El día después del fin de aquel engendro social llamado apartheid, y por temor a que los negros se los comieran o los pusieran en el gran collar de caucho (una pila de neumáticos rociados con gasolina), miles de titulados superiores sudafricanos blancos embarcaban en los 747/SP de The flying springbok service, rumbo a Australia, Canadá o Reino unido. Las apocalípticas y disparatadas historias post apartheid gozan de una excelente salud en la memoria colectiva de las barras de bar sudafricanas, ya sean posh o escupan el áspero afrikáans. Evidentemente, la herencia de la diáspora tiene su cepa oval, pues basta con echar un vistazo a las plantillas de la actual RWC2019 para descubrir un mínimo de hasta 12 jugadores,  en Sudáfrica, que visten otros colores.

La llamada boer foreign legion no sólo se alista en las conocidas selecciones de segundo nivel, pues incluso Australia, Irlanda y Escocia cuentan en sus filas con algún saffa con papeles. Veamos la tropa de la mala reputación que todo equipo necesita. Dane Haylett Petty, el full-back de los australianos, vino al mundo en Durban. El quince del Cardo tiene enrolados entre los suyos a dos pilieres bokke en WP Nel y Allan Dell; y los del Trébol confiaron a última hora en los 204 cms de Jean Kleyn para ocupar el puesto de Devin Toner en la sala de máquinas de la melé irlandesa; además, tienen en CJ Stander a uno de los mejores loose forwards y número 8 de los últimos años. Arquetipos, los dos, del delantero sudafricano duro, ancho como la puerta de un establo y con cara de paramilitar.

Jean Kleyn y CJ Stander, terceras líneas sudafricanos de Irlanda.

Incluso La condesa de Pompidú del rugby, Francia, viste a un fantástico flanker en la fortaleza de Bernhard Le Roux. Quien no ha llegado a esta Copa del Mundo japonesa con los bleus, por cierto, ha sido otro sudafricano, Scott Spedding: el Rancor de los zagueros se retiró del juego al final de la pasada temporada, a los 33 años, después de 11 años ganándose los cuartos en el rugby del Hexágono. Todo un espolón.

¿Y la anfitriona? Ya se sabe que el sushi tiene carencia de proteína pesada, así que los japoneses han importado biltong en la pareja de locks/loose men que forman Wimpie van der Walt y Lappies Labuschagné. Kilos y malas pulgas para el pack japonés. Los yankees, y sus vecinos del norte, Canadá, optaron por asimilar visión y electricidad. Los dos números 9 de los EEUU, Ruben de Haas y Shaun Davies, ejemplarizan el típico medio de melé afrikáner con mando militar, ojos enterrados y los huevos cuadrados. Versiones económicas de Faf de Klerk o Herschel Jantjies.

Ya se sabe que el ‘sushi’ tiene carencia de proteína pesada, así que los japoneses han importado ‘biltong’ en la pareja de locks/loose-men que forman Wimpie van der Walt y Lappies Labuschagné. Kilos y malas pulgas para el pack japonés

Canadá, que este martes se enfrenta a la versión original, la de Rassie Erasmus, cuenta en el ala con DTH van der Merwe, un genio del seven nacionalizado. Van der Merwe disputa su cuarta Copa del Mundo y en las tres anteriores jugó todos y cada uno de los 12 partidos de los Cannucks, con una cuenta de seis ensayos. Pero, además, este martes marcará otro hito personal, al enfrentarse por primera vez a Sudáfrica, su país de nacimiento, tras más de 13 años de carrera internacional.

He pensado en Namibia pues, de alguna manera y en términos emocionales, ser namibio y sudafricano puede ser un solapamiento: muchos recordarán cuando Namibia aún era S.W.A (South West Africa), una mera provincia sudafricana que jugaba la Currie Cup y a cuya gente se le dio a elegir entre el viejo Suid-Afrikaanse o el nuevo pasaporte namibio. No se lo digan a nadie, pero la mayoría de los blancos tienen los dos…

Una vez escuché aquello de que un central argentino siempre da empaque a cualquier zaga futbolera. Supongo que, de la misma forma, en el rugby un par de boers ofrecen a cualquier equipo esa esencia tan reconocible de meter las manos y pegar con carita de yo no fui. Sea cierto o no, que yo creo que lo es, resulta indudable que Sudáfrica exporta el talento que no tiene hueco en la camiseta verde. O también se puede mirar a la diáspora como los hijos de los que se “mandaron a mudar” el día después del apartheid.

Día en el que, por cierto, no pasó nada. Más allá de mejorar el juego de los Boks