
Las semanas de descanso del 6 Naciones siempre son propicias para que la prensa rugbística internacional vaya en busca de noticias perideportivas. Pero este año sin duda se les fue de las manos. Una filtración del NZ Herald acerca de los planes de World Rugby de montar una liga mundial ha obligado al máximo organismo internacional a dar a conocer sus planes por adelantado, tratando así de calmar las aguas.
Explicaba el artículo publicado en Nueva Zelanda que, a partir de 2020, nada volvería a ser igual. Las 10 selecciones reconocidas como Tier 1, más Japón y Estados Unidos, participarían en una liga mundial cerrada, con finales anuales, durante las siguientes 12 temporadas, a cambio de llevarse cada uno de los participantes entre 10 y 14 millones de dólares.
Las lógicas y airadas reacciones del Tier 2 no se hicieron esperar, con preponderancia para las voces procedentes de las naciones isleñas, a las que se sumaron los jugadores internacionales por la sobrecarga del calendario. Sin embargo World Rugby insistió en todo momento en que la idea no era exactamente esa y terminó lanzando un vídeo y una nota de prensa con su visión.
La noticia del NZ Herald sacudió la semana de descanso del 6 Naciones y las reacciones contrarias a los planes de World Rugby se sucedieron: por mucho que su comunicado calmara las aguas, aún puede llover mucho hasta 2023
Hablamos del Nations Championship que debería arrancar en 2022. Respetando la idea que Agustín Pichot ha venido adelantando durante meses, el proyecto de World Rugby incluye ascensos y descensos. La base serían los actuales 6 Naciones y Rugby Championship, sumándose a este último las dos mejores selecciones extra europeas, basándose única y exclusivamente en su ranking, lo cual abre la puerta a Fiyi.
Así, estos 12 equipos jugarían 11 partidos a lo largo de la temporada (los cinco de su torneo y tres por ventana frente a los seis equipos del otro torneo). Los mejores se enfrentarían además en semifinales y final con sede única, preferiblemente en una ciudad relevante del hemisferio norte, durante el mes de diciembre. Los últimos de cada conferencia deberían defender su puesto en primera división frente a los campeones de segunda.
La segunda división estaría compuesta por el actual Rugby Europe Championship o 6 Naciones B, posiblemente el mayor punto de interés para los aficionados españoles, así como otro torneo para selecciones extra europeas. Por debajo, la tercera división sería más bien una reunión de torneos continentales para definir quién puede o no optar a acceder a segunda. Pero el papel todo lo aguanta y, por mucho que el comunicado de World Rugby haya permitido calmar ligeramente las aguas, mucho puede llover aún hasta 2022.
No se puede perder de vista que el punto de partida es el dinero. Por mucho que Agustín Pichot defienda que los test matches han perdido interés, la pregunta a partir de la cual surge la idea de una liga mundial es cómo mantener la atención permanente de los aficionados y obligar a las televisiones a pagar más por los derechos, sin poder alargar un calendario ya saturado. Pues envolviéndolo de otra manera, claro está. Pero el modelo que ofrece World Rugby no da seguridad financiera al 6 Naciones y muy particularmente a sus equipos más vulnerables.Hay que entender que pertenecer a esa élite supone para Escocia o Italia ingresar 20 millones de euros al año. Más lo correspondiente al hecho de albergar test matches de primera en noviembre (no es lo mismo recibir a los All Blacks y hacer una caja de tres millones que jugar contra Tonga). Es decir, la mitad de sus presupuestos depende de que el 6 Naciones y el Tier 1 sigan siendo cerrados. Y por mucho que World Rugby cuente con que haya ascensos y descensos en su división europea del Nations Championship, 6 Nations Ltd. sigue siendo una compañía privada, cuyos socios toman decisiones por unanimidad. Primer escollo a salvar.
La cuestión es el dinero. Por más que Pichot defienda que los ‘test matches’ han perdido interés, la cuestión es cómo mantener la atención de los aficionados y obligar a las televisiones a pagar más, sin alargar un calendario ya saturado
Por otra parte, no se puede perder de vista que, aunque el 6 Naciones mantenga aura y prestigio, la maquinaria financiera no funciona tan bien como antaño. La pérdida de RBS como patrocinador principal se tornó en drama al encontrarse el torneo con que nadie estaba dispuesto a pagar las cantidades que solicitaba. NatWest, emparentada con RBS, cubrió el expediente en 2018. Guinness pagó bastante menos de lo esperado en 2019 y además se encontró con que los estudios de mercado señalaban que buena parte de los aficionados asociaban el evento más a Heineken que a quien realmente se estaba gastando los cuartos…
Uno de los puntos candentes de la propuesta de World Rugby es la venta centralizada de los derechos televisivos. El 6 Naciones dice públicamente que quiere mantener su presencia en televisión en abierto, consciente de los errores cometidos por otros deportes como el cricket o la Fórmula 1 en Reino Unido. World Rugby también asegura que valora enormemente el rol de la televisión en abierto como ventana al gran público. Mas todos son conscientes de que el dinero hoy por hoy lo tienen Murdoch y compañía. El Nations Championship es un globo sonda perfecto y las federaciones europeas siempre pueden emplear a World Rugby de parapeto o chivo expiatorio si se da el paso a la televisión de pago y sale mal.
Por último en lo respectivo a las grandes naciones, es palmario que el formato del Nations Championship favorece a aquellos países donde el rugby de franquicias prevalece sobre los clubes, que ya empiezan a amenazar con plantar batalla. Si ya Francia suele pasarlo mal en junio, habrá que ver cómo lidia con las exigencias de la LNR sabiendo que el Nations Championship obligará a sus jugadores a viajar más de la cuenta en verano y puede que a faltar un par de semanas más en diciembre, tanto si lo hacen bien y juegan semifinales y final como si todo sale mal y deben afrontar un playoff de descenso. No hablemos ya de la liberación de jugadores para países del Tier 2, que tienen su propia problemática y razones para no fiarse del todo de este proyecto.
Para los países fuera del Tier 1 estos últimos días han sido una auténtica montaña rusa. Pero sobre todo lo es porque no son dueños de su destino. Tras el Mundial 2015 ganaron peso político ante la ampliación del Consejo Mundial de World Rugby, algo clave para explicar por qué la candidatura de Francia se llevó la carrera por albergar el torneo de 2023: entre otras perlas prometió a Rugby Europe, Georgia y Rumanía que apoyaría una apertura o expansión del 6 Naciones a cambio de sus votos. Pero las negociaciones del Nations Championship se han celebrado a sus espaldas. Es más, el proyecto de liga cerrada filtrado por la prensa neozelandesa contaría perfectamente con la mayoría de votos en el Consejo.
Además hay cierta sensación de traición. Hace apenas dos años, en 2017, World Rugby anunció a bombo y platillo que se había llegado a un acuerdo para el calendario global de entre 2020 y 2032. El comunicado rezaba que los partidos entre Tier 1 y Tier 2 aumentarían en un 39%, que Francia e Inglaterra visitarían las islas del Pacífico, que Georgia y Rumanía albergarían a algunas de las mejores selecciones del mundo en la ventana de verano o que los equipos del 6 Naciones ofrecerían seis encuentros por ventana de noviembre a equipos del Tier 2.
Si ya en un Mundial la disparidad en los pagos de World Rugby a los Tier 1 y Tier 2 es enorme, el formato del Nations Championship amenaza con aumentar esa brecha
Salvo la primera premisa, el resto de promesas saltan por los aires. E incluso en el caso de la primera afirmación, el Nations Championship amenaza con restringir los partidos contra Tier 1 a una élite dentro del Tier 2. En 2018 seis equipos tuvieron ese privilegio (Fiyi, Tonga, Georgia, Japón, EEUU y Canadá). En 2022 podrían ser sólo tres, incluso dos si el 6 Naciones se niega a aceptar ascensos y descensos pero la idea sigue adelante.
En todo caso la cuestión central seguirá siendo el dinero. Si ya en un Mundial la disparidad en los pagos de World Rugby entre Tier 1 y Tier 2 es enorme, el formato del Nations Championship amenaza con aumentar tal brecha por mucho que uno o dos peones cambien de casilla en el tablero. Sí, los ingresos generados permitirán a World Rugby sufragar los viajes de Rumanía a Tonga o de Namibia a Canadá, tal y como viene ocurriendo en las actuales ventanas de test matches, pero difícilmente veremos una lluvia de millones que garantice que los mejores jugadores jugarán siempre para sus selecciones. Agustín Pichot desea que cada partido cuente, pero quizá ello no interese a buena parte de los pobretones del rugby mundial, simple y llanamente porque no tienen manera de permitírselo.
Nadie puede poner en duda que el rugby necesita abrir las ventanas y airearse, aunque sólo sea por aumentar audiencia fuera de sus países tradicionales y obtener esos ansiados ingresos por derechos televisivos. La cuestión es cómo y la respuesta no puede ser única. Aunque el Nations Championship es una posible solución, dista aún de ser la panacea, independientemente de su evolución con el paso de los meses. Los problemas de financiación de buena parte de la élite mundial van a seguir ahí, porque el rugby mundial se encuentra en plena carrera armamentística y la aparición de fondos como CVC como propietaria parcial de la Premiership o Pro 14 sólo la van a acelerar.
Sería ingenuo pensar que la creación del Nations Championship va a frenar la celebración de partidos internacionales de escaso sentido, como ese Sudáfrica-Gales rebajado con agua que se jugó en junio de 2018 en Washington, algún encuentro de Bledisloe Cup en el lugar exótico que mejor pague o el inevitable recurso a los Barbarians cuando hay que llenar Twickenham una vez más para cuadrar las cuentas. Eso sí, rara vez se ha oído a los jugadores alzar la voz con estas ideas, llevadas sin problemas a la práctica, como sí hicieron con las filtraciones sobre la liga mundial.
El crecimiento del rugby terminará llevándose por delante tradiciones, vestigios del pasado y hasta selecciones con solera, que por su tamaño y mala organización están condenadas a medio plazo
Igualmente en algún momento World Rugby tendrá que aceptar que no todos sus principios son compatibles. Es más, su nota de prensa presentando el Nations Championship y mencionando que el 6 Naciones, el Rugby Championship y los British & Irish Lions quedaban protegidos sonaba a chiste. Parecía casi como si Bill Beaumont y Agustín Pichot hubieran hecho un trabajo en grupo por separado y hubieran unido sus partes en el último momento.
El crecimiento del rugby a nivel mundial, si es que es lo que realmente pretende World Rugby, terminará llevándose por delante tradiciones, vestigios del pasado y hasta selecciones con solera, que por su tamaño y mala organización están condenadas a medio plazo. Por supuesto, algo intuyen y por eso no debe extrañar que como anexo del proyecto la federación internacional mencionara la posibilidad de ampliar a 24 equipos el Mundial a partir de 2027.
¿Y si todo sale bien y equipos como Rusia, España, Alemania o Brasil crecen en detrimento de potencias tradicionales? Por tamaño de equipos y logística el rugby jamás se podrá permitir 32 o 48 participantes en una Copa del Mundo y muchos aficionados no conciben un año sin Calcutta Cup o sin isleños placando alto y haciendo offloads de ensueño…