
Dentro de toda la meticulosa planificación que posibilitó la celebración de la primera Copa del Mundo de rugby femenino en 1991, el trofeo que se iba a poner en juego en el torneo fue en realidad una idea de última hora: «Queríamos algo bonito, pero que no nos saliera muy caro», cuenta Sue Dorrington, una de las cuatro mujeres que le dieron forma a aquel primer Mundial.
Así fue cómo, a principios de la primavera de aquel año, Sue se encontró en Hatton Garden, la calle en la que se reúnen los negocios de orfebrería londinenses. «Quería algo diferente, algo que se pudiera asociar con el rugby jugado por mujeres», recuerda. Y, aunque es incapaz de recordar cuáles fueron las tiendas que visitó en aquella incursión… lo encontró.
El trofeo original de la Copa del Mundo de rugby femenino costó la principesca suma de 500 libras esterlinas. Una mirada más atenta a los sellos plateados de la copa revela que la pieza fue fabricada en Adie Brothers, órfebres radicados en la ciudad de Birmingham desde 1924. Uno de sus rasgos más característicos es el diseño orgánico y calado de estilo Art-Nouveau que rodea el borde. Esto le da una cualidad delicada, casi de encaje, que tal vez fue ese toque más femenino que convenció a Sue Dorrington cuando lo seleccionó entre las diferentes opciones.
Aunque estéticamente es muy bonito, el inconveniente práctico del diseño se descubrió después. Cuando, tras alzarse con él en los torneos de 1991 y 1994, las jugadoras de Estados Unidos e Inglaterra descubrieron que no era posible beber en él el clásico champán celebratorio: el espumoso se escapaba por los huecos trabajados en la copa.

El equipo inglés, vencedor en la edición de 1994, con el viejo trofeo (Foto: Getty/World Rugby Museum).
La primera mujer en levantarlo, ese mismo año 1991, fue la capitana del conjunto estadounidense, Mary Sullivan, que entonces contaba 39 años. Tres más tarde, Inglaterra y Estados Unidos volvieron a enfrentarse en la final en el legendario Raeburn Place de Edimburgo: y esta vez el turno le correspondió a Karen Almond, encargada como capitana de levantar el trofeo para las Red Roses.
En la parte delantera de la pieza aparecen grabadas las palabras Women’s Rugby World Cup; y por detrás, los nombres y el año de los dos campeones mencionados… Y eso fue todo. La competición de 1994 ya estuvo a punto de cancelarse cuando la International Rugby Board (IRB, ahora World Rugby) se negó a sancionar el torneo. En lugar de tener lugar en Ámsterdam, como estaba previsto, acabaría celebrándose en Escocia con la denominación de Campeonato Mundial.
Las cosas cambiaron en 1998 cuando la IRB asumió la dirección del torneo. Una de las numerosas innovaciones introducidas fue la adquisición de un nuevo trofeo, que es el que los equipos disputan hasta hoy: y el que se van a jugar en la final de este fin de semana Nueva Zelanda e Inglaterra. Y así, la copa original que levantaron las campeonas de 1991 y 1994 quedó retirado. De hecho, durante años aquellas dos primeras ediciones del mundial no fueron reconocidas como tales por la IRB. Esa anomalía fue resuelta en 2009, cuando World Rugby admitió formalmente su legitimidad y, por extensión, el trabajo pionero de todas las personas que contribuyeron a ellas.
La IRB no consideró oficial el torneo hasta 1998 y entonces creó una nueva Copa para las vencedoras: la original, levantada por Estados Unidos e Inglaterra en 1991 y 1994, se retiró y, tras varias giras por Reino Unido, acabó perdida
En cuanto al trofeo original, como Inglaterra había sido el último equipo en reclamarlo, se quedó en manos de la Women’s Rugby Football Union, que le dio un buen uso como pieza estrella en una exposición que giró por todo Reino Unido, en un intento de difundir y hacer crecer su práctica entre las mujeres.
Aquellos esfuerzos tuvieron éxito, y el rugby femenino se convirtió rápidamente en uno de los deportes de más rápido crecimiento, como lo sigue siendo hoy. Sin embargo, el trofeo original tuvo un destino más extraño. A partir de 2008, el World Rugby Museum comenzó a recibir consultas ocasionales sobre su paradero. Aunque nunca formó parte de la colección del museo, el trofeo había sido expuesto en sus instalaciones en varias ocasiones a lo largo de los años. Y los registros mostraban que había salido de viaje en 2006… y nunca había regresado.
El rastro se enfrió. De vez en cuando, antiguos jugadores como Gill Burns imploraban al mundo del rugby que «encontraran la Copa del Mundo», pero nadie lo hizo nunca, y la preocupación por su custodia comenzó a crecer. Tan sorprendente situación se prolongó durante 15 años hasta que, contra todo pronóstico, una administradora que había trabajado en los roadshows de aquellos días dio con una pequeña caja de madera escondida en el desván de sus padres. Ellos mismos habían ayudado a ordenar algunas piezas después de uno de los eventos de aquellas giras de exhibición y la caja había acabado en su desván. Quién sabe cómo. Ni siquiera tenían ni idea de lo que había dentro. Y, para colmo, habían perdido la llave.
Una vez encontrado, el trofeo fue devuelto a Twickenham por Gill Burns, pasando por el Centro Nacional de Deportes de la Abadía de Bisham, donde fue presentado a la actual plantilla de las Red Roses. A continuación, se depositó en manos del personal del museo, que pasó varios días intentando averiguar cómo forzar una elaborada cerradura veneciana para sacarlo de la caja de madera con cristal en la que había sido conservado.
Al final lo consiguieron y, una vez liberada, la copa se limpió y se preparó para su exposición. Ahora está a disposición del público como pieza central de la exposición especial Rugby World Cup: in her own words, que ha tenido lugar en los últimos meses en el World Rugby Museum de Twickenham. Una vez que la muestra, como la propia competición que este fin de semana culmina en Nueva Zelanda, haya acabado, el trofeo original formará parte de la colección permanente en la galería dedicada a la Copa del Mundo de rugby.
[Phil McGowan es historiador de rugby y curador del World Rugby Museum de Twickenham. Puedes seguir al autor en Twitter en este perfil: @_philmcgowan. Este artículo fue publicado originalmente en el blog From the Vaults, en la web del World Rugby Museum. Puedes seguir al museo en sus redes sociales en Facebook, Twitter e Instagram].