27 de abril de 2018. Welford Road. Leicester. Ally Hogg se derrumba sobre la zona de ensayo y anota con el tiempo ya cumplido. A continuación, Tane Takulua pasa una de las conversiones más decisivas en toda la extensa historia del club. De esa manera, Newcastle Falcons se clasifica por primera vez para las semifinales de la Premiership y se asegura participar en la Champions Cup de la temporada siguiente, después de siete años. 372 días después de aquellas escenas en Leicester, 53 semanas exactas más tarde, el éxtasis de los Falcons ha dejado paso a la desesperación: el pasado fin de semana el equipo de Dean Richards vio confirmado su descenso al Championship inglés.

¿Qué ha podido ocurrir?

A pesar de que la temporada había arrancado con derrotas ajustadas ante Saracens y Exeter, los dos favoritos para el título, las actuaciones de Newcastle sugerían que de nuevo había motivos para pensar que el equipo de Dean Richards sería candidato a ocupar uno de los seis primeros puestos al final del campeonato.

Algo más tarde, Newcastle hizo su aparición en la Champions, por primera vez después de 14 temporadas, y una victoria de proporciones históricas la caldera del Stade Mayol de Toulon. A continuación, ya en casa, otro triunfo vibrante contra uno de los grandes inversores del rugby europeo, Montpellier. Todo apuntaba a que Newcastle había logrado prolongar su excelente nivel en la liga inglesa en los últimos años y trasladarlo al escenario europeo.

En poco más de un año, los Falcons han pasado de jugar las semifinales de la Premiership y meterse en la Champions a confirmar su descenso, en una temporada en la que casi todo ha ido de mal en peor

Un par de triunfos consecutivos ante Bath y Northampton ratificaron la sensación: los Falcons volvían a ser el mismo equipo que había sacudido el año anterior el escalafón de la Premiership.

Pero no iba a durar mucho: una racha de nueve derrotas consecutivas, entre la competición europea y la doméstica, dejó clavado a Newcastle en la última posición de la liga inglesa. Ni siquiera el breve veranillo postrero de victorias ante Worcester, Wasps a domicilio y Sale en St. James’ Park bastaron para rescatar a Newcastle de su fatal destino: finalmente, el pasado fin de semana su descenso quedó confirmado en el estadio de Kingsholm.

Con frecuencia, cuando un equipo desciende de la Premiership suele hacerlo en medio de dos posibles escenarios. O se trata de un equipo recién ascendido, que no ha logrado adaptarse a la intensidad y la calidad de la élite; o su caída supone el corolario a un largo declive de final largamente anunciado.

Sin embargo, Newcastle no cumple ninguno de estos dos perfiles.

Es verdad que los Falcons iniciaron la campaña europea con dos sublimes actuaciones, pero después al equipo de Richards le costó muchísimo mantener ese nivel de juego. Pronto decayó y a menudo el equipo tuvo problemas para explotar su juego de ataque, que se hizo muy previsible: series de una o dos fases en las que su progreso era marginal seguidas, casi siempre, de una patada alta a seguir.

El estilo de juego del bloque de Dean Richards se hizo demasiado previsible y los rivales supieron contrarrestarlo; además, muchos jugadores quedaron por debajo de su nivel y las lesiones de jugadores clave como Wilson se hicieron imposibles de reemplazar

Enseguida los equipos se dieron cuenta de este patrón de juego y encontraron el modo de contrarrestarlo: les bastaba mantenerse medianamente ordenados alrededor del ruck y concentrar jugadores en su propia 22, para montar de inmediato un contraataque que solía resultar eficaz. Todos sabían que raramente Newcastle se desplegaría a tiempo ni se movería con especial velocidad en campo abierto. Su tendencia era hacerlo solo cuando alcanzaban la 22 contraria.

A Newcastle le ha faltado mucha creatividad. El resultado ha sido que sólo en una ocasión, en su derrota en Bristol, llegó a anotar cuatro ensayos. Un retorno decepcionante en un conjunto en el que se mezclan el que fuera mejor jugador de la temporada, Niki Goneva, un impresionante Sinoti Sinoti, el ex apertura de Inglaterra Toby Flood y experimentados internacionales como Chris Harris o Josh Matavesi. Y más jugadores de talento nada desdeñable.

Dicho esto… el estilo de juego no lo puede explicar todo. Los jugadores deben asumir la responsabilidad de sus actuaciones sobre el terreno de juego. Y también han influido los constantes errores, el escaso nivel o la frustrante ineficiencia tanto en las fases estáticas como en el juego abierto. Tampoco se salvan los jugadores más veteranos, cuyo rendimiento quedó bien por debajo de las expectativas.

Dean Richards no ha logrado sacarle más rendimiento a un grupo cuya calidad está muy por encima del rendimiento mostrado. Decepcionante para alguien de la exigencia de Deano. También para el entrenador Dave Walder, un nombre que los seguidores de los Falcons esperan que sea clave en la recuperación de un estilo de juego más acorde a una liga como la inglesa, acostumbrada a los tanteadores altos.

Mark Wilson, excelente con Inglaterra, fue una baja muy pesada para Newcastle.

Y comentario aparte merece la agridulce temporada que ha vivido Mark Wilson. Tremendo en sus apariciones con Inglaterra, que le han asegurado prácticamente un hueco en el equipo de Eddie Jones para la Copa del Mundo, los Falcons debieron resignarse sin embargo a perder a su hombre más relevante durante largos tramos de la temporada. A pesar de eso y de sus hercúleos partidos en los internacionales de otoño y en el 6 Naciones, cuando pudo jugar Wilson nunca ofreció el menor signo de agotamiento. Antes bien, cada una de sus actuaciones resultó de nivel sobresaliente

Para Newcastle, como para cualquier equipo, se hizo imposible reemplazar a un hombre que deja en el campo semejante volumen de trabajo a lo largo de los 80 minutos. Que Wilson se quedase en el dique seco justo cuando más acosaba la presión a los Falcons acabó siendo un factor decisivo con el que el equipo habría preferido no tener que enfrentarse.

A Newcastle se le hizo imposible relevar a un hombre del nivel de Wilson: su ausencia en largos tramos de la temporada y, sobre todo, cuando más apretaba la presión, se ha revelado fatal para los Falcons.

Johnny Williams y George McGuigan tuvieron un nivel resonante en los primeros compases de la temporada, pero no bastaron para hacer olvidar algunas otras ausencias cruciales. Nili Latu y Ally Hogg, cuya importancia resultó gigantesca, se hicieron casi imposibles de relevar. Mirado ahora con perspectiva, este factor llegó a pesarle mucho al equipo de Richards.

Las lesiones tampoco ayudaron. Hubo momentos de acumulación que -si bien suelen ser comunes a casi todos los equipos en algún momento- revelaron hasta qué punto a Newcastle le costaba estirar su plantilla para hacerles frente. Víctima de una de esas lesiones, el pilar Jon Welsh confirmó antes de la derrota frente a los Saints un dato revelador: la plantilla se había sometido entonces hasta a 60 escaneos médicos; la temporada anterior, a esa misma altura, ni siquiera llegaban a la mitad.

Pero, más allá de todo eso, lo más desalentador desde la perspectiva del propio club está en la dificultad que, tras el descenso, va a tener para seguir atrayendo eventos como las finales europeas de este próximo fin de semana, o partidos internacionales de Inglaterra. Además del extraordinario trabajo que los Falcons llevan a cabo en su comunidad, y que les ayuda a atraer a nuevos seguidores.

Richards no ha sacado rendimiento a un equipo con más talento del mostrado.

Ahora se abre un obligatorio periodo de reflexión. Y el momento de decidir quién quiere marcharse, quién tiene que hacerlo y quién está dispuesto a seguir en Newcastle para empujar el nuevo proyecto de regreso a la Premiership. Entre estos últimos estaría incluido el director de rugby, Dean Richards.

En lo alto de esa lista estará Mark Wilson, que acaba de firmar un nuevo contrato por cuatro años. Lo mejor tanto para el jugador como para el club tal vez sea arreglar una cesión de un año, con el fin de que Wilson pueda sostener sus aspiraciones y progresión como jugador internacional, además de permitir a los Falcons retener a su estrella y aliviar su masa salarial, más ajustada en el escalón inferior. Al versátil tercera línea no le van a faltar ofertas.

Un caso similar será el del medio de melé Tane Takalua. El tongano ha mantenido un nivel extraordinario en la última fase de la temporada, con un rendimiento inmaculado como pateador a palos. Con 27 años, Newcastle tiene la oportunidad de construir su futuro alrededor de un hombre que tiene mucho que ofrecer. Como ya sucedió en su momento con Gopperth, la última vez que Newcastle militó en el Championship, un jugador franquicia de ese nivel podría marcar la diferencia para los Falcons.

Wilson acaba de firmar un contrato de cuatro años: quizás lo más sensato para retener a la estrella del equipo sea cederlo un año y permitirle desarrollar su carrera internacional, aliviando además la masa salarial del club

Más dudoso es el futuro de jugadores como Chris Harris, Gary Graham y John Hardie. ¿Llamará Escocia a jugadores de la segunda división? Habrá que verlo. Lo que sabemos seguro es que el seleccionador escocés, Gregor Townsend, es un técnico astuto, así que habrá que estar muy atentos a sus decisiones.

Finalmente, los Falcons van a necesitar mucha reflexión a la hora de afrontar la nueva temporada. Tras el duelo lógico por el descenso, tanto los técnicos como sus jugadores deben quitarse de encima la ropa vieja, reconsiderar todo y buscar una nueva estrategia. Tal vez tomar ejemplo de los Bristol Bears y de su modelo de éxito, ordenado alrededor de un núcleo de jugadores jóvenes con talento como Zach Kibirige, Santiago Socino, Adam Radwan, Trevor Davison, Jamie Blamire, George Wacokecoke, Calum Chick y Sam Stewart. Tal vez un comienzo podría ser darle un toque a un ex Falcon como Pat Lam.

Morgan Lowrie es uno de los analistas de rugby de The Rugby Magazine.

Puedes leer sus artículos en www.therugbymagazine.com

Síguelos en Twitter:
@MorganLowrie
@therugbymag