España está fuera del Mundial de Rugby 2019. Aún se hablará de apelaciones ante World Rugby y posibles recursos ante otras instituciones pero la realidad es esa. Ahora toca esperar al menos cuatro años más para ver a los Leones repetir la gesta de 1999. Y por qué no decirlo, ponerse a la altura de los logros del Seven y de las selecciones femeninas. En definitiva, el XV masculino sigue siendo nuestro gran debe. Y lo más doloroso para la afición es que esta vez nada tiene que ver con el nivel de los jugadores o los entrenadores.

El fallo garrafal por el cual España no estará en el próximo Mundial es claro y meridiano. Alineó a dos jugadores que no eran seleccionables siguiendo el reglamento de World Rugby, Mathieu Bélie y Bastien Fuster. Mucho se ha hablado sobre si Francia les informó o no de que jugar un Francia-Gales Sub 20 les bloqueaba, sobre si Francia podía o no cambiar su segundo equipo oficial. Pero el fallo de base sigue ahí. La FER no hizo correctamente sus deberes de inicio. Todos los argumentos que se han lanzado a posteriori sólo buscaban construir una defensa a base de parches sobre el error inicial.

Ojo, asumir que la FER no hizo todo lo necesario para comprobar que Bélie y Fuster eran seleccionables no quiere decir que fuera temeraria a la hora de convocarlos. Efectivamente ambos tienen abuelos nacidos en España, la documentación existe y explica por qué hasta que World Rugby no realizó un chequeo exhaustivo no saltaron las alarmas. Bastó con enseñar una fotocopia de pasaportes y documentos del registro civil cada vez que Rugby Europe quiso echar un vistazo para que nadie frenara su participación en el terreno de juego.

Pero era insuficiente. La rebuscada reglamentación de World Rugby prácticamente exige que un abogado supervise casos como estos y visto lo sucedido parece claro que la FER no echó mano de uno. La normativa pone especial énfasis en la responsabilidad de la federación que desea seleccionar al jugador. Da igual que World Rugby no tenga una base de datos accesible donde comprobar si un jugador está libre o no (pese a que los jueces independientes recomiendan en el veredicto su creación). Da igual que la federación francesa no dijera nada cuando recibió listas de jugadores por parte de la FER. El desconocimiento no exime de culpa.

Además hay que explicar que la defensa de la FER ante World Rugby ha sido muy distinta de la de Bélgica y Rumanía. Estas dos selecciones admitieron desde el minuto uno su culpa. Bélgica, a sabiendas de que con cinco jugadores no seleccionables no merecía la pena dilapidar recursos, ni se molestó en oponer resistencia y sólo rezó porque sus alineaciones indebidas en 2016 y 2017 no la mandaran de nuevo al Rugby Europe Trophy (o 6 Naciones C). Rumanía en cambio fue más inteligente que España.

La defensa de la FER ante World Rugby ha sido muy distinta de la de Bélgica y Rumanía. Estas dos selecciones admitieron desde el minuto uno su culpa. España se ha enrocado en que se hizo todo perfectamente

La defensa rumana se basa en que intentó por varios medios verificar el estatus de Sione Fakaosilea sin éxito. Como chascarrillo de Twitter está bien compartir la mención que hacen a que no aparecían sus intervenciones con Tonga a 7 en ESPN o Wikipedia. Pero también aportó correos preguntando directamente a Tonga si había jugado a XV con ellos (ni se les pasó por cabeza el Seven) y respuestas de la federación tongana considerando que era seleccionable, lo cual les llevaba a un lógico equívoco. También aseguran los rumanos que el jugador jamás les habló del Seven, dado que no consideró que le bloquease. Así han conseguido que los jueces admitan que no hubo mala fe. Y aunque recibieron el mismo castigo que España, en apelación intentarán probablemente justificar que no merecen el mismo trato que Bélgica por un hecho mucho menos grave.

En cambio España se ha enrocado en que se hizo todo perfectamente. Y no es así. Se ha intentado buscar justificación al error inicial en lugar de pelear por un castigo justo. Primero se lanzaron ejemplos de jugadores que representaron a una Sub 20 y luego a otra selección absoluta (Stander, Anscombe…) obviando que la propia normativa amparaba a algunos de nuestros jugadores (Visensang, Civil). Luego España se agarró al caso Shingler, pese a que favoreció a la federación con la que éste jugó como sub 20 (Gales) y a que la normativa referida a la información que deben recibir los jugadores se modificó después de que Bélie y Fuster jugaran sus encuentros clave. Y finalmente se intentó usar el ya famoso argumento de los cuatro años, que Francia no podía modificar su segundo equipo oficial en dicho periodo de tiempo, sin parar a pensar en que quizá World Rugby permitía esos cambios en otro punto, anexo o aclaración con validez legal. Mucho vaivén para acabar igual.

El resultado de esta errática estrategia de defensa es de sobra conocido, pero además deja en mal lugar a la FER de cara una posible apelación. ¿Queda algún argumento con el que defender que Mathieu Bélie y Bastien Fuster eran plenamente seleccionables o España se limitará a admitir la culpa tarde y mal?

Parecerá una tontería que no viene a cuento, pero los anglosajones dicen que el diablo está en los detalles. Habrá quien se escude en el amateurismo o los escasos medios (humanos y físicos), pero en muchas ocasiones se ha visto ante todo una falta de cariño en lo que se transmite desde Ferraz: erratas constantes, fallos en los nombres de los jugadores de origen francés, desconocimiento de los clubes en que militan los jugadores… Incluso tal falta de rigurosidad se ha extendido a los documentos enviados a World Rugby y Rugby Europe durante los últimos dos meses.

En definitiva, un caso como éste le ha venido muy grande a la FER también en otros aspectos. La escasa apertura de sus dirigentes hacia el exterior o el oscurantismo en que se mueve a veces un modo de gobierno claramente presidencialista (hace años que no se sube un acta de Junta Directiva, Comisión Delegada o Asamblea General a la web federativa) han sido sintomáticos del desastre que se avecinaba. Y todo ello se sumó a la ya discutible defensa jurídica de la FER.

Mientras la federación rusa publicaba largos vídeos (en perfecto ruso, eso es cierto) en su cuenta oficial de YouTube explicando por qué Anton Rudoi era, él sí, perfectamente seleccionable y por qué consideraban que Rumanía, España y Bélgica debían caer, España se enrocaba. Al tiempo que la federación rumana daba a conocer las bases de su apelación ante World Rugby, la FER titulaba “El Bélgica-España no se repetirá”, dejando en un segundo plano el fracaso a la hora de defender la seleccionabilidad de Bélie y Fuster. Por no hablar de la jugada maestra de compartir en redes sociales un artículo sobre Sione Fakaosilea cuando ya se cernían sobre la selección española las sospechas de alineaciones indebidas.

De acuerdo, cualquiera que siga de cerca el rugby español sabe que la transparencia no es el fuerte de la actual directiva de la FER. Ahora bien, tampoco ha sabido controlar y gestionar la información que surgía sobre el estado del caso. Es imposible evitar que periodistas y aficionados busquen sus fuentes y difundan la información que les llega. Pero la federación debía haber puesto los puntos sobre las íes. Tenía a su disposición el resultado de las distintas rondas de alegaciones y las propuestas que desde World Rugby se hacían. Sabía que las cosas no iban por buen camino.

Las declaraciones optimistas de sus dirigentes y el dejar que algunas fuentes ganaran credibilidad sin fundamento alguno sólo han hecho que la caída fuera aún más dura y aumentara la incomprensión de la decisión final entre el aficionado medio. Del mismo modo ha habido una clara falta de honestidad. Primero negando la evidencia, rechazando que existiera algún tipo de problema con las convocatorias de Mathieu Bélie y Bastien Fuster aún cuando ya existían protestas formales por parte de otras federaciones. Luego ocultando matices importantes. Sobresalen aquellos referidos al papel jugado por la federación francesa.

Cualquiera que siga de cerca el rugby español sabe que la transparencia no es el fuerte de la actual directiva de la FER. Ahora bien, tampoco ha sabido controlar y gestionar la información que surgía sobre el estado del caso

Se puede dar por hecho que nada de esto tuvo importancia real en el castigo final, pero sí la tiene a la hora de valorar la honradez con la que ha obrado la FER. Por ejemplo, se dio a entender que en varias ocasiones fueron enviadas listas de jugadores hispano-franceses a la federación francesa. En unas ocasiones se dijo que para su aprobación, en otras (más recientemente lo dijo José María Epalza en Play Rugby SER) que simplemente para avisar de que sus clubes debían ponerlos a disponibilidad de la FER. Pero nunca se aclaró si se le preguntó explícitamente a Francia si estos eran seleccionables o si hubo respuesta. Y aún menos se aceptó que en caso de falta de respuesta la culpa recaía totalmente sobre España, que es lo que estipula la normativa internacional. Resulta como mínimo poco elegante dar a entender que la FFR debió avisar.

También existe un punto candente en cuanto a si Bélie y Fuster fueron informados de las implicaciones de jugar aquellos Francia-Gales Sub 20, con independencia de su validez como argumento jurídico. En numerosas ocasiones fuentes federativas han dicho públicamente que Francia admitió no haberles informado. Incluso lo repitieron tanto José María Epalza como Eliseo Patrón-Costas en la rueda de prensa del pasado miércoles 16. Sin embargo, el correo electrónico difundido por Veintidós entre la FFR y World Rugby muestra una declaración mucho menos rotunda desde Francia, limitándose a comentar que no son capaces de decir si fue o no así. De nuevo se jugó con las medias verdades para alentar un optimismo poco fundamentado.

En resumen, España podía o no salvarse de quedar apeada del Mundial, aunque en poco ayudó la defensa jurídica de la FER. Pero la gestión de la información sobre este asunto por parte de los máximos responsables federativos ha hecho las consecuencias aún peores al provocar que cunda la sensación de desengaño. Fue una irresponsabilidad.

Al igual que de cara al Mundial 2015 es la Federación Española de Rugby la que ha tirado por la borda una oportunidad clara de alcanzar el gran evento de World Rugby y acceder así a los ansiados fondos con que el máximo organismo internacional obsequia a los veinte mejores equipos del mundo. Resulta muy tentador buscar culpables concretos y ajusticiarlos, pero cuando diferentes equipos directivos y personal administrativo meten la pata a lo largo de los años el problema resulta bastante más grave.

En 2012 y 2013 la federación por aquel entonces dirigida por Javier González Cancho quiso borrar todo rastro de su antecesor, Alfonso Mandado. Cambió el seleccionador y se negó a negociar con los clubes franceses. Con independencia de la política de selección que cada uno crea conveniente para el equipo nacional de XV masculino, fue una estupidez implementar un cambio de filosofía tan grande en vísperas de un clasificatorio mundialista. Y el resultado así lo corrobora. Primer error garrafal en los despachos dejando vendidos a los que estaban en el campo.

No tardó Cancho en recuperar la anterior política de selección, aunque tarde. Además dio las riendas del equipo a Santiago Santos. Posteriormente los graves problemas económicos de la FER provocaron la espantada del presidente y Alfonso Feijóo llegó al cargo. Cambio de personal, pero no de problemas inherentes al rugby español. Los despachos vuelven a dejar al rugby español en la estacada, esta vez por el escaso cuidado a la hora de comprobar si algunos de los jugadores eran seleccionables.

Las constantes polémicas sobre alineaciones indebidas en Liga Heineken o División de Honor B refuerzan la idea de que el rugby español no está a la altura en este aspecto

Primero cayó Fabien Grammatico. Ahora lo han hecho Mathieu Bélie y Bastien Fuster. Y existen dudas razonables sobre algunos otros, como por ejemplo un David Mélé que no jugó este año en Georgia por lesión y defendió en el pasado los colores de Francia a 7. Leídos así de corrido no lo parece, pero no olvidemos que hablamos de jugadores que se han ido sumando a los Leones durante un periodo de cuatro años, en el que la FER también ha reforzado su personal administrativo. Ni los viejos del lugar ni los nuevos se dieron cuenta de que se estaban haciendo las cosas mal. Y las constantes polémicas sobre alineaciones indebidas en Liga Heineken o División de Honor B refuerzan la idea de que el rugby español no está a la altura en este aspecto.

Querer apuntar hacia una o varias personas en concreto sin una reflexión profunda de todo el rugby español sobre esta debilidad perenne de sus despachos es una bomba de relojería, un simple cerrar los ojos muy fuerte y esperar pacientemente a que el que venga tropiece con las mismas piedras. A la mayoría le da igual quién esté al frente de la FER, lo que quiere es ver a las selecciones españolas competir al nivel que les corresponde. Y en el caso del XV masculino estará una década sin que suceda.