Un soneto me manda hacer Violante…

Recurro al «Fénix de los ingenios» con el fin de encontrar la inspiración necesaria para afrontar la ingente tarea de intentar explicar el rugby que se juega actualmente. Para ir desglosando, trataremos de referirnos al rugby de máximo nivel profesional -y competitivo- jugado en 2017 (con las referencias temporales necesarias para contextualizar el momento).

Hablar de máximo nivel competitivo en el rugby actual es hablar, obligatoriamente, de Nueva Zelanda:

La selección masculina (All Blacks) es la vigente bicampeona del mundo (2011-2015) y vigente  bicampeona del Rugby Championship (torneo anual que enfrenta a Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y Argentina, los cuatro equipos semifinalistas del Mundial 2015).

La selección femenina (Black Ferns) se ha proclamado Campeona del Mundo en el Mundial de Irlanda 2017.

La selección masculina sub 20 (Baby Blacks) ha ganado el Mundial 2017 (el Mundial M20 se disputa anualmente).

Las cifras totales son todavía más concluyentes:

Los All Blacks han ganado 3 mundiales de los 8 disputados.

Las Black Ferns han ganado 5 mundiales de los 8 disputados.

Los Baby Blacks han ganado 6 mundiales de los 10 disputados.

Hasta ahora hemos hablado de resultados pero no de juego y resulta que, en este caso, el orden de los factores si que altera el producto. En alguna ocasión hemos esbozado las diferencias entre «jugar bien» y «jugar bonito», en cualquier deporte -el rugby profesional es como cualquier otro en ese aspecto- hay equipos que son estéticamente muy atractivos para el espectador pero que no compiten bien y eso les lastra sin permitirles alcanzar sus objetivos deportivos.

La selección neozelandesa partía, parte y partirá entre el grupo de favoritos para alzarse con los títulos mundiales (Inglaterra y Nueva Zelanda son los únicos países que han conseguido títulos mundiales masculinos, femeninos y Sub 20), ganaron el primer Mundial masculino -1987- y no reeditaron ese éxito hasta 2011. Australia (1991, 1999), Sudáfrica (1995, 2007) e Inglaterra (2003) habían superado el nivel competitivo de los neozelandeses. Los 24 años que les costó a los All Blacks recuperar el título son los mismos que tardó la selección brasileña de futbol (1970-1994) en volver a alzar el trofeo que les acreditaba como mejor equipo del mundo.

Hay muchas similitudes entre esos All Blacks y la «Canarinha», sus jugadores eran los más talentosos individualmente pero para competir al máximo nivel hace falta un equipo y no una suma de jugadores. Las individualidades y el talento ofensivo servían para ganar la mayoría de los partidos pero no alcanzaban para ganar campeonatos.

El 6 de octubre de 2007, en el Millennium Stadium de Cardiff, Francia gana 18-20 a Nueva Zelanda. Es la última derrota de los All Blacks en un Mundial, habrá que esperar a ver si en 2019 algún equipo consigue poner fin a esa imponente secuencia de victorias.

Sir Clive Woodward – Head Coach de la selección inglesa que se proclamó campeona del mundo en 2003- señala el objetivo a lograr por los equipos que quieran hacer frente a los neozelandeses en la RWC 2019:

«That sees New Zealand play at an incredible tempo, a tempo that no other team can live with currently […]

Matching the speed of New Zealand’s play for 80 minutes is still going to be the biggest challenge for England and everybody else if they are going to seriously challenge New Zealand at the World Cup».

Se ha insistido -únicamente durante este ciclo victorioso- en la superioridad física de los neozelandeses sobre sus rivales, no se corresponde con la realidad: Inglaterra y Sudáfrica son dos de las selecciones cuyo juego incluía un mayor componente físico y están en proceso de evolución hacia un modelo más dinámico, centrado en las destrezas y con menor dependencia respecto a la potencia de choque en el desenlace de sus encuentros.

Pongamos un ejemplo, Michael Lynagh (72 Test Matches, Campeón del Mundo con Australia en 1991) señalaba tras el primer partido de la Bledisloe Cup 2017:

«I can’t over-estimate how angry I am at seeing an Australian team who have skills that are non-existent».

Completaba su reflexión de la siguiente forma: «Los All Blacks han jugado el partido con tres centros, Brodie Retallick ha sido ese tercer centro».

Brodie Retallick (2ª línea, 2,04 metros y 123 kilos) representa a la perfección ese modelo de jugador del que hablamos, su influencia en el juego va mucho más allá de sus dimensiones físicas. Su capacidad para leer lo que sucede a su alrededor y para tomar las decisiones adecuadas en los momentos de máxima exigencia es la que marca la diferencia y le permitieron ser elegido IRB World Player of the Year 2014.

El rugby nunca ha dejado de ser un deporte de evasión, más que de impacto, en el cual primero hay que generar un espacio libre y después hay que conseguir que alguien con la pelota utilice ese espacio. No hablamos sólo de los All Blacks actuales, también nos referimos al tan cacareado (permítase la licencia humorística) Rugby Champagne o French Flair, y no olvidamos el Hwyl de Gales en los 70… Mientras que Nueva Zelanda ha sido fiel a su modelo de juego y lo ha ido evolucionando con el paso de los años, Francia y Gales han abandonado las señas de identidad que tantos años atrás les sirvieron para convertirse en referentes de aquellos que muchos años después siguen pensando que nada ha cambiado en 40 años de juego.

En la cuarta jornada del Rugby Championship 2017 los All Blacks infligieron la mayor derrota de su historia a los Springboks: 57-0. Un medio sudafricano -poco sospechoso de tener simpatías pro neozelandesas-llegaba a la siguiente conclusión:

«All Blacks are arguably the greatest sports team of all-time».

Stuart Barnes -internacional con el XV de la Rosa y actual comentarista de Sky Sports- estableció la siguiente comparación tras el partido:

«Yesterday took me back to the most brilliant days of Barcelona when Lionel Messi and his friends played a one-touch, constantly moving, diamond-shaped game. At their best New Zealand are rugby’s Barcelona with muscle. Yesterday they were as near to their best as they are likely to get. It was manufactured by the management, it was magicked into eight tries by the players. Memorable».

El contraste respecto a Nueva Zelanda lo representa Francia, el Top 14 (máxima categoría del rugby francés) es una constelación de estrellas procedentes de Nueva Zelanda, Sudáfrica, Argentina, Fiji, Samoa y Tonga. Ninguno de los equipos punteros de la liga francesa tiene a un jugador nacional como figura clave del plantel.

El tiempo en que los Bernat-Salles, Rives, Fouroux, Paparemborde, Blanco, Sella, Camberabero, Saint-André, Maso, Lagisquet, Codorniu o Rodríguez eran los jugadores destacados ha quedado atrás. La lista de apellidos es recurrente y se mezclan en la memoria colectiva de forma un tanto indiscriminada. Ninguno de ellos volverá a jugar y tampoco regresará el estilo de rugby que practicaban. El anacronismo entre la «epoca gloriosa» del juego francés y la situación actual es absoluto.

La descapitalización es total, la selección de Francia no tiene líderes naturales porque la mayoría de sus jugadores ocupan puestos secundarios en sus clubes. El proceso de toma de decisiones dentro y fuera del campo se ve seriamente limitado.

No sucede lo mismo en Inglaterra, la mayoría de jugadores con los que trabaja Eddie Jones tiene un rol muy destacado en sus clubes. Los «fichajes estrella» de los clubes ingleses vienen -en la mayoría de los casos- a mejorar puntualmente el rendimiento del equipo y no a convertirse en la referencia principal. La variedad de registros de juego de los equipos de la Aviva Premiership permite que el XV de la Rosa pueda disponer de jugadores que se ajusten a cualquier perfil de planteamiento dentro del campo.

Christian Wade -1,72 metros y 86 kilos- es el jugador con mayor número de ensayos totales en las tres últimas temporadas de la Aviva Premiership. Resulta evidente que con esas medidas no se dedica a impactar contra los rivales, la velocidad y destrezas son la clave de su éxito en este juego de evasión del que hablábamos con anterioridad.

Cada vez hay más equipos/franquicias sudafricanos, ingleses, irlandeses, galeses o argentinos que han ido evolucionando su estilo de juego hacia el modelo que llevan años implementando en Nueva Zelanda.

En el caso de Sudáfrica es obligatorio señalar a los Lions de Johan Ackermann como auténtico motor del cambio de paradigma del rugby de los bicampeones del mundo. La franquicia de Johannesburgh ha sido capaz de igualar, e incluso superar, las prestaciones ofensivas de los equipos neozelandeses en las dos últimas temporadas del Super Rugby. Su éxito, consiguieron aunar los conceptos de «jugar bien» y «jugar bonito, ha coincidido en el tiempo con el naufragio competitivo de las franquicias -Sharks y Bulls- más representativas del tradicional estilo de juego físico de delantera.

En ese mismo proceso de cambio de paradigma se encuentra el rugby argentino, su tradicional dominio del scrum -y la importancia que tenía en el desarrollo del juego- ha ido desapareciendo por la evolución del rugby actual. El choque frontal entre tradición y futuro ha creado un cisma, casi definitivo, entre quienes defienden los elementos estructurales clásicos y aquellos que buscan adaptarse a la coyuntura vigente y a la del futuro más cercano. La identificación inmediata entre crisis de resultados y pérdida de identidad es un fenómeno recurrente en la actual dualidad Jaguares/Pumas.

No se trata de crear un modelo único ni de que los equipos renuncien a sus rasgos identitarios tradicionales, se trata de aumentar los registros de juego para así conseguir una mayor competitividad en un deporte que evoluciona hacia un mayor dinamismo en pos del espectáculo y con el fin de atraer a la mayor cantidad de aficionados posibles.

El rugby lento y mastodóntico forma parte de un pasado que va quedando cada vez más lejos. La evolución se impone a la tradición.

Contad si son catorce, y está hecho.