Contra todo pronóstico el día es luminoso. Amenaza fuerte borrasca, sí. Ciara le adjudican por nombre, pero no comparece y desmiente de momento a los augures del mapa de isobaras. A mí, partícipe colateral de la fiesta, me parece muy bien que Ciara tenga esa deferencia con la afición multinacional que se da cita en Dublín, para la jornada que enfrenta a Irlanda con País de Gales. El tapiz de Lansdowne Road ayuno de líquido elemento debe favorecer un mejor juego. Debería, porque luego no es así, aunque la cosa no llegue al desbarajuste de Murrayfield que pudimos contemplar desde un O’Donnell o un The Duke, que más da, a poco de abandonar el Aviva Stadium.

Es mejor que el juego que nos reúne sea bueno. Pero tampoco es esencial para la reunión. A veces llega a ser adjetivo. Quien se deja llevar por la marea de aficionados de toda nación que allí se juntan (“allí” es metonimia de las seis sedes, sobre todo de cuatro de ellas, ya me entienden), lo sabe. En casa, en el pub, tendemos a ser más críticos, sobremanera si fungimos de entendidos, especie que parece abundante y no lo es, como me reconocía un tal Michael Cheika en el aeropuerto dublinés al día siguiente. El de Randwick, por cierto, se excluía de la categoría: “Yo sólo sé de lo mío, lo demás son experiencias que vamos acumulando, no siempre válidas para otros”.

En Dublín, Richmond, Edimburgo o Cardiff, sin embargo, nos tornamos homo ludens y la crítica queda para la inmediata jornada de reflexión. Como que mantengo que el VI Naciones es algo más, mucho más, es menester distanciarse para juzgar con tino las evoluciones de ambos contendientes. Eso nos lo podemos permitir quienes no nos debemos a la premura de la actualidad y nos entregamos al divertimento del prepartido y del pospartido, trocando los 80 minutos reglados en evento de 48 horas de duración. Descollan las cuatro previas y las cuatro posteriores, tan satisfactorias o más que la hora y media escasa en las gradas. Siempre hay excepción y Ciara, desatada en Murrayfield,  deslució, por incapacidad de los 46 profesionales concernidos -unos más que otros- los 80 minutos de la Calcutta Cup y quizás los prolegómenos y las postrimerías del secular enfrentamiento,  porque el camino de retorno a Edimburgo no es ajeno al muy frío, húmedo y ventoso, invierno escocés.

Con un Murray en otro momento de juego -el de Munster está en el principio del ocaso- y con Sexton menos conservador, los galeses habrían entregado el partido mucho antes

Volvamos a Dublín. Irlanda y País de Gales presentaban como aval sus victorias de la primera jornada. Escocia e Italia las derrotadas. El campeón del 2018 frente al defensor del Grand Slam, ambas con la rémora de sus derrotas japonesas y ambas con entrenador nuevo. Wayne Pivac por Warren Gatland y Andy Farrell por Joe Schmidt. A priori fuerzas parejas, puesto que el desempeño de ambos en la primera jornada poco aclaraba. El error del capitán escocés facilitó la victoria irlandesa y la abrumadora victoria galesa sobre Italia nada nos decía. Hubo quien señaló, incluso, que comenzar el Torneo jugando con Italia supone desventaja, pues el nivel de exigencia es menor y restan al menos 40 minutos de juego para ponerse a tono. Es posible. Conclusiones de pinta y charla entre aficionados españoles y norirlandeses en The Bath, con arrullo de fondo del coro de vascos que canta como los ángeles en vascuence y francés. Gentes de Bayona y Biarritz de consuno (acaso marquen esos veteranos un camino) con los que también departimos, al poco. Como todos con todos. Santé, cheers, salud.

La ceremonia de apertura en el Aviva suele ser más sobria que en la isla vecina. Si se prolonga más es porque el paso del diminuto presidente de la República es vacilante y porque se entonan los tres himnos de rigor, los oficiales y el del conjunto de las cuatro provincias, sin solistas, gracias a Dios.

El viento ulula fuera, pero la estructura acristalada protege el juego y no tiene mayor influencia en su desarrollo. Los del laureado Alun Wyn Jones presentan un plan de juego conservador. Dejan la iniciativa a los locales, confiando en su desgaste y pretenden tomar el control una vez los otros se estrellen contra el muro defensivo que despliegan Wainwright, Tipuric (Faletau no es el que era), Parkes y Tompkins. Durante 20 minutos, poca patada y mucha porfía (Henshaw y Aki negando espacio a sus contrapartes), pero sin mordiente, hasta que Irlanda expande su juego, lo saca de la monótona búsqueda de la ruptura tras la conquista en el suelo y lleva el balón a Larmour, Stockdale y Conway.

Aquí la mejora respecto de la jornada previa fue significativa. Y con un Murray en otro momento de juego (el de Munster está en el principio del ocaso) y un Sexton menos conservador los galeses hubieran entregado el partido mucho antes. Pero la decisión de alterar el juego rinde. Tompkins, demasiado cerca de Parkes tras varias fases cerradas de los irlandeses, cede espacio y Larmour aprovecha el carril derecho para anotar la primera marca, que Sexton no transforma (5-0).

Los irlandeses celebran uno de los ensayos en la victoria frente a Gales.

Estamos en el minuto 20 y tras el saque de rigor País de Gales decide imitar a su rival y jugar a los espacios. Dicen los entendidos en las cosas de Flavio Vegecio Renato que cualquier plan se viene abajo en cuanto se entra en liza y eso sucedió a los Dragones. Ir a remolque en el marcador escuece y la toma de contramedidas es obligada. Contra el eje horizontal, el vertical. AWJ sirve un balón a Biggar y este, dentro, a Tomos Williams, para anotar (con transformación del apertura, 5-7). Poco antes Josh Adams había dejado que el poderoso neozelandés McNicholl se incorporara al juego. Jugador de las hechuras de un Jordie Barrett, y del mismo origen, parece una solución provisional para ese negociado.

La gloria es efímera. La fortuna, tornadiza (semper crescit aut decrescit…) y un deportista debe saberlo. Tomos Williams lo aprendió el sábado. El mismo AWJ que construyó su ensayo ganó un lateral cerca de marca galesa. Su medio de melé malbarató la posesión dejando caer el balón hacia adelante. Tras la melé subsiguiente y un par de movimientos del pack irlandés, irrumpió el coloso Furlong para devolver la ventaja en el marcador a los locales (12 a 7, con la conversión de Sexton). Termina así la primera mitad. Ciara amaga, pero no da y se agradece.

Iniciada la mitad definitiva Aki y Henshaw, a la par, son los dueños del ataque irlandés. Ha decidido Farrell, puede que Sexton, que las cargas de los centros aprovechen los huecos que los galeses dejan al extender su defensa, con una cobertura en minoría porque Faletau se demora. Así se construye el ensayo de Van der Flier, tras un lateral al que se llega tras golpe del tercera centro galés, maul y marca. La conversión del capitán local pone el marcador en 19-7.

Después, nada. Lesiones, protocolos de conmoción (las paredes del Aviva reverberan el impacto de los golpes cuando el clamor de las aficiones se atempera) y un amago galés de recuperación que termina con innecesario recurso al TMO, pues el propio Parkes debía haber reconocido que perdió el control del balón antes de posar. Además, la primera línea galesa venía renqueando, dominada por Healy (luego Kilcoyne), Herring y Furlong. Ni Lewis ni Jones pudieron nunca con sus contrarios y se vieron en serio apuro, hundimientos de melé mediante, entre el minuto 60 y 70, varias veces.

Solo quedan Irlanda e Inglaterra como candidatas para la Triple Corona; Irlanda y Francia, por el ‘Grand Slam’… No apuesto por el trébol

Las incorporaciones de Carre, primero, y Brown, después, nos solucionan el problema galés. Irlanda ha ganado el control del partido y Gareth Davies, por Tomos Williams, tampoco aporta valor añadido. No puede hacerlo ya a esas alturas, con los irlandeses dueños del eje ancho. Así la marca de Conway en el minuto 76, tras un pase largo y preciso, que le da espacio para superar sin problemas la envergadura de McNicholl, que llega descompensado y ya batido. No hay conversión y queda el marcador en 24 a 7.

Tipuric, en el minuto 80, maquilla la puntuación, cuando Irlanda jugaba con 14, tras la visita de CJ Stander al purgatorio por usar los tacos en un ruck, a la vieja usanza. Entonces sí, Ciara brama, mientras desalojamos las gradas y una banda de jóvenes músicos irlandeses toca, contrita solo en apariencia, la triste tonada Sosban Fach, paras los miles de aficionados rojos, atribulados hoy como la Mary-Ann de la canción popular. Todos ellos, en armonía con sus anfitriones, se encaminan, nos encaminamos, a las tabernas dublinesas. En la que yo elegí la cerveza era buena, como siempre, y los aires, peculiares, significadamente del sur. Pero no de Cork ni de Kerry. De Huelva. De los veteranos atlantes (las críticas a Critias, o a su mentor, el ateniense suicida) que repartían jamón del bueno. Qué cosas tiene el rugby.

Solo quedan Irlanda e Inglaterra como candidatas para la Triple Corona. Irlanda y Francia para el Grand Slam. No apuesto por el trébol.