
Hace pocos días recordábamos el despiste de Antoine Dupont en el final del partido contra Inglaterra, cuando pateó la pelota contra la grada por su línea de balón muerto, con el fin de provocar el pitido final del encuentro. Pero, como sabemos, el medio de melé se confundió: quedaban 45 segundos aún en el reloj. Tiempo suficiente para que Inglaterra ganara un golpe de castigo en la siguiente jugada y Farrell anotase los tres puntos que le dieron el bonus defensivo al equipo de Eddie Jones. Hoy ese punto bonus tiene a Inglaterra a punto de ganar el 6 Naciones 2020. A punto es un decir… porque la resolución va a quedar en suspenso debido al aplazamiento de tres partidos por la crisis del COVID19.
El rugby en los tiempos del cólera -en realidad, coronavirus- sería el título más apropiado para esta accidentada edición. El oval no vino a luchar contra los elementos, pero lleva un tiempo enfrentado a ellos. Hagibis, el tifón japonés, fue el protagonista de la primera fase de la Copa del Mundo del año pasado. La tormenta Ciara puso ya en alerta este 6 Naciones en su segunda semana y provocó que Escocia e Inglaterra jugaran en un Murrayfield convertido en el cabo de Hornos. Y después, la progresión del contagioso virus en Italia provocó el aplazamiento de los partidos frente a Irlanda e Inglaterra.
Así que no ha habido forma de que Sergio Parisse jugara el partido de despedida que tenía pactado para su adiós a la selección. Si quiere hacer realidad ese epílogo, tendrá que alargar aún más su longeva trayectoria y seguir ahí cuando despertemos de esta pesadilla. Como el dinosaurio de Monterroso.
En realidad, el farewell, my lovely del capitán italiano deberá esperar a que los encuentros postpuestos tengan una fecha asignada, cosa que aún está por ocurrir. El asunto no es fácil porque el calendario del rugby es una de las construcciones humanas más abigarradas que se puedan imaginar. Si estos días World Rugby y el resto de organismos rectores del juego han desplegado el mapa del tiempo en la sala de oficiales, se habrán dado cuenta de que no hay un solo hueco libre hasta donde alcanza la vista. Ligas, competiciones europeas, tests de verano, recomienzo de las competiciones domésticas, vuelta de las continentales, ventana de otoño…
El Top 14 tiene su final prevista para el 26 de junio. Y los tests de verano arrancan el 4 de julio: Inglaterra en Japón, Irlanda en Australia, Gales va a Nueva Zelanda, Escocia a Sudáfrica, Francia visitará a Argentina e Italia jugará varios partidos en Norteamérica y otro el 18 de julio en Argentina. Once meses consecutivos de competición. La rueda tiene forma de óvalo, pero gira a toda velocidad y sin descanso.
El calendario mundial es una de las construcciones más abigarradas que se puedan imaginar: la temporada arrancó en agosto y acabará en julio con las giras de verano. Sólo hay un fin de semana libre a finales de octubre y otro medianamente accesible en noviembre
Salvo que se solapen selecciones y ligas, el único receso aparece el 31 de octubre, justo la semana posterior a la segunda jornada de grupos en los torneos europeos de clubes; y unos días antes de que arranquen los internacionales de noviembre. Ese fin de semana se podrían jugar dos de los tres partidos aplazados en este 6N, pero en desorden. Es decir, primero el Italia-Inglaterra y el Francia-Irlanda, ambos pertenecientes a la quinta jornada. Y el último pendiente, el Italia-Irlanda de la cuarta, habría de pasarse al fin de semana del 28/29 de noviembre, que es cuando aparece la siguiente rendija: esos días Inglaterra recibirá a Australia y Gales a Sudáfrica en el último acto de los tests otoñales, lo que determina el desorden. Veremos en qué queda todo.
Es necesario subrayar que todo esto son meras hipótesis a la vista de las apreturas del calendario. Aún no hay fechas oficiales. En todo caso, el torneo se aboca a una resolución anómala, que se corresponde con circunstancias excepcionales. Similares a las de la foot and mouth disease (vulgo vacas locas), que en 2001 provocó el aplazamiento de los tres partidos de Irlanda contra las home nations, en un torneo resuelto en abril del año siguiente y que ganó Inglaterra… aunque dejándose el Grand Slam en ese último choque postpuesto.
Así, el 6 Naciones cerrará este próximo fin de semana su calendario regular con un súper sábado cercenado y un solo encuentro previsto: el Gales-Escocia. No se sabe si a techo abierto para espantar virus, pero de momento se jugará. Si a Escocia se le ocurriera imponerse en Cardiff, cosa que no hace desde 2002, los chicos de Gregor Townsend acabarían este torneo incompleto al frente de una clasificación engañosa. No dejaría de ser curioso, después de todo lo que ha pasado.
En cierto modo, Escocia personifica la condición imprevisible y poco fiable de esta edición del 6N. Golpeado antes del arranque de la competición por la espantada de su mejor hombre, el apertura Finn Russell, el equipo salió de la onda expansiva del escándalo con una victoria profesional en Roma, antes de derrotar el sábado a la Francia invicta de Galthié.
Más allá del inesperado marcador (en realidad, Francia ha perdido en sus tres últimas visitas a Murrayfield) lo notable de Escocia a lo largo de estas semanas ha sido su confirmada evolución desde la creatividad eléctrica de la tres cuartos a una versión de melé de alta solvencia, defensa rigurosa y delantera capaz de abrasar a los franceses en el juego estático y los encuentros.
Townsend ha mutado a un equipo de felices anarquías ofensivas en un pequeño acorazado, con un rugby de ritmo contenido y basado en el afán competitivo de jugadores como Gilchrist y, sobre todo, Hamish Watson
Escocia le forzó a Francia un golpe de castigo en rucks. Dos en mauls, otros dos en la melé y otro en un breakdown en el suelo. Además de un par de golpes francos en el scrum. Lo que se dice exprimir gota a gota el zumo de tu rival en las fases estáticas y de conquista.
El equipo divertido y con un punto de feliz anarquía ofensiva de Russell y Hogg ha mutado, así, en un pequeño acorazado impenetrable; con un rugby de ritmos contenidos y claveteado con el afán competitivo de Gilchrist y Hamish Watson, ahora mismo el mejor hombre del Cardo libra por libra.
Escocia es el equipo que menos puntos ha recibido en todo el 6 Naciones: sólo cuatro ensayos le han hecho en los cuatro encuentros. Su diferencial de anotación revela a un conjunto marcado por la contención en todos los aspectos: 63 puntos a favor y solo 49 en contra. Sólo la Irlanda de Andy Farrell se ha comportado de modo más frugal: 55 puntos a favor y 50 en contra… pero encajando cinco ensayos, uno más que los escoceses. Y habiendo jugado, claro, un partido menos. La diferencia la acentúa los recursos que uno y otro equipo tienen a su disposición para semejantes registros.
Townsend le ha dado la vuelta a la idea y falta por ver cómo la evoluciona. En un 6N complicado por muchos motivos para el técnico, ha logrado gobernar la nave y darle un rumbo. Con Escocia siempre queda la sospecha de que, por esta vía o por otra, al final todos los caminos la llevarán a Roma.

El puñetazo de Haouas a Jamie Ritchie que determinó su expulsión y la suerte del partido en Murrayfield (Foto: Getty).
Y mientras tanto, claro, Inglaterra está a punto de ganar el torneo (ver clasificación). Suele ocurrir que, mientras los demás mueven el árbol, sean los ingleses quienes recogen las nueces. Esa habilidad para adoptar un perfil equívoco sin perder comba define al entrenador ladino por antonomasia de los tiempos modernos, Eddie Jones.
Fue un efecto óptico que también se dio en Japón, donde Inglaterra salió de la primera fase intacta, sin enseñar casi nada, ganando a rivales menores sin mayor cacareo y ahorrándose además un partido por el soplo letal de Hagibis. Nadie les hizo mucho caso hasta que le metieron 40 puntos a Australia. A continuación, derribaron con estrépito a los All Blacks.
En esta ocasión, Jones ha dedicado este 6N a probar alternativas para el futuro en su interminable trama de equipo: la inclusión de Furbank, la versatilidad de Daly y Slade, variaciones en los centros, la confirmación de la silenciosa jerarquía de Ford, la supresión del ocho puro en ausencia de Billy Vunipola para jugar con tres flankers… Detalles en un largo juego de construcciones.
Pero todo eso, claro, sin perder de vista la avidez competitiva. Y a pesar de la derrota inaugural en París, que permitió a los franceses inflamar su bandera, Inglaterra ganó después en el vendaval de Edimburgo y sometió de forma consecutiva a Irlanda y Gales. Quedará pendiente el cierre contra Italia. Empatada a puntos (13) con Francia, cualquiera sabe que sus posibilidades de victoria + bonus en Roma son mayores que las del equipo de Galthié contra Irlanda. Y aun en el caso de que ambos lo lograran, la ventaja en el diferencial total de puntos -que previsiblemente Inglaterra engrosará a costa de los italianos- vendrá en su auxilio para proclamarlos campeones.
Y así, en el año de virus, la Rosa se ceñirá otra corona.