Querido lector:

Permítame presentarle mis sinceras disculpas por mi falta de fe en el VI Naciones, me declaro ateo respecto a todas las creencias fanáticas en torno al que -sin duda alguna- es el torneo más relevante y simbólico del rugby planetario.

Tras la pertinente aclaración ya estamos listos para entrar en materia: el V/VI Naciones forma parte de la memoria rugbística colectiva de los aficionados al deporte en el hemisferio norte. Estamos ante el Concierto de Año Nuevo en Viena en versión oval, los ingredientes son de sobra conocidos: himnos que nos erizan hasta el último vello del cuerpo, lluvia, barro, frío, balones lentos y pesados con vida propia, esforzados delanteros cuyo calor corporal protagoniza hermosísimas instantáneas en unos scrums épicos, igualdad, pateos a palos sujetos al estado de ánimo del caprichoso Eolo… Es normal que existan cantidades ingentes de aficionados rendidos a la épica de escenarios tan majestuosos como Twickenham, Lansdowne Road, Arms Park… (No utilizaremos la denominación actual por respeto a la tradición y para mantener la carga simbólica).

Lo más divertido del VI Naciones es la previa (ni punto de comparación con el aburrimiento generalizado de la mayoría de los partidos), pronósticos, cábalas, análisis sesudos -originales o no- y la convicción generalizada de que este año «nuestro equipo» tiene serias posibilidades de llevarse el torneo.
Detengámonos en este último punto y dejemos de fabular por un momento:
Inglaterra, Irlanda y ¡Escocia! son las tres selecciones elegidas por el público como candidatas para llevarse a casa el trofeo de este año.

Vayamos por partes:

Inglaterra no cae bien, Eddie Jones no cae bien y el juego del XV de la Rosa es poco atractivo para el espectador pero… Por rendimiento como equipo tras el Mundial 2015 y por la cantidad de jugadores de altísimo nivel de que disponen son los principales candidatos para retener el título que lograron en 2016 y 2017. Los equipos de la Aviva Premiership no están teniendo un buen año en la Champions Cup y desde ahí se hace una extrapolación respecto a una posible crisis del equipo nacional que pueda diezmar su rendimiento en el VI Naciones. Inglaterra -en este caso- no es una suma de jugadores de club, es un equipo con estructura, comportamiento y automatismos propios, Eddie Jones ha formado un bloque cuyo rendimiento colectivo está por encima de las individualidades y a partir de ahí han llegado un rendimiento y unos resultados uniformes. Más allá de las simpatías están los argumentos.

Irlanda es la antítesis de Inglaterra: caen bien, tienen un seleccionador sin ningún interés por el foco mediático y el rendimiento de sus tres clubes/provincias más importantes (Leinster, Munster, Ulster) ha sido destacado en Europa. En el caso del XV del Trebol siempre partimos del mismo condicionante, del mismo axioma: «si las lesiones les respetan pueden aspirar a…».
En un torneo de 5 partidos todos los factores influyen e Irlanda tiene tendencia a perder jugadores muy importantes en la previa o en algún momento crucial de los partidos y campeonatos. La única derrota de Eddie Jones al frente de Inglaterra (les costó Triple Corona, Grand Slam y récord absoluto de victorias para un equipo Tier 1) fue contra Irlanda en el VI Naciones 2017.

Escocia vive en un estado de euforia creciente desde el Mundial 2015 y los Test Matches de noviembre sirven como combustible para que algunos optimistas les vean como aspirantes a reverdecer los laureles del lejano 1999. Gregor Townsend fue figura clave, dentro del campo, en aquel último V Naciones y es el máximo responsable del juego que ha llevado al XV del Cardo a este momento de ilusión. Dicho todo esto, la delantera del equipo caledonio no está a la altura de los packs Inglaterra, Irlanda o Gales y ese es un déficit especialmente grave en este campeonato. Otro dato que no invita al optimismo: son necesarias 4 victorias para ganar el VI Naciones y Escocia no gana cuatro partidos en el torneo europeo desde su Grand Slam de 1990.

Lejos de esa vitola -popular- de favoritos están Gales, Francia e Italia.

Los de Warren Gatland tendrán ese rol, que no les desagrada en absoluto, de underdogs. El XV del Dragón tiene las mismas virtudes y defectos desde hace años pero nadie les puede negar la capacidad de complicar mucho a cualquier rival que visite Cardiff. Es muy probable que no ganen el torneo pero que sí sean decisivos en lo relativo al desenlace final.

La única novedad real del VI Naciones (más allá de la presencia de algunos jugadores debutantes a nivel internacional) es el estreno de Jacques Brunel al frente de Francia. Nadie espera nada bueno del nuevo seleccionador ni del XV del Gallo y eso es lo mejor que le puede suceder al antiguo equipo achampanado en este momento. No habrá discursos recordando el flair (tras los fracasos de Saint-André y Novès al frente del equipo) y la sintonía entre el entrenador y el juego imperante en el Top 14 es absoluta: intentar conseguir resultados sin ninguna preocupación respecto a la cuestión estética. Superar el anacronismo y recuperar la coherencia, algo es algo.

Cualquier cosa que no sea la cuchara de madera (5 derrotas) será una gran noticia para Italia y una sorpresa para todos los aficionados. Si Escocia intenta «regresar» a 1999, Italia hace tiempo que ha vuelto al 2000 y allí se ha quedado varada.

Esto es, en resumidas cuentas, lo que esperamos encontrarnos en el VI Naciones 2018, también podríamos haber escrito sobre juego y jugadores pero siempre resulta mucho más divertido realizar elucubraciones.