
Cuando, en 2014, Santiago Santos comienza a trazar su plan hacía el Mundial de Japón 2019 su principal preocupación no era ni la precaria situación económica de la Federación Española de Rugby ni encontrarse al XV del León deprimido en el puesto 22 del ranking World Rugby, sino la escasa experiencia internacional de los Leones que debían medirse en una carrera de fondo frente a los veteranos mundialistas de Georgia, Rumanía y, en menor medida, Rusia.
España encara la recta final de este particular maratón el próximo domingo a las 13:00 en Bruselas y si los Leones logran la victoria habrán ganado una carrera que iniciaron hace más de 4 años, donde han disputado 46 partidos, y que le han valido a nuestra Selección para soñar con Japón e ilusionar a todo un país que hace tan sólo unos meses no sabía distinguir nuestro deporte de su advenedizo “hermano” norteamericano.
Una cuestión de caps
Después de cerrar el proceso de clasificación para el Mundial de Inglaterra, donde España no tuvo ninguna opción, comenzaba un nuevo desafío para Santiago Santos y Miguel Velasco: configurar el grupo que debía llevar a España a su segundo Mundial 20 años después. El grupo humano, en parte, lo tenían gracias a la herencia de la gestión de Regis Sonnes y del descalabro de Bryce Bevin en 2013, que privó al grupo de la cita mundialista de Reino Unido. Una herida que quedó abierta en el orgullo de los jugadores y que, sin ser alimentada desde el staff, provocó que los Leones tomaran conciencia de la importancia de cada partido en el nuevo proceso que para ellos se abría.
Los 25 jugadores convocados para tratar de lograr la clasificación directa para Japón sumaban 193 caps en 2014, lo que da una media de siete partidos internacionales para cada León. Cuatro años más tarde el salto es cuantitativo, teniendo en cuenta que en este periodo han debutado 11 jugadores de la lista para el próximo domingo, ya que el grupo suma 552 internacionalidades; y cada jugador atesora, de media, 22 caps.
359 internacionalidades es la diferencia entre no ir a la Copa del Mundo de Inglaterra 2015 y, sin embargo, estar a las puertas de jugar el partido inaugural de la primera edición de una RWC en Asia, Japón 2019.
El camino hacia el Mundial
En 2015 comenzó el banco de pruebas del staff de la Selección en la última edición de la European Nations Cup, competición bianual, como el proceso europeo de clasificación para la Copa del Mundo. La semilla del rugby de movimiento que Santiago Santos intentaba inculcar a sus pupilos germinaba y Rusia, Portugal y Alemania dieron buena cuenta de la mejora del rendimiento ofensivo de los Leones. Hasta Georgia tuvo que sufrir para llevarse la victoria en Madrid y el único borrón fue la contundente victoria de Rumanía en Cluj que ponía los pies en el suelo al XV del León. Si querían quedar por encima de los robles dentro de dos años debían aprender a defender sin golpes y dominar al maul rumano.
Un año más tarde, 2016, el experimento continuaba pero este año la Selección ampliaba su base de jugadores para no agotar la paciencia de los clubes franceses, a sabiendas de que el esfuerzo comenzaba en 2017 y se culminaba en 2018. En la vuelta del Campeonato de Europa los resultados no iban a acompañar: Rusia, Rumanía y Georgia se imponían en los tres primeros partidos y los Leones sólo fueron capaces de ganar a Portugal, equipo que perdía la categoría ese año, y empatar ante Alemania en su último partido. Pese a todo la selección iba a aprender de los resultados obtenidos en los partidos más determinantes en su camino hacia Japón: Frente a Rusia en Sochi, donde los Leones perdieron en la última jugada, y frente a Rumanía, donde España no supo rematar a un dubitativo XV del Roble.
Los compromisos internacionales ante Uruguay y Tonga en la ventana de noviembre medían las aspiraciones mundialistas del XV del León, que veía como en ataque el equipo podía dominar a sus rivales pero en defensa aún no estaba a la altura, a tan sólo tres meses de comenzar el proceso de clasificación.
El 2017 traía consigo el nacimiento del nuevo formato del torneo europeo, el Rugby Europe Championship, que por primera vez iba a ser anual pese a que la clasificación se mantenía a ida y vuelta, y donde los partidos frente a Georgia no contaban.
Todas las selecciones redoblaron esfuerzos y, en la primera jornada, Alemania daba la sorpresa al derrotar a Rumanía, a la postre campeón del torneo. España, después de ganar a Rusia, pagaría los platos rotos en Bucarest en un partido marcado por la ausencia de ritmo, que se definió gracias al pie de Vlaicu. El resto del proceso siguió el guion planificado por Santiago Santos: victoria determinante ante Alemania en Colonia y homenaje ofensivo ante Bélgica. España acababa la primera vuelta segunda a dos puntos de Rumanía, y la mejor noticia era que seguía dependiendo de sí misma.
De nuevo la ventana de noviembre dejaba al descubierto las carencias defensivas del XV del León al ver cómo Canadá, sin hacer prácticamente nada, lograba llevarse el encuentro. Pero fructificaba el trabajo desde el lateral, marca de la casa de Miguel Velasco, un salto de calidad que ponía en problemas a cualquier defensa.
Antes de que concluyese el año la Selección se conjuraba en el CAR de Sant Cugat para comenzar a preparar su asalto a Japón 2019. No querían que nada les perturbase y tenían dos meses para afinar su billete al Mundial: la defensa.
Y así ha sido, la historia de 2018 es conocida por todos: victoria ante Rusia, con la emoción de la última jugada; lección magistral ante Rumanía, anulada por la defensa española y retratada al caer frente a su arma favorita, el maul; y homenaje de multitudes ante Alemania con la presencia del Rey y la Copa Webb Ellis en El Central.
Así es cómo ésta Selección está a las puertas de un Mundial 20 años después, tras cuatro años de trabajo y 359 caps de experiencia a sus espaldas.
(Foto: José Martin)