Más de 640 kilómetros separan Edimburgo de Cardiff… un viaje -o, mejor dicho, una peregrinación- que no está hecho para personas de corazón débil. En los tiempos del 5 Naciones, la escapada de fin de semana para ver a Gales jugar en la capital escocesa siempre fue tenida entre los aficionados del Dragón como una prueba de resistencia a la que alegremente se enfrentaron generaciones y generaciones de seguidores del equipo.

El viaje era conocido con el sobrenombre de El asesino. Se salía de Cardiff a las nueve de la noche del viernes y el tren hacía su llegada a Edimburgo a las siete de la mañana del sábado. Después de un día de exaltadas emociones y del partido, el trayecto de vuelta arrancaba inmediatamente después del choque en Murrayfield: a las nueve de la noche partía el tren hacia Edimburgo y hasta las cinco de la madrugada no se llegaba a la capital galesa.

Uno conoce casos de gente que hizo este viaje de fin de semana y ni siquiera llegó a ver el partido: digamos que se entregaron a la socialización con excesivo fervor y acabaron regresando a casa con una notable laguna de memoria que les impedía rendir cuentas acerca de las actividades del fin de semana. Eso sí, en cuanto ponían un pie en su hogar empezaban a pensar en repetirlo dos años después.

Este pasado fin de semana fueron nuestros amigos del norte quienes gozaron del dudoso honor de completar el trayecto. Y, siquiera por una vez, los escoceses viajaron con más expectativas que esperanza, una sensación poco habitual y tal vez algo preocupante para buena parte del llamado Tartan Army.

Escocia lleva más de 20 años sin saborear la victoria en Cardiff. Su último triunfo en campo galés fue el 22-27 de 2002, cuando se impusieron al equipo entonces dirigido por el neozelandés Steve Hansen. Esta vez, tras haber ganado de nuevo a Inglaterra en otra memorable Calcutta Cup el sábado anterior, el conjunto de Gregor Townsend fue recibido en el abarrotado Principality Stadium con el techo abierto y un calabobos versión galesa.

El encuentro resultó vibrante y apretado. Y Gales encontró la manera de imponer su físico, tan tristemente añorado una semana antes en Dublín, para llevarse un choque muy igualado frente a un rival escocés duro de ganar y siempre talentoso.

No fue un encuentro brillante de los galeses. Pero ganaron.  Y eso era lo único importante en esta ocasión. Fue un partido jugado a la manera de la vieja escuela, en el que los elementos fundamentales habían de ser la pasión, el deseo y la pura mentalidad de victoria. También en las gradas había un aire de partido de otros tiempos, con 73.000 voces unidas en una legión coral cuya banda sonora –Bread of Heaven, Hyms & Arias y el Calon Lan- sirvió de fondo de apoyo para el equipo local.

Nadie encarnó ese espíritu mejor que el medio de apertura y capitán Dan Biggar, atendido tantas veces por el equipo médico a lo largo del partido que los del seguro de salud debieron acabar frotándose las manos. Biggar es un auténtico guerrero. Poco antes del final se tuvo que ir del campo cojeando. Pero antes se aseguró de pegar una patada en un golpe de castigo que permitió a Gales avanzar 50 metros y quedarse a las puertas de la línea de ensayo de Escocia.

Era el partido número 100 de Biggar con la camiseta del Dragón y anotó 15 puntos con el pie, incluido el drop goal que le dio la victoria a Gales en el minuto 69, justo después de que su homólogo Finn Russell se marchase diez minutos con tarjeta amarilla por un avant deliberado.

El apertura escocés, junto al zaguero Stuart Hogg, son dos jugadores capaces de iluminar la más sombría de las tardes, pero en esta ocasión no pudieron alumbrar el camino de una Escocia que, sinceramente, también pudo haber ganado, porque no se equivocó ni más ni menos que Gales. Simplemente, no era el día. Gales se negó a salir derrotado.

Este tipo de victorias se han hecho muy características en el XV galés en los últimos tiempos. Ryan Jones, el capitán del equipo que ganó el Grand Slam de 2005, acuñó un término para esta capacidad de recuperación tras una derrota o un mal encuentro: Bouncebackability. Rebotabilidad. Muy pocas veces naufraga Gales en dos partidos consecutivos. El sábado por la tarde, en medio de un atardecer velado por una cascada de lluvia fina como la niebla, las tres plumas de Gales brillaron en la penumbra, y el honor de la camiseta roja fue restaurado tras lo visto en Dublín.

En dos semanas, Gales visitará Twickenham y Escocia recibirá a Francia. El 6 Naciones ha cumplido dos jornadas y todo sigue abierto: este maravilloso torneo siempre guarda sorpresas en la manga y Murrayfield nunca ha sido un coto de caza propicio para Francia, así que habrá que ver qué pasa. Mientras, los aficionados nos tomaremos un respiro y celebraremos que, después de todo lo que hemos pasado en estos dos últimos años, por fin los estadios de rugby vuelven a llenarse para grandes ocasiones como esta. Y sobre todo, por fin podemos reencontrarnos con los viejos amigos que siempre nos guarda el rugby.

[Foto de cabecera: (c) INPHO/Andrew Fosker via sixnationsrugby.com].