en las escasas ocasiones en que utilizó box kicks, buena coordinación de los jugadores que presionaban al receptor, para forzar golpes a su favor en distancias asumibles para sumar puntos yendo a palos.

También la melé japonesa aguantó bien los embates de Irlanda. Y en los saques laterales, presionaron con buenos resultados los lanzamientos irlandeses. Todos estos pequeños elementos, que permiten ir construyendo el juego, los ejecutó con acierto Japón, y eso le permitió progresar hacia sus objetivos a lo largo del encuentro.

Placajes bajos

Hablar de esto parece obvio, pero es muy común en el rugby de hoy que el primer defensor que llega al placaje intente ir alto en el contacto, intentando hacerse con la pelota o con el fin de evitar un pase en descarga. Japón usó a menudo a dos jugadores en cada placaje, pero con el objetivo opuesto: el primero iba muy abajo, para frenar al atacante, mientras que el segundo apuntaba arriba y se preocupaba de obstaculizar y ralentizar la salida de la pelota.

Entradas por los lados del agrupamiento

Hoy día, todos los equipos profesionales lo practican, pero en este encuentro Japón hizo de las entradas por los lados del agrupamiento para limpiar el ruck una auténtica obra de arte. Como ocurría en los placajes, también a menudo vimos a dos jugadores nipones entrar a limpiar la abierta en apoyo del portador de la pelota; y ninguno de los dos parecía tener ninguna intención de hacerlo a través de la puerta, que marca el acceso de acuerdo a las reglas. En cambio, los dos iban en ángulo y contactaban en los costados del jugador que estaba intentando pescar la pelota.

Esa táctica anuló otra de las fortalezas habituales de Irlanda: el dominio en el suelo. Y, conforme progresaba el partido, vimos cada vez a más jugadores de Irlanda que, tras hacer un placaje, se quedaban de pie, sin intentar robar la pelota en el suelo. Eso permitió a Japón quedarse con muchos más balones en los rucks. El equipo de Schmidt pareció preferir mantenerse en pie y recolocarse en la línea defensiva que comprometer a varios jugadores en las melés abiertas y arriesgarse a ser limpiados con facilidad por los japoneses.

Liberar y volver a jugar

Es una de las imágenes recurrentes en esta Copa del Mundo: un portador de la pelota placado que, tras ir al suelo, inmediatamente libera la pelota, sale y se pone en pie para a continuación volver a jugarla y seguir avanzando.

Esta acción acelera el juego y ayuda a identificar posibles puntos débiles de la defensa en los alrededores de los agrupamientos. Además, obliga a la línea defensiva a mantenerse muy plegada, sin poder abrirse bien a los costados, lo que genera más espacios para el ataque por las dos alas del campo.

Transmisión y salida rápida de las melés

Los japoneses saben que su melé no es potente y, por lo tanto, tratan en todo momento de que la pelota no se quede dentro de la formación más tiempo del estrictamente necesario. Por lo general, usaron una transmisión rápida a través del talonaje preciso y pasando la pelota por el canal 1, que proporciona los balones más rápidos hasta el 8. Un mecanismo que los medios de melé de Japón aprovecharon para reiniciar el juego a toda velocidad.

En resumen, Japón completó un partido magnífico, algo necesario para lograr la victoria contra Irlanda. Un triunfo repleto de corazón, deseo y compromiso de todos sus jugadores, por supuesto; pero también basado en la inteligencia y en el desarrollo y ejecución de estrategias que podían conducir al equipo de Jamie Joseph a un inesperado triunfo.

A base de acelerar el ritmo de juego y anular el dominio de Irlanda tanto en el suelo como con sus rupturas por delantera, Japón logró imponer los puntos fuertes de su rugby y redujo las oportunidades de las que dispuso Irlanda para mover el marcador. Fue, además de un encuentro muy bien jugado, un clarísimo ejemplo de inteligencia táctica por parte de su entrenador.

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