En la antigua Roma, el color rojo simbolizaba la sangre y la valentía; en China, es considerado un color de vibraciones optimistas que encarna el éxito, la cordialidad y la dicha, tanto como la buena fortuna y la salud.

En Gales, el color rojo siempre ha constituido un símbolo nacional, de pertenencia; también es el color del dragón de la bandera y el de las camisetas del equipo nacional de rugby.

Pero, en una húmeda noche en Eden Park, Auckland, el 15 de octubre de 2011, el rojo vino a simbolizar el fin de un sueño de gloria; el cruel giro del destino que le costó a Gales su plaza en la que habría sido la primera final de la Copa del Mundo de su historia.

A los 19 minutos de juego, Sam Warburton volteó al francés Vincent Clerc…  y el árbitro del encuentro, Alain Rolland, se sacó la tarjeta del bolsillo. ¿Su color? Rojo, claro.

Ahora, avancemos hasta 2019, estos días… en la Copa del Mundo de Japón. En el país nipón existe la creencia de que el color rojo contribuye a invocar la buena suerte, sobre todo si se lo empareja con el blanco. Y así es como el envase colorado de las chocolatinas KitKat se han acabado convirtiendo en una especie de billete hacia de buena providencia para los japoneses… Y en popular obsequio para los estudiantes en tiempos de exámenes.

Hasta ahora, al rojo le está yendo bastante bien en esta Copa del Mundo. Al menos, al rojo de Gales. No les habría venido mal a los pupilos de Warren Gatland que alguien les regalara unas cuantas chocolatinas, en estos días previos en Otsu, antes de disputar este miércoles su partido contra Fiyi. Y, sobre todo, para lo que pueda venir a partir de la semana próxima y, ojalá, en las siguientes.

El fuego y la pasión también están asociados al color rojo. Atributos que quedaron perfectamente expuestos en la victoria de Gales contra Australia en Tokio: uno de los encuentros más vibrantes y brutales físicamente de cuantos se han jugado hasta ahora en este torneo. Un partido cuyo resultado elevó de manera exponencial la consideración del equipo de Gatland y subrayó su condición de legítimo aspirante a la corona mundial.

Aún queda un largo camino en esta RWC y con Gatland la complacencia no está permitida… pero para los galeses es inevitable soñar con la posibilidad de que, el próximo 2 de noviembre, nuestras ciudades se tiñan de rojo

Pero eso aún queda lejos. Antes asoman los atléticos fiyianos, primero, y el cierre de la primera fase contra Uruguay, el domingo. Cinco días que van a decidir el futuro de los hombres de rojo en esta Copa del Mundo.

A pesar de todas las buenas críticas recibidas por el equipo, con Warren Gatland al mando nunca hay espacio para la complacencia. Especialmente cuando enfrente aparece un rival como Fiyi, cuya sola mención todavía provoca sudores fríos y evoca aquella derrota de 2007 en Nantes, una pesadilla que todavía nos acosa a muchos aficionados galeses.

La ronda de grupos aún no ha terminado y todos los equipos tienen todavía por delante un largo camino hasta alcanzar sus objetivos en esta RWC. No osaremos dejarnos llevar por la ola de entusiasmo que se ha multiplicado en los últimos días alrededor de las posibilidades de Gales; pero es inevitable soñar con que el rojo será el color con el que nosotros, los galeses, teñiremos nuestras ciudades allá por el 2 de noviembre próximo. Ahí queda la ilusión.

Que alguien pase un KitKat…