Es probable que a usted -estimado lector- le hayan explicado que epicureísmo y estoicismo son dos corrientes filosóficas enfrentadas y que no tienen ningún nexo de unión entre sí. Cada vez que pensamos/hablamos/escribimos sobre el rugby francés tenemos la tentación de pensar en una vida feliz, en la búsqueda de los placeres y la ausencia de tribulaciones. En ese horizonte aparecen algunos apellidos: Dupont, Ntamack, Fickou, Thomas, Vakatawa, Serin, Jalibert… Tuvieron -algunos de ellos- un rol protagonista en la tercera victoria consecutiva de Francia en este arranque de 6 Naciones (algo que el XV del Gallo no conseguía desde 2010) y la sensación de placer inundó los primeros minutos del partido contra Gales.

Pero corrió el tiempo y el estoicismo reclamó su lugar como corriente filosófica fundamental en la segunda mitad de los partidos del equipo de Fabien Galthié: el dominio y el control de los hechos pasó a basarse en la valentía y el esfuerzo de carácter personal.

Francia sigue sin ser un equipo unívoco, se trata de un bloque que funciona con los impulsos eléctricos que se generan al mezclar una serie de elementos (los jugadores) que no están acostumbrados a interactuar entre ellos y tampoco tienen -lógicamente, todavía- los automatismos que dan la experiencia, el tiempo y el conocimiento de las demandas del cuerpo técnico.

La zona del staff galo sigue dando la sensación de ser el camarote de los hermanos Marx en Una noche en la ópera; Karim Ghezal, Laurent Labit, William Servat, Shaun Edwards, Fabien Galthié, Raphael Ibañez… No se ponen de acuerdo en las celebraciones, se miran con cara de duda: «¿Han llamado a la manicura? No, pero adelante».

Hay todo un decálogo de noticias excelentes para Francia:

1) Han ganado a Gales en el Principality Stadium.

2) Están acumulando victorias en partidos que en condiciones normales habrían perdido.

3) El escenario experimental planteado al comienzo del 6 Naciones se está viendo validado por los resultados.

4) Se está demostrando que los jugadores jóvenes pueden dar el salto al máximo nivel de exigencia competitiva sin que les quede grande.

5) Los campeones del mundo M20 de 2018 (y algunos de 2019) están siguiendo una línea de crecimiento lógico: categorías inferiores-club-selección absoluta. Un proceso simbiótico del cual se benefician dos organismos con intereses enfrentados: Liga Nacional de Rugby y Federación Francesa de Rugby.

Francia sigue siendo un equipo que se mueve por los impulsos eléctricos de sus jugadores, pero gana partidos que antes perdería, resistió las remontadas de Inglaterra y Gales y tiene un margen de mejora enorme todavía

6) Un equipo hecho de retales (especialmente en la delantera) está compitiendo de igual a igual con las grandes estrellas del rugby europeo.

7) Francia no tiene -ni de lejos- la mejor primera línea, nadie destacaría a uno de sus segundas, en una selección ideal pocos tendrían en cuenta a uno de sus terceras, Dupont y Ntamack no dejaban de ser la enésima prueba de pareja 9-10 de los últimos años, Vakatawa acabó como centro tras el fracaso del experimento inicial como ala, la historia de Teddy Thomas está repleta de altibajos, Bouthier es una aparición… La improvisación y el caos no suelen venir acompañados de los triunfos.

8) El ejercicio de resiliencia que supone haber aguantado las remontadas de Inglaterra y Gales tiene un valor psicológico nada desdeñable en una selección acostumbrada a ser más observadora que competidora desde 2011.

9) Francia gana sin jugar bien el partido completo, sin ser un equipo consistente durante la parte final del encuentro, sin tener -actualmente- figuras de primer nivel mundial. El ámbito de mejora es reseñable, y es posible que hayan empezado a entender que el trabajo a medio/largo plazo trae mejores resultados que las urgencias.

10) El fuera de juego es un concepto flexible.

Ntamack acaba apoyando ante Parkes el ensayo tras robar un pase de Tompkins.

El partido contra Gales sirvió para demostrar -de nuevo- que Francia ataca mejor de lo que defiende, los galeses crearon mucho peligro en varias fases del encuentro y sólo sus errores les privaron del triunfo (la intercepción de Ntamack y lo improductivo de su presencia en la línea de cinco gala durante muchos minutos son ejemplos claros). La defensa del XV del Gallo ha encajado 30 puntos y 5 ensayos más que Escocia en tres partidos. La comparación no es con Irlanda, Gales o Inglaterra, los datos muestran una diferencia muy acentuada respecto al equipo de Gregor Townsend.

La victoria frente a Gales sirvió para ratificar que Francia ataca mucho mejor de lo que defiende: su defensa ha encajado 30 puntos y cinco ensayos más que Escocia en tres partidos

Shaun Edwards no hace milagros (por muchos ejercicios de fe que se hagan al respecto y muchas veces que se mencione su nombre); no se puede juzgar el rendimiento defensivo de una selección -a nivel absoluto- con sólo tres partidos disputados y con un grupo de jugadores que todavía están muy lejos de dominar los sistemas del nativo de Wigan.

Esta Francia tiene similitudes con la Inglaterra que comenzó a dirigir Eddie Jones en 2016, tras el fracaso en el Mundial: ganan partidos de una forma que tiene más que ver con la excitación emocional que con el dominio del juego. Habrá que ver cuál es la gestión que se hace después de la primera derrota; si se entiende que el proceso de forjado del equipo -de cara a 2023- incluye perder partidos y que el éxito del proceso no lo marca el conseguir un hipotético Grand Slam en 2020.

El fondo (ganar) tiene más importancia que la forma (juego) en un torneo que decide su campeón en un contexto de 4-5 victorias.

Francia gana, Francia está de vuelta… Epicúreos y estoicos están de acuerdo por una vez.