
Los mundiales de rugby tienen un efecto catártico en aquellos equipos que no cumplen con las expectativas que ellos mismos han generado. Los resultados terminan por confirmar la evidente necesidad de un cambio de rumbo, de un ciclo liderado por caras menos habituales, con el objetivo de que esos mismos resultados mejoren dentro de cuatro años.
Entre esas selecciones que no cumplieron con los objetivos marcados en Japón están Irlanda y Escocia, quienes se enfrentaron el pasado sábado en la jornada inaugural del 6 Naciones 2020. Ambas comparten el hecho de caer derrotadas en la última RWC contra el equipo anfitrión, Japón, y también el no haber movido el árbol con fuerza suficiente para que la situación cambie.
Escocia es, junto con Inglaterra, el único equipo del torneo continental que no ha cambiado de entrenador tras la Copa del Mundo. Lo de los ingleses es comprensible, porque perder una final no se puede considerar un fracaso, sino una circunstancia del juego. El equipo dirigido por Gregor Townsend, por su parte, emuló a Yukio Mishima y cometió seppuku de forma pública e inesperada. La eliminación en fase de grupos ante Irlanda y Japón podría haber supuesto la destitución de Townsend, pero la federación escocesa decidió continuar con el entrenador que cambió la cara de Glasgow Warriors hace ya más de cinco años.
No es igual el caso de Irlanda en las formas, aunque sospechamos que sí en el fondo. Joe Schmidt dejó su cargo – tras la enésima eliminación en cuartos de final – en manos del segundo de a bordo, un Andy Farrell que no ha dado señales de querer renovar un equipo envejecido de cara a Francia 2023. Si nos detenemos en la alineación que presentó ante Escocia, sólo nos llama la atención la presencia de Caelan Doris en la tercera línea, el resto de jugadores forman parte del grueso que utilizó Schmidt en años anteriores.
A pesar de que ya no está Laidlaw, siempre acusado de lentitud, la tres cuartos escocesa continúa sin carburar: la titularidad de Sam Johnson y Huw Jones sólo se explica por cuestiones de jerarquía… y tampoco Ali Price y Sean Maitland estuvieron precisamente acertados
En cuanto al partido en sí, fue el menos vistoso de los tres que se jugaron el fin de semana. Los dos entrenadores primaron las jerarquías sobre el estado de forma, lo que explica la titularidad de jugadores como Cian Healy, Conor Murray, Sam Johnson o Huw Jones. El miedo a empezar el nuevo ciclo mundialista con mal pie era palpable. Sorprendentemente, Irlanda salió al campo muy plana en defensa. Muchos pensábamos que con Farrell al mando se intensificaría la defensa en punta – desde fuera hacia dentro – en la línea de tres cuartos, pero el partido de Garry Ringrose fue muy discreto en este aspecto. Esto fue aprovechado por Escocia para enlazar sus mejores minutos en ataque durante los diez primeros minutos.
Irlanda se recompuso relativamente fácil, y consiguió ensayar en su primera incursión en la línea de 22 rival. Fue una de las acciones más curiosas del partido. Los de Farrell tenían la posesión de la pelota a cinco metros de ensayo, una posición en la que, habitualmente, se encuentran cómodos para realizar un juego cerrado de pick & go, donde su delantera acostumbra a dominar y desgastar al rival. Cuando, a las pocas fases, consiguieron la ventaja por fuera de juego escocés, Murray amagó con jugar una nueva fase de impacto con Healy, quien hizo de pivote para devolver el balón al medio de melé. Al mismo tiempo, Jordan Larmour trazaba una línea cortante con respecto a Murray que paralizó a varios defensas escoceses, lo que fue aprovechado por el de Munster para pasar la pelota a Jonny Sexton, que se encontraba libre de marca para lograr el ensayo.
Después del ensayo de Johnny Sexton, el partido se igualó a la baja y sólo los golpes de castigo del capitán irlandés y de Adam Hastings alteraron el marcador, en un encuentro del que ninguno puede extraer grandes conclusiones
A partir de aquí, el partido se igualó a la baja, y sólo los golpes de castigo pasados por Sexton y Adam Hastings alteraron el marcador, aunque Stuart Hogg estuvo muy cerca de conseguir el ensayo en una jugada bastante desafortunada en su finalización. Escocia no puede sacar demasiadas conclusiones positivas del partido. La línea de tres cuartos sigue sin carburar, a pesar de que Greig Laidlaw ya no esté al mando, y el rendimiento de los jugadores titulares es bastante deficiente. A los ya mencionados Johnson y Jones conviene añadir el mal partido de Ali Price y Sean Maitland. El castigo impuesto a Finn Russell tampoco ayuda a aclarar las dudas.
Sin embargo, Townsend y su asistente Dan McFarland sí que pudieron volver al hotel con la satisfacción de que la delantera rindió a un buen nivel en uno de los escenarios más difíciles para ellos. Para sorpresa de todos, el pack liderado por Jonny Gray igualó el desempeño físico de los irlandeses, a pesar de que contaban en sus filas con varios jugadores con poca experiencia internacional como Rory Sutherland o Nick Haining.
El pilier de Edinburgh se encargó, junto a un notable Zander Fagerson, de amargar la tarde en melé a Healy y Rob Herring. Hay algunos brotes verdes en el XV del Cardo, aunque no los suficientes para que el estado anímico sea el ideal. Este fin de semana les espera una Inglaterra herida, y (sospechamos) el partido no se parecerá demasiado al del año pasado.
Irlanda, por su parte, recibe a la renovada Gales de Wayne Pivac en el partido más igualado de la jornada. Jugar como local da cierta ventaja a los de Farrell, pero la actuación de los galeses ante Italia fue bastante convincente, y cuentan con un Josh Adams muy en forma. No obstante, los irlandeses deberán mostrarse más incisivos en ataque para perforar una defensa ideada por unos Warren Gatland y Shaun Edwards que ya no están, pero dejaron su poso en el XV del Dragón.
[Fotos: Six Nations Rugby].