
«Ahora todo el mundo sabe quién es Nick Tompkins», le dijo Wayne Pivac a la prensa, con una media sonrisa. Tompkins había aparecido en el campo, frente a Italia, primero como recambio temporal de Johnny McNicholl cuando el neozelandés tuvo que pasar un protocolo por conmoción. Después, en el minuto 53, completó la tarde de su debut como internacional con Gales al relevar a otro kiwi, Hadleigh Parkes. Tompkins reclamó los focos con una aparición rutilante en dos actos, coronados con un ensayo. Y eso a pesar de las tres marcas de Josh Adams y del pase por debajo de las piernas de este nuevo Biggar, que ha cambiado su rutina obsesivo compulsiva de pateo a palos por imaginativos fogonazos de juego.
El récord anotador de Adams con Gales es uno de esos fenómenos que no por cotidianos dejan de resultar extraordinarios. Pero en el Principality todo el mundo da ya por descontado que en la esquina les ha crecido un finalizador serial, capaz de desplumar a los defensores rivales con sus ligeros ejercicios de funambulismo sobre la línea. Biggar contribuyó con su alegre frivolidad… y a Leonardo Sarto no le pareció conveniente interponerse en la fiesta. Total, para qué.
Menos previsible era, a ojos de la parroquia en Cardiff, encontrar en Nick Tompkins al hombre que podría solventar la larga e incierta transición de Gales en los centros, cara a la Copa del Mundo de 2023. Porque si un puesto en ese equipo ha sufrido las siete plagas de Egipto, ha sido el de centro.
En la Copa del Mundo de 2015 acabó jugando los cuartos de final junto a Roberts el joven Tyler Morgan, entonces con 20 años recién cumplidos: un chico al que Gatland había descartado en la lista definitiva para el torneo. En Japón 2019, los problemas se reprodujeron y Gales llegó a la cita decisiva, otra vez frente a los Springboks, con sus dos titulares muy desgastados. El desgaste, en los recios tiempos de Gatland, era como el valor al soldado: se les suponía a todos los principales del equipo.
En el medio campo, Gales lleva una década sujeto a nombres familiares. Roberts y Davies; Parkes y Davies. Por detrás, Scott Williams asomó primero y, a pesar de ser un jugador muy apreciable, nunca amenazó de forma severa a los titulares. En los últimos dos años, Owen Watkin se ha postulado como sucesor, pero Gatland no fue nunca demasiado proclive a las variaciones innecesarias, ni siquiera vistas como palancas de construcción del futuro. Así, los cuatro intocables (Roberts, Davies, Parkes y Williams) jugaron, al menos uno de ellos, en 94 de los 100 partidos disputados por Gales desde 2012 hasta el arranque de este 6 Naciones. La estadística, muy reveladora, se la debemos al analista Russ Petty.
La preparación del 6 Naciones de este año se vio ensombrecida de nuevo por las lesiones de Jonathan Davies, titular indiscutible en el 13; Watkin, que fue operado de la rodilla en diciembre, aunque ya está listo para volver; y finalmente, Willis Halaholo, otro kiwi que iba a debutar con Pivac y cuya llamada generó no poca controversia en Gales por razón de procedencia. Añádanse las bajas de dos aperturas readaptables a esa posición como creadores híbridos de juego: Gareth Anscombe (sí, otro neozelandés) y Rhys Patchell.
Pero Pivac no tiene que resolver sólo la actual coyuntura de escasez por lesiones: su trabajo incluye también la necesidad de dotar al puesto, en este ciclo que arranca, de la profundidad necesaria para evitar contingencias. Un trabajo que Gatland dejó pendiente. El tiempo siempre acaba por tomar la palabra: Hadleigh Parkes tiene 32 años; Jonathan Davies ha alcanzado 31; Scott Williams y Halaholo cuentan 29… Owen Watkin está en 23 y Tompkins, 24.
Después de ser campeón del mundo sub20 con Inglaterra en 2014 y asomarse a los Saxons, la carrera internacional del centro de Saracens quedó en suspenso: Gales le ha abierto una puerta… y Tompkins ha derribado la pared
Así que Pivac ha de anticipar la gestión del futuro, por obligación circunstancial y estructural. Antes del 6 Naciones, la soberanía popular le solicitó el regreso de una de tantas promesas que pasaron fugazmente por el puesto en los últimos años: Owen Williams, otra opción intermedia entre el 10 y el 12. Pero Pivac se guardaba un as bajo la manga: Nick Tompkins.
No es que la figura rotunda de Tompkins hubiera que ir a buscarla a alguna selva desconocida, no: hace rato que viene haciendo ruido en los Saracens, que no es precisamente un equipo que pase desapercibido. El caso es que nadie se había fijado en él. ¿El motivo? Con Tompkins pasaba como con Verbal Kint y Keyser Söze: estaba tan a la vista que parecía imposible que fuera él. Había nacido en Sidcup, una barriada al sureste de Londres, e Inglaterra lo hizo internacional desde sub18, pasó por los sub20 e incluso disputó un par de encuentros con el segundo XV de la Rosa, los Saxons.
¿Entonces?Entonces debió ocurrir que Wayne Pivac, o alguien que trabaja para Wayne Pivac, se puso a hurgar en el árbol del apellido Tompkins y descubrió una rama que se pasaba al jardín vecino: Tompkins tenía una abuela; una abuela nacida en 1933 en Wrexham, al norte de Gales, casi en el límite con Inglaterra. Cuando la federación galesa tiró del hilo encontró que los dos partidos disputados por Tompkins con los Saxons no habían servido para capturarlo. Así que estaba libre para jugar con Gales, en virtud de su ascendencia por vía materna.
Gatland nunca había advertido esa posibilidad. Ni siquiera el técnico de Saracens, Mark McCall, era consciente de ello, según ha reconocido. Como se ve, también en el primer mundo del rugby ocurren sucesos de este calibre con las normas de elegibilidad por el medio.
La media sonrisa de Wayne Pivac en la rueda de prensa tras el partido parecía decir: «Ahora me vais a pedir la titularidad de Tompkins… y hace cuatro días ni siquiera sabíais que existía».
Así que no parece raro que Pivac se sonriera en su rueda de prensa, después de ver a Nick Tompkins celebrar con rabia su primer ensayo con la camiseta del Dragón. Esa sonrisa venía a decir: «Ahora me vais a pedir la titularidad de Nick Tompkins, que os conozco… y hace cuatro días ni sabíais que existía».
Y es verdad. Ahora, más o menos, todo el mundo sabe la historia de Tompkins y su bendita abuela Enid. Y que, dos generaciones después, asentada la familia en Londres, el joven Nick se aficionó al rugby por influencia de su hermano y arrancó jugando como flanker en el Old Elthamians RFC. Cómo, aún adolescente, Saracens lo incorporó a su academia y el punto de giro en que alguien lo sacó del pack para ponerlo en el medio campo, y así alimentar la capacidad destructiva de sus acometidas y el rigor de su defensa en campo abierto.
El relato de cómo poco a poco, con una mecha larga de combustión morosa, la estrella de Nick Tompkins empezó a tomar luz.
En 2012 debutó con el primer XV de Sarries en la LV Cup. En 2014 se proclamó campeón del mundo sub20 junto a Ross Moriarty, otro que cruzó el puente de los espías sobre el río Severn y con los años pasó de la Rosa al Dragón.
Los equipos sub20, incluso los exitosos, acostumbran a acelerar carreras o a dejar a los jugadores en una incierta antesala de la élite. Los hay repletos de estrellas en ciernes, con generaciones asombrosas que hacen que aquellas alineaciones, miradas con la perspectiva del tiempo, conformen una nítida premonición de lo que serán en pocos años los equipos mayores.
No fue éste el caso. De capitán inglés en aquel grupo ejercía un compañero de club de Tompkins: Maro Itoje. Su homólogo en los jóvenes bokke se llamaba Handre Pollard. Jesse Kriel, Andre Esterhuizen, Nico van Rensburg, Warrick Gelant y Du Toit también pasaban por allí. En Inglaterra, más que nada había muchos futuros miembros de la clase media de la Premiership y alrededores: Charlie Ewells, Billy Burns, Nathan Earle, Harry Sloan…
Tompkins reclamaba su cuota de atención con ávidas líneas de ruptura, como la que posibilitó un ensayo de Earle en la apretada final. Pero, pese a todos los augurios y la solidez formativa de su evolución en el sistema Saracens, su carrera internacional quedó detenida y ni su solvencia en el equipo de Mark McCall ni su frecuencia anotadora (tres ensayos en la semifinal contra Gloucester el año pasado, uno de los más prolíficos de toda la liga este año con cuatro) parecían llamar la atención de Eddie Jones. Y eso que, en Inglaterra, la posición de centro ha sido también durante años una noria.
Así que el descubrimiento de su disponibilidad para jugar con Gales le ha abierto otra puerta… Y como buen centro, Tompkins entró derribando la pared. Es una metáfora, porque en verdad su ensayo tuvo ese subrayado inequívoco de los jugadores con clase y potencia para dinamitar los intervalos. Con Italia deshecha posicionalmente, Tompkins despejó el camino hasta la meta con un acelerón zigzagueante. Su celebración tuvo el énfasis de las autoafirmaciones.
Pivac lo había llamado junto a Owen Williams pero, aunque la oportunidad parecía nítida frente a los italianos, a la hora de conformar su primer XV el nuevo seleccionador sucumbió al peso de las jerarquías antes que a la lógica posicional o el rendimiento. El último partido que vio Pivac antes de dar su lista fue el Ospreys frente a Saracens de Champions Cup, en el Liberty Stadium. Allí observó a su descubrimiento en directo. Al otro lado estaba, sin embargo, el hombre por el que se iba a decidir para jugar de 13: George North.
Para la elección de Pivac hay algunas explicaciones a las que les podemos perdonar su tono freudiano, de interpretación psicológica: antes que acelerar recambios y armar revoluciones de futuro, un entrenador que debuta sobre todo quiere empezar ganando. Y para ese legítimo anhelo suelen considerar más fiable agarrarse a lo conocido que a lo esperado… En los banquillos opera una lógica inversa: en la juventud del cargo, los técnicos tienden a ser más conservadores. Después ya habrá tiempo de redefinir el escenario. Bueno, hay algunos que no cambian nunca…
Justo antes de dar su lista para el 6N, Pivac vio a Ospreys frente a Saracens: North y Tompkins jugaban ese partido, cada uno a un lado. El técnico se decidió por North frente a Italia… pero el futuro es de Tompkins
Es verdad que North (que ya había aparecido como centro de emergencia en alguna ocasión en Gales durante el periodo Gatland) firmó una marca en la que aprovechó su descomunal potencia en el cuerpo a cuerpo. Un partido frente a Italia nunca puede llevar a hipótesis concluyentes, pero la lógica defiende algunas afirmaciones. North no deja de ser un recurso. El futuro, se quiera o no, aguarda a Nick Tompkins.
Por eso está en el XV de Gales para jugar este fin de semana frente a Irlanda. ¿Y North? Discutiendo un sitio en el costado en el que no reina Adams, inabordable con su metralleta. Es decir: en disputa con el exquisito McNicholl y a la espera de saber si, cuando regrese Liam Williams, Pivac lo lleva al ala o lo pone a pelear la camiseta número 15 con un Leigh Halfpenny que el sábado -aunque fuese contra Italia- pareció hacer memoria de sus días lúcidos.