Decía Juan Manuel Gaminara, al término del partido, con una bandera uruguaya a sus espaldas y tratando de controlar las lágrimas: “Estoy realmente orgulloso, orgulloso de mi país. No somos los más grandes ni los más altos, pero hemos venido aquí a ganar. Llevamos preparando este momento desde hace cuatro años, estoy muy orgulloso”. No era para menos. Pocos pensábamos que Uruguay pudiera derrotar a Fiyi, por mucho que los oceánicos hubiesen realizado hasta 12 cambios respecto al equipo que se enfrentó a Australia en la primera jornada. En el característico Kamaishi Recovery Memorial Stadium, Uruguay llevó a cabo su milagro particular.

En primer lugar, cabe reconocer la labor de Esteban Meneses, entrenador argentino que lidera a la selección uruguaya desde 2015. No vamos a detallar aquí las particularidades que ha tenido que recorrer durante su mandato con Los Teros. Para conocer mejor el camino que llevó a la selección uruguaya al Mundial de Japón, les recomendamos que lean el magnífico artículo que escribió Ignacio Chans en el número 3 de Revista H. Sin embargo, sí que nos vamos a detener en algunos de los detalles tácticos que nos dejó el partido.

Como viene siendo habitual en los partidos que hemos visto hasta el momento en este Mundial, el inicio del encuentro se resumió en una especie de tanteo entre los dos equipos, en el que ninguno de los dos se atrevía del todo a destapar su particular juego expansivo. Fiyi trataba de llevar el balón a la banda de Nakosi, pero los tres cuartos uruguayos consiguieron cerrar tanto los canales interiores como exteriores.

En un placaje que sacó al line al ala recientemente fichado por Castres, Gaminara decidió poner rápido el balón en juego para que su línea lo llevase hasta la banda contraria. La jugada en cuestión no acabó en nada, pero llevó a Uruguay a tratar de igualar el elevado ritmo de juego fiyiano. Si, para un equipo modesto como el uruguayo, ya es difícil imponerse a una selección consolidada como la de Fiji, tratar de hacerlo con un estilo de juego que potencia las virtudes de tu rival puede parecer una locura.

Sin embargo, el equipo de Meneses no se ató a una única forma de juego, y durante distintas fases del partido demostró que son capaces de manejar varios registros. El más claro ejemplo de ello fue el segundo ensayo uruguayo, posado por Manuel Diana. La fase de juego comenzó con un saque de centro por parte de Felipe Berchesi, ya que Uruguay acababa de recibir el segundo ensayo en contra. Veitokani recibe el balón y, cuando se dispone a despejarlo, recibe el bloqueo de Cat. Las pérdidas de concentración por parte de los jugadores de McKee fueron una constante durante el partido. Goneva recupera la pelota, pero es placado por Civetta, y sacado por el lateral dentro de su propia línea de 22.

Uruguay forma una touch de siete delanteros, con Gaminara descolgado de la formación, haciendo las veces de recuperador del balón. Fiyi entra al alineamiento por el lateral, por lo que Pascal Gaüzère otorga la ventaja de golpe de castigo. Uruguay vuelve al line y, en esta ocasión, en vez de formar el maul, Gaminara pasa el balón a Kessler, quien ha redoblado la formación, y ataca a la defensa fiyiana en la línea de 15 metros. Tras un pase cerrado de Arata a una familia de delanteros, un pick and go decide el ensayo. Como podemos observar, no todo el rugby desplegado por los uruguayos fue expansivo y fugaz, sino que supieron adaptarse a las distintas situaciones del partido, y sacar el máximo provecho de ellas.

En este tipo de victorias de equipos ‘pequeños’ contra rivales superiores siempre hay un componente de solidaridad entre los jugadores, que en este partido quedó expreso en el magnífico trabajo defensivo de Uruguay

A pesar de que, visualmente, el juego de ataque planteado por Meneses destacó sobre el resto de acciones del partido, la verdadera clave de la victoria de Uruguay estuvo (como sucede casi siempre) en la defensa. No debemos olvidar que Fiyi fue dueña de la posesión del balón durante el 59% del tiempo de juego. Esto obliga a una disciplina defensiva fuera de lo común, ya que jugadores como Nakarawa, Radradra o Nakosi son especialmente difíciles de placar.

En este contexto, y particularmente a equipos como Uruguay, que no están acostumbrados a enfrentarse a jugadores de este nivel, se les plantea un dilema habitual: cerrar los canales interiores, los más cercanos al ruck, y así obligar al rival a llevar el balón a las alas, como hizo Rusia con Samoa, por ejemplo; o por el contrario tratar de cubrir todo el ancho del campo, sabiendo del potencial de la tres cuartos rival, asumiendo así el riesgo de que algún tercera línea se cuele por el centro de la línea. La solidaridad de todos los componentes del equipo uruguayo permitió cubrir ambos aspectos de la defensa.

Por momentos, especialmente en la segunda parte, a la línea defensiva le costó subir a presionar más de lo habitual, lo que permitió a los fiyianos lanzarse a correr. A pesar de la derrota, los jugadores dirigidos por McKee cubrieron un total de 746 metros con la pelota en las manos. Si hubiesen estado más acertados en el pase, probablemente estaríamos hablando de otro resultado. Pero como bien dice el compañero Señarís, eso es hacer historia contrafactual. La realidad es que Uruguay consiguió la victoria más importante de su historia.

Si repasamos precedentes (la victoria de Japón sobre Sudáfrica es el más reciente), estas grandes victorias, de equipos pequeños sobre rivales muy superiores sobre el papel, nunca están sostenidas por una actuación individual especialmente sobresaliente. Siempre hay en ellas un componente, plenamente visible, de solidaridad entre todos sus jugadores; sobre todo, como acabamos de analizar, en el aspecto defensivo. Ayer, el equipo uruguayo se unió para frenar a Radradra, Nakarawa y compañía. Desde Kessler, Leindekar, Gaminara, hasta Cat o Arata. Los roles defensivos se difuminaron para lograr un bien común, que sólo era posible alcanzar de esta manera. Enhorabuena.