Dependiendo del punto de vista desde el que se mire, lo que sucedió en el partido del 6 Naciones 2017 entre Inglaterra e Italia es considerado un golpe de maestría táctica de Conor O’Shea o una treta que convirtió el rugby en una farsa.

La táctica italiana de no competir en el ruck después de un placaje defensivo -provocando que no hubiera una línea de fuera de juego- desconcertó a los jugadores de Eddie Jones. Dylan Hartley y James Haskell se vieron obligados a sostener una larga conversación con el colegiado francés, Romain Poite, sobre si el comportamiento de los italianos era legal o no, y como podían forzar la conformación del ruck.

Fue al final de ese intercambio cuando Poite les dijo a los dos jugadores una frase que ha quedado para el recuerdo: “Yo soy el árbitro, no vuestro entrenador”.

Por supuesto, tenía razón: el árbitro no es un entrenador. Y, sin embargo, llevamos varios años viendo como poco a poco se impone la situación de que los árbitros en realidad dirijan de forma proactiva a los jugadores sobre el terreno de juego, dándoles instrucciones con la intención de reducir el número de infracciones y así mantener el dinamismo del juego.

Pero… ¿qué queremos decir con eso de que los árbitros dirigen a los jugadores?

Bien, miremos a cualquier partido de élite ahora mismo y veremos cómo los árbitros usan con frecuencia las siguientes frases:

  • “Quieto, ala… no avances” – instrucción que se da a un ala (o a cualquier otro jugador) cuando está por delante del pateador e inicia un movimiento de avance en posición de fuera de juego.
  • “Estás fuera de 22” – que informa a un medio de melé de que va a realizar un pase hacia otro jugador en la zona de 22 desde fuera de esa zona, lo que provoca que el balón no pueda ser pateado a touche y ganar metros.
  • “No entres / sin manos / no estás de pie” – y otra miríada de instrucciones que se dan en el ruck.
  • “La pelota está fuera” – que hace saber a los dos equipos que el balón ha salido de la melé o del ruck y que está listo para ser jugado.
  • “Libera… el placaje está completo” – que les dice a los jugadores que el placado tiene al menos una rodilla en el suelo, lo que quiere decir que el placaje se ha completado y tiene que liberar la pelota.

Estos son solo algunos ejemplos, pero hay muchos más. La intención de los árbitros en estas situaciones es verdaderamente honorable: reducir el número de infracciones al advertir a un equipo de que está a punto de cometer una. El pensamiento general es que un partido con menos golpes de castigo (u otro tipo de decisiones disciplinarias por una violación del reglamento) va a ayudar al espectáculo.

¿Es positivo que los árbitros dirijan así el juego?

Este arbitraje proactivo genera algunas preguntas. La fundamental es ésta: ¿Deben los árbitros actuar de esta manera, ayudando a los equipos a reducir el número de golpes de castigo que cometen? ¿No era una de las obligaciones básicas de los equipos y los jugadores de élite conocer el reglamento y no entraría dentro de sus responsabilidades el jugar de acuerdo a esas normas? ¿Por qué no se concede a los equipos que sí se atienen a las normas el mérito que les corresponde por ello? Hasta cierto punto, esa desventaja no se produce si los dos equipos que se están enfrentando se comportan de manera similar o si el árbitro, sobre todo, advierte a ambos antes de que cometan las infracciones…

Y, en otro orden de cosas, yendo más al detalle: ¿Por qué se avisa de algunas infracciones antes de que se produzcan y de otras no?

A menudo vemos también como, hacia el final del partido, cuando un equipo presiona y empuja en la zona roja contraria para sumar puntos que pueden ser decisivos, los árbitros todavía agudizan más su tendencia a este tipo de arbitraje de entrenador, para evitar que el partido se decida por una violación del reglamento. ¿Es justo esto, después de que durante el resto del partido la dinámica del colegiado no haya sido la misma?

Otro aspecto de esta forma de arbitrar dirigiendo es la sospecha de que los equipos, ahora, parecen tener la intención de cometer infracciones… hasta el momento en que el árbitro los advierte. Así que hemos pasado de no incurrir en violaciones del reglamento a que esas violaciones se permitan hasta el momento en que un árbitro le dice a un jugador que deje de cometerla.

Tomemos el siguiente ejemplo: un ruck en el que el jugador que pesca no está sobre sus pies pero sigue disputando la pelota. En lugar de liberar de inmediato el balón, lo habitual es que no deje de disputarlo, sabedor de que la infracción solo se convierte en tal cuando el árbitro lo avisa: “No estás de pie, suelta”.

Ejemplos en el Racing 92 – Leinster

La gran final de Champions se decidió por solo tres puntos. No hubo ensayos y entre ambos equipos pasaron hasta nueve golpes de castigo.

Qué golpes fueron concedidos por el árbitro, Wayne Barnes, y cuáles no fue, como suele ser habitual en estos niveles, una auténtica lotería. Por lo que pareció, Barnes se fijó mucho en los placajes altos, que se convirtieron en la infracción favorita del día. Sin embargo, hacia el final del partido Devin Toner pareció agarrar a un jugador de Racing por la cabeza, justo delante del árbitro. Durante todo el partido habría sido golpe de castigo, pero en esos momentos finales no se pitó.

Una lotería.

Esos pasajes finales del partido, cuando Racing busca posicionarse para intentar un drop que finalmente ejecutaría Tales, estuvieron repletos de magníficos ejemplos de lo que hemos llamado arbitrajes de entrenador. Nos fijaremos en ellos con más detalle.

Después de que Leinster anotase el golpe que puso el 15-12 y que acabaría siendo definitivo, Racing 92 reinició el juego desde el centro del campo con 78:41 en el cronómetro, y recuperó la pelota para lanzar su último ataque. Veamos fase por fase qué instrucciones, si es que las hubo, utilizó en ese tramo del choque Wayne Barnes.

Ruck 1 – sin instrucciones

Ruck 2 – Barnes le pide a la defensa de Leinster que retroceda para no cometer golpe de castigo por fuera de juego.

Rucks 3/4/5 – sin instrucciones

Ruck 6 – Barnes le indica a la defensa de Leinster que no adelante la línea.

Ruck 7/8/9 – sin instrucciones.

Ruck 10 – “Placaje, salga…”, y señala a un jugador de Leinster, para luego añadir: “No entres ahí”.

Ruck 11 – señala al pilar de Leinster y le indica: “No”.

Ruck 12 – sin instrucciones.

Ruck 13 – grita “¡no, Andrew, no!”, ante lo que parece que va a ser una acción de pesca en el ruck por parte de Andrew Porter.

Ruck 14 – Barnes vuelve a indicarle a la defensa de Leinster que mantenga la línea.

Después de dos minutos de juego y 14 fases, Racing intenta un drop precipitado y pierde el partido.

Si nos fijamos en una captura del ruck número 13, vemos un magnífico ejemplo de cómo esta forma de pitar del árbitro influye de manera efectiva en el desarrollo del juego.

Si Barnes no le hubiera gritado a Porter, ¿habría disputado este el balón intentando ganarlo, y concedido un golpe de castigo en el intento? Nunca lo sabremos.

Kearney recoge un balón en disputa por alto con Iribaren.

¿Queremos que los árbitros piten y dirijan o no?

Seamos claros… estos arbitrajes de entrenador afectan al desarrollo de los partidos y también, por extensión, al resultado final. Si no lo hiciese, si su efecto no se notase en la marcha de los partidos, entonces World Rugby no empujaría a sus árbitros a adoptar esta forma de pitar.

Es evidente que, en determinados aspectos, un comportamiento proactivo por parte del árbitro beneficia al rugby, sobre todo cuando las situaciones que se producen a lo largo del partido pueden llegar a ser muy confusas y ambigüas. Por ejemplo, decirles a los dos equipos que un jugador placado tiene la rodilla en el suelo y, por ese motivo, debe liberar, beneficia a todos y reduce la ambigüedad.

En otras situaciones, sin embargo, la presencia del árbitro no es necesaria: para advertir a los jugadores que no se metan en fuera de juego; o pedirle al equipo que defiende que suelte la pelota, una vez que el placaje ha terminado, han caído al suelo atacante y defensor y el ruck ya está formado. Estas infracciones son obvias.

Si se replantease el uso de este arbitraje proactivo, debería ayudar a que las violaciones del reglamento se redujeran: para ello, los jugadores tendrían que hacerse responsables de sus acciones y dejar de confiar en que el árbitro los avisará cuando lo vayan a hacer. Imaginemos un mundo en el que los jugadores soltaran en realidad la pelota cuando no estuvieran sobre sus pies en un ruck, y no justo en el momento en que se lo dice el colegiado.

En general, el arbitraje de entrenador conlleva algunos beneficios para el juego, pero también es justo plantearse si se ha extendido demasiado, hasta terminar provocando que, en lugar de reducirlos, aumente el número de infracciones cometidas.